Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Capítulo 2

La joven guardó el fajo de hojas, en un bolso sujeto a su cintura y avanzó hasta una sala en forma circular. La cúpula era de cristal, dejando que la luz del sol se filtrara e iluminara el lugar completo. Aquella era la sala de transportaciones, desde ahí todos los ángeles de la muerte viajaban hasta la Tierra.

Jibril avanzó hasta el centro y cerró los ojos, sujeto el báculo de oro con ambas manos y lo puso frente a ella de manera horizontal, comenzó a murmurar un conjuro al mismo tiempo que hacía girar el báculo con gran velocidad, después de un par de segundos abrió los ojos, y frente a ella apareció un portal, se concentró y de su espalda salieron un par de enormes y hermosas alas blancas, atravesó el portal, segundos después surcaba los cielos del mundo humano.

Sacó la lista de su bolso, y se dirigió a un hospital a pocos kilómetros de donde había aparecido. Ese día morirían más de una docena de pequeños en aquel lugar. Llegaría con horas de anticipación, para brindarles consuelo y hacer placenteras sus últimas horas. Siempre era triste tener que llevarse almas tan jóvenes, pero en el cielo les esperaba una vida mejor.

Al llegar al hospital, sujetó el báculo con ambas manos y murmuró algo, al instante el báculo comenzó a encoger. Lo suficiente para que pudiera quedar sujeto a su cintura sin estorbarle.

Atravesó las paredes del hospital, volando a gran velocidad hasta llegar a su destino. El ala infantil de enfermos terminales. Estaba a un par de metros de su destino cuando abruptamente se detuvo y sus ojos se abrieron sorprendidos.

—Un demonio... —Murmuró girando la cabeza en todas direcciones en busca de aquella presencia. A lo largo de su carrera había tenido encuentros con demonios pero ninguno tenía un aura como la de aquel.

Avanzó lentamente, con una mano en el báculo encogido que colgaba de su cintura. Lista para defenderse en cualquier momento, los demonios eran seres viles, sin sentimientos, que disfrutaban atormentando a los humanos que estaban a punto de morir. Eran enemigos naturales.

Su corazón latió agitado en su pecho, la presencia de aquel demonio venía desde el ala de enfermos terminales. Sintió que el estomago se le atoraba en la garganta, con desesperación cruzó la pared que la separaba de los niños y se quedó quieta de pronto, al verlo frente a ella.

El cabello negro caía suelto hasta la cintura. Su atuendo consistía en unos pantalones de piel ajustados, y una larga gabardina negra, de lo que parecía ser piel de dragón. Jibril hizo un gesto de repudio, para los ángeles la idea de matar a cualquier ser y luego usar su piel como vestimenta era algo aterrador y repulsivo.

Lo que más llamó su atención fue la máscara de plata que cubría por completo su rostro, incluso sus ojos quedaban ocultos tras ella. Jibril se acercó con cautela, aquel demonio estaba recargado en la cabecera de la cama de una niña, y al parecer hablaba con ella. El corazón de la joven comenzó a latir con más intensidad.

—¡Aléjate de ella! —ordenó con tono autoritario al llegar frente a ambos, la pequeña abrió los ojos sorprendida ante la aparición de la joven.

—¿Eso ha sido una orden? —preguntó el demonio incrédulo, enderezándose con lentitud y avanzando lentamente hasta la joven. Deteniéndose a escasos centímetros de ella, observándola con cinismo, de arriba abajo, para luego rodearla. Una risa burlona sonó tras la máscara de plata, Jibril se quedó quieta, apretando con fuerza el báculo en su cintura.

—He visto ángeles más hermosos, aunque tus ojos son destacables, y también tienes un par de cosas igual de destacables —inclinó la cabeza y posó la mirada en el pecho de la joven. Que rápidamente se sonrojó ante tal comentario, e instintivamente se llevó ambas manos al pecho cubriéndose. A pesar que los ojos de aquel demonio quedaban ocultos, podía sentir su mirada sobre ella.

—Eres despreciable —dijo al fin, entrecerrando los ojos y viéndolo furiosa.

—¡Vaya!, sabes hablar. —Su tono era burlón y provocador.

—¡Lárgate!, no tienes nada que hacer aquí, no hay nada que puedas corromper, ni almas que puedas robar. —Su voz estaba llena de rencor, por naturaleza sentía desprecio hacia los demonios. Sobretodo hacia los recolectores de almas, como se hacían llamar aquellos demonios que se llevaban las almas de los pecadores.

—¿Por qué pelean? —Una voz temblorosa preguntó con timidez, la niña en la cama tenía los ojos llorosos y se aferraba con fuerza a las sábanas. Cuando Jibril la vio, sintió que se le rompía el corazón.

—Es el ángel quien no controla sus impulsos —dijo el demonio aún con aquel detestable tono.

—Lo siento pequeña, no quise asustarte. —Jibril corrió hasta la niña y ahora le sujetaba las pequeñas manos intentando consolarla. Había sido una tonta al caer en el juego de aquel demonio.

—Me encantaría seguir jugando contigo, pero tengo almas que corromper y algunas más que tengo que robar —había usado las palabras de la joven en su contra, ella entrecerró los ojos. Lo que provocó que la risa burlona de él llenara la habitación completa. Un momento después había desaparecido envuelto en llamas, lo que había asustado de sobremanera a la pequeña, que ahora se aferraba con fuerza a la joven.

Había pasado más de medio día en compañía de los niños, apartando sus almas de su cuerpo, para que no sintieran el dolor físico de las enfermedades que los consumían. Al final recolectó sus almas y las había enviado a todas al cielo donde serian guiadas a los jardines del edén por otros ángeles.

Volvió a desplegar sus hermosas alas y atravesó uno a uno los pisos del edificio hasta salir al cielo, donde cerró los ojos por un momento dejando que el sol bañara su rostro con sus cálidos rayos. Se llevó una mano al cabello, y sonrió al recordar a la pequeña niña que le había hecho un par de coletas. La sonrisa se esfumó en un instante cuando descubrió la presencia del demonio detrás de ella.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.