
Sinopsis
Douglas Akerman es un hombre en apariencia enamorado, que accede a los caprichos de su prometida al fugarse a una isla tropical para casarse. Jamás en su vida había hecho algo loco o arriesgado, pues siempre había tenido que conservar la cabeza fría para los negocios al ser el CEO de las empresas de su familia. No obstante, esta «aventura», termina mal para él, ya que es traicionado de la peor forma. En esta misma Isla está Rena, una joven que también ve truncado su matrimonio y sus ilusiones. Ella sí tenía un plan muy específico con el que sería su esposo, no obstante, las cosas tampoco se dan para ella. Como almas en pena se encuentran Doug y Rena, que luego de acompañarse un poco para mermar la tristeza, deciden hacer algo que supera lo audaz, para así darles una lección a esos que los traicionaron. Al inicio todo se da como una alianza, aunque poco a poco los corazones se van viendo muy comprometidos. Solo que, cuando ya todo parece avanzar al amor infinito, un infortunio pone a prueba a estos dos seres a quienes el destino puso en el mismo camino, pero que se empeña en separar. Bienvenidas a esta nueva novela, romance-erótico.
Capítulo 1: Rupturas
I
El aire caliente lo estaba ahogando, en aquel océano de sexo y licor. El problema es que él no estaba invitado a esa celebración, era el intruso en la despedida de soltera de su futura esposa y el exnovio de esta.
La reacción no llegaba. Los segundos corrían en ese reloj que se comía los jadeos de pánico de la mujer y el hombre, que veían ahí a Douglas, como una estatua. Su cabeza estaba en un reinicio que no se daba prisa, como el de un computador viejo.
—Meredith…
Por fin de su boca salió ese nombre que le hizo sangrar los labios. Lo siguiente que hizo, fue bajar la mirada, ver en sus manos esa botella de licor que pretendía compartir con la que en horas se convertiría en su compañera de vida. Entendía que debía beberla solo, por muchos motivos.
Cerró la puerta con fuerza, caminó al elevador del hotel y luego se puso a vagar por la playa. Se sentó a ver el mar, que en ese momento no tenía esa tonalidad azul pacífica, solo era oscuridad y bruma blanca. No quería llenarse solo de ira y romperle la cara a ese imbécil, quien fue precisamente el que le presentó a Meredith. Esa hermosa isla, que estaba destinada para las uniones, para el amor, ahora se convertía en el escenario de su desgracia, de su burla. Qué asco daba tener que recordar verlo a él embistiendo sobre ella, y que todo el aire se intoxicara con el aroma de su perfume.
Así lo encontró la mañana. Había en su celular unas quinientas llamadas de su ahora exprometida, claro, no tuvo el valor de responder a ninguna. En un punto de la madrugada, cuando a lo lejos, muy lejos, veía los buques barqueros, sintió infinita paz.
—¿Señor Akerman?
Doug giró su cabeza, la voz de uno de los tantos empleados lo asustó un poco. Luego el gentil lugareño le entregó una caja y una nota. No tenía que ser un genio para saber de qué se trataba todo aquello. No se levantó de la arena, solo sonrió al joven, recibió la cajita y la nota, después le dio una propina.
El brillante destello de muchos quilates chocó con el escaso sol del amanecer, haciendo que admirara esa preciosa joya que estuvo por más de 6 meses en el dedo de su amada. Hizo una mueca de duda, no es que ella fuera precisamente la mujer de sus sueños, solo sintió que era el momento de tener una familia, luego de un análisis muy exhaustivo de las circunstancias, ella resultó su mejor opción. Era demasiado racional como para creerse eso de la media naranja, el alma gemela, el complemento perfecto y etc.
A pesar de eso, la traición dolía, porque para eso sí no estaba preparado. Era leal y fiel a sus principios, no creía merecer aquello, cuando él se comprometía, lo hacía en serio, con todo su corazón y cerebro, como en los negocios.
—Hacerle caso a esa zorra, venir acá a un matrimonio furtivo. De haber sido en la ciudad, como lo tenía planeado, no hubiera resultado tan mal.
Se engañaba, por supuesto. Para que le pusieran los cuernos no importaba dónde se encontrara. Se levantó por fin, con el trasero atestado de arena y las piernas temblándole. Iba leyendo la nota que no decía nada profundo, solo que ella se iba, que la perdonara, todo iba a sanarlo el tiempo y que, por delicadeza, le devolvía el anillo. Por supuesto el otro millar de joyas mucho más valiosas, se las quedaría ella como recuerdo.
Douglas caminó sin rumbo, estaba ya muy cansado y solo deseaba dormir. Empacaría sus maletas después e intentaría seguir con su vida. No quería pensar en las habladurías, los chistes, la lástima. Eso sí lo haría enojar en serio.
Un poco perdido, pudo ver la silueta de una mujer, iluminada por el sol, en la cima de un pequeño peñasco que estaba habilitado más que todo para fotografías. Le causó curiosidad, después, una profunda zozobra al ver que ella lloraba, haciendo más grande el océano. Todo se puso peor cuando la chica se llevó las manos al rostro y se tambaleó un poco. Doug corrió hasta estar cerca, cosa que ella percibió y se inclinó un poco, de manera peligrosa.
—¡¡No!! ¡Por favor! No hagas eso que estás pensando…
—¡¿Qué?!— preguntó la joven confundida.
—Eso, que de seguro estás pensando. No, por favor…
—Yo estaba pensando en limpiarme la nariz… y tomar un pañuelo.
Él miró hacia el piso rocoso y vio que ahí estaba el bolso de la chica. Sonrió un poco, había hecho un ridículo enorme.
—Oh… bueno, eso sí puedes hacerlo.
Sin que se lo esperara, la chica se echó a reír ante lo dicho por Doug. Él también se rio un poco de lo absurda de esa situación, hasta que la chica, de cabellos castaños que caían en sus hombros como si los vistiera con una falda de listones, lo miró con ternura.
—Muchas gracias. Creo que te preocupaste por mí, es más de lo que pudiera esperar luego de todo lo que me ha pasado. Dime, ¿trabajas aquí?
—No, en realidad, no.
Doug estaba a unos pasos de la joven y al observar con cuidado la situación, supo que así hubiera saltado, no hubiera ocurrido nada malo, tal vez por mucho un tobillo o muñeca lesionados. Ella se limpió un poco su nariz, luego sus ojos. El vestido de color naranja que se apretaba en sus pechos y caía en esa tela ligera, se le veía muy bien.
—Yo pensé que a esta hora no me encontraría con nadie… verás. Yo iba a casarme y él me dejó.
Doug se turbó un tanto, otra alma rota que vagaba por la playa de esa isla, que ahora no parecía ser tan feliz para las parejas como lo decían en sus anuncios. Doug se conmovió, la vio ponerse el bolso en el hombro y quiso tener empatía, en ese momento le pareció lo más correcto.
—Yo paso por algo igual. Vine acá a casarme y ella me dejó.
Levantó el papel que Meredith le escribió, y se lo entregó a su llorona desconocida. Ella, que a cada centímetro de cercanía lucía más hermosa, lo tomó con mucha curiosidad, no se creía que pudiera existir en el mismo tiempo y lugar, otro ser humano que pasara por lo mismo.
—Dios, ¿Se acostó con su ex, a vísperas de tu boda? ¿Y ahora regresa con él, porque es a quien en verdad ama?
—¡¡QUÉ!! ¡Dame eso!
Doug tomó la nota de las manos de la joven y no creyó lo que había después de lo poco que había leído. Arrugó el papel con molestia y lo guardó en su bolsillo. A la chica eso se le hizo adorable. Solo que él pareció quedarse más reflexivo de lo que esperaba.
—Gracias, lamento también mucho lo que estás pasando. Supongo que no siempre dolerá. Regresa con cuidado a tu habitación.
La chica pasó por su lado y no supo que fue lo que sintió, pero ella emitía un aroma que lo tranquilizó. Su perfume dulce lo hizo sonreír, así que solo en un impulso de su cuerpo, la tomó por una muñeca para no dejarla ir.
—¿No quieres ir por unos Daiquirís? Nos desahogamos y ya…
—Pero son las 5 de la mañana.
—Que, ¿temes una úlcera?
—No, pero a esta hora no hay ningún bar abierto en el hotel.
Doug sonrió a la par con la joven desconocida. Decidieron entonces caminar a algún restaurante a espera que sirvieran el desayuno y luego a embriagarse.
—Por cierto, soy Rena.
—Yo soy Douglas. Puedes llamarme Doug. Tienes un muy bonito nombre.
Rena se sintió un poco más tranquila, caminando al lado de ese desconocido que le ofrecía su compañía y amabilidad. Ella creía que de seguro quería aprovecharse de su debilidad en algún momento para meterla a su cama, luego de superar esa horrible ruptura que había tenido. Daba lo mismo, ninguno tenía nada que perder.
***
Fin capítulo 1
