Capítulo 4
Al rescate de
Frente a él, amenazando su cuello con una larga y filosa espada, estaba aquel demonio enmascarado. Su postura despreocupada hacía burla a su vencido oponente, provocando que los hermosos ojos de Jibril se entrecerraran. Ella lo observó con furia mientras su mano apretaba con excesiva fuerza el báculo. Murmuró un par de palabras y éste brillo con intensidad, lentamente encogió y cambió de forma, ahora en su mano derecha yacía una bella espada.
—Un poco más y habrías tenido que recoger pedazos de ángel —dijo el demonio en tono casual. Pese a que su rostro quedaba oculto tras la máscara, Jibril podía imaginar una sonrisa burlona adornando sus labios.
—¡Aléjate de él! —ordenó autoritaria, el demonio ladeó la cabeza como respuesta, enseguida una risa burlona llenó el lugar.
—No estás en posición de dar órdenes, sólo un poco más y su garganta será atravesada. —Su voz sonó tan calmada que era aterradora. Con lentitud empujó el filo de la espada a la garganta del joven ángel, quien cerró los ojos a causa del miedo mientras un fino hilo de sangre se deslizó por su cuello con lentitud.
—¡No! —gritó Jibril asustada al ver la sangre en el cuello del joven ángel, no podía arriesgarse a que saliera lastimado, no podría vivir con eso.
—No te exaltes, ambos pueden salir ilesos, sólo tienes que darme tu nombre, pequeña —ofreció el demonio, Jibril rechinó los dientes, la estaba chantajeando, estaba segura de que todo había sido planeado, y eso aumentaba su furia.
—¿Eres tan insignificante que te vales de medios tan ruines para conseguir mi nombre, acaso no tienes el poder suficiente para enfrentarme cara a cara? —Estaba intentando herir su orgullo, tenía que hacer que alejara aquella filosa espada del cuello del ángel.
—Soy un demonio, pequeña, mi naturaleza es ruin y malévola, no lo olvides. —Aquello sonó cómo los pensamientos que rondaban la cabeza de la joven, quién por un momento temió que aquel despreciable demonio pudiera leer su mente.
—¡Si quieres algo de mí, enfréntame, no inmiscuyas a terceros! —Su mano temblaba de furia.
—Nada de lo que digas cambiará la situación actual, sólo me aburres y perderé el interés pronto. Podría acabar con su vida, para hacer más divertido esto. —El filo de la espada se deslizó con lentitud aterradora por el vulnerable cuello del joven, haciendo un corte transversal, dejando que la sangre fluyera. —Su vida está en tus manos, eres tú quien decide si vive o muere, basta de palabrería barata, quiero una respuesta y la quiero ahora. —Su tono era serio, autoritario.
—Déjalo ir primero, después te diré lo que quieres saber —dijo Jibril cerrando los ojos y apretando los puños con fuerza.
—¿Cuál es mi garantía de que no intentaran ambos atacarme cuando el pequeño ángel se vea libre?
—Mi palabra es suficiente, a diferencia tuya, no soy un ser vil. —Su voz estaba cargada de desprecio, algo muy raro en ella. Una risa se escuchó tras la máscara y con lentitud la espada se apartó del cuello del ángel. —Levántate —ordenó el demonio, el ángel se levantó con torpeza y corrió hasta donde estaba Jibril. No tendría más de 1600 años, aún era un niño.
—Mi parte está hecha, ahora cumple con lo tuyo —Jibril tembló ligeramente, dándole su nombre le entregaba una parte de sí.
—Jibril, mi nombre es Jibril —se le formó un nudo en la garganta, quería gritarle al mundo todo el desprecio que sentía hacia aquel demonio sin alma. Pero al sentir el cuerpo tembloroso del joven ángel cerca de ella, decidió dejar aquello para otra ocasión. Lo primero era ponerlo a salvo, luego se encargaría de arreglar cuentas con el demonio, nadie podía dañar a quienes le importaban y salir ileso.
El demonio parecía satisfecho, enfundó su espada, y se acercó con lentitud hasta dónde se encontraban ambos ángeles. Jibril permaneció inmóvil mientras que el joven comenzó a temblar con violencia y se encogió hasta formar un ovillo. La sola presencia del demonio lo aterraba, la joven instintivamente cubrió con su cuerpo al ángel más joven, dando un paso al frente para impedirle al demonio acercarse más.
—Tal vez podríamos jugar un poco, te ves ansiosa —dijo el demonio en tono seductor, acercándose aún más a la joven, su mano se deslizó fugazmente por la barbilla de la joven, quien con un rápido manotazo la apartó.
—¡No me toques! —gritó furiosa, temblando de ira—, ya tienes lo que querías. Ahora vete. —Luchaba contra el imperioso impulso de atacarlo y separar su odiosa cabeza del cuerpo que la sostenía.
—Insisto, te agrada mucho dar órdenes, pero a mí no me gusta seguirlas. —Su voz sonaba sarcástica, ladeó la cabeza a modo de burla, mientras Jibril rechinaba los dientes conteniendo las ganas de cortarle la cabeza. Los ángeles tenían prohibido iniciar peleas con demonios, pues eso los pondría a su mismo nivel, ella era un ángel y tenía que recordarlo para no perder los estribos.
—Vete, por favor —dijo en un tono más calmado, no permitiría que aquel demonio hiciera estragos con el control de sus emociones.
—El problema de ser un ángel, aparte de tratar a los humanos como si valieran algo, es que no son libres de expresarse realmente. Puedo leer en tus ojos las ganas de separar mi cabeza del resto de mí, aunque intentes disimularlo cambiando tu tono de voz —Jibril abrió los ojos sorprendida de que aquel ser pudiera leer sus emociones con tanta facilidad. Intentó tranquilizarse, no podía ceder a sus provocaciones tenía, que recordar que la prioridad en ese momento era proteger al joven ángel.
—Si tanto lo deseas, te daré el gusto, pequeña —ofreció el demonio mientras llevaba una mano hacia su espalda, para desenfundar su espada. Jibril instintivamente aferró su espada con más fuerza. El primer golpe fue casi invisible a su vista, evadiéndolo por escasos milímetros, habría sido una estocada mortal.
La joven regresó el ataque, sus fuerzas estaban debilitadas y su frente sudorosa. Le era difícil detener los mortales ataques del demonio y más difícil aún regresarlos. Había pasado demasiado tiempo descuidándose, llevando su cuerpo al límite. Su vista se nubló, repentinamente sintió cómo todo a su alrededor se movía, vio brillar el filo de la espada muy cerca de ella, después de eso todo fue oscuridad.
El demonio detuvo el ataque justo antes de tocar el precioso cuello de Jibril. Con rápidos movimientos la sujetó por la cintura, impidiendo así que cayera. La espada se escapó de entre sus dedos cayendo al suelo, mientras el demonio tomó su propia arma enfundándola de manera rápida.
—Descuidada... —murmuró mientras la depositaba en el suelo con cuidado. Le dirigió una última mirada y se acercó con paso lento hasta el asustado ángel, quién sollozaba temeroso. Se inclinó hacia él obligándolo a levantarse. Llevó una de sus manos hasta su espada cortando con el filo uno de sus dedos, mientras que con la otra mano sujetaba con firmeza al joven. Lo obligó a levantar el rostro y dibujó con su sangre un pentagrama en su frente. Un instante después perdió el conocimiento, el demonio lo dejó caer en el suelo sin contemplaciones.
Regresó sobre sus pasos hasta llegar a donde Jibril permanecía inconsciente. Se inclinó sobre ella, mientras una suave risa se escuchaba tras la máscara. Sacó una daga de entre sus ropas y la deslizó lentamente por el cuello de la joven sin dañarla. Se abrió paso hasta las ropas, con suma destreza realizó un largo corte, dejando al descubierto el pecho de la joven. Podía ver su sostén de exquisito encaje blanco, deslizó la filosa daga por la piel mientras iba dejando completamente al descubierto los pechos plenos de Jibril.
Observó aquella escena por un instante, enseguida giró su rostro hacia un lado. Podía sentir la presencia de varios ángeles acercándose, así que volvió su atención a la joven ángel frente a él. Volvió a pasar la daga por el cuello lentamente sin tocar la piel, deslizándose hasta el pecho. Dónde hizo un largo corte, bañando la daga con aquella sangre celestial para después guardarla con rapidez entre sus ropas mientras se ponía de pie. Sin volver a fijar su vista en alguno de los ángeles inconscientes, desapareció envuelto en fuego.
Segundos después habían llegado al lugar cuatro ángeles adultos, todos varones, se indignaron inmediatamente al contemplar la escena frente a ellos. Dos tomaron a los ángeles inconscientes en brazos y abrieron un portal hacia el cielo desapareciendo al instante. Mientras los otros dos desplegaban sus alas y alzaban el vuelo, en busca de aquel ser que había osado dañar a sus compañeros.
V
