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Capítulo 3: Una noche más

III

Ella llegó a la mesa con un hermoso vestido blanco de tejido muy ligero que, a contraluz, dejaba apreciar un poco su hermosa silueta y sus diminutas pantaletas.

Doug contuvo el aire, no esperaba verla así de deslumbrante. Se levantó, le dio un pequeño beso en la mejilla y le ayudó a que se acomodara en la silla.

—Puedo decir, que me dejaste sin aliento, Rena —balbuceó Doug, sonriendo algo nervioso.

—¿Te pareció exagerado? Este vestido lo tenía para esta noche, es el más bonito… aparte de mi vestido de novia. No quería desaprovecharlo…

—¡No! ¡No! —respondió algo asustado—. Yo lo decía porque te ves muy hermosa.

Rena no se esperaba eso, así que luego de sentir un fogonazo en sus mejillas, sonrió tímidamente, a la vez que tomaba un poco de agua. Doug no podía apartar su vista, su cabello muy recogido y adornado a un costado con una hebilla de flor, parecido a una orquídea, su rostro maquillado incitante, esa sonrisa que le gustaba tanto ver. La joven lo descubrió mirándola y se le hizo muy gracioso.

—Sé que esta cena especial, la tenías programada con ese hombre… yo no he pagado nada, deja que haga algo por ti, dime qué deseas, yo te lo daré.

—Yo deseaba compañía. Deseaba estar aquí, con este bonito vestido, junto a alguien que lo apreciara. Gracias por estar conmigo, no todo será un recuerdo triste de esta isla.

Doug suspiró un tanto e iba a agregar algo más, sin embargo, llegó el mesero con la carta. Dentro de su ser sintió un vacío que no se explicaba, al saber que solo quedaba un día más al lado de esa mujer. Esa incomodidad en el pecho no lo dejaba pensar con claridad en el fabuloso menú que estaba leyendo.

—No te preocupes en pedir lo que desees, yo pagué por todo —presumió Rena muy orgullosa de aquello.

Levantó la copa de agua en señal de triunfo, después bebió otro poco.

—No quiero ser entrometido… Pero parece que todo esto te ha costado mucho. ¿Está bien?

—La verdad, era mi regalo de bodas. Entre él y yo pagamos los preparativos acá, yo quería darle un obsequio extra y por meses ahorré para este plan de aventura. Así qué, si lo veo objetivamente, él fue quien perdió.

Doug sonrió, ella podría estar destrozada con lo que le había pasado, aun así, deseaba sacar lo mejor, antes de que la despiadada realidad la golpeara al regresar a su país.

—Esto está muy delicioso… —habló Doug comiendo ese enorme filete que le habían llevado.

—Me da gusto que todo esté como lo quería. Ahora sí, por favor, háblame de ti. Yo ya te conté toda mi desgracia, de ti solo sé que tu exprometida fue una zorra.

A Doug se le hizo muy divertida la manera en que Rena habló, teniendo que retener una carcajada. Tomó un poco de vino, ya era hora de echarle sal a la herida.

—He estado pensando, que ella deseaba casarse conmigo para escapar de su exnovio. Por eso todo fue de forma apresurada, y me lo hizo ver como que quería hacer algo «loco». Y yo, le propuse matrimonio más para atarla a mí, que porque en realidad estuviera seguro. Creí que lo que sentía por ella era amor. Es una mujer brillante, hermosa…

—¡Ni que lo digas! —interrumpió Rena, deteniendo el tenedor que iba a su boca—. Cuando la vi, pensé que era una modelo.

—¿La viste? Supongo que sí, en algún momento… te decía, tenía cualidades, aunque con ella no se podía tener una conversación casual, no había chistes malos, o un eructo tomando cerveza. Todo le molestaba, como si fuera una muñeca que solo deseara estar metida en su caja para que la admiraran.

Rena sumió los labios, no supo qué responder a aquello. No obstante, sintió una tranquilidad que no se explicaba.

—Y entonces terminaron acá. Asumo que pensaste que esa propuesta de ella, era la sazón que les faltaba a su relación.

—Vaya, eres excelente interpretando. Sí, así es, pensé que eso le faltaba a mi vida, yo me la paso trabajando y unas vacaciones a su lado no me caerían mal, fue lo que pensé.

—Matrimonio, Doug. No eran vacaciones.

—¿Ahora lo entiendes?

Rena hizo un adorable puchero y luego apoyó su mentón, entra la palma de su mano, inclinando su cabeza en el hombro.

—Bueno, ahora sí, dime quién es el atractivo hombre que ha hecho una obra de caridad conmigo.

—¡Por favor! Tú no hablas así…

Justo en el momento en que Doug iba a seguir hablando, de la tarima de aquel restaurante, se escuchó un simpático canto lugareño, que provenía de un joven presentador. Una pantalla se iluminó, con la frase «Noche De Karaoke».

Los ahora amigos, observaron con sorpresa, además, que todos los presentes parecían muy emocionados. Rena se llevó la mano al pecho, pareció recordar algo y tomó la mano de Doug como si quisiera salir de ahí.

—¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?

—No es eso, se supone que nosotros…

—¡¡Ahí está la primera feliz pareja en la mesa 11!! ¡¡Aplausos y que pasen a embelesarnos con su canto!!

El reflector apuntó directo a ellos, con una Rena a la que estaba por darle un ataque. Doug, en cambio, tomó todo aquello como parte de eso que ella había incluido en su paquete extremo, de «ya que más da», pasarían al frente, harían un poco el ridículo cantando y la vida seguiría.

Rena se dejó llevar, solo que esperaba que el presentador no mencionara nada de su matrimonio, pues se suponía que debía ser una sorpresa para su «esposo».

—¡Señoras y señores! ¡Los…! ¿Me recuerdan su apellido?

Ese momento hubiera sido el perfecto para aclararlo todo y decir que solo eran amigos. Por supuesto, las miradas sentenciosas vendrían después, ya que ese evento en especial, era solo para parejas de recién casados, que se inscribían previamente. Era mejor eso, ya contarle al mundo que los habían abandonado. Punto.

—Somos los Akerman.

Rena lo miró mucho a los ojos, estaba en pánico. Él, en cambio, tenía un aire de satisfacción en su rostro, casi parecía feliz.

—Pero, señores Akerman, ¿por qué no veo sus argollas? La mano de la dama parece muy vacía.

Aunque nadie sospechaba lo que en realidad pasaba, empezaron los murmullos. Era hora entonces de asumir la mentira e intentar salir con la dignidad no tan lastimada.

—Nuestro matrimonio es mañana… y yo estaba guardando el anillo de mi novia, mientras iba al tocador.

Douglas Akerman entonces, sacó del bolsillo de su pantalón esa preciosa argolla de compromiso, con un diamante que casi deja ciegos a todos. Tomó la mano de Rena, que no se creía lo que estaba pasando, y encajó en su precioso dedo con manicura de una rosa, ese anillo, que le quedó perfecto.

La barbilla de la chica empezó a temblar, los asistentes aplaudieron y les pidieron cantar, había muchas parejas en la lista.

Rena recibió el micrófono, Doug otro más. En la pantalla la letra de «Everything I Do, I Do It for you», que cantaron a todo pulmón, desafinados, pero felices. Después de aquel «reto» había que hablar, bajo la luna.

***

Fin capítulo 3

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