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Capítulo 2 (Parte I)

Aquella mañana despertó en medio de un quejido, o más bien, un alarido de dolor. Lagrimas inundaron sus ojos ante el agudo grito que provenía desde lo más profundo de su cuerpo.

Su mente le hizo recordar borrosas imágenes en blanco y negro, supuso que se debía a un terrible mal soñar, una pesadilla muy real y dolorosa.

Secó el sudor de su frente y decidió levantarse de su cama para ir por un vaso de agua e intentar recobrar la paz en su interior.

¿Cómo podía un sueño doler tantísimo?

Ni siquiera recordaba haberse ido a dormir el día anterior.

Tomó fuerza y valentía sentarse desde su posición horizontal sobre la almohada y una vez más, durante el proceso, sus ojos se llenaron de lágrimas de dolor y gruñó con fuerza, intentando que esto le hiciera aplacar los electrizantes dolores que le recorrían de pies a cabeza hasta la más ínfima partícula de su ser.

Cuando echó la sábana de lado gritó, justo como lo haría una niñita aterrada.

—Por todos los cielos, —salió de un salto de su cama y levantó su camisa de pijamas, en su torso y abdomen había agujeros... Cicatrices a medio curar.

Fue al espejo, esperando que este le dijera que no era real, pero fue mucho más real, las marcas moradas le recorrían el cuerpo como continentes en medio del mar.

Miró boquiabierto su ensangrentada cama, haciendo muecas adolorido tiró la sábana de un jalón, el colchón estaba mucho peor, como si llevara horas, o días, sangrando sobre esta.

Giró sobre su lugar, tiró de los cabellos de su cabeza.

Estaba volviéndose loco.

Estaba enfermo.

No era real.

El circo, el hombre corriendo con el bebé, él luchando con el secuestrador, el caballo y su jinete.

Nada de eso existía, no era posible.

Había sido solo un sueño.

Sacó el colchón de su marco, tomó las sábanas con él... ¿Ahora cómo se desharía de todo aquello?

Si lo llevaba fuera levantaría sospechas, harían preguntas que no podía permitirse, pensarían que había asesinado a alguien, y no lo había hecho... ¿O sí?

Sacudió su cabeza...

Por supuesto que no le había quitado la vida a nadie, al menos no él. Pero había muchas otras preguntas que no podía darse el lujo de formular. Algunas sobre su propia integridad,

Empujó el colchón por el diminuto apartamento de piso de madera y paredes llenas de humedad. Lo iría despedazando poco a poco y sacando en bolsas de basura entre desechos de otras especies. Mientras tanto lo escondía en el armario, si es que lograba hacerlo entrar.

Y no fue hasta que encontró una retorcida manera de hacerlo entrar que pudo detenerse. Con la misma acelerada y casi psicótica actitud se metió al baño y se raspó hasta más no poder, como si eso lograra borrar sus heridas y los orificios de bala. No funcionó.

Desnudo y resignado, tomó bolsas de basura y metió en ellas la ropa de cama ensangrentada y el pijama.

Fue entonces cuando repentinamente se detuvo...

¿Pijamas?

Lo último que recordaba llevar era un abrigo amarillo y pantalones de vestir color negro.

¡Rayos! ¡Él ni siquiera usaba pijamas para dormir!

Soltó la bolsa con el contenido y retrocedió dos pasos lejos de ella como si fuera a explotar, o siquiera tuviera sentido su reacción.

¿Qué había sucedido el día anterior?

¿Qué era real y qué no?

ara aquella hora de la mañana Elena ya estaba metida en su extra apretado traje prestado de chófer, tenía un bol de cereal en frente, la cuchara dentro de su boca, su teléfono en una mano y un libro en la otra. Estaba leyendo un manual para tontos intentando que este le dijera como tenía que actuar frente a un poco ordinario jefe multimillonario y su quizá novia no convencional.

A unos metros de ella y sobre una caja de madera se hallaba un destartalado y muy antiguo televisor análogo tal vez de muchas décadas atrás que Esdras había adaptado para funcionar de manera casi milagrosa, como muchas otras cosas que hizo para ella luego de que prácticamente quedó en la calle luego de su fallido intento de matrimonio. En aquel instante se transmitían las noticias matutinas que ella no escucharía entre su empeño de ser una multitarea, mientras googleaba sin éxito “Delight place”, estudiaba su libro y desayunaba, también sin éxito. En la pantalla del televisor se veía, o apenas se distinguía, el periodista entrevistando a una mujer que aún estaba pálida del susto, sostenía a un pequeño bulto con todas sus fuerzas, como si previniese que se lo arrancarán de los brazos. Los titulares decían: “Misterioso héroe salva a bebé y desaparece mágicamente”, la mujer comentó que un hombre había aprovechado los disturbios del circo para arrebatarle a su bebé en brazos, un chico respondió a su clamor por ayuda y persiguió al otro, ella los perdió de vista un buen tiempo, pero corrió durante horas entre los callejones hasta que encontró lo que parecía ser una terrible tragedia, el secuestrador estaba inconsciente y amarrado a una tubería vieja, pero el muchacho que corrió tras él estaba pálido y, supuestamente, muerto en un charco de sangre casi tan grande como el callejón, tenía líneas de sangre saliendo de sus ojos y orejas así como de su boca. Ella lo dio por muerto, pero su bebé estaba bien, se hallaba a solo un metro del chico. Ella tomó a su bebé y corrió por ayuda.

Cuando volvió con la policía y los médicos el chico ya no estaba allí, tampoco el secuestrador, ellos simplemente habían desaparecido, se esfumaron.

Para el día siguiente la misma mujer reconocería el cadáver del que intentó llevarse a su hijo, hombre que encontraron muerto al otro lado de la ciudad con la mitad del cuerpo flotando en una laguna en algún lugar y una herida de bala que le atravesaba de lado a lado las cienes.

El celular de Elena empezó a sonar, ella saltó de su silla como si esta la electrocutara, y entonces contestó la llamada.

—Hola.

—Señorita Casanova, buenos días, podría venir a nuestro edificio en media hora.

—Sí señor Preston, a sus órdenes.

—Llámeme Ashley, señorita. No soy el presidente ni nada por el estilo.

—De acuerdo Señor... digo... Ashley.

—Mejor, nos vemos en media hora, tenga buen viaje señorita, —y colgó.

Elena suspiró como si fuera un globo desinflándose. Corrió por su estudio tomando todo tal cual loca, salió de allí dejando todo tirado, el televisor encendido y un chorro de leche escurriéndose por el borde de su mesa plástica recogida de la basura, cayendo justo sobre su alfombra.

Ese día Elena condujo hasta un edificio que resplandecía donde antes no había nada, aquel brillaba como si fuera nuevo, se preguntó cuántas veces habría pasado por allí en el último año y cómo rayos no llegó a notar la construcción de semejante obra de infraestructura; aunque siendo honesta, se veía exactamente igual a todos los demás edificios, quizá por eso jamás lo notó.

Quizá era eso, o tal vez fue su ajetreada vida el último año, y todo lo que había acontecido antes de ello y cómo pasó de ser la hija favorita de la familia, familia respetable, religiosa, adinerada, con un predicho e indiscutible fantástico futuro frente a ella a ser simplemente nada, en la sociedad, en la religión, en su familia, en su propio interior.

Todo era culpa del monaguillo.

¿Dónde se habría metido toda la semana?

Esperaba más apoyo moral de su mejor amigo con aquel embrollo en el que la había metido. Ese extraño trabajo con su aún más extraño jefe y supuesta secretaria diagonal amante. Era cierto que ella le había armado un drama días atrás por su broma con la sangre y el cuchillo, pero eran ridículas peleas que tenían todo el tiempo. Jamás había resistido más de veinticuatro horas sin hablarle y suplicarle su perdón.

—Señorita Casanova, ¿se encuentra bien? —preguntó su jefe desde el asiento trasero del limo.

—Perfectamente.

— ¿Está segura? Creo que está algo distraída hoy. —insistió.

—Estoy completamente segura.

La chica ahora asomó su cabeza junto a la de su jefe, haciendo sonar los abalorios en sus trenzas del cabello que se mezclaban con rulos, mechones lacios y rastas.

—Yo no estoy tan convencida de eso, hace diez minutos te pedimos que abrieras las puertas, has tenido un estado hipnótico con el edificio desde que aparcamos, estaba pensando seriamente en darte respiración boca a boca. —Elena se removió en su asiento y la miró con un gesto extraño pareciendo asustada y asqueada al mismo tiempo.

Ashley le miró severamente, dándole a entender que el último comentario había estado de más.

Elena se recompuso y quitó el bloqueo de las puertas, esperando que ellos salieran de allí inmediatamente después, sin embargo, cuando se movió saltó del susto y chilló del susto, su jefe continuaba apoyado en la ventanilla de divisora dentro del limo, y ella no lo esperaba.

—Parece algo nerviosa.

Ella apretó la manivela en sus manos y dio un suspiro casi de exasperación en respuesta; pero él siguió allí, mirándola con atención como si realmente le importara lo que pasará con ella.

No era algo que quisiera compartir con su jefe.

—No es algo que pueda solucionar, puedo lidiar con ello, gracias. —respondió casi cortante, un tono que podría costarle el trabajo.

Si su jefe no fuera él.

De reojo vio que, de hecho, el hombre seguía allí, aun cuando respondió cortante, aun cuando simuló ignorarlo.

¿Qué le sucedía al tipo?

—Si hay algo que necesite, puede contar conmigo —dijo este y al fin salió de allí.

Ella exhaló fuertemente y dio su cara contra la manivela.

¡Fracaso! ¡No era más que otro fracaso!

— ¿Dónde se metió tu amigo el puritano? —Elena dio otro salto de sorpresa, esta vez golpeando su cabeza con la puerta mientras salía del auto.

Tampoco esperó que ella aún estuviera junto al auto cuando bajó de él, luego su rato de lamento en supuesta soledad.

—No tengo idea. —refunfuñó, sosteniendo las ganas de lanzar maldiciones mientras sobaba la coronilla de su cabeza.

—Ashley preguntaba por él; pero no pareces estar muy dispuesta a compartir información, prefirió dejarlo así. —Elena le miró fijamente, tal vez por eso era por lo que él no se bajaba del auto, intentaba hacerle una pregunta— Deberías ser un poco más amable con él, es un buen hombre, está algo destruido, pero al fin de cuentas se preocupa por los demás. Es un milagro que tenga sentimientos después de todo lo que ha pasado.

—Lo consideraré, gracias. —inspiró lentamente, luego exhaló.

— ¿Qué es toda esta basura? —Sol preguntó mientras miraba horrorizada la calle.

Elena volteó, y evidentemente si estaba distraída, no había notado la alfombra de papeles de colores que cubrían la calle.

— ¡Rayos! No pensé que fuera tan malo.

— ¿Qué? —preguntó Sol.

—Hay una especie de circo loco y misterioso en la ciudad, es su manera de hacer promoción sobre él, la gente está molesta, incluso han usado sus disturbios para secuestrar niños entre las distracciones, y robar, incluso murió alguien en un extraño suceso, no escuche demasiado las noticias, estaba ocupada en otras cosas.

—Loco y misterioso es mi estilo, debería de ir a ver ese espectáculo. —Elena le miró con el ceño fruncido, pero no dudaba de sus declaraciones.

—Es exclusivo, escuché que cuesta una fortuna, y es bastante difícil y peligroso conseguir una entrada. No le veo sentido a todo su escándalo, a final de cuentas nadie puede ir allí. No las personas comunes.

—No sería la primera vez que logro entrar a un lugar así. —Aseguró ella.

— ¿Un lugar como el “Delight place”? —Sol sonrío al escucharla decir aquellas palabras, de inmediato se sintió un poco perturbada.

—Oh niña, créeme, no quieres saber de qué se trata. Pero si algún día lo descubres y quieres aventurarte, avísame, puedo darte un tour íntimo y detallado, en cualquiera de ellos. Estaría encantada de ayudarte. —La mirada de Sol chispeó, y Elena de inmediato se arrepintió por haberlo mencionado.

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