Capítulo 4
Mi teléfono comenzó a sonar, lo que me hizo mirarlo y sonreír cuando vi que era Natasha. - Entonces, ¿cómo te fue? - Preguntó con entusiasmo. - Fantástico, gracias a ti. - Respondí mientras conducía hacia mi casa.
- El jefe quiere que sea su bailarina personal. - Admití con una sonrisa burlona dibujada en mi cara. - Ouu lala, ¿Estaba bueno? - Pude escuchar la sonrisa burlona en su voz haciéndome reír.
—Estaba muy bueno. ¡Ah, y sus manos eran grandes y venosas! Natasha, te digo que las quería envueltas alrededor de mi cuello —exclamé al entrar en mi casa.
- Podrías follarlo tal como lo describiste. -
—Antes de que termine esta tarea, tal vez lo haga. —Respondí con sinceridad mientras caminaba hacia mi puerta principal, saludé inmediatamente a mis padres y colgué rápidamente.
— ¡ Ya no puedes castigarme más! — Grité antes de que dijeran algo, haciendo que mi padre se burlara. — Me tenías muy preocupado. — Mi padre simplemente me abrazó y apoyó su barbilla en mi cabeza.
- No puedes salir mientras la guerra continúa, porque si alguien reconoce tu tatuaje estarás muerto. - Explicó mientras mi mamá me besaba en la mejilla.
- Lo siento. - Me empujó y puso los ojos en blanco. - Ahora quítate de encima de mí, tienes enfermedades. - Me tambaleé hacia atrás cuando me arrebató las llaves de la mano.
- ¡ Oye! No es justo. - Me quejé y él negó con la cabeza, levantando la mano hacia mí y alejándose con mi mamá.
-Lo que sea.- Fruncí el ceño .
Subí las escaleras intentando decidir qué ponerme para el próximo evento que era en unas horas. Elegí un vestido transparente de encaje que me llegaba a los muslos con un conjunto de lencería negra debajo.
- ¡ Todo listo! - exclamé yendo a mi baño haciendo clic en mi configuración de burbujas y esperé a que la bañera se llenara.
- ¡ Todo preparado! - exclamé yendo a mi baño haciendo clic en mi configuración de burbujas y esperando a que la bañera se llenara.
Vi a Jade llamando y decidí contestar. - ¿ Sí? - Respondí mientras me desnudaba. - Me duele el cuerpo. - Se quejó por el teléfono haciéndome reír.
- ¿ Supongo que lo de seducir funcionó? - pregunté mientras vertía sal de Epsom en mi baño. - Sí. - Respondió ella haciendo estallar la p.
- A mí también me duele el culo, ¡me dio una nalgada! -
- A los hombres con fetiches les encantan los azotes. - Admití con una sonrisa mientras entraba a la bañera y presionaba el botón para que se detuviera.
—Destrozamos su coche para nada. La chica era una camarera lesbiana. —Admitió , haciéndome reír un poco.
—Aún así se lo merecía por hacer trampa— razoné .
—¡Cierto ! Pero consiguió que el jefe me diera el día libre. —Es el momento perfecto para preguntar por él.
- Entonces, ¿quién es el jefe exactamente? - pregunté tratando de ocultar la curiosidad en mi voz para no darle una vibra extraña.
- Esposito, Robert Esposito. - Respondió ella y yo simplemente asentí con la cabeza. - ¿ Qué hace exactamente? - pregunté y ella se quedó en silencio por un momento.
-Él sólo es dueño de clubes.- Escuché la mentira en su voz , pero decidí no insistir más para no parecer sospechoso.
—¡Pero , cuéntame! ¿Qué pasó entre ustedes dos cuando entraste en su oficina ?
- Me acaba de pedir que sea su bailarina personal. - Confesé mientras agarraba mi esponja vegetal. - No ha tenido una bailarina personal desde Maddy y eso duró semanas. - Sonreí para mí misma y crucé las piernas.
- ¿ Qué pasa? - pregunté.
- Me aburrí de ella, supongo, lamentablemente todavía está tratando de estar con él. - Explicó mientras yo lo asimilaba todo. - Hmph. - Tarareé.
- Bueno, de todos modos voy a terminar mi baño, te llamo más tarde, adiós. - Suspiré a través del teléfono y colgué apoyando mi cabeza hacia atrás atenuando las luces.
Mientras mi mente vagaba hacia Robert Esposito. ¿Por qué estás en mi cabeza, Robert ?
Fiona Castillo
-
Me subí la cremallera del vestido de encaje y me puse brillo labial. Me di la vuelta frente al espejo y me di un beso. Me veo bien.
Mientras bajaba las escaleras, mis padres me recibieron arrancándose la cara mientras se frotaban entre sí.
—¿Podrían follar en la habitación y no donde veo la tele? Es muy molesto. —Me quejé mientras iba a la cocina a buscar una botella de agua.
-Lo siento cariño.-
- ¿No son demasiado viejos para tener sexo de todas formas? - Me quejé tomando un sorbo de agua y mi papá me hizo un gesto obsceno mientras se abrochaba la camisa.
- Estamos en nuestro... cállate. - Argumentó y lo miré con cara de no entender. - Bastante cerca. - Me encogí de hombros enviándole un dedo medio mientras me iba.
Los padres de hoy en día.
Me subí a su Lamborghini y convencí a mi madre de que lo sedujera para que lo devolviera. Solo tuve que prometerle que le daría tiempo a su hija.
Soy un genio, la verdad. Volví al lugar en coche mientras escuchaba a Beyoncé. Es un icono, la verdad.
Al llegar al estacionamiento y ver el coche destrozado de Leonardo, me reí. Me miré en el espejo una vez más antes de salir.
—Tengo mucho calor —murmuré para mí misma mientras mis tacones resonaban contra el suelo con cada paso. Por fin supe que las chicas del portapapeles lo llamaban Atenea.
La verdad es que es muy simpática. Fui al bar y pedí una margarita. Algunos chicos guapos me miraban, pero yo solo me fijé en uno.
Roberto .
Su mirada se posó en mí mientras hablaba con un hombre mientras bebía de su vaso en una cabina privada. Lo observé mientras bebía mientras mantenía contacto visual conmigo.
Quería que su cabeza se enterrara entre mis muslos haciéndome correrme tanto que estaba sobreestimulada por el dolor y el placer.
Él me hizo un gesto para que me acercara y yo simplemente puse los ojos en blanco y regresé a la barra donde mi bebida estaba preparada.
Saqué mi teléfono mientras tomaba mi margarita. No dejaba de pensar en Robert ; ni siquiera viendo videos, podía sacármelo de la cabeza.
Nunca tuve mucho sexo porque los hombres nunca conseguían hacerme correr. Quería que un hombre tomara el control hasta el punto de tener que rogarle solo para correrme.
O azotarme cuando me paso de la raya. Era sumisa, pero malcriada. Quería que alguien antepusiera mis necesidades a las suyas durante el sexo, pero también quería que no las satisficiera si no quería.
- ¿ Qué te dije sobre escuchar? - Escuché a alguien susurrar en mi oído haciéndome saltar un poco y girarme hacia Robert quien simplemente me sonrió.
Lo observé fijamente, observando su ropa. Llevaba una camisa roja burdeos con los botones sueltos que le dejaban ver el pecho, además de pantalones negros y, para colmo, su cabello era extremadamente rizado y despeinado.
¡Cuánto deseo pasar mis dedos por sus rizos! ¡Para!
—No sé, ¿qué me dijiste sobre escuchar? —bromeé apoyando mi cabeza en mi mano mientras bebía el resto de mi margarita.
Él solo rió entre dientes y apoyó la mano en su barba incipiente. - No seas una chica mala, Fiona . - Me susurró al oído haciéndome fruncir el ceño.
—Aunque me gusta ser tu chica mala —dije en tono de broma, mirándolo fijamente mientras sus ojos se oscurecían—. Ve a mi oficina, enseguida estaré allí. ¿Sí? —exigió , y simplemente asentí.
Subí a su oficina y enseguida me dirigí al pequeño bar que tenía allí. Me serví una taza entera y me tomé dos sin remordimientos.
Iba a servirme un tercero, pero una mano grande y musculosa me lo impidió.
—¡Oye ! ¡No es justo! —Me quejé intentando recuperar la taza, mirando a Robert, cuya expresión no pude descifrar.
-Ya has tenido suficiente. - Me dirigió una mirada severa que me hizo querer caer de rodillas al instante.
Me sentó en el sofá y me dijo que me quedara. No estaba precisamente borracha, ¿pero un poco achispada? ¡Claro que sí! —¿Todavía quieres bailar? —le susurré al oído y asintió, haciéndome sonreír.
- No puedo dejar que esto me estorbe. - Exclamé mientras bajaba la cremallera de mi vestido que revelaba un conjunto de lencería debajo.
—Cazzo —lo oí murmurar mientras rodeaba el poste con la pierna, girando descuidadamente. Me bajé y caminé hacia él .
Me senté a horcajadas sobre su regazo y lo rodeé con mis piernas, echándome hacia atrás, dejándolo colgando. Me incorporé y me froté contra él, haciéndole soltar un gemido.
—Nadie te ve hacer ese movimiento nunca — dijo apretando los dientes y yo simplemente le guiñé un ojo.
Gemí suavemente en su oído solo para excitarlo. Me inmovilizó y me miró fijamente. El silencio inundó la habitación mientras nos mirábamos con lujuria en los ojos.
Se rozó el labio inferior con la lengua, me agarró por la garganta y me lamió hasta abajo, tomándome por sorpresa.
No perdí tiempo en devolverle el beso mientras frotaba mi entrepierna contra la suya. Me agarró el trasero haciéndome gemir en el beso.
Se puso de pie conmigo todavía envuelto alrededor de él y tomó todo de su escritorio con una mano y me puso sobre él sin interrumpir el beso.
