Capítulo 4
Mi mañana ha sido un completo desastre. Mi humor amaneció de los mil demonios después de no poder dormir tranquilamente durante toda la madrugada.
Me levanto bastante fastidiada, tomo una ducha, me coloco algo cómodo y salgo de mi habitación para bajar a desayunar.
Antes de bajar, soy interceptada por Kevin, quien al verme me sujeta del brazo deteniéndome.
—Kass, pensé que vendrías a mi habitación anoche.
—Soy Kassey para ti, imbécil.
Me suelto de su agarre, lo fulmino con la mirada y sigo mi camino, ignorando su llamado detrás de mí.
Al bajar a la planta baja, camino rápidamente al jardín encontrando en la mesa solamente a Amaya, Cristhoper y su hermana.
—Buenos días —musito tomando asiento en la mesa.
—Traes una cara, cuñada —replica Cristhoper—. ¿Dormiste bien?
—Sí —me limito a contestar.
—Buen día.
Kevin llega a la mesa y se sienta a mi lado. Empieza a conversar con Cristhoper, y yo me limito a desayunar en silencio.
Al terminar, Cristhoper nos dice a Amaya y a mí que vayamos por vestidos de baño antes de salir a dar un paseo el resto del día.
Ambas subimos y nos cambiamos. Al bajar nuevamente, caminamos a los establos, donde se encuentra Sofía ya sobre un caballo.
Cristhoper ayuda a subir a Amaya a uno, luego me ayuda a mí y sube él a otro. Kevin hace lo mismo, y salimos los cinco con dirección al norte.
Durante el recorrido por los alrededores de la hacienda, me limito a contestar brevemente toda pregunta que me hace Cristhoper o Amaya.
Tomamos por un sendero, y unos pasos más adelante nos detenemos.
Cristhoper y Kevin bajan de sus caballos; Cristhoper ayuda a bajar a Amaya, Kevin a Sofía, y cuando se acerca a mí lo esquivo, bajándome sola y amarrando al caballo a un árbol.
—¿Dónde estamos? —le pregunto a Cristhoper.
—El Límite del Cielo —me responde Sofía—. Desde pequeña, Cristhoper me traía aquí.
Caminamos unos cuantos pasos más adelante y sonrío al ver una maravillosa cascada frente a nosotros.
Sofía se deshace de su remera y shorts. Entra al agua y se sumerge, saliendo con una gran sonrisa.
—¿Qué esperan para venir? —grita—. ¡El agua está riquísima!
Suelto mi cabello, retiro mi polera y mis pants, quedando solo en vestido de baño.
Me acerco a Amaya y me sonríe.
—¿Vamos? —le susurro, y asiente.
Cristhoper se quita su polera, toma la mano de Amaya y caminan conmigo entrando al agua.
Esquivo a Kevin en todo momento, hasta que llega la hora de marcharnos. Debemos regresar a la hacienda para volver a la ciudad esta misma tarde.
Al llegar a la casa, subo a mi habitación, tranco la puerta y me dispongo a darme un baño y empacar todas mis pertenencias.
Al bajar, ya se encuentran todos afuera, cerca de los autos.
Miro a Kevin y no puedo evitar recordar la escena que vi anoche en su habitación.
¿Quién diablos era la mujer que estaba con él?
—¿Kassey, vienes con nosotros o prefieres ir con Lucas? —me pregunta Amaya, sacándome de mis pensamientos.
—Si quieres, yo te puedo llevar.
Kevin se para frente a nosotras y sonríe.
“Ni que estuviera loca.”
—Prefiero irme con Lucas para no incomodarlos —le respondo a Amaya, ignorando totalmente sus palabras.
—¿Lo hice tan mal? —musita con una sonrisa, y lo fulmino con la mirada.
—¿Hacer qué? —pregunta Amaya.
—Caerle mal a tu hermana —me mira fijamente—. ¿Qué más podría ser?
—Ya dije, me voy con Lucas —le doy un beso a Amaya—. Nos vemos en la casa.
Me acerco a los padres de Cristhoper, dándoles las gracias por la hospitalidad y despidiéndome de ellos.
También me despido de los tíos de Cristhoper, su hermana y su prima menor, María.
Lastimosamente, su otra prima me cayó como una patada de mula, y sé que no soy la única, ya que ni Sofía ni Amaya la aguantan, aunque esta última trate de disimularlo.
Lucas me abre la puerta de la camioneta, me subo y observo cómo Kevin me mira antes de subir a su auto y salir rápidamente de los predios de la hacienda.
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Luego de un largo camino, llegamos a nuestro edificio. Lucas me ayuda a subir mis maletas mientras Amaya se queda hablando con Cristhoper.
Lucas me ayuda con las maletas hasta el apartamento, se despide y se va, dejándome a solas.
Bufo, tiro mi cartera en el sofá y camino a la cocina, sacando del refrigerador un pote de helado de almendras con chocolate.
Me siento en el desayunador y empiezo a tomar cucharadas de helado y llevarlas a mi boca.
La puerta del apartamento se abre, entrando Amaya y Cristhoper. Ambos me miran fijamente y me limito a suspirar.
—Iré por mis cosas, ya regreso —musita Amaya. Cristhoper camina acercándose a mí y ella entra a su habitación.
—Has estado muy extraña, ¿sucede algo?
—Terminé con Arturo —musito, y me mira asombrado—. Me di cuenta de que me estaba siendo infiel, y no de ahora, sino de hace mucho.
—Es un idiota —acaricia mi mejilla—. No sabe que acaba de perder a una mujer que, aparte de guapa, es inteligente y todo un partidazo.
—¿Crees que lo soy?
—Por supuesto. No llores ni estés así por él. Ese imbécil no lo merece, eres mucho para él.
—Tú sabes cómo subirme el ego —ríe negando—. Eres el mejor cuñado que Amaya me pudo dar.
—Eres como mi hermana, Kassey. No me gusta verte así.
—Te prometo ya no estarlo.
Se acerca abrazándome y lo recibo gustosa. Cristhoper es como el hermano mayor que no tuve, y me agrada que Amaya se vaya a casar con un hombre como él.
—Hola, mi amor hermoso —me separo de él al ver a Amaya cargando a Simón—. Te extrañé mucho.
—¿Y ese gato? —pregunta incrédulo Cristhoper.
—Es Simón, el gran amor de Amaya —le respondo y me acerco a ella acariciándolo.
—Prometo darte muchos mimos mañana, mi niño —me lo entrega—. ¿Estarás bien?
—Muy bien, Simón será mi acompañante.
—Te quiero —deja un beso en mi mejilla—. Cualquier cosa, me hablas.
—Vete tranquila, nos vemos mañana.
—Recuerda lo que hablamos —Cristhoper se acerca dándome un abrazo.
—Dalo por hecho, tomaré en cuenta tu consejo.
Salen del departamento, dejándome a solas con Simón. Lo coloco en el sofá y voy por mi pote de helado al desayunador.
Cuando estoy por tomar asiento, el timbre suena.
“Seguro olvidó sus llaves.”
Me acerco a abrir, y rápidamente mi gesto cambia a uno completamente molesto.
—¿Qué mierda haces aquí?
