Capítulo 6. Conversando cosas importantes
Sentí como culpa y un poco de remordimiento sobre el asunto, Fabrizio estaba en el medio sin saber. O quizás estábamos equivocados. Donald me había confesado de que él conocía a Fabrizio también como Eva.
—Wow, increíble. Yo era la única que no conocía a ese pecador —me quejé con ellos—. ¿Por qué no me lo habían presentado antes y no en estás circunstancias? —incliné mi mirada en mirar a Eva.
—Porque no era tu turno —fue la respuesta que me dio Eva y obviamente me enojé plenamente con ella.
—¡No me digas eso! Mala amiga —me quejé obviamente.
—Cállate.
—¡Eva! ¡¿Y si Fabrizio se entera de nuestro plan?! —estuve alarmada, sentía como cada minuto me sentía más angustiada.
—No te preocupes por eso. No me digas que ahora te preocupa. Espero de que no se te ocurra abrir la boca para nada.
—¿Cómo crees Eva? Yo no pienso decir nada. Además confío en ti y en él plenamente aunque no me lo creas. Yo no creo que Fabrizio esté involucrado en nada al respecto de cosas ligadas con drogas —me expresé.
—¿Aurora confías en aquel angelito? De verdad que me sorprendes. ¿O te estás enamorando? —se rio ella después de haber emitido aquellas preguntas.
—Que yo sepa Aurora tú detestabas volver a acostarte con el padre. Ya vemos que te está gustando sumergirte en el infierno con el padre, aunque lo veo muy lógico —argumentó Donald.
—Le cogí cariño y aprecio en el corto tiempo y creo no podré vivir sin él. Lo quiero como un amigo, como a Donald —me expresé.
—Que romántica —bufó Eva.
Puse mi mirada en ella y le corté los ojos.
—Aurora está como enamorada de Fabrizio —pronunció Donald.
Rápidamente coloqué mi mirada sobre Donald que se estaba riendo de por cierto.
—¡No me digas eso Donald! —le llamé la atención—. Odié esa palabra: "Enamorada". No me estés hablando disparate.
—Estás enamorada y punto o casi. No me engañes, tú eres mi amiga y te conozco a la perfección Aurora —pronunció Donald con el fin de insistir con el absurdo asunto.
—Así como eres mi amigo. Así como me conoces, debes de darte cuenta o percibir de que no estoy enamorada de aquel sacerdote —intenté a que el entendiera de que estaba equivocado.
—Siento que te quiero mucho, pero desde hoy te estoy dejando de querer Aurora —dijo Donald.
—Eres excepcional Donald. Y cuéntame sobre tus planes —intenté cambiar de tema.
—Aurora no me cambies el tema —me llamó la atención él.
—Quiero cambiar de tema.
—Yo no quiero —se negó Donald rotundamente.
Suspiré frustrada. Permití que por lo menos por varios minutos me torturara cosa que odié por leves minutos. Entonces sentí que de verdad ya era suficiente y yo tenía que estar tranquila en mi lugar.
—¿Terminaste Donald? —le pregunté yo.
—Hablemos de otra cosa—le respondí.
—Ya ustedes me tienen harta con lo mismo —se quejó Eva y puse mi mirada sobre ella.
—De acuerdo —concordé con Eva.
Entonces decidí levantarme del lugar e ir hacia una nevera pequeña que había en el ático. Tomé la lata de coca cola y me la bebí mientras escuchaba a Donald y Eva hablando sobre otros temas. Como de tomar unas vacaciones juntos. Cuando terminé de de beberme la lata de coca cola, volví a sentarme al lado de Donald.
—¿Será verdad que podremos tener unas vacaciones tranquilos? Ya que la última vez... —pausé recordando algunas cosas.
—No debemos de preocuparnos en lo absoluto por lo que pueda ocurrir. Estamos hoy aquí, lo importante somos nosotros —dijo Donald.
—Sí, pero... Sería mejor invitar a más personas, ¿no lo creen? Nosotros tres sería un poco monótono, pero si llevamos a más amigos, podría ser algo muy fabuloso —sugirió Eva plenamente.
—Para mí, sería genial —comenté encantada.
—Yo no sé, solo que sepan elegir a quien invitar —se expresó Donald.
—Lleva a tus amigos estúpido —le dijo Eva.
—¿Para llevártelos a la cama? —le cuestionó Donald.
—Si me gustan, obvio que lo haré —le respondió Eva.
—Eva... —dije y me eché a reir.
Definitivamente mi amiga estaba como loca, y mi amigo ni se diga. Yo me imaginaba esa situación. A Eva le encantaba armar líos por eso su hermana no le salía con ella porque era algi así como una mujer levente.
—¿Qué tiene de malo Aurora? Tú siempre quejándote —se quejó mi amiga.
—¿A mí qué me importa lo que tú pienses? —le cuestioné yo a ella.
Entonces me sentía como inútil en ese momento. Ella no me entendía.
—Chicas no peleen, por favor —nos pidió Donald.
Aquel amigo había sido el testigo de tantas veces de que nosotros habíamos discutido e incluso las discusiones tontas por cosas simples de la vida.
—Donald vas a tener que soportarnos de por vida —intenté recordarle.
—Ya váyense de aquí, no las quiero ver aquí. Lárguense —nos votó de la casa Donald sin compasión—. Ya no las soporto y no estoy para escuchar sus discuciones tontas.
—Está bien, mal amigo, si eso es lo quieres, me voy —me levanté del mueble con el fin de marcharme—. Hasta otro día Donald y tú Eva.
Yo lo conocía a él cuando no quería ver a nadie cerca de él. Decidí marcharme en mi auto y que Eva tomara un taxi. Llegué a mi apartamento y ni siquiera recordé de que yo tenía mi móvil en modo de avión, me imaginé en todas las maldiciones que había dicho con anterioridad. Decidí llamarla, no sin antes yo haberme quitado los calzados y la ropa.
—¿Qué quieres Aurora?
—¿Llegaste a tu casa? Ahora recordé de que yo tenía mi móvil en modo avión, quizás tú querrás decirme algo.
—Es que tú mi amiga en definitiva eres la mejor Aurora. Me dejaste votada en casa de Donald sabiendo de que yo no tenía auto.
—Tú tenías que verificar algunas cosas, tú fallaste mi amiga, esa es una razón muy obvia. Debes de tener tu propio auto o quizás haberme llamado antes de que yo me marchara.
—Tú y tus malas excusas Aurora.
—Hablamos luego Eva.
—Como digas.
Colgué.
