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1.Mi sexy jefe...

Trabajar. Una conducta humana totalmente necesaria al ser mayor de edad y obviamente llegar a la adultez. Siempre quise hacerlo, desde chiquita anhelaba poder ayudar en casa y ganar dinero de alguna forma, lo quería de todas formas después de crecer y por supuesto en el trabajo de mis sueños, y jamás pensé que lo lograría.

Excepto por la pequeña línea que dice "no tener más que un puesto de asistente y no estar optando por nada más" actualmente es eso a lo que me dedico.

Quizá es porque no he optado por algo más alto, o no he visto más allá de estar junto a Eduardo todos los días. O por la sencilla razón de que, no quiero alejarme tanto de el. Y de todos aquellos conocimientos y lecciones que me enseña a diario.

Eduardo. Mi jefe y la persona más insoportable de toda la empresa. Aunque, no me refiero a insoportable fastidioso y molesto, o quizá si un poco, pero, el punto es que, estoy cómoda en mi puesto de trabajo como su asistente. Y tal vez ese sea un gran problema, porque debería de optar por algo mejor y menos... Cansado. Más lejos de él. Más lejos de aquellas mariposas que florecen de vez en cuando estando aquí.

El señor Eduardo es... Simplemente un hombre extraordinario, tan único, tan insufrible y tontamente perfecto. Un don Juan que todas las chicas desean en su vida. Pero para quedarse lo no solo tener una aventura e irse, como se rumorea que suele hacer dicho galán y jefe.

Yo, por mi parte ahora mismo estaba corriendo como una loca por todas las oficinas de la empresa intentando llevarle un ridículo café a la señorita de la cual esta enamorado, o cortejando que se yo. O eso es lo que los chismes dicen por todas partes y sin saberlo o quererlo llegan hasta mi como bombas de humo cayendo sobre los oídos; sí, si. Ya se que es demasiado exagerado, pero es casi de esa forma.

Todo este tema estaba dándome dolor de panza y haciéndome rodar los ojos por ser yo, quien haga el papel de cupido, como si tuviese algún interés en establecer estás relaciones entre ambos. Yo solo sigo sus ordenes de llevarle un café todos los viernes a las ocho en punto a tal señorita, y podría decir que en contra de mi voluntad. Era tan tonto este ritual. Desde que me había ordenado hacerlo hace unas semanas yo era la que más había sufrido, aparte de todo el desastre que dejaba a mi paso por llegar tarde algunos días.

Y mas ridículo para mi que debía correr por todos lados buscándola gracias a el. Pero parte de mi trabajo como secretaria era complacer y llenar todas sus ridículas e impensables expectativas, acompañadas de esas exigencias totalmente fastidiosas.

Para poder mantener mi trabajo yo debía mantener al jefe contento. Y esta, quizá, era la tarea que el mas disfrutaba verme cumplir . Hacerme pasar vergüenza como mensajera de amor, todos los viernes. Agh. Me veía como una completa desesperada por la aceptación de mi jefe.

Me valía tres kilos de madera lo que sucediera entre ellos, pero usarme a mi como cupido ya era demasiado. Ni siquiera sabía si en realidad tenían algo, solo eran suposiciones.

- Ada, deja de correr por los pasillos tan temprano - grito Yuli desde su puesto de trabajo atrayendo unas pocas miradas, desde un pequeño cubículo junto a la puerta de la señorita Gen. De la que el jefe estaba...Lo que sea que estaba de ella. Pero allí era donde se encontraba la dueña del café por el cual yo corría por la oficina con el cabello alborotado. Un pavo real se quedaría corto junto a mí.

- Se te ven los calzones cada vez que brincas como una vaca enloquecida por todos lados.

-- Cállate!- le respondo poniendo el café dentro de la oficina de Gen, cerrando la puerta tras de mi al salir rápidamente. De forma sigilosa intentando no llamar mucho la atención, evitando las miradas de los demás en el espacio de trabajo.

Paso por el lado de Yuli y la esquivo sonriendo y negando a la vez con la cabeza. Me falta entregar dos carpetas también en la administración, y no puedo evitar preguntarme sino hay alguien mas que se encargue de estos trabajos. Muy poco personal para lo mucho que hay que hacer, en realidad. Estoy sosteniendo más peso del que debería y en este trabajo no se me paga por hacer estos deberes. Y aunque quisiera quejarme, prefiero seguir manteniendo una buena relación de trabajo con todos. Así que decido quedarme un poco más de tiempo callada para no crear conflictos en la oficina.

He trabajado para el señor Eduardo desde hace alrededor de dos años y medio. Tiene veintiocho años. Lo conozco a la perfección, aunque en el fondo desearía no hacerlo. Es fastidioso y bastante quisquilloso en cualquier sentido, aunque él es quién le pone sazón a la empresa, creando cualquier tipo de dinámicas para que sus empleados estén totalmente contentos. Y, tengo que destacar su estúpida obsesión por la pasta. No se que demonios le ve, pero sigo pidiendo domicilios diariamente para pastas con cualquier tipo de aderezos para el. Desde hace mas de dos meses que solo pide eso, y me asquea tener que hacerlo. Quisiera obligarlo a comerse una gran hamburguesa con todo. Pero allá el... Yo solo soy una secretaria que piensa más allá de su deber.

Quizá sea yo quien tiene hambre en este preciso momento. Olvide desayunar. Pero puedo aguantar un poco más.

Dejó una mano sobre mi estómago y suspiro intentando calmar los mareos que me embriagan por un momento poniendo el lugar de cabeza.

Ada. Así me llamo. Es un nombre corto, pero bastante complicado en el momento de describirlo el porqué de el. Siempre creen que me llamo así por una linda película animada, o porque a mi mama le gustaron las hadas, y no encontró mejor nombre para mi, que ese. Estudie en Oclacyom, la ciudad vecina a esta. Me gradué en negocios de empresas, y algunos meses después hice un curso de asistente en publicidad. Y me refirieron a esta gran empresa. Desde que entre a trabajar no he visto mas que cambios y evoluciones para bien, así que me encanta muchísimo el trabajo que estoy haciendo aquí, viendo como todo si es capaz de crecer y evolucionar. Así como mi esfuerzo por ser mejor todos los días, aprender y conocer cosas nuevas si así lo deseo, y ser cercana al jefe. Con cercana me refiero a... trabajo. Y las cosas que a el le gustan y necesita a diario en lo que me compete al trabajo.

Vivo sola en un pequeño departamento bastante lejos de aquí. De solo pensar en todos los colectivos que debo tomar me duele la cabeza nuevamente, ya que por desgracia aun no tengo auto, porque, el sueldo no me ha dado para cubrir tantos gastos. Desde los míos, hasta los gastos de mis padres y la incapacitante enfermedad que padece mi padre.

Hablar sobre ello es difícil, e intento no sentir tantos sentimientos al respecto, reprimiendo todo lo que en realidad siento. Pero, es delicado. Y aun mas cuando vez la tristeza en sus ojos por estar en una silla de ruedas desde hace mas de cinco años. Sin tener suficiente para una operación porque hay otros gastos que pagar. Como la comida, el arriendo de mi apartamento, mi ropa, la de ellos, sus gastos personales, los servicios eléctricos, agua, y mucho más.

Mis padres son lo único que tengo, no cuento con absolutamente nadie más, y ellos por supuesto solo conmigo. Así que jamás voy a dejar de darle cualquier cosa que necesiten. Así deba agarrar transporte público por mas años en esta ciudad. Ellos viven en Toshbill. Un pueblo retirado lejos de Damasc, que es donde resido ahora gracias a mi trabajo, y no me quejo. Me gusta muchísimo.

Es una ciudad bastante movida como me suelen gustar los lugares, fiestera y trabajadora. Las personas son sinceras y les encanta compartir lo que tienen. Pese a que es una de las ciudades donde mas millonarios viven. Incluyendo a mi jefe Eduardo. Heredero de esta compañía de publicidad, soltero, sin hijos, y con sus padres viviendo fuera del país. Todo un sueño comprado para el.

Tomo el ascensor que me lleva hasta el tercer piso y cuando llega me bajo de el, caminando a paso rápido hasta el lugar de trabajo junto a la oficina de Eduardo. El cual tiene la puerta entre abierta y alcanza a verse una rendija llena de luz, nada mas por todo el lugar. Paso junto a la puerta intentando que no me vea y canto victoria sentándome en la silla de rueditas junto a mí escritorio. Encendiendo el computador de inmediato viendo como la pantalla me pide una contraseña que tecleo de una vez, desbloqueando mi usuario.

- Señorita Ada. - su voz varonil llega a mis oídos, esos que se embelesan con el tono de voz y sacudo la cabeza espabilando. Me esta llamando, si se ha dado cuenta de que merodee mas de lo que debía esta mañana... tarde Ada. Llegas tarde...

Camino con paciencia hasta la oficina alargando el momento de mi muerte y contengo la respiración cuando tomo el pomo de la puerta abriéndola para mi. No veo su rostro pero si algo de su cuerpo y termino por cerrar la puerta. Maldecir por lo bajo y acercarme a su escritorio con la cabeza gacha.

- Tarde Ada. Llegas tarde. - gruñe sin empatía y me amarro mentalmente la falda de tubo porque siento que se me va a caer por la estruendosa voz que tiene.

Hoy lleva un traje azul. Uno de los tantos e infinitos trajes que siempre trae para lucirse, y pavonearse con ellos remarcando esos perfectos brazos, y las piernas apretadas en los pantalones entallados a ellas. Es sexy... Y yo una babosa mirona. Si. Ya lo sabia. Pero como no hacerlo? Era complicado ignorar su hermosa presencia. Y mucho mas cada palabra que salía de esa carnosa boca. Eduardo era atractivo. No iba a negar eso. Pero odiaba su manera de expresarme todo el rencor que me tenia por ser excelente en mi trabajo, sabia que odiaba lo buena que era. Así que, siempre estaba exigiéndome mas. Y yo, de forma inteligente, siempre correspondía de la manera mas sutil que podía, dándole lo que quería. Porque necesitaba el empleo, la experiencia, y el dinero. Y el, de cierta forma hacia que mis hormonas chillaran de emoción cada vez que lo veían. Pero el jamás lo había notado y estaba agradecida por eso.

- Estuve haciendo algunas cosas importantes antes de venir. - aclare con la cabeza en alto. Observando como esas facciones endurecidas se moldeaban a su rostro angular. Con esa pequeña y desaparecida barba en sus mejillas. Y los ojos azules como el mar, me escudriñaban haciéndome añicos en su mente. Si. siempre esperaba lo peor de el. Hacia mi, por supuesto.

- ¿Y? Esa no es razón suficiente para llegar tarde. Mucho menos para tener que escuchar ese desagradable taconeo apresurado desde que llegaste. Y por supuesto, también tengo que decirte que el café de Gen, estaba frio. Sin mencionar los papeles que tiraste en recepción cuando te aguantaste del mostrador para no caerte mientras corrías, por llegar, tarde. Obviamente. Entonces Ada, ¿Crees que tus razones valen todo el desastre que has hecho?

Un flash back de la noche anterior atravesó mis neuronas. Yuli y yo divirtiéndonos en un antro con otras compañeras de trabajo. Con el único inconveniente de que era domingo, y no debemos salir los domingos porque por supuesto los lunes se trabaja...

- Los lunes se trabaja desde las siete y media, Ada. ¿Cuántas veces repetiré esto? - dijo juntando sus palmas. Criticándome con esa mirada llena de odio y maldad. O eso era lo que yo creía desde mi lugar.

Ni siquiera me había invitado a sentarme. Que maleducado. Tan cansada que venia hoy...

- Lo siento señor. - fue lo único que pude articular y ya no quería hacerme frente a el. Casi quería salir corriendo con esa cara enfadada observándome. Eduardo odiaba que no llegara temprano y lo sabia, pero tenia tanto tiempo sin salir, que ano0che me divertí de mas... Mucho mas de lo que yo tenia permitido hacer. Por mi misma. Yo misma me ponía limites. Y no, no es absurdo. Así es como debo conseguir el balance en mi vida.

- ¿Lo siento? Por suerte no están los directivos aquí para que aprueben este comportamiento inmaduro de tu parte Ada. No es la primera vez que pasa esto y lo sabes. Mi paciencia se agota.

- No volverá a suceder - respondí dura mirando sus ojos. El sabia perfectamente que lo que salía de mi boca era muy diferente a lo que reflejaban mis ojos. No estaba arrepentida. Pero tampoco quería ser impertinente poniendo en riesgo mi trabajo, el único sustento que tenia mi familia ahora mismo.

Me observo nuevamente. Revoloteando sus pestañas a lo largo de mi vestimenta. Paseándose por mis curvas no tan marcadas para luego, detenerse en esa camisa blanca de botones que llevaba puesta y esa pequeña gota de café que me había caído en una de las alas del cuello. Y si, volví a maldecir. Era detallista. Y un maldito obsesivo de la perfección. Virgo, siempre lo supe.

Nos quedamos en silencio durante un minuto que se sintió como una eternidad. Una que, no era precisamente fea. Era algo como, difícil de explicar, casi podía rozar la palabra cómoda...

- Espero que no lo haga. Porque a pesar del tiempo que llevas aquí, sabes que eres totalmente reemplazable. Cualquiera puede ocupar tu lugar de trabajo y eres consciente de ello Ada. Así que, enfócate en tus objetivos y deja de perder el tiempo divagando en cosas banales y poco productivas. - dictamino alzando su barbilla tanto como pudo, estirando su cuello. Haciendo un gesto desdeñoso para que saliera de la oficina. Y asentí de inmediato saliendo de allí con una mirada dura y de pocos amigos.

Si, era mi culpa por la falta de puntualidad. Pero el, y su forma de hablarme era tan agh. Lo detestaba ciertamente. No iba a ponerme a llorar a causa de el. Si eso era lo que esperaba de mi estaba muy equivocado. No soy alguien que sufra por los reflejos de los demás. Y si a Eduardo le gustaba ser así de duro con sus empleados, yo podría ser el doble de dura con el.

El teléfono vibro en mi bolsillo haciéndome respingar en el lugar mientras me sentaba de nuevo en el escritorio. Derrotada y regañada. Para ponerle la cereza al comienzo del día, y de la semana. Saque el celular leyendo el mensaje de mi madre.

"Estamos bien, tu papa esta sonriendo en el sofá gracias al show de los Jackson, amamos la televisión, gracias hija, te amamos". Cita en su mensaje y una sonrisa se desliza en las mejillas. Sonrojándome, casi provocando que los ojos se me aguaran con ganas de llorar de inmediato. Impidiéndome pensar en otra cosa, mas que en la felicidad de mis padres por un minuto. Todo mi sueldo se fue en ellos y en esa tv que tanto deseaban. Y si, al fin logre comprársela, después de varios meses ahorrando para hacerlo, lo logre. Espero poder continuar dándole mas.

Termino con el emotivo momento poniéndome a trabajar y adelantando algunas citas de el señor Eduardo. Vienen a verlos varios accionistas que se interesan en invertir en la empresa aun mas, y el acepta varios tratos, así como, rechaza otros. Me llama a la hora del almuerzo para mandarme a traer su pasta con raviolis y me asqueo de nuevo al ves que es pasta. Sino fuese por esa hora que hace de gimnasio todas las tardes, ese hombre estuviese rodando a estas alturas de la vida.

Me tome un momento para almorzar una deliciosa hamburguesa que el pago, porque al ser su secretaria me permite cargar mis comidas a su cuenta, y eso es algo que no suelo desperdiciar. Así que me enamoro de los sabores almorzando en mi escritorio, mientras tecleo varios correos en la computadora, que serán enviados el día de mañana. Quedan programados y cierro la pestaña, centrando toda la atención en la comida. Cosa que, no veo de inmediato donde la deje y palidezco. Creyendo que lo he tirado todo al suelo.

- Hola tu. - Enrique me saluda desde las sillas del frente y suspiro cuando veo la bandeja en su mano. Agradeciendo al cielo que no hice un desastre mas en esta oficina. Miro la hamburguesa gorda y rellena de forma celestial y el se ríe caminando hacia mi lugar para entregarme la bandeja y yo le doy un mordisco de lleno a la hamburguesa de inmediato, sin perder tiempo. Me veo como una persona con hambre? Si. Y la verdad es que, ni a Enrique ni a mi, nos importa.

- ¿Qué estas haciendo en este piso? - inquiero después de pasar toda la comida que hay en mi boca. El no deja de reírse y giro los ojos ignorándolo. Se burla porque como como una loca.

- Vine a ver como estabas. Ayer no me respondiste los mensajes después que tu y Yuli salieron del club en el taxi que les pedí. Me preocupe mucho. Gracias al cielo que vinieron hoy a la oficina, porque de contrario me hubiese preocupado el doble Ada.

- Es que hacia mucho sueño - forme un puchero con los labios -llegamos, nos cambiamos y cambiamos rendidas. Yuli se quedo en mi casa, pero esta mañana con lo ebria que seguía no escuche cuando me llamo para venir a trabajar y llegue tarde. Pero todo salió bien... Gracias por preocuparte.

- No es nada. Pero es importante que siempre que regresan a casa avisen. O que al menos me permitan llevarla. Yo estaba sobrio. - me guiña un ojo y pone las palmas en sus bolsillos del traje.

Enrique es muy amable. Y es como un mejor amigo para mi. Fue uno de los que me acogió en la empresa como una mas desde que entre y se lo agradezco muchísimo. No lo piensa dos veces a la hora de mostrarme como hacer las cosas. El es un apuesto diseñador y publicista. Tiene los mejores oufits en la empresa después de Eduardo.

- También venia a invitarte a almorzar, pero veo que te has adelantado como todo el tiempo.

- Me da un poco de hambre y no lo pienso dos veces para comer - confesé dejando a un lado la bandeja y dándole un sorbo al refresco.

- Bueno, un día de estos vendré antes de que el hambre te ataque. Ya veras. - reto.

- Eso veremos - le devolví la mirada desafiante, cosa que nos hizo reír a ambos y Enrique se alejo un poco hasta la puerta del ascensor.

- El señor Orlando vendrá el viernes. Quiere que le hagas el trabajo de contratar una asistente. Esta semana estamos llenos y no podemos darnos el lujo de perder personal. Te encargaras de eso y hazlo rápido, supongo que ya lo hablo con Vecna para que no tengas problemas en ocuparte de ello unas horas . - susurro el apodo y me contuve de no carcajearme. Le decía así a Eduardo por su cara de malvado. Y también por estar siempre como si odiara a todos.

- Seguro que lo hizo. Intentare adelantar algo de trabajo cuando este libre y conseguiré las vacantes antes del viernes. - conteste.

Enrique asintió y salió de la oficina subiéndose al ascensor. Dejándome sola en mi cubículo junto a las puertas que daban a la oficina de Eduardo. Ese que tenia vidrios polarizados, y no se escuchaba ni un ruido mientras la puerta estuviese cerrada.

Me carcomía la curiosidad saber que estaba haciendo. Siempre que llegaba la hora de comer había mucho silencio en todos lados y eso me inquietaba mas.

¿Qué podría estar haciendo? Que preguntona eres Ada.

Me tuve que reprender para poder volver a enfocarme en lo que realmente debía estar enfocada como el lo dijo. Tome todos los papeles que necesitaba, di un sorbo mas al vaso con coca- cola, y me encamine al ascensor. Iría a mi hora de descanso a leer los informes y hacer varias a notaciones para entregárselos antes de que se fuera al gimnasio.

Las puertas del ascensor se abrieron dejándome en el primer piso. Donde salude a varias de mis compañeras y algunos vigilantes. Estaba viendo todo por un momento junto al ascensor cuando algo mas capto mi atención. Una mujer exótica entro con un abrigo de piel atravesando las puertas de la entrada a la empresa revoluciono en el lugar. Atrayendo muchas miradas. Unos lentes tapaban sus ojos, esos que a los lados podía verse un delineado de gato tan exótico como ella. Su caminar era sofisticado y yo de inmediato me eche a un lado para permitirle el paso al ascensor porque mi cuerpo estaba atravesado de cierta forma en el lugar, después de pedirle algo a la recepcionista y esta asintiera. Se abrió paso al ascensor. Ese que abordo sin rodeos dejándonos a todos con la boca abierta desapareciendo ¿Quién era ella? ¿A donde iba?

- ¿A donde vas? - El guardia de la recepción me pregunto, cuando recogía mi abrigo del esquinero. Poniéndomelo por encima de la cabeza y cubriendo mi cuerpo enfundado en una falda negra de tubo y largas piernas con zapatos medianamente altos.

- Iré a la hora de recreación. Ya sabe, pensar y trabajar mejor. - le mostré los papeles en mi mano y atravesé el camino hasta las puertas.

Cuando salí, de inmediato el frio clima me dio de llano en la cara. Congelando varios músculos de mi rostro. Tuve que correr hasta resguardarme en un establecimiento de cafés junto a la empresa.

- Hoy no habrá buen clima...- susurre dejando caer mis brazos a los lados algo derrotada.

Esperaba que el jefe no pidiera nada a esta hora, porque con este clima solo podía agarrar rápidamente un resfriado.

La empresa Polls General Advertising Agency. Donde cualquier publicidad de tus sueños puede ser creada. Si. A eso nos dedicamos. A hacer famosos, o a ayudar a muchos a lograr ese sueño que tanto desean y necesitan. Eduardo es el diseñador principal, siempre esta creando excelentes diseños y todos sabemos que nadie es mejor que el, por algo sus padres se fueron dándole la empresa en sus manos. Sabían lo bien que el iba a trabajar. Y esta empresa salió mas a flote gracias a el y los perfectos tratados que ha hecho.

Camino envuelta en el abrigo de pelos, a paso apresurado intentando llegar hasta la biblioteca que queda a unas tres cuadras lejos de la empresa. Pongo el cronometro de una hora en el reloj y dejo que empiece el conteo. Cuando sea la hora debo regresar. Son aproximadamente las dos de la tarde, y el sol no esta a la vista. Haciendo que tengamos aun más frio que los demás días.

Al llegar no tarde en observar las pocas personas que habían en la biblioteca, el clima le impedía a muchos venir, pero yo no perdía tiempo para venir a ojear algunos libros; Y quizá conseguir una buena idea para alguna publicidad. me senté en la segunda mesa frente al gran ventanal que mostraba cómo caía la nieve sobre el suelo y las calles, cubriendo gran parte impidiéndole el paso algunos autos.

El primer papel estaba sobre los otros, primero haría todo lo de la oficina y después hojearía los libros.

"Contrato de publicidad a la empresa de Rick Borg."

Así fue como comenzó el contrato que pase de inmediato cambiándolo por otra hoja con las condiciones que querían para cumplirse al pie de la letra dentro de los límites establecidos según ellos, los empresarios suelen exigir demasiadas cosas todo el tiempo, y tontas, como utilizar el uniforme que ellos quieran, venir a la empresa y usar todas las instalaciones, y otras mas serias como las recompensas y ganancias por las publicaciones o si se llega a romper el contrato con ellos.

Eran muy fastidiosos al respecto, anote en mi agenda los datos más importantes para luego pasárselos a la abogada de la empresa, por supuesto, no sin antes comunicarlo con el jefe. Todo tenia que pasar por sus manos primero, pero yo sabia perfectamente que estaba destacando lo mas relevante para el. Lo conocia perfectamente.

Mire lo demás y tome las anotaciones más importantes subrayando las con algunos marcadores que traía en el bolso, el amarillo era fluorescente me agradaba mucho, pero no como el rosa, qué era suave y pastel. Uno de mis colores favoritos. Amaba las cosas roas pero tenia muy pocas de esos colores, preferia lucir el blanco y el crema. Y por supuesto el color negro.

El teléfono sonó y creí que era por la alarma. Lo tomé rápidamente entre los dedos al igual que los papeles, y me levanté de inmediato, mirando la pantalla del celular mientras caminaba a la salida para echarme a andar hacia la empresa.

Para mí sorpresa, era una llamada de el jefe Eduardo. No tarde en contestar oprimiendo el botón verde para atender a su llamada.

- Señorita Ada. - su voz audible se escuchó de inmediato, en el otro lado de la bocina.

Algo malo había sucedido y eso era seguro.

- Habla ella, ¿Qué ocurre? - pregunté temerosa. Sintiendo como cada fibra de mi cuerpo temblaba, a medida que me alejaba de la biblioteca con camino a la empresa. ¿Por que motivo estaba llamándome?

- Necesito que venga conmigo para hacer unas cosas. ¿Puede? - preguntó.

Me corazón aleteo en todas las direcciones posibles. Estremeciendo los pedazos dentro de mí. Sin entender que ocurría exactamente, pude escuchar cómo mi boca pronunció un corto sí. Y seguidamente indiqué mi dirección. Cosa que el no tardó en atisbar finalizando la llamada y llegando en menos de nada.

Mi cuerpo estaba en shock. Sin comprender porqué el jefe Eduardo quería mi compañía. O mi ayuda, como dijo el que me me necesitaba. ¿Qué cosas? Jamás nos habíamos visto más que en las paredes de la empresa. Aparte de que hoy solo recibí un regaño de su parte. ¿Qué le pasa? Estaba olvidando lo mucho que detestaba tenerme a su lado, o eso era lo que yo notaba alenguas. A través de esos costosos trajes y cualquier cosa que llevara consigo. Demostrándome toda la imponencia y superioridad que tenia hacia mi.

Bajó del auto sin ninguna prisa, flexionando sus fornidos brazos para quitarse los lentes negros que cubrían sus ojos. Me sorprendió al verlo acercarse hasta mí directamente.

¿Tiene un perfume nuevo? ¿Por qué hoy lo noto distinto?

- Señorita Ada, ¿me acompaña? - abrió la puerta de atrás y me hizo un ademán para que entrara en el auto.

Tragué tan grueso que creo haber compartido el sonido de mi saliva con todos. Específicamente con el jefe Eduardo. Cerró la puerta dejándome dentro y sentí como si una piedra cayera en mi estómago cuando de reojo ví ese abrigo en el asiento de al lado. Y no tardé en mirar hacia el frente, encontrando a la sexy mujer de caminar sensual, postrada en el asiento del copiloto. En total confianza.

Su figura se giró hacia mi puesto y congelé. Creí que desfallecía. Odiaba el contacto con este tipo de personas que solían discriminarme por mi trabajo. Ser secretaria era el puesto más bajo para los millonarios. Pero no sabían todo el esfuerzo y dedicación que tenía hacerlo. Para todos era fácil criticar, pero no hacer...

- Me llamo Mónica, soy la tía de Eduardo. Hermana de Francisco Polls. - dejó en claro extendiendo parte de su palma para apretar la mía.

Una enorme o se formó en mis labios sin poder contenerla. Se veía muy joven. Y hasta podría dudar si la información que me da es real. Estaba ahora sí, en shock.

- Ho-hola - pronuncié regalándole una sonrisa nerviosa mientras me soltaba la mano y se enderezaba en su asiento luego de darme un asentimiento con su cabeza. Estaba convencida de lo perfecta que era esta mujer, destilando sensualidad y elegancia en todos los aspectos.

Eduardo subió al auto, para empezar a manejar con dirección contraria por donde ambos vinimos. El no pronunció más palabras mientras atravesábamos el centro de la ciudad, y el silencio se adueñaba del espacio dentro del auto. Viendo como los focos empezaban a encenderse mientras el sol se iba perdiendo en el horizonte poco a poco. Yo, Estaba nerviosa. Inquieta sin saber el motivo de mi presencia con estos dos. Quizá Eduardo planeaba matarme y yo como una tonta no había dudado en salir con el, a ayudarle. Ni siquiera sé en qué estaba pensando cuando acepté, luego de dos años mi jefe me pide ayuda fuera de la oficina, y yo acepto a las de primeras. Eso es sospechoso. ¿Qué ocurre conmigo?

¿El va a matarme?

- ¿A dónde vamos? - pregunte sin pensarlo, las ganas de saber a dónde iba todo esto me carcomían. No fuí con muchos rodeos y en mi tono de voz lo demostraba. Quería saber lo que necesitaba.

No podía estar un segundo más adentro del auto sin saber lo que estaba ocurriendo realmente.

- Me tomé el atrevimiento de llamarte y solicitar tu ayuda, Ada, porque necesito qué acompañes a Mónica, ahora que llegó de viaje, Y está sola en esta ciudad tan grande, con tu presencia.

La explicación me dejó más confusa de lo que ya estaba. El estaba eligiéndome, para que yo fuera la acompañante de su tía. ¿Creía que era un perrito de millonarios qué se dedicaba a hacerle compañía a sus dueños? Porque si era así, estaba entendiendo perfectamente. Pero él estaba muy equivocado si creía que yo iba a hacer eso.

- ¿Y por qué yo? - no podía echarme tal responsabilidad encima cuando tenía más trabajo del que quería. No podía darme el lujo de pasear con la tía de mi jefe por las tiendas más caras y cargar sus bolsas, mientras el trabajo en la oficina se caía a pedazos, y al llegar toda la culpa sería echada sobre mis hombros- ¿No hay alguien más que lo haga? - quizá soné molesta y no fue la mejor forma de decirlo, pero tenía que expresar lo que estaba sintiendo y pensando en ese momento.

- Te pagaré para que lo hagas. - Eduardo pronunció sin mas dándole fin al asunto. Dejando en claro que no sería un trabajo de voluntariado. U obligación...

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No tuve de otra que callarme, porque él sabía perfectamente que necesitaba ese dinero. Pude escucharlo en ese tono de voz cuándo también dijo que las horas extras que esté de noche, también serán pagadas. Supo por dónde llegarme. Supo que necesitaba este trabajo. Y aunque fuera difícil debía hacerlo.

Recorrimos parte de la ciudad llegando hasta una tienda de ropa. Todos nos bajamos del auto y seguí a ambos hasta adentro. Dónde de inmediato una mujer nos atendió, vestida con un uniforme negro, el cual llevaba su nombre en la esquina superior de su camisa.

- ¿En qué les puedo ayudar? - ronroneó insinuando una sonrisa bastante falsa a la vista. Mirando a Eduardo sin parpadear. Estaba flechada.

El la miró con fastidio y pasó de largo a contestar una llamada poniendo el celular en su oído. Mónica, en cambio, no tardó en reparar en la chica, indicándole lo que necesitaba. Llevándonos a una sección de lencería, dónde sostuvo un par de conjuntos en sus manos tanteando la tela de gabardina suave entre sus dedos añejados. Un poco diferentes a la piel de su rostro.

- Me gustaría llevarme un par de estos en distintos colores. Unos cuatro colores... Y también, quisiera algo exótico para ella. - me señaló con entusiasmo caminando hacia otras vitrinas, con la chica siguiéndola detrás sin repararme.

¿Ella me había ignorado?

- Señorita Ada. - Eduardo dijo mi nombre cerca de mi cuello. Sentí que algo floreció en mi pecho y desapareció. Un calor extraño se apoderó de mis labios y los sentí secos de inmediato. Nublando mis pensamientos y desbaratando mi cuerpo.

No entendía porque mi cuerpo estaba reaccionando de tal forma frente a el. Ahora que lo tenía tan cerca, era muy distinto a como lo veía en la empresa. Era extrañamente agradable sentir su cercanía. Era inexplicable.

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