Capítulo 3
La comida se me estaba haciendo eterna y las ganas de comer se me habían ido por completo.
No podía comer ni estar tranquila al tener su mirada sobre mí a cada segundo.
Trataba de escuchar únicamente la conversación que mantenían los demás en la mesa, en completo silencio.
—Amaya, ¿tus padres ya saben de la boda?
Levanto la mirada al escuchar a la tía de Cristhoper preguntar sobre nuestros padres.
“Nuestros padres”.
Miro a Amaya y noto cómo sus ojos amenazan con cristalizarse.
—Nuestros padres murieron en un accidente aéreo cuando Amaya tenía dieciséis y yo diecinueve. Al ser la mayor, tuve la obligación de sacarla adelante.
—¡Oh! —Todos nos miran asombrados—. Lo siento mucho, chicas. Perdonen mi imprudencia.
En su rostro se nota la vergüenza y niego suavemente.
—¿No tenían más familiares? —pregunta la que creo es su prima menor.
—Papá era hijo único, y mamá nos habló poco de su familia, así que solo somos nosotras, y eso fue suficiente para salir adelante —respondo serena.
Cristhoper me mira asombrado, al igual que el idiota de su amigo.
—Ahora nos tienen a nosotros —el padre de Cristhoper nos sonríe—. Ustedes son como nuestras hijas de ahora en adelante.
—Muchas gracias —Amaya le sonríe.
Cristhoper mira a Amaya fijamente y deja un beso en su frente.
Es notorio lo enamorado y loco que está por ella, solo basta ver cómo se miran.
La tía de Cristhoper cambia el tema, sacando toda tensión de la mesa.
—Cristhoper, hijo mío...
Me giro y veo a un hombre bastante mayor en silla de ruedas, quien lleva oxígeno y una enfermera que lo acompaña.
—Abuelo —Cristhoper se levanta abrazándolo, y el señor sonríe con tanta felicidad.
El anciano acaricia su cabello; su mirada cae en mí y luego en Amaya.
—Veo a dos bellas damas. ¿Cuál de ellas es tu prometida?
Cristhoper sonríe, le hace un gesto a Amaya para que se levante y ella se acerca.
—Abuelo, ella es Amaya, mi prometida.
—Encantada, señor.
—El gusto es mío, muchacha. Espero que mi nieto haya escogido una buena mujer para ser su compañera de vida.
—Puedes estar tranquilo, papá —interviene el padre de Cristhoper—. Amaya es una excelente chica, muy inteligente y hermosa.
Cristhoper acerca a su abuelo a la mesa para saludar a los demás presentes y luego se dirige hacia mí.
—Abuelo, ella es Kassey, la hermana de Amaya —Cristhoper sonríe—. Kassey, él es Cristian, mi abuelo.
—Un placer, señor.
—Nada de señor, hermosa niña. Llámame abuelo o Cristian.
—Está bien, Cristian.
Le pide a Cristhoper que lo acomode a un lado de nosotras y empieza a contarnos sobre su juventud y sus vivencias.
Al llegar el atardecer, la enfermera trata de llevárselo, pero este se niega. Amaya y Cristhoper se ofrecen a acompañarlo, y esta vez accede, retirándose con ellos.
—Iré a ver que todo esté listo para que puedan acompañarlo —la madre de Cristhoper se levanta—. Regreso en un momento.
—Sofía, acompaña a tus primas a instalarse, y yo llevaré a tus tíos.
—Sí, papá.
La chica se levanta junto a las demás y se marchan, dejándome completamente a solas con el idiota.
—Así que, Kass...
—Ni se te ocurra dirigirme la palabra —sentencio seria—. La pasamos muy bien, pero lo que pasó murió esa noche. Tú y yo no nos conocemos.
—Pero podemos hacerlo —sisea mordiendo sus labios—. Me gusta tu color de cabello, aunque no me van las rubias; me gustan más las morenas de cabellera castaña.
—Vete al diablo, idiota.
—Uy, qué agresiva —masculla divertido—. No te recuerdo agresiva esa noche. Esa noche te escuché gemir y disfrutar.
—¿Interrumpo?
La voz de Cristhoper se hace presente. Lo fulmino con la mirada y retoma su posición.
—Para nada, solo estaba conversando con tu cuñada —me mira con una sonrisa—. Que, por cierto, es muy linda y divertida.
—Qué bueno que se llevan bien.
Me levanto de mi silla y me paro frente a Cristhoper.
—Querido cuñado, estoy agotada. ¿Podrías decirme cuál será mi habitación?
—Por supuesto, yo mismo te llevaré.
Me ofrece su brazo, se lo acepto y camino con él a la casa, dejando al estúpido de Kevin detrás.
Al llegar, su padre lo detiene.
—Hijo, necesito que vengas conmigo a mi despacho. Hay algo que debes ver sobre las empresas.
—Cristhoper, ve con papá. Yo llevaré a Kassey a su habitación para que se acomode.
—Te dejo en buenas manos —me sonríe.
—No te preocupes, bajaré para la cena.
Se retira con su padre y yo subo las escaleras con su hermana.
Me lleva hasta una de las habitaciones de huéspedes y, al entrar, lo primero que veo es la vista hacia el jardín donde estábamos hace un momento.
Observo a Kevin hablando por teléfono de manera seria.
—¿Conoces a Kevin? —la voz de Sofía me saca de mis pensamientos.
—Lo conocí esta tarde.
—A juzgar por sus miradas, parecía que se conocían ya.
—No, y tampoco lo quiero hacer —río—. Tiene pinta de ser todo un don Juan.
¿Cómo no me di cuenta?
Vaya que el alcohol hace desastres.
—Kevin es un idiota, pero no es mal chico.
Sonríe y sale de la habitación, dejándome a solas.
Tomo mi maleta, busco algo que ponerme y entro al baño para darme un baño en la tina.
Estoy completamente relajada cuando una extraña sensación de que me observan me hace abrir los ojos.
Al hacerlo, me levanto casi exaltada de la tina.
—¿Cómo diablos entraste?
—La puerta no tenía seguro —dice metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón—. Y cuando me enteré de que tu habitación quedaba frente a la mía, no dudé en venir a visitarte.
—Eres un idiota.
Tomo la toalla, envuelvo mi cuerpo y paso a su lado saliendo del baño.
—No entiendo por qué me detestas cuando ambos la pasamos muy bien.
—Se supone que no debería volver a verte —me giro mirándolo fijamente—. Eras sexo de una noche, pero el destino me odia y terminaste siendo el mejor amigo de mi cuñado.
—Quizás el destino quiere que vuelva a suceder —se para frente a mí, quedando a escasos centímetros—. Quizás el destino quiere decirte algo más.
Sus ojos me miran fijamente; su mano va a mi nuca acariciándola suavemente. De repente, hace su agarre fuerte y me acerca a él, quedando nuestras bocas a escasos centímetros.
Sus ojos me miran fijamente y eso es suficiente para perder el control.
Sus labios besan los míos de manera efusiva, sus manos suelan el agarre de mi toalla haciendola caer.
Mis manos sueltan su correa desesperadamente y el botón de su pantalón.
Sujeta mis nalgas en la parte baja levantándome, toma asiento en él sofá mientras quedo ahorcadas sobre él.
Mueve su pantalón y bóxer sacando su miembro de él, me subo a el entrando rápidamente en mi y empiezo a moverme.
Su boca Besa desesperadamente mis labios, baja lentamente hasta llegar a mis pechos para atraparlos con su boca y darle pequeños mordiscos.
Sujeta mi cintura de manera dura a medida que intensifica sus movimientos, l habitación se empieza a llenar de mis jadeo.
Coloca una de sus manos en mi boca tapando mos gemidos intensifica sus movimientos, mi vientre empieza a contraerse y suelto un último gemido llegando al orgasmo.
Aumenta sus embestidas, toma un último suspiro y sale de mi corriendose sobre mi vientre.
Ambos respiramos con la respiración agitada, me levanto de él y camino al cuarto de baño encerrandome en el.
¿Qué diablos hice?
«Estoy loca».
Entro a la ducha y me doy una ducha rápida. Al salir, no veo rastros de él en la habitación.
Me dedico a vestirme y veo una nota sobre el buró a un lado de la cama. La tomo y sonrío al leerla.
> “No trates de ocultar lo que tu cuerpo pide a gritos.
Te espero esta noche en mi habitación.”
Guardo la nota en mi bolsillo y salgo de la habitación.
Me dispongo a bajar las escaleras, pero me detengo al escuchar algunos gemidos salir de la habitación de al lado.
“Amaya.”
Es la única persona que se me viene a la mente.
Observo a Carito subir las escaleras y la detengo.
—Carito, ¿la habitación al lado de las escaleras de quién es?
—Es la del joven Cristhoper y su hermana, la señorita Amaya.
—¿Sabe dónde está el joven Kevin?
—Está abajo, en la mesa. Solo faltan el joven Cristhoper y su hermana.
Se hace a un lado y sigue su camino hasta detenerse frente a su puerta y tocar.
—¿Quién? —escucho la voz de Cristhoper.
—Joven Cristhoper, la cena está por servirse y ya los esperan en el comedor.
—Enseguida bajamos.
Suspiro aliviada y sigo mi camino. Al llegar a la mesa se encuentran todos, faltando solo Cristhoper, Amaya y yo.
—Lamento la tardanza, pero se me hizo tarde dándome un baño.
—¿Y cómo estuvo? —pregunta Kevin con una sonrisa cómplice—. ¿Lo disfrutaste?
—Mucho, pero he tenido mejores.
Tomo asiento a un lado de su tía, quedando frente a él. Me mira asombrado y niega.
Pasan algunos minutos cuando Amaya y Cristhoper entran al comedor.
—Lamentamos la tardanza.
—No te preocupes, hijo —su madre le sonríe—. Me alegra verlos tan felices y unidos.
Tomo un sorbo de mi trago y niego.
“Quién no estaría feliz después de follar.”
—Amaya, mi padre está feliz de haberte conocido y está seguro de que eres la mujer perfecta para mi hijo —dice el señor Reynolds orgulloso.
—Yo también estoy feliz de haberlo conocido, es un excelente hombre.
—Después de todo, ¿ya tienen una fecha para la boda? —interrumpe la tía de Cristhoper.
—No, pero pronto la tendremos —responde Cristhoper—. ¿No es así, cariño?
Amaya asiente sonriendo.
—Espero que sea pronto, porque me muero por tener nietos corriendo por toda la casa.
Veo cómo Amaya se ahoga con el vino que hace un momento tomaba. Empiezo a golpear su espalda riendo por lo bajo.
Cristhoper, a su lado, tose y carraspea.
—Madre, es muy pronto para hablar de hijos. Amaya y yo ni siquiera lo hemos hablado.
En la mesa se empieza a sentir la incomodidad.
—Pero será un hecho después de que se casen. Además, nada se los impediría, ¿o sí?
Todas las miradas caen en ellos. Cristhoper la mira y ella refugia su mirada en su copa.
—Mamá, luego veremos —replica Cristhoper—. No hagas más incómoda la cena.
—Lo siento, solo me hace ilusión ser abuela.
—Todo a su tiempo, querida —el señor Reynolds palmea su mano.
Los tíos de Cristhoper cambian la conversación drásticamente, y por la cara de Amaya, agradece grandemente que lo hayan hecho.
Levanto la mirada y veo cómo Kevin observa a la hermana de Cristhoper de manera coqueta.
Suspiro y decido comer sin prestarle atención a nadie más que no sea mi plato.
Luego de un rato, la hermana de Cristhoper se despide, seguida de su prima, y yo decido hacer lo mismo.
Subo las escaleras y, en el pasillo, me detengo al escuchar la voz de Amaya.
—Kassey —me detengo y giro en su dirección—. Necesitamos hablar.
Le sonrío y asiento.
Tomo su mano y entramos a mi habitación. Tomo asiento en el sofá y ella se sienta en la cama.
—¿Hay algo que no sepa?
La miro sin entender su pregunta.
—¿Algo como qué?
—No lo sé, tú eres la que te has estado comportando extraño.
—Si lo dices por mi semblante esta mañana y mi cambio, ya te dije el porqué.
—¿Qué sucedió con Arturo?
Agacho la mirada y suspiro.
—Salí temprano del trabajo, lo fui a buscar a su casa y lo encontré teniendo sexo con una chica que resultó ser su vecina.
—¿Qué?
—No quiero hablar de Arturo, Amaya. Es un imbécil y no pienso sufrir por él.
—Kassey, ¿conoces a Kevin?
¿Qué?
—¿A qué viene esa pregunta? —titubeo—. Estábamos hablando de Arturo, no del amigo de Cristhoper.
—Tu impresión al verlo, las miradas que se dieron fueron más que obvias, Kassey.
—Pues no sé de qué me hablas —me levanto del sofá y camino hacia mi maleta—. A ese tipo no lo conozco y tampoco pretendo hacerlo.
Saco mi maleta de aseo personal, mi pijama y trato de calmar mis nervios.
—Ahora, si me disculpas hermanita, quiero darme una ducha y descansar —me acerco y dejo un beso en su frente—. Asegúrate de protegerte antes de follar, si no, el sueño de tu suegra se hará realidad.
—¿Qué? —ahora es ella quien titubea.
—No te hagas, te fui a buscar y escuché sus gemidos —miento, y abre los ojos exageradamente haciéndome reír—. Por suerte pude entretener un poco a Carito, creo que cuando se acercó a tocar ya no se escuchaba nada.
Sus mejillas se ruborizan y no puedo evitar soltar una carcajada.
Su reacción es inédita, pero no es para tanto. Todas tenemos sexo, y ella enamorada claro que lo debe tener de sobra con tremendo hombre como prometido.
—Kassey, yo...
—Todas follamos, hermanita, y tú ya eres una mujer adulta que se va a casar, así que no tienes que decirme nada.
Se levanta, me sonríe y me abraza.
—Descansa, nos vemos mañana.
Asiento y sale de la habitación, dejándome a solas.
Camino hacia el baño, me cambio de ropa, cepillo mis dientes y recojo mi cabello en una coleta.
Me acuesto en mi cama y empiezo a hablar con las chicas por videollamada, contándoles todo lo sucedido, a excepción de que el desconocido con quien tuve sexo también estaba aquí y es el mejor amigo de mi cuñado.
Las horas transcurren, termino de hablar con ellas y, cuando veo el reloj, es casi las dos de la mañana.
Recuerdo la nota de Kevin, sonrío y me levanto caminando hacia la salida.
Agarro la perilla de su puerta, abriéndola lentamente. Miro dentro de la habitación y quedo perpleja al escuchar los gemidos de una mujer.
Observo su figura en la cama sobre una mujer que me es imposible ver mientras ambos jadean.
Cierro la puerta cuidadosamente como la abrí, entro rápidamente a mi habitación y cierro con seguro.
“Soy una idiota.”
Este imbécil me vio la cara y yo, como estúpida, caí.
¿Quién será la chica?
¿Alguna del servicio o una mujer que vino después de que todos estábamos dormidos?
No me interesa, lo único que sé es que no vuelvo a caer en su maldito juego...
