Capitulo 4.
Mire mi reloj, faltaban un par de minutos para que la hora pactada se cumpliera. Me tome dos tragos de coñac para apaciguar estos nervios que tengo en el cuerpo. Seis cigarrillos fueron la cantidad exacta que me fume en los diez minutos de recorrido que hice desde la oficina hasta su casa.
"Esta mierda me carcome el cerebro"
La fuerte lluvia azoto Alemania de una manera ambiciosa, como queriendo devorar a la republica sumergiéndola en agua maldita. Ni siquiera toque la puerta cuando ya estaba abriéndose sola. El rostro de Dalila fue lo primero que vi antes de entrar. Me ayudo a quitarme la gorra y el abrigo y lo sujeto mientras me indicaba el camino. Subimos unas escaleras para llegar a una pequeña sala de estar, bastante modesta para mi gusto. Estoy acostumbrado a toda extravagancia y a toda elegancia, que me es un poco incómodo no pasar la mirada entre las cuatro paredes que me rodean. Tome asiento en la pulida silla de metal y espere que ella hiciera lo mismo.
—¿Dónde está tu madre? —mire la comida que me estaba sirviendo.
—Mi madre le gusta tomar medicinas para dormir. No se despertara hasta mañana al medio día —dijo con una sonrisa en los labios.
—Dudo mucho que tenga el sueño pesado.
—Coronel, usted no vive con la señora Stolz, yo si —me miro.
—Mmh —corte un pedazo de carne y me lo lleve a la boca —¿A qué viene la cena?
—Es un festejo.
—¿Sobre qué? —las papas estaban exquisitas.
—Sobre ti —coloco su manso sobre la mía.
—Dalila… no… —me interrumpió.
—No lo digas. Déjame disfrutar el momento. No importa que dure una noche, un día, un segundo.
—No es mi naturaleza hacer este tipo de cosas.
—Entonces déjame enseñarte, aunque no sientas nada en ese corazón de hielo que tienes guardado en el pecho.
—Jamás imagine que lo llamarías de esa forma —me reí un poco.
—Al parecer el hombre nazi si tiene sentimientos.
—¿Lo dudas? —fruncí el ceño.
—No lo dudo, nunca haría eso —suspiro —Disfruta de la cena porque tengo intensiones de mostrarte algo.
No respondí absolutamente nada. Cenamos en silencio, de vez en cuando nuestras miradas se entrelazaban para formar un ambiente tenso entre nosotros. Yo lo nombraría como un deseo ardiente de terminar lo que se comenzó el otro día cuando me permitió acariciar su zona más íntima.
—Ven —sujeto mi mano y me arrastro hasta una habitación —Desde esta ventana se pude apreciar una hermosa vista.
Me acerque al cristal y observe al exterior, comprobando que lo que me decía era real. Se podía ver gran parte de la ciudad. Mientras que el agua mojaba los edificios y los libraba de los peores panoramas de la naturaleza. Una verdadera maravilla para el deleite de la vista.
Al girar mi cuerpo encontré a Dalila completamente desnuda. La luz de los relámpagos iluminaban sus sensuales senos y sus caderas parecían que tenían vida.
"Por todos los santos"
—Quiero que me hagas tuya —recorrió su vientre con sus manos—.Quiero sentirte muy dentro de mí.
Se aproximó a mí con una sensualidad muy parecida a una gatita. Sus perfectos senos tienen la redondez que tanto anhelaban mis manos. Sujeto la solapa de mi saco y comenzó a desabotonar los botones. Uno a uno fueron cediendo ante sus delgados dedos. Me quito la camisa y la corbata, para después continuar con las botas y el pantalón. La ropa interior la deslizó con calma, disfrutando de una majestuosa erección que contenía mi ropa.
—Se tu secreto… —beso mi dorso —.Solo déjate llevar por lo que sientes en tu interior.
—¿De qué hablas? —dije calmada y cautelosamente.
—Tu rostro, tu piel, tus manos y tus acciones me gritan que aun eres un hombre casto.
"¿Tan mal me veo que es obvio lo que oculto?"
—No tengo experiencia en esto, Dalila —la sujete de los hombros.
—Te mostrare como debes tratar a una mujer —me guio hasta la cama y me depósito en ella —Disfrútalo… solo eso, disfruta el ahora y el presente.
Me beso con suaves roses de sus labios el cuello. Con lentitud fue bajando por mis pectorales hasta llegar al abdomen. En ningún momento aparto la vista de mi rostro. Sus largos dedos acariciaban mis escurridas caderas mientras que todos mis músculos se tensaban por su suave tacto.
La potente erección que se encontraba justo por debajo de sus perfectos senos indicaba que el deseo que sentía por ella no solo era superficial, existía algo más que movía mis sentidos a tal grado de olvidarme de mis principios. Sujete su mentón en cuanto observe que su boca iba directamente a mi órgano viril.
—No es propio de una dama hacer ese tipo de cosas —intente incorporarme pero sus manos me sujetaron del pecho, indicándome que debía ceder.
—Soy una dama distinta a las demás —sonrió con lujuria al mismo tiempo que su lengua comenzó a recorrer desde la base hasta la punta de mi pene.
—No… no, es una buena idea… —no pude terminar la oración. Las sensaciones invadieron mi cordura.
"Joder. Esto se siente bastante bien"
La calidez del interior de su boca era maravillosa. La humedad se deslizaba por la carne ayudando a que los movimientos fueran más precisos y placenteros. Hilos de saliva se formaban en mis testículos, dibujando el perfecto contorno de un sexo diferente a todo lo demás. Sus carnosos labios se movían como las alas de una mariposa, ligeros pero con bastante certeza.
Esta era la primera vez que estaba en este punto con una mujer. Nunca había experimentado estas ricas sensaciones, ni siquiera había tenido la intensión de satisfacerme a mí mismo cuando el pinchazo de sangre se dirigía a lo que ahora me chupaban con bastante alevosía.
"Que rico"
Las venas de mi verga estaban llenas de adrenalina… de placer. Su pequeña boca no cubría en su totalidad mi longitud, pero su lengua cumplía con el trabajo al masajear la cabeza de mi pene.
Me dejo a la mitad de una explosión. Se colocó sobre mi regazo, sus piernas cubrieron los lados de mi cadera. Sus manos se sujetaron a mis hombros y pareciera que mi verga sabía perfectamente el camino a su interior y entonces… solo entonces, se escapó un extenso gemido en cuanto sentí la humedad de su vagina.
—Te enseñare todo lo que se —llevó mis manos hasta sus senos —.Cuando sientas que vas a eyacular, deberás contenerte.
"¿Cómo diablos voy hacer eso si ella se está contoneando a su antojo?"
Sus caderas danzaban mientras sus gemidos eran el coro que guiaban la orquesta de un espectacular acto de pasión. No pude contenerme y me lleve una de sus tetas a la boca. Mordí su pezón, el sabor de su piel era distinta… especial.
El rico aroma que desprendía su cuerpo me llenaba de una manera complicada, como si fuera un elixir difícil de adquirir pero al mismo tiempo el pecado más perfecto jamás creado por los dioses. Sus senos se movían de arriba abajo mientras que su sexo me daba las mejores sensaciones.
Perfectos movimientos donde la piel de sus muslos se movía en un vaivén. La rigidez de su vientre me hipnotizaba para no despegar la vista de ella… mi miembro levantaba su piel, como si fuera una invasión demasiado dolorosa, aunque sus gemidos me indicaban lo contrario.
"El canto de una soprano se queda corto con lo que mis oídos estaban disfrutando"
Levante la pelvis para que Dalila sintiera toda mi potencia muy dentro de ella. Todo se convirtió en una hoguera tan cálida, tan salvaje, tan placentera. Los sentidos se combinaron y no dieron paso a nada más que no fuera la sensación de placer que recorría todo mi cuerpo.
"Quiero más. Mucho más"
Su melena azabache se movía como olas en el mar… aguas turbias que solo la oscuridad de una noche agitada puede calmar. Se nublo todo a mí alrededor, estaba concentrado en la belleza que tenía cabalgando sobre mi pene. La concentración se detuvo por un instante al sentir las bellas pulsaciones de un sexo satisfecho combinado con los gritos de una mujer herida por mi enorme verga como si se tratara de un cuchillo en sus entrañas.
La sujete de la cintura y la coloque en la cama. Abrí sus piernas disfrutando de los fluidos blancuzcos que se deslizaban por sus pliegues. Los mismos que me dejaron fundirme hasta su interior para seguir devorándola.
Mi cuerpo era bastante grande a comparación del de ella. Sus senos apenas cubrían la mitad de mi mano pero aun así, eran perfectos para rodearlos y deslizar mis dedos tal cual en las teclas de un piano. Los chupe como si fuera un bebé que necesitara de ser alimentado.
Rasguñe sus piernas al igual que sus glúteos. Deje marcas en su piel, marcas que seguramente serian el detonante de placer que necesitaría después para recordar lo sucedido en esta noche lluviosa.
La sujete del cuello y deposite en sus ricos labios un beso tan profundo que me llego hasta los huesos, tocando hasta el interior de mi oscuro corazón. La explosión llego como una oleada de muerte en donde todo quedo en cenizas. Mi semen se escurrió por los bordes de su vagina, llenándola por completo de líquido caliente.
—Coronel… —dijo casi en un susurro.
—No digas nada, porque muy probablemente me arrepentiré de esto después —coloque mi frente junto a la suya.
—¿Se quedará esta noche?
—No tengo ningún lugar a donde ir —me recosté a su lado y abrace su pequeño cuerpo.
Me quede mirando el techo mientras que escuchaba su respiración calmarse, ya que el sueño consumió su mente. Aun desnudo y con Dalila entre mis brazos me surgieron muchas cosas dentro de mi espectral cerebro, aspectos que solo competen el delicioso acoston con una mujer de color… una mujer judía… una mujer muy distinta a mí.
Desperté con el rico aroma a jazmines de su piel. Su cabello acariciaba mi pecho y mi barbilla. Sus nalgas estaban muy cerca de mi verga. La luz del sol se colaba por la ventana, probablemente serían más de las ocho de la mañana. Con cuidado retire mi brazo del cuello de Dalila y me puse de pie.
—¿Coronel? —dijo sin mirarme.
—Tengo que irme —me coloque el pantalón.
—¿Regresará esta noche?
—No lo sé —abotone los botones de la camisa.
—Lo espero a la misma hora —sus ojos se clavaron con los míos.
Salí de la alcoba y al bajar las escaleras encontré mi abrigo y mi gorra. La calle estaba completamente llena de niños y personas que se dirigían a sus labores diarias. Muchos de ellos me miraron con horror y otros solo se limitaron a dedicarme un gesto de odio disfrazado con una hipócrita sonrisa.
"Pobres ingenuos"
Cuando me reuní con mis hombres me indicaron los contratiempos que habían tenido en la primera visita de la mañana, comentándome que tuvieron que arrebatarle la vida a un hombre judío tras oponerse a brindar la información que se le exigía.
—¿Dónde está el cuerpo? —encendí un cigarrillo.
—Lo dejamos en el interior de su hogar, coronel —respondió un oficial.
—Deberían prepararse para lo que se aproxima —mire a la multitud que caminaba hacia nosotros.
Los soldados giraron el rostro para observar a lo que me refería. Más de cincuenta hombres caminaban a paso veloz, con los ojos cargados de ira. Muy posiblemente piensan reclamar la muerte de uno de ellos.
—¡Queremos justicia! —grito un señor con los dientes podridos.
—¿Justicia? —me reí con algo de burla.
—¡Sus hombres asesinaron a uno de los nuestros! ¡No queremos muerte y destrucción dentro de nuestros barrios!
—¿Qué les hace pensar que tienen derechos? —me erguí para intimidarlo.
—Solo queremos que nos dejen en paz.
—Hijos de puta —la risa de uno de mis soldados se escuchó muy horrible.
—Lárguense a su casa —les dije.
—Queremos hacer un trato —dijo el judío.
—No hago tratos con escoria judía.
—Quiero su palabra, coronel —me sujetó del brazo.
—No me toque —le di un golpe en el cuello que lo envió directo al suelo—. No habrá ningún trato, ni piedad ¡ni nada! —los mire con odio —.Olvídense de sus privilegios, la misericordia no tocara a su puerta, veremos cuanto tiempo tardará su Dios en salvarlos.
Saque mi arma y dispare al aire. Todos los presentes se asustaron a excepción de mis oficiales. Las ratas de Berlín corrieron a ocultarse en el interior de sus casas, temiendo que el monstruo que minutos antes habían provocado les quitara la vida solo por un capricho de poder.
El atardecer manchó el cielo de un rojo carmesí, muy parecido a la sangre. Encendí un cigarrillo en cuanto mis pies tocaron el suelo de los jardines de las oficinas de la SS. Al llevarlo a la boca percibí el delicioso sabor de la piel de mi amante. Su olor era tan dulce que me embriagaba con corrientes eléctricas en mi espina dorsal.
No me incomoda en lo más mínimo traer el cuerpo lleno de sus fluidos… de su esencia… de su sabor al natural; al contrario, me sentía con una satisfacción no tan propia de mi carácter. Los recuerdos de la noche anterior hicieron que cerrara los ojos para trasladarme hasta esa habitación humilde donde una mujer me enseño de la lujuria y el placer de un sentimiento peligrosamente prohibido.
En algún momento de mi vida pensé revolcarme con una alemana de ojos azules y piel como la leche, pero ahora que miro la cruel realidad de mis gustos, creo que eso quedó en el olvido. Me obsesione con el maravilloso color azabache de una piel pulcra, con el extravagante tamaño de las caderas y los muslos de un ser de pecado que danzo sobre mi regazo, con los fluidos blancos que se deslizaron y cubrieron en su totalidad mi verga… con los gemidos de una fiera salvaje a punto de devorar a su presa con sus encantos… todo, absolutamente todo, dejó una huella imborrable en mi cuerpo, un recuerdo que duraría para toda una eternidad.
"Dalila… Dalila Stolz, solo ella pudo joderme la existencia de tal manera"
Mire mi reloj solo para confirmar que poco a poco la sexual reunión se estaba acercando y con ello, mis deseos por volver a experimentar esa embriagante sensación me impulsaba a caer en el pecado de fornicar con una mujer que se oculta tras la oscuridad de una noche llena de gemidos.
No sé qué es lo que debo hacer, pero lo que si estoy seguro es que ahora seguiré un juego que muy posiblemente me termine envolviendo en una extensa locura de placer y quizá, solo quizá, pueda salvarme de caer en un embrujo mayor si conservo mis sentimientos fuera de la hoguera que arde mi entrepierna.
