Capítulo 9.
—De verdad que no estabas en el estado de ánimo adecuado —respondió ella poniendo los ojos en blanco—. Iremos al hospital ahora mismo y hablaremos con el médico. Te va a dar unas pastillas .
—¿No preguntará por mis padres? —pregunté frunciendo el ceño—. Ya sabes , soy joven y todo eso .
—Eres ... eres legal —respondió ella poniendo los ojos en blanco, como si fuera algo de conocimiento público.
—¿Y no se lo dirá a mi papá? Es el sheriff, ¿sabes? Todo el mundo lo conoce —le recordé.
—Todo lo que usted y el médico discutan es estrictamente confidencial entre ustedes dos —me aseguró—. Dios mío , ahora me siento como una adulta, jeje .
Puse los ojos en blanco mientras dejaba caer el peine y me hacía un moño bajo y elegante. Guardé el peine y el aceite en la bolsa y me la colgué de los hombros.
—¿Y los zapatos? ¿No trajiste? —pregunté frunciendo el ceño.
—Desafortunadamente , eso se me olvidó. —Me dio una sonrisa con los labios apretados.
—¿Estás diciendo que tendré que irme de aquí en malditos tacones? —Hice pucheros.
—Sí , lo siento —respondió ella sin pedir disculpas—. De todos modos, ¿ dónde está tu señor Guapo ?
-Se fue antes de que me despertara- respondí, frotándome la cara y luego deslizando mis pies en los tacones que había usado aquí ayer.
—¡Qué raro! —comentó— . ¡ Qué locura! ¿No eres tú el que se supone que debería huir de ese hombre? Se supone que eres tú el que debería irse primero .
—Sí , bueno —respondí encogiéndome de hombros—. Cambio de roles, supongo .
—Mmm —respondió ella, asintiendo—. Qué bueno que traje mi coche para que no tuvieras que caminar hasta el hospital en tacones. Así de mucho te quiero, ¿sabes? Suspiro. Deberías sentirte afortunada —añadió dramáticamente.
- Jejeje. -
El punto de vista de Barbara
Bajé del auto de Jenny y cerré la puerta de golpe antes de inclinarme hasta el nivel de la ventana. - Gracias por el viaje - le dije con una sonrisa.
—Como sea —respondió ella poniendo los ojos en blanco—. Camina derecho y que tu mamá no sospeche nada. Te juro que le diré que te escapaste mientras dormía .
Hice pucheros. - ¿Entonces me lo negarás? -
—Sí —dijo ella sin andarse con rodeos .
- Aún no me has contado lo que pasó - le recordé.
—¿Y cuándo pasó? —preguntó con una ceja levantada. Arrancó el coche y supe que estaba lista para irse a toda velocidad en cuanto la conversación dejara de gustarle.
—Anoche . Contigo y el chico con el que bailabas —respondí .
—No pasó nada —respondió ella con sequedad—. Y luego te llamo. Y, por favor, guarda bien las pastillas. No le diré a tu madre que fui yo quien te llevó allí .
- ¿ Y qué le dirás entonces? - pregunté levantando una ceja.
- Que has estado siguiendo a malos amigos, claro está - se encogió de hombros.
-Si , ¿y le dirás que eres la mala amiga? - pregunté levantando una ceja.
—¿Quién ? ¿Yo? —preguntó y se burló—. Adiós , perra .
—Adiós —respondí , irguiéndome y alejándome del coche. Salió a toda velocidad y suspiré antes de darme la vuelta y caminar hacia la puerta. Ella y yo habíamos ido primero al hospital a hacernos pruebas y también a recoger las pastillas. Luego me llevó a su casa para recoger mis cosas y cambiarme los zapatos antes de dejarme aquí.
Claro que quemé los resultados de la prueba en su casa. Y luego guardé el frasco de pastillas debajo de toda mi ropa y libros en mi bolso. Si actuaba con normalidad, mamá no tendría motivos para sospechar que algo andaba mal.
Me recogí el pelo bajo las orejas. Sentía un dolor entre las piernas que casi me hacía poner los ojos en blanco cada vez que caminaba. Es horrible pensar que me gustaba el dolor. Pero así era. Y esa era la pura verdad. Claro que no le conté eso a Jenny. Temía que me viera como un psicópata.
Me volví a meter el pelo detrás de las orejas y suspiré. Llegué a la puerta y toqué una vez, luego esperé a que mi madre o mis hermanos vinieran a abrir.
Después de esperar unos minutos, miré debajo de la maceta y vi la llave de repuesto. ¿Dónde se habían metido? No me dijeron que no estarían en casa hoy.
Al menos eso me dará tiempo para instalarme adecuadamente y actuar con normalidad antes de que mamá regrese con los gemelos, donde sea que hayan ido.
Cerré la puerta y fui directo a mi habitación, vertiendo el contenido de mi bolso sobre mi cama y escondiendo rápidamente el frasco de pastillas debajo de toda mi ropa en mi armario.
Arrojé la ropa de mi cama al cesto de la ropa sucia y salté sobre mi cama, acostándome con los brazos y las piernas bien abiertos y suspirando.
Pensé en el desconocido que me había dado la noche de mi vida, y en mi estupidez al no preguntarle su nombre antes de subir a la cabaña. Si hubiera sabido su nombre, se lo habría dicho a Jenny. Era una experta en acecho.
La puerta de mi habitación se abrió de golpe y levanté la cabeza de la cama, solo para ver a Sarah allí de pie, mirándome con una amplia sonrisa. —¡Sí , mamá! ¡Está aquí! —gritó .
La miré con el ceño fruncido. —¡Dios mío! ¡ Baja la voz, Sarah!
—¿Qué ? Mamá dijo que subiera a verte . Ha estado gritando tu nombre desde que entramos y no hemos recibido respuesta. ¿En qué estabas pensando? —preguntó con una ceja levantada—. En fin, mamá quiere verte .
—¿Yo ? ¿Por qué? —pregunté .
—No lo sé. Está abajo, puedes preguntarle —respondió antes de salir corriendo.
