Capítulo 2 Esto es lo que soy
—¿Bebiendo a esta hora de la mañana?
La voz de Wilson, me sorprende en el momento justo en que abre la puerta de mi oficina y entra sin haberse anunciado. Odio que interrumpan mi privacidad.
—Hace muchos años que nadie me dice lo que tengo que hacer, Wilson, a estas alturas deberías saberlo mejor que nadie ―le indico con fastidio―. Soy mi propio dueño, hago y digo lo que quiero cuando se me da la real gana ―me levanto de la silla, camino hasta el bar y me sirvo un nuevo trago―. Esa es la ventaja de ser el maldito amo del universo ―giro mi cara y sonrío con arrogancia―. Tener dinero es como poseer la llave maestra que abre todas las puertas del mundo y que, para otros, permanecen totalmente cerradas.
Suelta un bufido antes de sentarse en el sillón.
—Y esa es la principal razón por la que nadie te soporta, Anthony —su comentario me molesta. De haber sido otro, lo habría enterrado vivo bajo tierra, sin embargo, lo dejo pasar, porque es mi mejor y único amigo―. Si no cambias esa molesta actitud y dejas tu soberbia, permanecerás solo toda tu vida y nunca tendrás amigos.
Ruedo los ojos. ¿Amigos? ¿Y quién demonios los necesita?
—Te tengo a ti y eso es más que suficiente, Wil —me tomo todo el trago de un solo jalón y vuelvo al bar para recargar una vez más—, además, si quiero tener un montón de amigos, puedo comprar los que quiera con mi dinero ―encojo los hombros con desinterés―. Te puedo prometer que tendría un ejército de ellos con tan solo chasquear los dedos. Sabes bien que el dinero mueve montañas y compra conciencias.
Una sonrisa vuelve a tirar de mis labios. No hay nada que el dinero no pueda conseguir.
—El dinero compra favores, lambiscones e hipócritas, Tony —me dice en tono molesto—. Soy tu amigo, porque te aprecio y te tengo en estima. Nos conocemos desde que éramos unos muchachitos ―es por esa razón por la que sigue a mi lado. Wilson es un tipo serio, fiel y honesto; la única persona, además de mi amada vieja, en la que puedo confiar―. Sin embargo, debo reconocer que has cambiado mucho durante estos últimos años ―ya comienza con su bendita cantaleta―. Te has convertido en un hombre cruel y perverso y no te importa hacer daño, si con ello, obtienes lo que quieres.
¿Y eso qué? He trabajado bastante duro para forjar mi porvenir. Soporté un maldito infierno para lograrlo y destruí cada obstáculo que se interpuso en mi camino para llegar a donde estoy. Lo que quiero lo obtengo a cualquier costo y, si tengo que destruir la vida de alguien para conseguir todo lo que me propongo, lo haré sin que me tiemble el pulso.
—Sabes, Wil, todo lo que he conseguido en esta vida… ―levanto la mano con la que sostengo el vaso y señalo a mi alrededor―, el dinero, poder, prestigio y todo cuanto poseo; es gracias a ser el tipo de hombre que soy —le digo en tono orgulloso—. Tuve que luchar por ello para conseguirlo. Sabes toda la historia, no tengo por qué contártela ―añado―. No obstante, debo recordarte que el alcohólico de mi padre estuvo a punto de arruinarlo todo —escupo con ira—. Tuve que quitarlo de en medio, porque nos estaba llevando directo a la quiebra. Trabajé de manera incansable para levantar esta empresa antes de que se fuera al infierno e hice de ella un gran imperio que se ha convertido en el primero en su tipo a nivel mundial.
Vacío el trago y luego coloco el vaso sobre la mesa de manera brusca. El recuerdo de ese miserable pasado me revuelve el estómago y me llena la boca de hiel.
—No reprocho lo que has hecho, hermano ―se levanta del sillón y camina en mi dirección―, al contrario, siempre te he admirado, porque a pesar de lo difícil que ha sido tu vida, nunca te rendiste ―sus palabras logran bajar el nivel de mi enojo―. Te esforzaste a cada segundo de tu vida y trabajaste sin tomar un solo respiro, hasta que lograste conseguir todo lo que te propusiste ―ni que lo diga―. Sé lo mucho que te ha costado, sin embargo, crítico los métodos que usaste para lograrlo, Tony. Entiéndelo bien —me dice en tono de súplica―, bajo cualquier circunstancia, siempre voy a permanecer a tu lado ―hace una pausa―, pero, tarde o temprano, te arrepentirás de todo y quizás sea muy tarde cuando decidas hacerlo.
¿Arrepentirme? ¿Yo? Ni una mierda.
—En mi vida no hay cabida para los arrepentimientos, amigo —acoto, en tono determinado—, cada decisión que he tomado, ha sido con pleno uso de conocimiento ―lo miro a los ojos para que entienda que no hay ni un ápice de remordimiento en mis palabras―. Hice lo que debía hacer y lo haría de nuevo de ser necesario —esta vez el tono de mi voz ha aumentado algunos decibeles—. La bondad es para los débiles y en esta jungla de depredadores soy el maldito rey.
Me observa con mirada condescendiente, da un largo suspiro y cambia la conversación. Es la mejor decisión que ha tomado. No hay nada en este mundo que pueda hacerme cambiar de parecer. Esto es lo que soy y no voy a convertirme en lo que ellos quieren que sea, solo para hacerlos felices.
—Vengo a decirte algo muy importante ―cruzo los brazos sobre mi pecho y lo escucho con atención―. Hace algunos minutos Bradley me informó que detuvieron los buques antes de que salieran del puerto de Rusia.
¿Qué carajos acaba de decir? ¿Detenidos?
—¡¿Qué demonio estás diciendo?! ―le grito molesto― ¿Cómo que fueron detenidos? Bradley me había comunicado que los trámites se habían realizado a tiempo y que en poco más de una hora los buques estarían zarpando con mi cargamento ―me aprieto el puente de la nariz―. ¿A estas alturas vienen a decirme que hubo problemas?
Me quedo esperando por su respuesta. Mi mal humor acaba de empeorar a su máxima potencia.
―Problemas con la documentación, es el motivo por el cual fueron detenidos ―me explica con preocupación―. En este mismo instante se está enviando lo que la planta está requiriendo para poder avalar la salida de los buques. Sin embargo, lo harán con retraso y no estarán aquí sino hasta el martes de la próxima semana.
¡Esto era lo que me faltaba! ¿Dos putos días de retraso?
―¿Estás consciente de lo que eso significa? ―espeto, ofuscado―. ¡Millones en pérdidas! ¿Solo porque ese maldito imbécil no pudo hacer bien su trabajo?
No admito ningún tipo de error en mis negociaciones. Si alguien tuvo la culpa de que esos cargueros no salieran a tiempo, entonces rodarán cabezas en este mismo instante. Salgo de mi oficina y voy en la búsqueda del incompetente que nos metió en este enorme problema. Al llegar, abro la puerta de un portazo. El golpe es tan violento que los vidrios de las ventanas vibran con el impacto.
―¡Maldito imbécil! ―suelto con ira una vez estoy frente a él―. Tu único trabajo era asegurarte de que mis equipos llegaran a puerto, a más tardar el domingo ―espeto de manera airada―. Me encargué personalmente para que la puta negociación se cerrara sin ningún contratiempo. ¿Qué tan difícil era enviar un simple documento para que esa carga partiera a la fecha y hora indicada? ¡Maldita sea! Eres tan inepto e incapaz que solo te bastó un segundo para destruir lo que tardé una semana en conseguir. ¿Ahora me dicen que por culpa de un insignificante papel mis equipos no llegarán a tiempo?
Todos mis empleados me conocen bien y saben que puedo ser un completo tirano cuando las cosas no salen como las espero. Que lo trate como a una basura es culpa suya, no la mía. Detesto a los incompetentes.
―No sé lo que pasó ―aduce nervioso―, todos los documentos se habían enviado correctamente ―niega con la cabeza―. Estaba a la espera de que se me informara que los cargueros estaban listos y a punto de partir.
¡Jodida partida de imbéciles e incapaces!
―¿Esperar? ―escupo sobre su cara―. En este negocio no se espera; se diligencia, se persigue, se asegura ―estallo de furia―. Recoge tus malditas pertenencias y desaparece cuanto antes de mi presencia ―lo tomo por la pechera de su camisa y le doy un empujón que lo hace trastabillar―. ¡Lárgate ahora mismo de mi puta empresa!
Recoge su chaqueta de la silla y las pocas pertenencias que hay sobre el que era su escritorio. Sale de la oficina sin decir una sola palabra. Me acerco a la mesa y barro con todo lo que hay sobre ella en un arranque de ira e impotencia. Casi de inmediato, vuelvo a mi oficina, seguido de cerca por Wilson, para encargarme de resolver, cuanto antes, este problema. No podré evitar que la mercancía llegue con retraso, por lo que corro el riesgo de que nuestro cliente principal cancele el pedido por incumplimiento de contrato. Por fortuna, cuento con aliados estratégicos, en el caso de presentarse una eventualidad como esta, que pueden brindarme su apoyo de manera eficiente y efectiva. Cinco horas después, todo ha sido resuelto de manera satisfactoria. El cliente recibirá su mercancía en el tiempo estipulado, aunque por ello haya incurrido en gastos adicionales que me hicieron perder algunos pocos millones. No obstante, mi nombre y mi credibilidad no se verán afectados a causa de ese imbécil.
Decido que es hora de volver a casa. Hastiado y cansado de tanta incapacidad, decido dar por terminado mi día laboral y abandono el edificio. Subo a mi deportivo y piso el acelerador para llegar cuanto antes. Necesito zafarme del estrés que tiene mi espalda tensa; llamar a alguna de mis amantes y, desahogarme con ella, follándola hasta la inconsciencia. Hoy comencé el día con el pie izquierdo. Espero que no empeore.
