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2.Diciéndole adiós, al primer día de septiembre.

Puse toda mi fuerza en negar con la cabeza y no permitir que pensamientos confusos se apoderaran de mi cabeza. El estaba cortejando una señorita en la oficina, que oportunidad podría tener yo de...?

- Se ha dado cuenta. - respondió sujetando su barbilla con una de las palmas de su mano. Haciendo un gesto relajado.

Una pareja de enamorados entraron al restaurante, haciendo ruido en la campanilla de la entrada. Llamaron la atención de Mónica, ya que ella se levanto de su silla caminando hacia ellos con total confianza.

- He notado un par de cosas, en estos dos años que tengo siendo su asistente de trabajo - solté.

- ¿Ah, si? -respondió mordiendo parte de su mejilla, haciendo un mohín con sus labios. Era cómico verlo. Era como un niño chiquito encerrado en el cuerpo de un adulto.

A Eduardo le agradaba todo, menos estar encerrado en un lugar así por mucho tiempo. Hasta odiaba las reuniones de trabajo. Cuando las hacia en la empresa, lo único que su cuerpo gritaba era que lo sacasen de allí lo antes posible. No entendía como ayudarle, no lo sabia. Y era frustrante.

- Como por ejemplo, la pasta que suele almorzar todos los días desde hace mas de dos meses. ¿Qué lo esta empujando a hacer tal cosa? - pregunte atrevidamente con miedo de que se quedara callado y no respondiera la pregunta.

Entendería sino lo hiciera. Roza lo personal. Preguntarle sobre su forma de comer ya es mas que personal. Su rechazo seria totalmente comprendido.

- Si lo has notado -arrugo el gesto incorporándose bien en la silla. Acomodando las solapas de su traje. - Se trata de una dieta. Para aumentar la masa muscular de mi cuerpo.

- Pero si ya tiene mucha...- pensé en voz alta. Me tape la boca de inmediato con una mano, y el reparo sobre la mueca.

Ladeo su rostro riéndose. Embelesando el espacio con en sonido ronco que salía de su garganta. Burlándose del error que yo acababa de cometer. OK, estaba siendo ridícula.

- Si hermosa Ada, tengo mucha y suficiente. Pero tuve algunas cosas que me impidieron alimentarme bien durante unos meses atrás, y ahora estoy pagando esas consecuencias. No puedes notarlo, pero en realidad si me hace falta masa muscular para lo que deseo conseguir.

El me llamo hermosa, ¿Escuche bien? Dijo que era hermosa...

- Lo entiendo -respondí sin saber que mas decir. Si me había contestado, pero excepto la parte de lo que lo impidió comer bien. Era cierto. Hubieron tiempos oscuros. Donde Eduardo no estaba, y mucho menos pedía comida a su oficina a la hora del almuerzo. Fue una depresión...

El era la perfección en hombre. Con una vida perfecta. Lo tenia todo para ser feliz. ¿Qué puede causarle un trastorno como ese?

- No me diga señor, por favor. Me hace sentir viejo. Y tutéame, no me molesta que lo hagas, es más, me gusta. - dijo Eduardo, con una sonrisa prometedora. Estaba coqueteando abiertamente y yo podía notarlo. Justo aquí. Justo frente a todos y a él no le importaba mucho.

- No lo hare entonces, si me lo estas pidiendo. Pero luego no se queje si entro en confianza y empiezo a ponerle apodos.

- ¿Cómo cuáles? Podría ser, mi jefe el malo- comenzó a parlotear- o mi jefe el explotador, o quizá, mi sexy jefe... - se carcajeo notando lo burlón que estaba siendo y yo lo hice como él. Mis mejillas se calentaron y tuve que mirar a otra parte para demostrarle que no me afectaba.

El mesero trajo la cuenta, esa que el tomo y pago después sin titubear. Nos levantamos para irnos del establecimiento y ya tocaban casi las siete de la noche. Aún era temprano, para mí. Una mujer que prefería adelantar trabajo a dormir las completas ocho horas diarias necesarias. Pero no me gustaba. Optaba por pasar las noches trabajando y viendo series en la comodidad de mi sofá. Acompañada de azul. Mi perro.

Salimos a la calle, dándonos de lleno con el frio viento. Una música sonaba al fondo, algo parecido al jazz. A ambos nos gustó, y la conocíamos porque la tarareamos. Sin querer choque con su traje, o mejor dicho, con su cuerpo, cuando intentaba apartarme de la puerta para que Mónica saliera tras de mí.

Me moví de inmediato intentando no hacerlo otra vez, porque no quería molestar. Con mi torpeza. Podía arruinar todo, y... creo que me estaba gustando estar aquí. El empresario Eduardo, hoy lo estaba mirando distinto. Quizá como nunca lo había mirado. Como hombre. Para mi. Creo que el me gusta un poco... pero yo soy su secretaria y el no querrá fijarse en alguien como yo .

- Hermosa noche - Mónica comento entrando en el auto cuando Eduardo le abrió la puerta incitándola a entrar.

Luego, el se giro y abrió la siguiente puerta. Quería que me subiera también. ¿iba a llevarme a mi casa?

- No, yo puedo tomar un taxi.

- ¿Un taxi, Ada? Es peligroso que tomes un taxi sola a esta hora. Sino quieres que te lleve, dime donde esta tu carro e iré por el. Pero no te vas a mover de aquí hasta que estés segura.

- Puedo tomar un taxi, de verdad. - le hice saber. Sosteniendo mi punto. No quería contarle que no tenia auto. Harías mas preguntas, que yo no quería responder y una pregunta llevaría a las otras haciendo un bucle de todo.

- Ada, no te iras en taxi. Voy a llevarte a tu casa, sube. - Dictamino abriendo la puerta aun mas. Quise rezongar pero me contuve de hacerlo, subiendo rápido al auto. Acomodando mi falda una vez estando dentro.

El se subió junto a mi. Y cerro la puerta. Me sentí confundida, no entendía quien iba a llevar el mando del carro si el se iba a sentar aquí...

- ¿Quién va a manejar? - curiosee mas de lo normal lanzando una vista a la parte delantera, donde se encontraba Mónica.

- Lo hará el chofer. - Eduardo respondí con la cabeza clavada en el celular, muy bajo. Casi no llegue a escucharlo y creí haberlo imaginado.

El chofer entro en el puesto del piloto y comenzó a andar, poniendo el carro en marcha. Opte por mirar a la ventana y no enfocarme en como Eduardo no veía mas que la pantalla de su celular. Arrugando el ceño de vez en cuando y tecleando cosas imposibles de ver. Porque yo mantenía la vista lejos de eso.

Las luces se movían sobre nosotros iluminando todo a su paso. Era muy hermoso ver como la ciudad se iluminaba tanto de noche, incluso con el tanto frio que hacia en todos lados.

- Espero le haya gustado la cena de hoy - dijo con un tono monótono. Soltando el teléfono observando mi rostro a mas detalle. No había luz adentro del auto, así que no miraba exactamente la dirección de estos sobre mi. Era mas una deducción de su dirección. Era fantástico, interesante, abrumador.

- Me gusto mucho, todo estuvo excelente - correspondí su mirada.

- ¿No quiere nada mas o necesita algo para su hogar? - pregunto sin timidez como si fuésemos íntimos amigos. Y no pude dejar de abrir los ojos. El también estaba siendo extraño.

- Tengo todo lo que necesito en casa, estoy bien, gracias - sentí mirándole a través de la oscuridad para darle mas fundamento a mis palabras.

- ¿En serio vive sola? Creí que sus padres aun la acompañaban. - pregunto cambiando de tema.

- Vivo sola desde que trabajo con usted, mis padres tienen una vida lejos de aquí. Y no les pediría que la cambiaran solo para venir a esta ciudad, donde se que no se amañarían. Y ellos por supuesto, jamás serían felices viviendo en una ciudad como esta. Prefiero vivir sola, y que ellos sean felices dónde quieran vivir.

- Tiene razón, es muy acertada. - dijo.

- Disfruto vivir sola, así que no he tenido problemas con ello. Por supuesto, que a veces extraño a mis padres, pero, no es como sino pudiera llevar está vida de foránea. - sincere.- Me agrada. Tanto como tu tía.

- ¿Cree que podrá con mi tía? - jugaba con los mechones de su cabello. Sus dedos estaban inquietos y empezaba a confundirme su actitud. ¿El estaba nervioso?

- Si - sonreí. Mónica me caía muy bien ya, era linda y amable. - Quizá, hasta nos hagamos muy buenas amigas mientras esté aquí. - confesé.

- Mañana necesito algunos papeles en mi escritorio señorita Ada, por favor que estén listos a la brevedad posible para yo revisarlos apenas llegue. - dejó en claro cambiando nuevamente de tema y yo asentí.

Era extraño como el hacia notar cierta amargura hacia mi. Y no comprendía el motivo de su molestia. Pero no iba a darle tantas vueltas al asunto. Necesitaba obviar todo lo que lo competía a el, y dejar de tomarme todo personal. Era ridículo creer que tenía algo en contra de mi.

Quizá era el, el que tenía problemas cambiando a cada nada de humor. Era tonto.

- Los tendré listos.

- Excelente. - finalizó volviendo a su teléfono.

El chofer del auto me pidió la dirección exacta y se la dije con recelo. Odiaba que el jefe Eduardo desde hoy supiera dónde vivo. No era lo que yo quería. Me gustaba mantener mi vida personal fuera de lo laboral y se estaban mezclando muchas cosas esta noche. No era como si el fuese a acosarme o alguna cosa, porque esperaba todo de Eduardo menos algo así. Ni siquiera mostraba algún interés en saber la dirección más que por obligación de ni dejarme abandonada en medio de la noche. Y aun más, sin saber si tengo carro o no. Aunque creo que lo dedujo al no responderle la pregunta. Era más que obvio.

No tardamos en llegar al edificio de ladrillos ubicado un poco lejos de la empresa, se encontraba muy bien alumbrado y agradecía por ello para que no diera un aspecto de guarida tenebrosa de noche. No era una mala zona, ni tampoco una costosa. Estaba bien para alguien que vivía solo. Para mí. Además de que era económico y muy bien amueblado. Lo amaba.

Al llegar, Henry intentó bajarse pero Eduardo lo frenó. Bajando se y dándome paso para entrar a la puerta del edificio. Creí que me dejaría hasta ahí y se iría pero no fue así. Me siguió hasta el ascensor, ese que subió conmigo. Y dos pisos más arriba abordé el pasillo que se mostró.

Caminó conmigo en silencio, con solo los tacones haciendo eco y yo temblaba un poco de nerviosismo.

Me quedé en el apartamento 206 y tome las llaves del bolso para después ponerlas sobre el pomo. Abriendo de inmediato encontrándome con una oscuridad bastante abrumadora, pero nada que no se pudiera arreglar solo presionando un botón amistoso en algún lado de esta pared que yo reconocía rápidamente.

- Encenderé las luces - dije poniendo el bolso en uno de los sofás. Sin escuchar palabra alguna de Eduardo, quién se mantenía parado en el marco de la puerta atento a cualquier movimiento.

Prendí las luces y volví hasta la puerta donde el me observó con las manos dentro de sus bolsillos. Solo miraba el resto de la habitación y alternaba sus ojos con los míos. Pidiendo algo de aprobación para mirar.

- Ya está - dije un poco atolondrada sin saber qué hacer. ¿Debía invitarle a entrar?

- Bien, me iré ahora mismo, ya que está bien y a salvo. - asintió ofreciéndome una de sus palmas que tomé y estreché de inmediato. Electrificandome con la calor de su mano, y la suavidad de los dedos que envolvieron con confianza mi mano.

- Buenas noches señor Eduardo. - dije cuando me soltó y se giró para empezar a caminar vía ascensor. Dejándome en la puerta.

- Buenas noches señorita Ada. - se volteó para lanzarme una mirada que no pude descifrar.

Y esa que me dejó pensando toda la noche. Pensando en Eduardo Polls. Pensando en su mirada azúl.

Cerré la puerta. Me quité los tacones y mis pies respiraron dejando que la sangre circulara perfectamente por ellos. Amo estar descalza dentro de casa. Y tocar el piso frío me da una sensación de hogar. Así es como siempre estoy en casa de mi padres, descalza. Con el calor y el clima tan templado que hay allá, es así como me encantaba estar, aun, cada que los visito.

Fuí hasta la cocina para hacerme un vaso de avena antes de dormir, algo como un agua de hojuelas dulce, porque estoy bastante llena como para comer algo más y sólido por esta noche. Quedé muy satisfecha.

Satisfecha. Así me hacía sentir la presencia de Eduardo. No estaba logrando entender perfectamente lo que estaba sucediendo dentro de mi cabeza. Estaba siendo toda una revolución de sentimientos y sensaciones encontradas que desde hace mucho no veía levantarse. Sabía que no había ninguna oportunidad con el, siendo tan diferentes no sería yo la primera mujer que quisiera enamorarse de el. Pero, hasta ahora estaba teniendo estos pensamientos de que me gustaba y yo no comprendía exactamente por qué, ¿por qué ahora?

¿Pero que ganaba sacando esto a la luz? El estaba coqueteando con alguien más, siendo atento con ella y, no desmentía los rumores que habían en la oficina de ese romance consensuado.

Eso quería decir, que no le importaba mucho lo que ocurriera con esos rumores. No le molestaba. ¿Decepcionante? No lo sé. No quería pensar en ello y comerme la cabeza, faltaban cuatro meses para acabar el año y era en lo menos que quería y necesitaba pensar ahora. Tengo tanto trabajo que el amor no se acerca a ser nada de prioridad ahora.

Tomé el vaso llenando lo a la mitad y vaciando dos cucharadas de avena en el, para agregarle algo de azúcar y revolver toda la mezcla homogénea con una cucharilla. Para después, darle varios sorbos al vaso hasta acabármelo.

Lavé lo que ensucie y apague las luces de la sala y cocina, para dirigirme a mi habitación. Las luces estaban encendidas como suelo dejarlas, me saqué la camisa poniéndola en la cesta, al igual que el resto de mi ropa. Me di un baño rápido, lavando mi cabello y me enrollé en una toalla al salir. Hacia frío. Y mucho más con el aire encendido, pero prefería tenerlo así que pasar algo de calor.

Me vestí con un conjunto rosado de peluche y me lancé a la cama, cubriéndome con el edredón blanco como un oso. El celular vibró en la mesa de noche, dónde lo puse al entrar y no quise mirarlo de inmediato. Los párpados se me estaban cerrando al punto de, perder el hilo de esos pensamientos que rozaban lo insoportables. No podía sacarme todo lo que hoy había ocurrido de la cabeza.

Y, sin querer, me dejé enredar en la nube de los sueños. Diciéndole adiós, al primer día de septiembre.

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