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Capítulo 1

“El trabajo me va a matar”

Esto de trabajar de relacionista pública en una editorial es un caos.

Viajar de un lugar a otro todas las semanas me tiene completamente exhausta.

«Necesito unas vacaciones».

Con la boda de Amaya en camino, necesito unas prontas vacaciones para poder relajarme.

—¿Amaya comprometida? —musita asombrada Emily—. Es que no te lo creo, pensé que después de todo lo sucedido con el patán de Paulo nunca se comprometería.

—Lo mismo pensé yo, pero resulta que hace un tiempo tiene un galán y se comprometieron hace poco.

—¿Y quién es el afortunado? —toma asiento frente a mi escritorio—. ¿Alguien conocido?

—Sí y no. —Me mira sin entender—. Amaya se comprometió con Cristhoper Reynolds.

—¿Quién diablos es Cristhoper Reynolds?

—Busca en Google y tu pregunta será contestada.

Saca su móvil, teclea y veo cómo su rostro cambia rápidamente a uno completamente impresionado.

—¿Amaya se casará con el empresario más joven y exitoso de la ciudad? —dice en un grito y asiento—. ¿Cómo se dio su relación?

—Al parecer en su puesto de trabajo. Arturo y yo hemos estado conviviendo con él y es un tipazo en todos los sentidos, aun cuando Amaya es muy brusca con él en ocasiones.

—¿Amaya trabaja con él? —Asiento—. ¡Vaya! Necesito que me diga qué hechizo usa para embobar a todos sus jefes y que le pidan matrimonio, al menos para yo intentarlo con el mío.

—No seas tonta —reímos—. El caso es que están comprometidos y muy pronto se marcha, dejándome a solas en el departamento.

—Para lo que tú vives allí, si prácticamente estás siempre en el de Arturo —rueda los ojos—. A propósito, ¿ya le avisaste que llegaste a la ciudad?

—Con tantas cosas no me ha dado tiempo ni siquiera de avisarle a Amaya.

—Me estuvo preguntando esta mañana si llegarías siempre mañana por la tarde.

Observo el reloj en mi muñeca y es pasada las tres de la tarde.

—Mejor le daré la sorpresa de que llegué antes, ya debe estar en su departamento.

Archivo todos los papeles de mi escritorio, apago mi computador y tomo mi bolso, saliendo con ella de mi oficina.

—Señorita Brooks, el señor Lara le tiene una respuesta sobre su solicitud y espera verla mañana en su oficina.

—Gracias, Esther, ya te puedes retirar a descansar.

—Sí, señorita.

Camino con Emily hacia el elevador y subimos en él al abrir sus puertas.

—¿Qué querrá hablar tu jefe contigo?

—Le pedí unas vacaciones. Después de todo, llevo casi dos años sin tomármelas y necesito estar con Amaya este tiempo antes de que se case.

—¿Cuándo se casará?

—Todavía no han fijado una fecha, necesitan organizar todo.

—Sin duda, será la boda del empresario más importante de la ciudad y su familia querrá celebrarlo a lo grande.

El elevador se detiene, salimos al lobby y me despido de ella quedando en vernos mañana.

Sube a su automóvil y yo voy por el mío, conduciendo hasta el edificio donde vive Arturo.

Arturo fue mi primer novio en la preparatoria y desde entonces llevamos aproximadamente diez años juntos.

Hemos hecho y vivido cosas juntos y estamos casi convencidos de que seguiremos juntos toda la vida.

Fue mi apoyo y mi sustento cuando mis padres murieron y me tocó sacar adelante a Amaya.

Fueron años de estudios y trabajos para que ambas lográsemos eso que cada una quería ser.

Al final todo valió la pena y ambas estamos felices de haber salido juntas adelante pese a todos los obstáculos.

Al llegar, me estaciono frente a su edificio, bajo del auto y, al entrar, saludo al encargado del edificio.

—Federico, buenas tardes.

—Señorita Kassey, qué gusto verla nuevamente —me sonríe cálidamente—. Bienvenida, al señor Arturo le dará gusto verla.

—Gracias, Federico.

Subo al elevador y marco el piso de Arturo. Al llegar, abro la puerta suavemente para no prevenirlo con mi llegada.

Observo todo en la sala y la cocina vacías. Camino hacia su habitación y, antes de llegar, me detengo al escuchar algunas risas.

Susurran algo que no llego a escuchar. Lo siguiente que escucho es un gemido.

Abro la puerta rápidamente y siento cómo mi alma abandona mi cuerpo al ver a Arturo en la cama mientras una mujer lo monta de manera fuerte.

Dejo caer las llaves de la impresión. Arturo se percata de mi presencia y trata de levantarse rápidamente.

—¿Kassey?, Kassey, amor, esto no es lo que parece.

Trata de acercarse y, antes de que me toque, impacto mi mano sobre su mejilla fuertemente.

—Eres un maldito asqueroso —espeto molesta—. ¿Así es como me pagas todo el amor y la lealtad que te he dado todos estos años?

—Amor, por favor, esto no es lo que tú crees —titubea—. Déjame explicarte.

—¿Explicarme qué? —vuelvo a golpear su mejilla—. Es evidente que te revuelcas con una mujer mientras yo estoy de viaje.

—No tiene caso que lo niegues, Arturo —replica ella y la miro—. Ya te encontró con las manos en la masa.

—¿Desde cuándo te acuestas con ella? —le cuestiono mirándolo fijamente—. Responde, Arturo.

—Desde hace un año —contesta ella—. Desde hace un año que llegué a este edificio, Arturo y yo tenemos sexo cada vez que no duermes aquí o estás de viaje. Lo hacemos aquí o en mi departamento.

La chica se levanta, enredando su cuerpo bajo una sábana, y sonríe como si esto le diera satisfacción.

Me acerco a ella e impacto mi mano sobre su mejilla.

—Esto es para que aprendas a respetarme —vuelvo a golpear su mejilla, esta vez haciéndola caer sobre la cama—. Y este otro, para que aprendas a volarte.

Me giro. Arturo me mira con lágrimas en los ojos e impacto las llaves sobre su pecho.

—No te vuelvas a acercar a mí y mucho menos te atrevas a buscarme. Estás muerto para mí, completamente muerto.

Salgo rápidamente de su apartamento, aún con sus gritos detrás de mí.

Al bajar en el elevador salgo rápidamente del edificio y me subo a mi coche, saliendo a toda prisa de allí.

Las lágrimas no dejan de caer y mi pecho no deja de doler.

—Es un maldito infeliz —susurro con dificultad—. ¿Cómo pudo fallarme?

Llego al edificio, estaciono mi auto y subo rápidamente a nuestro apartamento.

Al llegar, lo primero que hago es caminar a la cocina, tomar una botella de tequila de la alacena.

Corto algunos limones y traigo un poco de sal para empezar a tomarme shot a shot.

«Es un maldito».

Escucho cómo la puerta del apartamento se abre. Entra Amaya y se queda paralizada, mirándome fijamente mientras llevo otro shot a mi boca.

—Kassey —deja su bolso en el sofá y se acerca—. ¿Qué haces bebiendo? Tú no eres de beber.

«Lo necesito para calmar el dolor en mi corazón».

—Solo estaba algo estresada —dejo el vaso de chupito sobre el mostrador y me levanto—. Iré a darme un baño, saldré con Emily y las chicas.

Camino hacia mi habitación, pensando en qué hacer para no mortificarme por esto que me está matando por dentro.

—Kassey —me detengo al escuchar su voz y me giro mirándola fijamente—. ¿Estás segura de que no sucede nada?

Su mirada me cuestiona. Sé que me conoce tanto como yo a ella y sabe que algo está ocurriendo.

—Totalmente, hermanita —le sonrío—. No tienes de qué preocuparte.

Entro a mi habitación y cierro la puerta antes de que comience con sus miles de preguntas.

Saco de mi bolsillo mi móvil y llamo a Emily llorando y contándole todo lo sucedido.

—Es un maldito infeliz, Kassey, no merece tus lágrimas.

—Me siento horrible, Emi. Necesito salir y distraerme antes de que Amaya empiece con sus preguntas o venga Arturo y quiera matarlo.

—¿Quieres venir a mi casa a pasar la noche?

—Quiero irme de fiesta, tomar hasta que todo este dolor salga de mi pecho y pasar una noche sin llantos y dolor.

—Entonces vamos a un club que abrió hace poco en la ciudad. Según Flor, promete mucho esta noche.

—Mándame la dirección, me alistaré y estaré allá dentro de un rato.

—Esa es mi chica. Te envío la ubicación y nos vemos allí.

Cuelga la llamada y rápidamente me llega un mensaje con la ubicación.

Camino al cuarto de baño y entro despojándome de mi ropa y dándome una ducha que borre toda lágrima de mi rostro.

Al salir, busco en mi armario el vestido más provocativo que tenga. Encuentro uno escarchado plateado, me lo coloco, tomo unos tacones brillantes y listo.

Peino mi cabello dejándolo suelto, tomo un bolso pequeño y salgo de la habitación con rumbo a la salida.

Al abrir la puerta quedo perpleja viendo a Cristhoper, el prometido de Amaya, en un traje viéndose completamente sexy.

—Kassey, ¿a dónde tan guapa, cuñadita?

—Fiu... ¿a dónde tan guapo, cuñadito?

Veo su mirada caer detrás de mí con una gran sonrisa. Me giro y veo a Amaya en un traje que la hace ver completamente bella.

—Hola —sonrío nerviosa acercándose a él.

—Luces hermosísima —le susurra él y me hago a un lado dejándolo pasar—. Más de lo que luces a diario.

Ruedo los ojos al verlos tan acaramelados. Basta con que se vean ambos para darse cuenta de que babean uno por el otro.

—Bueno, par de tortolitos, yo los dejo, los veo después.

Me acerco a Amaya aprovechando que toda su atención está en mi cuñadito y dejo un beso sobre su mejilla, me despido de Cristhoper con un saludo de mano y salgo a toda prisa de allí.

Al subir al elevador, busco las llaves de mi coche y me doy cuenta de que las dejé.

«Tomaré un taxi». No pienso regresar.

Al salir del edificio y pararme en la acera quedo extasiada al ver un deportivo muy costoso frente al edificio.

—Ese auto es una maravilla —masculla a mi lado el seguridad del edificio—. Se nota que el dueño es un hombre muy poderoso.

—Un Bugatti —le respondo—. ¿Sabes de quién es?

—De un señor rubi...

—¿Rubio, alto, de ojos claros, bien parecido y con porte elegante? —Me mira asombrado y asiente—. Lo supuse.

Este auto es de Cristhoper. Solo un cristiano como él se puede dar esos lujos.

—¿Sabe de quién se trata? —me pregunta curioso.

—Del prometido de Amaya, así que vigílalo muy bien, Carlos.

Un taxi se detiene frente a mí. Abro la puerta trasera y me subo diciéndole la dirección a la que me dirijo.

Al llegar al lugar, me doy cuenta de que está bastante lleno. Veo a Emily acercarse junto a Elisa y Flor.

—¡Te ves de infarto! —Elisa me abraza asombrada—. Esta noche te robarás todas las miradas.

—Esta noche será inolvidable para ella —replica Emily—. Y nosotras nos encargaremos de eso.

Toma mi mano y caminamos a la entrada. Flor le enseña una tarjeta al encargado y rápidamente nos deja pasar.

Al entrar, subimos al segundo piso donde se encuentran los palcos privados.

Nos acercamos a una mesa con vista hacia toda la discoteca abajo. Las chicas piden una botella de whisky y rápidamente entramos en ambiente.

Al cabo de las once de la noche, ya todo rastro de dolor abandonó mi cuerpo. A estas alturas solo me interesa bailar y disfrutar al máximo.

—Iremos a bailar a la pista, ¿quieres venir? —musita Emily.

—Estoy bien aquí —le enseño mi trago—. Yo me dedicaré a verlas desde aquí.

—¿Estás segura? —replica Flor.

—Completamente, vayan a mover ese trasero.

Palmeo el trasero de Elisa y ríen. Caminan a las escaleras bajando del palco a la pista para empezar a bailar.

Sonrío, meneando mi trago frente a mí, tomo un sorbo y lo coloco en la mesa sirviéndome otro.

Observo que la botella se acaba, me levanto de la mesa y camino a la barra para pedirle otra al camarero.

—Una botella de whisky, por favor.

—Enseguida, bella dama.

—¿Efectivo o tarjeta? —pone la botella sobre el mostrador.

—Tarjeta.

Cuando estoy por entregar mi tarjeta, alguien se me adelanta.

—La casa invita.

Observo al hombre frente a mí y quedo paralizada viéndolo fijamente.

—¿Gracias? —susurro suavemente, tomando la botella—. ¿Trabajas aquí?

—No, pero conozco al dueño —sonríe ladinamente—. ¿Te molestaría compartir tu botella conmigo?

—La botella la compartiré con mis amigas.

—¿Las mismas que bajaron hace un rato a la pista?

—¿Me estás vigilando?

—Digamos que te he estado admirando —sonríe pícaro y repasa todo mi cuerpo con su mirada—. Es imposible no mirarte cuando cada parte de ti se roba la atención de todos aquí.

Sonrío y él niega. No puedo evitar sentirme atraída por sus ojos, su rostro y su barba.

Es completamente atractivo, incluso su físico es envidiable.

—Acepto compartirla contigo, si la tomamos en un lugar más privado y con menos escándalo.

—¿Me estás haciendo una propuesta indecente? —replica en un susurro frente a mí.

Guardo silencio y me cacheteo mentalmente por las palabras que acabo de soltar.

«Soy estúpida».

Va a pensar que soy una mujer de esas que solo buscan sexo de una noche.

¿Tendría algo de malo que fuera así?

He vivido más de diez años atrapada en una relación con un idiota que lleva engañándome y viéndome la cara quién sabe desde cuándo.

No tendría nada de malo en querer experimentar algo nuevo por una sola noche.

—Entonces, ¿es una propuesta indecente?

—Tómalo como la mejor propuesta de esta noche —sonrío—. Y tienes cinco segundos para responder antes de que regrese a mi mesa y me olvide de la propuesta.

Me mira asombrado, sonríe y, cuando estoy por caminar de regreso a mi mesa, me arranca la botella de la mano y toma la mía.

—Acepto.

Camina llevándome con él a las escaleras, bajándolas rápidamente.

Pasamos por la pista de baile y busco con la mirada a las chicas, pero no las encuentro.

«Solo espero me perdonen por irme sin avisarles».

Salimos del club, le entrega las llaves de su auto a un chico en la entrada y, luego de unos tres minutos, un deportivo se estaciona frente a nosotros.

Observo el auto asombrada bajo su mirada mientras me abre la puerta del copiloto y me ayuda a subir.

Observo la botella en su mano, la tomo y subo al auto abriéndola y tomando un trago.

Cierra la puerta, da la vuelta y sube colocando rápidamente el auto en marcha, saliendo del club.

Durante el camino ninguno de los dos habla. Me dispongo a tomar pequeños sorbos de la botella durante el camino para tomar coraje y no arrepentirme de esto que estoy cometiendo.

Entra al sótano de una torre en la ciudad. Se estaciona y se baja ayudándome a bajar.

Al hacerlo, toma mi mano y caminamos a un elevador, el cual introduce una tarjeta y coloca una combinación de números.

El elevador empieza a subir, noto cómo su mirada recorre mi cuerpo. El elevador para y abre sus puertas.

Al salir, observo un apartamento bastante amplio, muy amplio para decir verdad.

«Debe ser el penthouse».

—¿Quieres algo de beber?

—No, gracias. Puedo seguir con la botella que traigo.

Sonríe, se acerca hasta quedar parado frente a mí a escasos centímetros, me arrebata la botella de mis manos y la coloca frente a nosotros.

—Ya acabaste con ella —replica en un susurro—. ¿Nervios o ansias?

—Ambas.

Sonríe, me mira fijamente y siento cómo mi respiración empieza a agitarse. Su mano acaricia mi mejilla mientras me mira con una pequeña sonrisa.

«No sé si estaré haciendo bien, pero necesito hacerlo».

Observo sus labios y, sin poder resistirlo más, corto toda distancia entre nosotros y beso sus labios de manera intensa.

Enrolla sus manos sobre mi cintura mientras mis manos buscan desesperadamente los botones de su camisa y empieza a soltarlos.

Me deshago de ella junto a su saco; sus manos buscan la manera de bajar mi vestido desesperadamente.

Al lograrlo me toma por la cintura y me levanta, enrollo mis piernas sobre su cintura y camina conmigo sobre él mientras ambos deboramos nuestras bocas con pasión.

Abre la puerta de una habitación, entra acostandome sobre la cama con cuidado, abre mis piernas acomodandose en medio de ellas.

Su boca baja a mis cuello lentamente hasta llegar al valle de mis pechos. Sigue bajando hasta llegar a mi vientre, sus manos sujetan el borde de mis bragas de encaje y las baja lentamente deshaciéndose de ellas.

Su boca besa mi feminidad, arqueo mi cuerpo disfrutando extasiada de la deliciosa sensación que provoca en mi cuerpo.

La habitación se llena de mis gemidos que sin poder controlar abandonan mi boca, la sensación aumenta, siento mi vientre contraerse y mis piernas temblar.

Pasa la punta de su lengua por ella y se aparta levantando la mirada con una sonrisa.

Se levanta, saca de su bolsillo trasero algo, suelta la correa y el botón de su pantalón quedando solamente en bóxer.

Lo retira lentamente y no puedo evitar quitar la mirada de su miembro perfectamente erecto.

Escucho como rasga un plástico, es cuando ne doy cuenta que se trata de un preservativo el cuál se coloca.

Abre nuevamente mis piernas, se acomoda entre ellas y entra en mi haciendo arquear nuevamente mi cuerpo por la sensación.

—¿Estás bien, bonita? —Susurra mirándome fijamente.

La intensidad con que sus ojos ne miran hacen que mi cuerpo se caliente más. Asiento, besa mis labios y empieza a moverse de manera suave para luego acelerar sus embestidas.

Una de sus manos toma mi pierna elevandola un poco a medida sus embestidas siguen.

Mis manos acarician toda su espalda mientras mis uñas se entierran en su espalda por la sensación.

La habitación rápidamente se llena del ruido de choque de piel contra piel, al igual que nuestros gemidos.

Acaricia su espalda, su pecho y lo miro finamente mientras su boca esta a escasos centímetros de la mía.

Siento nuevamente mi vientre contraerse, parece notarlo y aumenta sus movimientos.

Mis piernas empiezan a temblar, mis gemidos aumentar de tono y sin poder resistirlo más suelto todo sintiendo u a extraña sensación de calor invadir todo mi cuerpo y suelto un último suspiro.

Unas embestidas más suelta un jadeo y se deja caer sobre mi con la respiración igual o más agitada que yo.

Rápidamente todo me empieza a dar vueltas, siento mis párpados pesados y dejo cerrar mis ojos completamente cansada.

Un peso sobre mi cintura hace que empiece a sentirme incómoda y me remueva en la cama.

Abro los ojos lentamente y siento rápidamente cómo la cabeza me quiere estallar. Observo todo a oscuras y no puedo ver nada con claridad.

¿Dónde mierda estoy?

Toco el peso sobre mi cintura, me doy cuenta de que se trata de una mano y rápidamente todo me golpea en cuestión de segundos, haciendo que me levante de la cama como un resorte.

¿Qué diablos hice?

Observo el cuerpo desnudo a mi lado, completamente dormido, mientras unas sábanas tapan parte de su desnudez.

Empiezo a buscar mi bolso en la habitación, pero no lo encuentro. Salgo de la habitación, camino hasta llegar a la sala y es donde veo mis zapatos, vestido y bolso.

Empiezo a vestirme rápidamente, tomo mis zapatos, el bolso y salgo de aquel departamento caminando por el pasillo hasta encontrar el elevador.

¿Qué mierda hice?

Busco desesperadamente mi teléfono en el bolso; veo que son las cuatro de la mañana.

Rápidamente, las llamadas perdidas de las chicas empiezan a asustarme, al igual que sus mensajes.

«Casi mil mensajes».

¿Ahora qué les digo?

No tengo el valor de contarles que bebí como una desquiciada y tuve sexo con el primer extraño que se me cruzó por el camino...

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