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—Si quieres puedes hacerlo aquí —le sugirió Alberto.

Los miré.

—No, no quiero molestar.

—Para nada. Hay mucho espacio para todos.

Martha sonrió. Parecía tímida.

Yo también sonreí porque me pareció algo lindo. Estos dos parece que tienen cierta atracción.

—Claro, ve por tus cosas.

Martha salió.

—Bueno... —Alberto abrió su trabajo—... ¿en donde quedamos?

Media hora después Alberto y yo llevábamos bastante avanzado el trabajo, Martha también estudiaba y Alberto le ayudaba con ciertas cosas que no entendía. La casa se sintió en silencio un momento, pero cuando escuchamos el azotar de una puerta supimos que Helena había llegado. Y no sabía si Harry también, no lo sé.

Pero igual nosotros seguimos estudiando.

—Buenas noches—una voz masculina proveniente de la puerta nos hizo girar a ella. Sentí algo en el pecho al ver a Harry ahí de pie. Nos observaba neutro.

—Buenas noches, señor Lee, ¿quiere algo de cenar? —Martha se puso de pie.

—No, no. Ya cené. Sigue estudiando —le dijo.

—Está bien.

—Buenas noches —respondí yo— Disculpa que estemos estudiando aquí. Él es Alberto, compañero de clases. Estamos haciendo un trabajo.

—Así que Alberto... —murmuró Harry. Cualquiera diría que estaba celoso. —Está bien, pueden seguir estudiando.

Fruncí el ceño ante Harry, era muy raro.

—¡Harry! —era Helena— ¡Harry! ¡Me han robado! —Helena apareció en la cocina también.

—¿De que hablas, Helena? —le respondió Harry.

—Mi anillo, no está mi anillo de compromiso, Harry —se quejó. Miré a Martha y ella me miró a mi. En eso apareció Jared y el otro tipo robusto.

—¿Lo buscaste bien? Aquí nadie roba, nadie ha entrado.

—Nadie ha venido más que los mismos que estamos aquí —le dijo Jared, eran los de seguridad. Parece que esto se iba a poner más complicado. Me daba pena con Alberto, ni siquiera pudimos avanzar mucho en nuestro trabajo.

—Discúlpame, Alberto.

—No te preocupes.

—Yo me lo quité en la mañana cuando Isabella... —ahora me miró a mi—... fuiste tú, ¿verdad? —se acercó a mi pero Harry la detuvo de los brazos. Me puse de pie.

—¿De que hablas?

—Eres la única que entró en mi habitación a limpiar ¡fuiste tú quien se robó mi anillo! Ese anillo vale miles de dólares ¡eres una ladrona! —quería venir y abalanzarse hacia mí.

Pero me dio rabia, me dio mucho coraje que estuviera culpándome de algo tan grave como eso. Ahora todos me miraban. Me sentía tan humillada.

—¿De qué mierdas estás hablando, Helena? —me quise abalanzar hacia ella pero Alberto me detuvo a mi. —¡Suéltame! —me quise zafar— ¡Jamás me he robado un centavo de alguien!

—¡Acéptalo, maldita ratera!

—¡Helena, ya basta! —intervino Harry— Esto es un malentendido. ¡Jared!

—¿Si, señor? —revisa la habitación de Helena, debe de estar por ahí ese anillo.

—En seguida.

Jared se fue a revisar la habitación de la idiota de Helena.

Qué humillación.

—¡Ordena que revisen la habitación de Isabella! ¡Anda! —seguía exclamando Helena.

—No haré eso —contestó Harry.

—No, déjala que revisen. —les dije— Para que salgamos de esto de una buena vez. Alberto, puedes soltarme.

Alberto me soltó, así que me tranquilicé un poco.

—Isabella, no es necesario, el anillo debe de estar caído por ahí.

—Deja que revisen su maldita habitación —dijo Helena.

Harry la soltó. Helena se veía muy enojada en realidad. Estaba pasando la peor humillación y frente a Alberto, genial, esto no podría salir peor.

—No revisaremos su habitación —Harry se seguía oponiendo.

—Harry, por favor, Helena se dará cuenta de que se equivoca.

Harry me miró, parecía apenado por lo que su esposa hacía. Él no quería que revisaran mi habitación porque quizás sabía que no sería capaz de algo así y que el revisar sería como faltar el respeto.

—Está bien, si eso te hace estar tranquila —asintió— Vamos.

Todos nos encaminamos hacia mi pobre habitación.

—O está muy dolida o sabe fingir bien —me susurró Alberto detrás de mi.

Fruncí el ceño sin entender.

—Qué pena contigo —me disculpé— Jamás me había pasado algo así.

Al llegar a mi habitación el otro guarura empezó a abrir mis cajones, a buscar debajo del colchón, de la cama. Revisó mi ropa. En fin, habían dejado un tiradero ahora. Yo me sentía sin miedo  a nada porque yo no me robé ese anillo.

—No hay nada, señor —le dijo el tipo a Harry.

—¿Revisaste bien? —le cuestionó Helena, adentrándose a la habitación y dirigiéndose a mi mesita de noche. Allí tenía algunos libros y un frasco de vidrio transparente. Contenía un poco de arena de mar y conchitas dentro. También estaba decorado con conchas afuera. —¿Qué es esto? —y sin previo aviso lo aventó al piso.

—¡No! —exclamé al ver su crueldad. El frasco se hizo añicos, todo se arruinó.

Helena se arrodilló, rebuscó entre la arena y de ella sacó un anillo de diamantes.

Me quedé helada ante lo que veía.

No puede ser.

—Mi anillo.

Harry me miró.

—Harry... —no me gustaba la forma en la que me miraba, parecía que en realidad creía que yo me robaría el anillo. —Harry... —quise acercarme—... Yo no lo hice.

—Estaba en tu habitación. Lo tenías muy escondido, quién se lo imaginaría. —Helena estaba tranquila ahora— Suficientes pruebas hay para correrte, por ladrona.

Harry solo tenía la vista en el piso, ni siquiera decía nada.

—Isabella, recoge tus cosas —empezó a decir la bruja de Helena— estás despedida.

Sentí un sabor amargo en mi garganta, también sentí algo raro en mi estómago. No, es que ¿cómo llegó eso ahí? No podía ser. Yo no puse eso ahí, ¿quien sería capaz de hacer eso?

—Harry, Martha, yo no lo hice. No robé ese anillo.

—¿Y quien más podría haberlo hecho? Eras la única aquí, en mi habitación. ¿Creíste que no nos daríamos cuenta? —Helena disfrutaba esto— Si te hubieras robado cualquier otra joya después de arreglar mi joyero quizás no me hubiera dado cuenta. Pero te llevaste mi anillo, el que Harry me dio cuando nos casamos. ¿Qué creías? ¿Que no me daría cuenta? Eres una ladrona.

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