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Capitulo 2: Día extremo

II

Desde lo alto del árbol, replanteándose la estupidez que estaba haciendo, se aferró a la cuerda y verificó que tuviera bien puesto el casco, que en caso de caída no iba a prevenir para nada que muriera, solo quizás que su cerebro no se esparciera en la tierra.

—Por favor, señor, láncese con confianza, su esposa ya lo hizo y nada va a suceder —le dijo uno de los amables anfitriones de la diversión en la tirolesa.

—Verás, no quisiera dejarla viuda tan pronto… yo mejor me devuelvo por ese horrendo camino en el aire y…

Douglas miró hacia atrás, muchos otros arriesgados visitantes, llegaban a su punto. Era hora de saltar y esperar que tiraran bien de la cuerda y que no lo presionara mucho entre las piernas o ya jamás tendría hijos.

—¡Vamos, Doug! ¡Es muy divertido!

El grito de Rena desde abajo lo hizo sentir como un cobarde, así que solo aceptó cerrando los ojos y lanzándose al vacío. Para su tranquilidad, el jalonazo no fue tan violento y pudo tocar el suelo muy suavemente.

Para seguir pasando vergüenza, todos lo aplaudieron por su valor final, ante ese salto. Pensó que si tuviera que competir por un negocio, no le harían tanta burla. Con algo de dificultad se quitó los arneses, el casco y fue al lado de la chica que no podía de la risa.

—Fue muy divertido… para todos menos para mí.

—¡Lo siento! De verdad parecías tan asustado…

Rena le alcanzó una botella de agua, el sol estaba inclemente en el cielo de aquella isla. Además, el sudor extra por la travesía y el salto, le estaba ya pegando la ropa a la piel. Después de tomar algo del líquido solo le picó un poco la cintura a la chica y así dejara de reírse, sin embargo, era el momento de por fin reír él también. El punto es que aún quedaban muchas grandiosas aventuras extremas que vivir.

—Bueno, ahora vamos al Kayak…

—Oh dios… —suspiró el importante hombre de negocios que quiso ser amable y gentil.

Todo había desembocado en aquello, cuando luego de toparse en el amanecer en la playa, fueron ambos a desayunar, antes de tratar de emborracharse. Era demasiado temprano, así que tuvieron que sentarse largo rato en una mesa, para esperar comer.

Ahí, entonces, Rena le contó lo que sucedió y por qué su matrimonio se había ido a la mierda. El dichoso novio, al final, solo cedió a los caprichos de su madre, que deseaba como nadie también vestirse de blanco. Por supuesto, la novia no aceptó aquello, además porque el traje que iba a usar era igual a su vestido, solo que en talla extragrande. La discusión hizo que la señora horrible tuviera un «ataque», que solo pareció una pataleta, y que no quería ser atendida por los médicos de la isla, al considerarlos muy tercermundistas para su malestar.

—¿Y entonces? ¿Solo te dejó por eso? —preguntó Doug, comiendo algo de pan.

—Le dije que escogiera entre su mamá y yo. Bueno, ya adivinas cómo terminó.

Rena de nuevo dejó caer unas lágrimas por su ya cansado rostro.

—Rena…

—Nuestros invitados regresaron con sus vuelos al día siguiente, pero yo no logré conseguir uno. Mi exprometido logró hacer que lo llevaran a él y a esa mujer en primera clase, yo no pude pagarlo, así que me quedan cuatro días más en este lugar…

El teléfono de Rena se iluminó, eran los organizadores del paquete de actividades y ejercicio extremo, que había contratado para celebrar su luna de miel. Ella jamás se lanzaba a hacer cosas de ese tipo, así que creyó que cuando estuviera casada, tendría el apoyo necesario para arriesgarse.

Doug la veía contener las lágrimas al intentar negociar si podían devolverle algo del dinero que tuvo que pagar ella sola, ya que todo sería sorpresa para ese infeliz ingrato. Todo parecía perdido, el rostro de desilusión de la muchacha se hizo más evidente, tendría que solo aceptar lo que pasaba, no iría ella sola y tener que dar explicaciones.

—Por favor… es que mi… «Esposo», está algo indispuesto…

Doug, que tampoco tenía nada que perder, y solo esperaba conseguir un vuelo con desesperación para salir de ahí, sintió que debía ayudar. La tomó por una mano y le susurró, que debía decir que su esposo ya estaba bien.

Rena no entendió nada en un inicio, hasta que lo vio sonreír. Agradeció ese gesto, sabía que lo hacía por compasión, no obstante, en ese momento, la necesitaba. Colgó, no sin antes confirmar que allí estarían después de medio día.

—Doug, no tenías que hacerlo, tú tienes tus propios problemas, estamos muy jodidos los dos —dijo la joven para echarse a reír después.

—Debe ser la arena que tengo en el trasero que me enloqueció, pero qué demonios… hoy se supondría que sería el día más feliz de mi vida, me pondría un traje ligero y por primera vez haría una locura. Así que no quiero estar tampoco pensando en lo que pudo ser, distraerme va a servir para que duela menos.

—Gracias, Doug. Esta noche, en la cena especial que también pagué, me hablarás de ti. No te escapas.

Se notaba que Rena no tenía idea quién era el noble desconocido. Estaba tan abatida por su propia situación, que solo quería olvidar por un rato, igual que Doug.

Luego del desayuno a las 6.30 a.m., quedaron de encontrarse en la recepción a las 12:30, para ir a divertirse. Necesitaban con el alma dormir un rato, solo que el regreso no fue lo que esperaban, ya que en los cuartos de cada quien aún se respiraba el aroma de quienes los traicionaron, de una u otra forma.

Así entonces, fue que Doug terminó lanzándose a trepar por árboles, y ahora a un río, tras Rena, en una especie de piragua plástica, que no parecía muy segura. Igual, tendría que sacar todo su macho protector, confiando en que nada pasaría. Todos pensaban que ellos eran esposos, era parte de fingir un poco.

—¡¡DOUG!! ¡¿Por qué estamos tan cerca del agua?! —preguntó Rena, temblando, ya sentada y atada a ese pequeño bote.

—Así es el deporte Rena. Ahora vamos a usar los remos y la idea es esquivar los rápidos…

Douglas no pudo seguir hablando, cuando Rena empezó a gritar de pánico absoluto para salir de ahí. Ya estaban en el agua, entonces todo se puso un poco peor cuando en su desespero el esposo falso empezó a mover los remos para tratar de regresar a la orilla y entonces, el kayak se volteó, ellos cayeron al agua, y empezaron a flotar en la orilla.

El aparatoso momento fue adornado con los lugareños que querían ayudarlos, tratando de levantarlos y arrastrarlos los pocos metros para que estuvieran a salvo. Ya tirados en la arenilla y empapados, solo les dio un ataque de risa que no pudieron detener, hasta que los otros deportistas estuvieron muy dentro del río.

—Lo siento, le temo al agua…

—¡Ajá! Pero a mí sí me decías que no tuviera miedo a las alturas.

Rena se quitó el casco y el chaleco salvavidas, luego ambos se revolcaron un rato de la risa, bajo el ardiente sol que los devoraba.

—El próximo plan es una romántica cena al atardecer. Ahí hablaremos de ti. Todo está pago, así que puedes pedir los platillos más costosos.

Doug la miró con ternura. Claro que aceptaría, estar con ella por alguna razón le traía mucha paz, podía hacer que se olvidara de su propio dolor, así fuera a través de esos gritos que casi lo dejan sordo.

***

Fin capítulo 2

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