
Venganza y Seducción Prohibida en Roma
Sinopsis
Aurora, Eva y Donald intentan resolver un problema relacionado con un mafioso, logrando inmiscuirse en la iglesia como monjes y resolver el misterio. Aurora y su amiga Eva son acusadas de un robo millonario en una catedral, una noche quieren resolver el problema conversando con el sacerdote que las acusa, pero este se le insinúa a Eva queriendo acostarse con ella, Eva acepta y se va a una habitación a acostarse con el sacerdote, mientras que Aurora se queda caminando en la catedral y descubre todo un mundo de perversión allí adentro, donde se solían hacer fiestas y orgías. Casualmente Aurora conoce a un sacerdote llamado Lucas y se encama con este, deseando cada día mas noche de lujuria con él, ambos viven un romance escondido disfrutando la satisfacción sus deseos, pero los sentimientos de Aurora se confunden por Billy. Billy es el mafioso que enlió a Aurora, Eva y Donald. Pero... ¿Podría Aurora soportar la presencia de Billy y resistirse a él?
Prefacio
Ya la oscuridad se estaba estableciendo en Roma, mi amiga Eva y yo habíamos tomado demasiado alcohol al aire libre en una plaza. Decidimos ese día tomar juntas como de costumbre. Cuando nos cansamos de estar sentadas, anduvimos por un buen rato y el aire como que nos había mareando más, cada minuto solía ser más intenso y nos sentamos frente a una catedral. Era suficiente, lo habíamos pensado.
—¡Qué día! —exclamó Eva.
—Que día —repetí pero no de la misma forma que mi amiga lo había dicho.
Por unos minutos cortos permanecimos en silencio.
—Quiero acostarme con un sacerdote —se expresó mi amiga dejándome sorprendida.
—¿Estás loca verdad? —le pregunté sorprendida.
Ella se rio.
—No —me respondió—. Creo que hay misa esta noche —dijo Eva después de unos segundos.
—¿A mí que me importa? No creo en ningún padre. Y lo digo con respeto. Sabes muy bien de que no me gustan las misas. No creo en la Iglesia Católica Apostólica y Romana.
—A partir de hoy te va a gustar —aseguró ella.
Me giré hacia ella y la vi que sonreía muy pícara. No lo podía creer. Mis pensamientos estaban desordenados. ¿Qué le ocurría a Eva? ¿En serio? ¿Mi amiga?
—No Eva... No me digas de que te acostaste con algún padre —me expresé sorprendida de nuevo—. Dime de que no es verdad. Tú tienes que respetar a esos hombres. Yo no creo en el catolicismo pero se debe de tener una línea del respeto.
La expresión en su rostro lo decía todo. Lo había hecho. No había dudas. Ella se había acostado con algún padre.
—¿Y si no me respetan qué tú quieres? ¡A pecar todo el mundo! Los padres de esa catedral son lindos y no son ancianos.
—Yo no me animaría. Definitivamente que no.
—Mira, ya estan abriendo las puertas. Vamos a entrar, te voy a enseñar el sacerdote con quien me acuesto. Te va a encantar, de seguro querrás tener acostarte con él.
—Eva... Eres tan impredecible.
—Aurora, la vida es una y hay que disfrutarla. Ven vamos a misa.
—Eva tú sabes de que no me gustan las misas —mascullé.
—Levanta tu trasero de ahí ridícula.
Obviamente yo no me iba a quedar sola y me movilicé rápidamente con ella. En el camino yo iba reprochando a mi loca amiga que se acuesta con sacerdotes. Me quiso dar algo al escuchar todo lo que ella me había dicho. Cuando nos adentramos me dirigió hacia un pasillo donde llegamos justo a una oficina, mi amiga tenía la llave, entró a dentro y yo iba tras de ella atónica.
—Eva... Tienes llaves de este lugar... Estás verdaderamente perdida. Díos mío.
Entramos nosotras y nos ubicamos adentro vi a un sacerdote, muy lindo, de algunos 25 años, ojos verdes, pelo negro. Comprendí en ese momento la locura de mi loca amiga de querer hacer el amor con ese hombre, que supuestamente debiera de respetar el celibato y no lo hace. Eso lo hace grave la situación. Mi amiga y él pecando.
—Por Dios... —musité.
El sacerdote era muy lindo y me tenía embobada. Hasta se me cortaba la respiración. El sacerdote como que se asustó al verme y se dirigió hacia mi amiga.
—¿Eva quién es ella? Te he dicho de que no vengas con nadie aquí. Lo nuestro no se puede saber —se pronunció el sacerdote un poco nervioso.
Eva se reía mientras que el sacerdote la miraba incómodo. Se veía un poco alterado, ya que era obvio que mantenían algo en secreto. Y yo decidí hablar.
—Soy su mejor amiga, descuide padre. Nunca he dicho nada y no lo pienso hacer. Yo guardaré su secreto. No se preocupe, no me interesa que la gente sepa que usted se acuesta con mi amiga.
El sacerdote se giró hacia mí.
—Eso espero —me respondió.
Después vi que tomó a mi amiga por el brazo y la llevaba hacia un cuarto que no pude ver bien lo que había allí adentro. Pobre hombre se asustó. Hasta a mí me dio risas y me reí tanto sola. Permanecí ahí sola mientras ellos conversaban, cuando retornaron vi al padre calmado. Eva sonreía.
—Ven Aurora quiero que lo toques —me dijo Eva.
—¿Podrías dejarme en paz Eva?
—Vamos —pronunció Eva.
Rodé los ojos.
Vi como mi amiga le quîtaba la r0pa al sacerdote y él se dejaba llevar hasta quedar verdaderamente sîn r0pa.
—Oh, por Dios —dije sorprendida.
Ese hombre se veía muy bien. Mi amiga empezó a tocarlo, el hombre emitía unos sonidos de satisfacción. Realmente yo me estaba calentando. Cuando ella terminó yo no pude aguantar, e hice lo incorrecto, me acosté con el sacerdote.
###
Días después....
—Fabrizio pregunta por ti, Aurora —me confesó Eva recodándome al sacerdote.
—¿Acaso no es tu novio Eva? ¿Por qué él tiene que preguntar por mí?
—¿Y el tuyo no? ¿Acaso no es tu novio? ¿Solo soy yo?—me cuestionó ella.
Rodé los ojos. Iba a empezar a insistir. De seguro ella iba querer a que yo volviera a verme con Fabrizio.
—No es mío, es tuyo totalmente, además tengo como un poco de culpa, tuve sexo con un sacerdote. Siento que me preocupa. ¿Y si me juzga Dios? Cuando se sepa, ¿qué dirá la gente? Dirán que soy una pecadora.
—Aurora eso no es nada. A mí no me afecta en lo absoluto. Acuérdate de que todos somos pecadores.
—Es que tú Eva eres una sinvergüenza y no sientes remordimientos. A ti no te importa en lo absoluto nada. A ti no te importa respetar el celibato.
—Deja de ser ridícula, hay sacerdotes que se acuestan con mujeres y con hombres, y muchos se enamoran mi amiga.
Estuve pensativa, era cierto lo que ella decía, yo disfruté el haberme acostado con el sacerdote y no estaría de mal, volver a repetirlo.
—Lo voy a pensar —suspiré.
—¿Es un sí? —mi amiga sonreía emocionada.
—Está bien, dile a él de que lo vamos a volver a hacer.
—¡Perfecto! Sin culpa alguna amiga.
—Somos pecadores —fue lo último que dije y me movilicé hacia mi apartamento, dejé a mi amiga sola.
