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Capítulo 2

Llego al apartamento de Emily. Al tocar su timbre, escucho risas, y unos segundos después ella abre la puerta mirándome impresionada.

—¿Dónde diablos te metiste? —Me toma por el brazo y me entra a rastras—. Estábamos preocupadas por ti. No sabíamos si llamar a la policía o buscarte en el apartamento del imbécil de Arturo.

—Pensamos que habías regresado con ese imbécil —replica Elisa—, porque de ser así, nosotras mismas te mataríamos y luego tiraríamos tu cuerpo a una barranca.

—No estaba con Arturo —tomo asiento en el sofá—. Pueden estar tranquilas.

Flor me mira fijamente, se acerca a mí y empieza a olfatear mi cuello y luego mi vestido, bajo la atenta mirada de las chicas.

—Flor, ¿qué haces? —pregunta divertida Emily.

—Hueles a sexo —replica Flor, cruzada de brazos frente a mí—. ¿Con quién tuviste sexo?

—¿Qué? —balbuceo negando—. Estás loca.

Emily me mira entrecerrando los ojos y se para a su lado, cruzándose de brazos también.

—Mientes, Kassey. Conozco cuando lo haces —me señala—. ¿Dónde estuviste y con quién?

—Kassey, somos tus amigas, es mejor que sueltes la sopa.

Flor replica, y las tres me miran de manera acosadora.

Suspiro y ruedo los ojos.

—Conocí a un chico en el bar, me invitó una botella, le pedí que me llevara a un lugar más privado, me llevó a su departamento y allí tuvimos sexo.

Las tres me miran en completo shock. Sus rostros lucen perplejos y no puedo evitar sonreír.

—Sé que pensarán que fui una zorra, pero no pensé en nada. Solo me dejé llevar por mis impulsos.

—¿Usó preservativo? —replica Emily.

Asiento.

—Entonces no tienes nada de qué preocuparte, si lo disfrutaste y se cuidaron.

—Me dejé llevar por mis impulsos —mascullo.

Flor niega.

—Por primera vez no me importó nada e hice algo que quería.

—¿Y qué tal? —replica Elisa—. ¿Te gustó?

—Me encantó. Hace mucho no me sentía como me sentí anoche.

—Entonces deja las lamentaciones. La vida es una sola, y ahora es que estás empezando a disfrutarla de verdad.

Emily se sienta a mi lado, y las chicas hacen lo mismo.

—Pero cuéntanos, ¿cómo era él?

—Alto, de cabello castaño claro, unos ojos verdes estúpidamente hermosos, barba y una voz… una voz tan varonil pero a la vez tierna.

—Maldita sea, ¿por qué no lo vi yo en el bar? —chistea Elisa, y reímos—. ¿Te gustó mucho tener sexo con él?

—Me encantó —suspiro.

—¿Tanto así? —cuestiona Flor.

—Por primera vez puedo decir que un hombre me hizo sentir que era un orgasmo.

—¿Qué? —replican las tres al unísono.

—¿Nunca habías tenido un orgasmo? —me cuestiona Emily.

—Sí los he tenido, cuando me toco yo misma. Pero Arturo nunca pudo hacerme llegar a uno, aun cuando intentamos una y mil cosas.

—Estabas con el chico equivocado. Ya viste que, aparte de nunca servir para hacerte llegar a un orgasmo, terminó siendo un maldito infiel de lo peor —espeta molesta Emily.

—Quizás lo suyo no era amor y solo era costumbre —replica Flor—. Muchos años vividos juntos, fue tu primer novio, tu primer amor… pero eso no significa que no lleguen más. Es tiempo de que empieces a explorar el mundo y descubrir muchas cosas que te perdiste en esa aburrida relación.

Las chicas y yo tomamos un baño. Como todas hemos dormido en casa de Emily, siempre hay algo de ropa nuestra en sus cajones.

Cuando estamos terminando de desayunar, el timbre del apartamento suena. Flor abre la puerta y entran Bernardo y Adrián, nuestros estilistas.

—¿Qué hacen aquí? —saludo a ambos con un beso.

—Emily nos llamó para hacerse un recorte y retoque de tinte.

Emily se acerca, los saluda, toma asiento y ellos empiezan a montar todo su equipo de trabajo en medio de la sala.

—Chicos, yo también quiero que me atiendan.

Ambos me miran, al igual que las chicas.

—¿Qué quieres hacerte? Hace poco te hicimos corte de puntas.

—Esta vez quiero un cambio...

---

Llego al apartamento. Al entrar, busco rastro de Amaya, pero no hay ninguno que me diga que pasó la noche aquí.

Debo acostumbrarme a la idea de que pronto será así. Ya no estará y me tocará vivir sola en este apartamento.

Tomo asiento en el sofá y empiezo a revisar mis redes sociales y a contestar algunos mensajes.

Escucho cómo la puerta del apartamento se abre.

—¿Kassey? —musitan, y me giro—. ¿Qué diablos te hiciste?

Observo a Amaya y a Cristhoper en la entrada. Ella luce ropa de él, mientras él va vestido de manera casual.

—¿No te gusta cómo me veo? —pregunto al ver su rostro tan serio.

—Te ves preciosa —responde Cristhoper con una gran sonrisa.

—Gracias, cuñadito. Al menos a ti te gusto.

Y no esperaba menos de él, cuando ha demostrado tener buen gusto.

—Claro que me gusta, solo que me has dejado sorprendida.

Sé que eso es porque nunca he tinturado mi cabello.

—Los cambios a veces son buenos para cerrar ciclos, o eso es lo que dicen —susurro, y su mirada rápidamente cambia.

—Kassey —se acerca mirándome fijamente, y trato de evitar su mirada—. ¿Qué sucedió?

Suspiro. Es inevitable que no se dé cuenta, cuando me conoce mejor que nadie.

—Arturo y yo terminamos —digo sin ánimos—. Las razones me las quiero reservar.

Se acerca, me abraza, y trato de aguantar las enormes ganas de llorar que tengo en estos momentos al contarle.

—Ya está, lo estoy superando —me separo de ella y sonrío—. Nada que un poco de distracción no pueda ayudar a superar.

—Hablando de distracción —Cristhoper me interrumpe—, ¿te gustaría pasar el fin de semana con nosotros y mi familia?

—No quiero molestar.

—No lo harás. Eres de la familia, y mi madre estará contenta de conocerte.

Miro dudosa a Amaya, y ella sonríe asintiendo.

Suspiro y asiento con una sonrisa.

—Entonces, no se diga más. Vayan a hacer maletas —Cristhoper sonríe.

Me acerco a él, le doy un abrazo y camino a mi habitación.

“¿Qué debo llevar?”

Camino a la habitación de Amaya y me paro en la puerta.

—Chicos, por cierto, ¿qué tipo de ropa llevo?

—Ropa fresca para el día, traje de baño y, para la noche, algo que abrigue. Tiende a hacer un poco de frío —me responde Cristhoper.

—Okis.

Sonrío y se va.

Me coloco unos vaqueros ochenteros holgados, tenis blancos y un top del mismo color.

Salgo a la sala con mi maleta ya lista, y luego de unos minutos sale Amaya junto a mi cuñado.

Cristhoper se acerca, toma mi maleta, ofreciendo llevarlas. Al bajar, nos encontramos con su chófer a un lado de una camioneta estacionada junto al auto de Cristhoper.

“Vaya camionetas…”

Por donde las mires, desbordan lujo.

—Kassey, él es Lucas, mi chófer. Lucas, ella es Kassey, hermana de Amaya.

—Un gusto, señorita Kassey. Estoy a sus órdenes —toma mi mano y deja un beso sobre ella mientras hace una reverencia.

Toma mis maletas y las monta en la última camioneta.

Cristhoper se acerca a darle unas instrucciones. El hombre asiente y abre la puerta trasera.

Cristhoper le abre la puerta del copiloto a Amaya y se sube con ella.

Me subo, cierra la puerta y arranca la camioneta. Lucas lo sigue.

Luego de varias horas de viaje, llegamos a una región boscosa. Entramos por un camino hasta ver un gran letrero que dice:

"Hacienda La Reserva"

Empiezo a ver caballos, siembras, establos y varios trabajadores de campo.

El auto se detiene. Me bajo y sonrío al inhalar aire fresco.

—Esto es bellísimo —musito con una sonrisa—. Justo lo que necesitaba.

Un hombre se acerca y ayuda a Lucas a bajar nuestras maletas. Amaya me pide acercarme para entrar.

Al entrar a la enorme casa, nos recibe una señora bastante mayor.

—Joven Cristhoper —musita, y este le sonríe y la abraza—. Qué bueno verlo nuevamente.

—Igualmente, Carito. ¿Ya llegaron mis padres?

—Sí, están en el jardín trasero con los demás —la señora nos mira a ambas—. Carito, ellas son Amaya, mi prometida, y Kassey, su hermana.

—Es un placer conocerlas, niñas hermosas, y felicidades por su boda —nos da la mano a ambas.

—El placer es nuestro —responde Amaya.

—Vengan, los acompaño al jardín.

Cristhoper me ofrece su brazo izquierdo y el derecho a Amaya.

Caminamos con él siguiendo a la señora hasta llegar al jardín, donde hay una gran mesa. Allí se encuentran los padres de Cristhoper, una chica y otras personas.

—Hijo, qué bueno que llegaron —su madre se levanta, le da un beso, luego a Amaya y me mira—. Te pareces mucho a Amaya.

—Ella es Kassey, mi hermana —le sonrío y deja un beso en mi mejilla—. Kassey, ella es Loraine, la madre de Cristhoper.

—Es un placer, señora.

—El placer es mío, querida.

Cristhoper me presenta a cada uno. Su hermana me saluda con una gran sonrisa, al igual que los demás, excepto una rubia que me mira con prepotencia.

La miro de la misma manera, pero con más presión. Retira su mirada, y la hermana de Cristhoper sonríe.

Empezamos a conversar. Luego de un rato de experiencias contadas, una voz resuena a mis espaldas.

—Buenas tardes, lamento la tardanza.

Amaya y Cristhoper se giran, y este se levanta.

Tomo un sorbo y, al girarme, me ahogo, empezando a toser como maniática al darme cuenta de que se trata de él.

“Esto no puede estar sucediendo.”

Amaya se acerca junto a la hermana de Cristhoper para ayudarme. Les hago un gesto para que se detengan.

—Kassey, no me des estos sustos —espeta asustada Amaya.

—¿Estás bien? —pregunta Cristhoper, y asiento.

“Es él.”

La manera en que me mira es más que obvio: sabe que soy yo.

Retomo mi postura. Observo cómo se acerca a cada uno a saludarlos. Saluda a Amaya y se para a mi lado, extendiéndome su mano.

Le extiendo la mano sin mirarlo.

—Kevin, ella es Kassey, la hermana de Amaya —replica Cristhoper a mi lado—. Kassey, él es Kevin, mi mejor amigo.

Suspiro, levanto la mirada y, cuando lo hago, sonríe negando.

—¿Nos conocemos? —dice el muy estúpido mientras me mira fijamente—. Me parece haberte visto antes.

“Maldito infeliz.”

—Lo dudo, nunca en mi vida te he visto.

Respondo hipócritamente. Todas las miradas caen en nosotros, incluso Cristhoper nos mira curioso.

Retiro mi mano y tomo un sorbo de mi copa nuevamente. El idiota toma asiento frente a mí y me observa con una mirada bastante pícara.

El mundo y el destino me deben odiar para que me esté pasando esto.

—Kevin, pensé que no vendrías —masculla Amaya—. No dijiste nada al salir esta mañana del apartamento de Cristhoper.

—No iba a venir, pero recibí la llamada de Loraine y no pude negarme —me mira y muerde sus labios—. Pero veo que tomé una gran decisión al no faltar. Algo me dice que la pasaré muy bien.

“Debo calmarme.”

No puedo quedar expuesta frente a todos con mis estúpidos nervios. Amaya se daría cuenta, y como es de quisquillosa, no descansaría hasta sacarme toda la verdad.

Lo miro fijamente. Levanta las cejas y niega con una expresión divertida.

No puedo creer que esto me esté sucediendo a mí, y justamente ahora que estaba empezando a olvidar por completo todo...

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