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Capítulo 3 – Un vestido mágico

El cielo había sido cubierto por nubes negras, una gran tormenta se avecinaba.

Los campos de cultivo habían florecido día a día, la abundancia reinaba en el pueblo.

Erthe caminaba feliz rumbo a su hogar, traía un saco lleno de comida hoy había sido un gran día de paga.

Llevaba pan, leche e ingredientes para que su hija preparé un delicioso pastel.

Las casas llevaban un color tan claro y puro, era como un arco iris, había una biblioteca en la que los libros antiguos de la humanidad eran guardados bajo 7 llaves, nadie las podía tocar, eran del rey.

Poemas, cuentos, fábulas, todo había sido guardado para siempre.

Abrió con suma delicadeza la puerta de su casa, entró en ella y cerró la puerta, caminó hacia la mesa y dejó encima la bolsa de comida.

—¡Hija mía! —gritó levemente

Escuchó pasos y vio a su vecina venir hacía él.

—¡Hola! —sonrió ella amablemente, depositó un suave beso en la mejilla de Erthe—. Me alegra que ya hayas llegado, Minesa está hermosa

Se dio vuelta y salió del lugar.

Erthe miraba con curiosidad el pasillo.

Una silueta se visualizó, sus ojos se humedecieron, Minesa caminaba lentamente con una gran sonrisa en sus labios.

Llevaba un hermoso vestido rosado, era simple pero hermoso, llevaba una cinta alrededor de su cintura amarrado en forma de moño.

Le llegaba hasta los pies, llevaba mangas hasta las muñecas, y tenía un escote formal adecuado a una joven de su edad.

Un vestido simple, hermoso y a la vez delicado.

Los ojos de Minesa brillaban como nunca, los ojos de su padre se llenaron de muchas lágrimas.

—Estas hermosa —pronuncio anonadado Erthe mientras se acercaba a la muchacha, tomó con sus manos las mejillas de su hija y beso su frente—. Idéntica a tu madre.

La abrazó fuertemente.

Cuando el abrazo terminó se acercó a Dukak y la abrazó fuertemente.

—Gracias —la miró directo a los ojos y ella sonrió

—De nada, lo importante es que tu hija luzca hermosa.

El vestido de Minesa era tan hermoso, tan mágico.

Las calles estaban decoradas, la gente corría y murmuraba de sus lujosos trajes.

Muchos padres alardeaban sobre sus hijas, el rey para ellos era un hombre que a cualquier chica le daría lo mejor.

Pero el rey sólo quería enamorarse, quería sentir un sentimiento tan puro, amar a una mujer de sentimientos lindos.

Aleckey caminaba por su jardín mientras veía la soledad que lo albergaba, su madre y su padre habían salido a pasear, su hermana salió al bosque a leer un libro.

Y él estaba solo.

El reino festejaba, mañana era un día festivo, lleno de alegría y emoción, pero para él no.

—Mi señor —Josek, su mano derecha habló.

—Dime, Josek —su voz era neutra

—Ha venido un campesino, me informó que tiene algo sumamente importante que decirle.

—Ahora voy —Josek se retiró, el rey dio un gran respiro y salió de ahí con un porte firme y callado.

Un sonido retumbó y la lluvia empezó.

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