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1.1 mi sexy jefe...

- Quiero invitarla a cenar con nosotros. ¿Le molesta? - preguntó llegando al frente de mi cuerpo. A casi medio metro de distancia con las manos en los bolsillos. - Comerá lo que desee, y así puede hablar mas con Mónica. Para que se sientan en confianza. Ella es una mujer de mucho hablar y seguro le agradara la idea.

Se mantuvo firme, remarcando sus cualidades físicas e impregnando el lugar con ese perfume suave y dulce. Estaba hipnotizada con la forma en que me veía con tanto escudrimiento como si buscara algo dentro de mis ojos. Una respuesta a no se que.

Me estaba invitando a cenar... ¿Habría algo de malo si acepto? Esto era extraño. Pero no podía negar, lo mucho que me gustaba ser invitada y tomada en cuenta, y aun mas si era por el. Me agradaba la idea de que no era un fantasma aun estando frente a el, como muchos millonarios hacían frente a sus empleadas. Siempre creía que nada más veía los papeles que le entregaba a diario en la oficina. Y nada más. Olvidándose de mi presencia. Tratándome como otra mas del montón simplemente por trabajar para el.

- ¿No sería un abuso de mi parte aceptarlo? - pregunté con una pequeña sonrisa que no tocó mis labios. Mirando fijamente esos ojos azules tan cristales como él mar. Que no tardaron en devolverme la mirada.

Estaba nerviosa.

- Me ofendería solo si usted rechazará mi propuesta. - respondió acercándose un poco más intimidándome con eso ojos perfectamente alineados con los míos. Viendo como la chaqueta de su traje subía y bajaba con cada respiración.

- Me encantaría ir a cenar con ustedes está noche, entonces. - pronuncié aceptando.

¿Qué es lo peor que podría pasar?

...

La cena transcurrió bastante animada entre charlas triviales de trabajo y comentarios sobre algunos negocios. Aunque a Mónica, la tía de Eduardo; no le parecía tan genial hablar sobre eso durante la comida. Y no dudó en hacer notar su molestia cada que podía refunfuñando como una pequeña niña frente a todos. Era muy gracioso ver cómo reprendía a su sobrino delante de mi, casi halándole las orejas para que parar de charlar sobre el trabajo y los montones de negocios que planeaba hacer. A ella no le agradaba el tema, y menos sobre la mesa. Creía que poner toda su vida en una empresa era desperdiciar los placeres de la vida.

No me sentí cohibida en ningún momento por parte suya, por su presencia tan imponente y veraz. En cambio, estuve aceptada y totalmente recibida. Y para nada intimidada. Mónica era una mujer bastante buena para charlar, y hacer sentir cómodo a cualquiera siempre que se lo propusiera. Ella era transparente.

Mis mejillas enrojecieron de vergüenza cuando antes de salir de la tienda de ropa, me hizo elegir varios conjuntos de ropa íntima. Y si, Eduardo presenció todo el asunto. Volviendo peor la situación. De esto se iba a tratar las tardes de compañía que ella me pidiera, entre compras y comidas el tiempo iba a correr para nosotras. La segunda vez, traté a toda costa de negar el ofrecimiento pero ella no paró de obligarme a elegir varios conjuntos. Dijo que era parte de un agradecimiento por la compañía que recibiría de mi parte. No aceptaba un no como respuesta y dijo con énfasis que, negarse podría ser hasta una falta de respeto.

Muy parecida a su sobrino. Ya entendía de dónde sacaba dichas palabras que me había expresado cuando me invitó a comer. Algo muy usual de su parte.

La comida estuvo deliciosa. Y mucho más acompañada de buena música. No era un lugar mega costoso. Era más como algo sencillo y acogedor. Así lo había elegido Eduardo, mi jefe... Quien propuso venir aquí, ya que, estaba enamorado de la pasta que preparaban en este lugar. Y vaya que si lo estaba, disfrutando nuevamente de un plato de pasta con vegetales. ¿Qué tanta podía ser su obsesión con este lugar?

- ¿Has viajado a New York, Ada?

- No señora Mónica, aun no lo he hecho pero esta en mis planes. Ansió conocer tal ciudad algún día que pueda. - respondí con sutileza mientras ella asentía en mi dirección.

- Si, es una ciudad muy bonita. A mi también me encantaría ir, tampoco la he conocido. Y ¿Vives con tus padres?

- No, vivo sola en un departamento un poco cerca de aquí. Ellos residen en un pueblo llamado Toshbill, a cuatro horas de aquí. ¿Por que? - conteste algo confundida por su interés repentino por saber tal cosa.

- Oh. No. Es solo que yo estoy... curioseando, ya sabes como somos las señoras. Nos encanta curiosear. Toshbill es un lugar hermoso, tengo un par de amigos allí. Hace mucho que no los veo. Estudiamos juntos la universidad y después no supe nada mas de ellos. Algún día iré a visitarlos. - comento con la voz baja. Mas para si misma, que para con nosotros.

Observe a Eduardo. Quien se mantenía callado mirando hacia la ventana. Donde muchas luces adornaban los faros, iluminando la calle con sus bombillas de colores rojizos y blancos. Era como un arcoíris o quizá una feria de colores. Me encantaba como se veía. Era un carnaval de tonos atractivos. Como el. Como Eduardo.

Giro su rostro encontrándose con mis ojos. No pude voltear. Y le sostuve la mirada durante unos eternos segundos, contemplando lo maravilloso del momento con esa canción de Sin bandera, sonando. Sonaba casi romántico. Pero yo solo estaba soñando despierta.

Bah...

-¿Le gusto la comida, Ada?-pregunto inclinando una parte de su cuerpo hacia mi.

Quedaban pocas personas en el lugar. Y los camareros caminaban de lado a lado acomodando varias cosas que no era capaz de mirar. Mientras que Mónica, se pintaba los labios en un espejo que llevaba en su mano. Ese que saco de la cartera sin ningún sentimiento de vergüenza y comenzó a arreglarse frente a todos.

- Si, sobre todo el pan de la hamburguesa, ¿Noto que estaba muy suave? Casi creí que usted no comería algo como hamburguesas o comida chatarra. - confesé arrugando las cejas y los labios. Me dio cierta risa cuando el giro la cabeza hacia un lado confuso por mis palabras.

- Me gustan las hamburguesas. Y ¿De verdad de toda la hamburguesa solo pudo notar lo suave del pan? Habían muchas cosas aparte de eso, como la salsa, o la carne, hasta la lechuga podría comentarse. ¿Pero el pan? Usted si que se toma los detalles muy enserio señorita Ada. Me sorprende lo buena que es.

- Usted esta hablando de lo detallista y perfeccionista que soy, ¿Cuándo usted hace lo mismo? Wow. Si que es cinismo. Acuérdese que esta mañana, en su oficina, cuando solicito mi presencia, no dudo en ver la pequeñísima mancha que había en mi camisa, esa misma que llevo puesta ahora. - le dije sin rodeos.

Las comisuras de su boca se alzaron, lo suficiente como para decir que una sonrisa se asomaba a través de ese par de labios bien definidos. Le parecía graciosa. ¿Eso era bueno? Se veía extremadamente bien sonriendo, y algo en mi pecho se calentó cuando soltó una risa ronca, revolucionando mi ser.

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