Capítulo 5
—¿Puedo pasar?
Lo miro completamente asombrada; entra sin esperar una respuesta de mi parte.
Observa toda la sala y me giro rápidamente, cruzándome de brazos.
—¿Qué diablos haces aquí? —espeto molesta—. Debes aprender a respetar la privacidad de las personas.
—Tenemos que hablar. ¿Por qué me estuviste esquivando luego de lo que sucedió en tu habitación?
—Porque no tenemos nada que hablar. Ahora, si eres tan amable, hazme el favor de irte.
—Kass, no pue...
—Kassey. Me llamo Kassey —espeto molesta—. Kevin, fue excelente el sexo ocasional que tuvimos, pero eso fue todo, y tú y yo no podemos ser amigos.
Niega, introduce las manos en los bolsillos de su pantalón y se acerca, acortando la distancia entre ambos.
No menciona ninguna palabra. Me mira fijamente y una de sus manos acaricia mi mejilla mientras sonríe levemente.
Acorta más la distancia; sus labios rozan los míos mientras sus intensos ojos verdes me miran profundamente.
Cuando está a punto de atrapar mis labios, el timbre del apartamento suena, interrumpiendo toda conexión.
Suspira con pesadez mientras susurra algo por lo bajo. Salgo de mi trance y camino a la puerta, abriéndola.
“Maldito error.”
—Te estuve llamando todo el fin de semana. Necesitamos hablar, Kassey.
—Arturo, pierdes tu tiempo. Mejor vete y no vuelvas a buscarme.
—No me voy de aquí hasta hablar contigo.
Entra a mi apartamento y se detiene en seco al ver a Kevin a mitad del salón, de pie.
Kevin lo mira de manera seria y Arturo le devuelve el gesto.
“Lo que menos me hace falta ahora es un enfrentamiento.”
—¿Quién es este tipo, Kassey? —espeta serio Arturo—. ¿Y qué hace aquí a solas contigo?
—Soy el tipo con el que Kassey pasó el fin de semana completo y no pudo responder tus llamadas —replica sereno—. ¿Tú quién eres?
—Kevin —hablo antes de que lo haga Arturo—, por favor, ¿puedes dejarme hablar a solas con él?
Lo mira fijamente unos segundos, asiente y se acerca. Coloca su mano en mi cintura y deja un beso muy cerca de la comisura de mis labios.
—Te veo luego.
Musita suavemente y se marcha, saliendo del apartamento, dejándonos a solas.
—¿Quién es ese tipo y por qué dijo que pasaste el fin de semana con él? —espeta furioso.
—Ese no es tu problema, Arturo. Lo que yo haga con mi vida es mi asunto. Tú no tienes nada que reclamarme cuando fuiste el idiota que me puso los cuernos.
—Eso no debió pasar, lo siento, Kassey.
—¿Qué no debió pasar? —cuestiono mirándolo fijamente—. ¿El ponerme los cuernos o el que yo me enterara?
—No podemos echar años de relación a la basura por una simple infidelidad.
—Ya lo hiciste tú. Ahora te marchas, o llamaré a la seguridad del edificio para que lo haga.
Camino a la puerta, la abro y, al hacerlo, me encuentro a Emily y Elisa, quienes al verme furiosa rápidamente se ponen a la defensiva.
—Kassey, ¿qué sucede? —Emily mira hacia dentro del apartamento—. ¿Qué coño haces tú aquí?
Entran rápidamente con Elisa y me sujetan de la mano.
—¿Este idiota se atrevió a hacerte algo? —pregunta Elisa, y niego—. Arturo, es mejor que te marches y no vuelvas, porque si no, yo misma te arrancaré las pelotas, así pase el resto de mi vida en la cárcel.
Observa a Elisa; esta saca de su bolso una navaja, y Arturo rápidamente abandona mi departamento.
—¿Sabes qué? —se detiene en la puerta—. Averiguaré quién es ese idiota con el que pasaste el fin de semana, Kassey.
Sale y cierra la puerta de un fuerte golpe.
Las chicas me miran e intercambian un gesto asombrado.
—¿Por qué cargas una navaja en tu bolso? —replica Emily, mirándola asustada.
—Por si cualquier pendejo en la calle trata de sobrepasarse conmigo —la guarda en su bolso—. ¿Qué hacía ese idiota aquí?
—No lo sé, tampoco me interesa, la verdad.
—¿A qué idiota se refería Arturo? —replica Emily—. ¿Hay algo que no nos has contado?
Suspiro; las invito a tomar asiento y lo hacen. Doy un par de vueltas frente a ellas, respiro y las miro fijamente.
—El idiota con el que tuve sexo ocasional ese día resultó ser el mejor amigo de Cristhoper, el prometido de Amaya.
—¿Qué? —replican a la vez.
—Sí, cuando llegamos a la hacienda de la familia de mi cuñado, llegó él y no lo podía creer. Casi me da un infarto, aparte de que Amaya no pasó por desapercibidas nuestras miradas.
—¿Se dio cuenta de algo?
—Gracias al cielo, no. Pero ese idiota no desperdiciaba la oportunidad de tirarme indirectas referentes a lo que pasó entre nosotros.
—Eso sí es el karma del destino —ríe Elisa—. Vaya que ser el mejor amigo de tu cuñado.
—¿Cómo Arturo se enteró de que pasaste el fin de semana con él?
—Porque cuando Arturo llegó, él ya estaba aquí.
—¿Te vino a buscar? —pregunta Emily, y asiento—. ¿Por qué?
—Tuvimos sexo en la hacienda y luego lo esquivé; no quise saber más nada de él.
—¿Por qué?
—Porque luego de tener sexo me dijo que lo buscara en su habitación en la noche. Lo hice… y lo vi teniendo sexo con una mujer.
—¿Qué mujer? —pregunta Emily.
—No lo sé. El caso es que me convencí de que cometí un gran error y no lo busqué más, hasta que el imbécil vino a aparecerse aquí, luego de que Amaya se marchara con mi cuñado.
—Vaya dilema que tienes —sisea Emily—. Pero al final, ¿disfrutaste este fin de semana?
—Por supuesto que sí —sonrío—. No pensé en ningún momento en Arturo ni en lo que estaba pasando. Me sentí en paz y libre.
—Eres una mujer libre, Kassey —musita Elisa—. Lo tuyo con Arturo no era amor, era costumbre. Es tiempo de que empieces a vivir tu vida sin ningún tipo de preocupación o relación de por medio.
—Kassey, ¿cómo era él? —pregunta pensativa Emily—. El hombre con el que tuviste sexo, ¿cómo es él?
—Alto, cabello castaño, ojos verdes, barba y una mirada seria pero a la vez coqueta.
—Era él —musita Elisa—. Era el tipo que estaba fuera del edificio, a un lado de un auto deportivo.
—Vaya bombón que te has tirado, Kassey —replica Emily divertida—. Lo vimos afuera hablando por teléfono y las mujeres en el lobby se lo estaban comiendo con la mirada.
—Te doy un consejo, Kassey —Elisa se acerca y toma mis manos—. Si de verdad la pasas bien con él durante el sexo, síguelo haciendo, pero eso sí, no te vayas a liar sentimentalmente.
—No estoy loca para enamorarme de él —replico—. Mucho menos ahora que sé que es todo un don Juan.
—Nunca digas nunca, mi querida Kassey —ríe Emily—. La vida da muchas vueltas y no sabes qué pueda pasar en un futuro...
