Capítulo 4
Estoy a punto de decirle que no debes comportarte así cuando no conoces a alguien, pero ese chico se da cuenta y pone su mano en mi hombro.
- No te preocupes, no es necesario – dice, luego ve su mano en mi hombro e inmediatamente la retira, alejándose nuevamente un paso.
- No nos comportamos así. La educación no debe ser una elección, sino una obligación – digo.
- ¿Sabes que eres muy gracioso? - me dice riendo.
- ¿I? ¿Por qué? -
- Porque hablas de educación, pero antes no me dejabas terminar ni una sola frase - .
Me río.
- Estoy mortificada. ¿Qué es lo que me querías decir? -
- Quería decirte que solo tengo estos cinco dólares y sé que no son ni la mitad de lo que gastaste, pero deberías... - comienza a decir extendiendo su mano para darme todas las monedas que tiene.
- Oh, ¿quisiste decirme que estarías feliz de acompañarme hasta la parada del autobús? - Lo interrumpo. - ¡ Eres muy amable, gracias! - exclamo sonriendo.
Él se ríe y niega con la cabeza.
- Ya basta, me rindo - dice.
- ¡ Finalmente! Fueron necesarias unas buenas dos horas, diría que se puede mejorar - bromeo, haciéndolo reír.
Caminamos hacia la plaza donde está la parada de autobús.
- ¿Tienes un lugar para quedarte esta noche? - Yo le pregunto.
- Sí – responde inmediatamente, pero no sé si creerle o no.
Nunca pude traerlo a mi casa. Mis padres se volverían locos, pero ni siquiera puedo dejarlo así en plena calle, sobre todo porque está cayendo la noche y el frío arrecia.
- ¿Está seguro? - Pregunto.
El asiente.
Llegamos a la parada y lo siento un poco. No quiero decirle adiós.
- Gracias por confiar en mí y entender que no soy un asesino en serie - le digo sonriendo.
- ¿Me lo agradeces? Soy yo quien debería agradecerte. Hacía mucho tiempo que no pasaba una tarde tan agradable - .
- Fue un placer - digo, luego me giro para subir al autobús.
- ¡ Hey, espera! - me llama de nuevo, justo antes de subir a bordo.
Me vuelvo hacia él.
- Ni siquiera me dijiste tu nombre - .
-Stefanie- .
- Fue un placer conocerte, Stefanie - dice y me doy cuenta de que me gusta escuchar mi nombre salir de sus labios. -Soy Trevor- .
- Para mí también fue lindo, Trevor - .
Subo los dos escalones del autobús y algo me viene a la mente. Me vuelvo hacia la parada y lo veo cuando está a punto de irse.
- Trevor - Le devolveré la llamada.
Inmediatamente se vuelve hacia mí y camina hacia las puertas del autobús. Está solo dos pasos debajo de mí, pero estamos a la misma altura.
- ¿Sí? -
- ¿No podrías usar esos cinco dólares para comprar cigarrillos? - Yo le pregunto.
El sonrie.
- Está bien, lo prometo - .
- ¿ Una promesa de meñique? - pregunto levantando el dedo.
- Eres muy divertida, Stefanie – se ríe y aprieta mi dedo con el suyo.
- Recuerde, las promesas del meñique no deben romperse. Estas son promesas sagradas - .
- No lo romperé - dice y se aleja del autobús al mismo tiempo que el conductor cierra las puertas.
Voy, me siento y lo saludo desde la ventana.
Vuelvo a casa, pero no puedo evitar preguntarme dónde dormirá y si estará a salvo.
Stefanie
Han pasado unos días. Es sábado y fui a la escuela esta mañana. No me gusta ir a la escuela los sábados, pero después de tres años me he acostumbrado.
Estoy contando atrás. Faltan dos semanas para las vacaciones de Navidad y no puedo evitar pensar en Trevor. Está solo y seguramente pasará las vacaciones solo y quizás ni siquiera tenga qué comer ni un regalo que desenvolver.
Ya sé cuál es mi regalo. Mis padres me dieron su tarjeta de crédito y me dijeron que podía pedir lo que quisiera. Elegí un par de zapatos que quería desde hace mucho tiempo, pero no son tan bonitos como cuando desenvolví el regalo de la abuela la mañana de Navidad.
Cada año me hacía un regalo personalizado. Me regalaba sudaderas y luego cosía una dedicatoria por dentro, o hacía lo mismo con un gorro o una bufanda. Fueron los regalos más bonitos del mundo y los extraño muchísimo. Fue gracioso porque la mayoría de las veces se equivocaba de talla o los compraba en el departamento equivocado y me daba algo para hombres, pero no era el regalo en sí lo que era especial. Fue lindo porque cerró la librería por un día para dedicarse por completo a buscar mi regalo, y luego se encerró en casa a coser la dedicatoria. Ella me dedicó un día entero, mientras mis padres dedicaron esos cinco segundos para decirme: -Aquí tienes la tarjeta. Cómprate el regalo que deseas sin reparar en gastos - . No me prestan atención y ni siquiera cuando era más joven lo hacían. Siempre tienen otras cosas más importantes que hacer y yo no encajo en sus prioridades.
Llegué a casa hace unas tres horas. Levanto mi teléfono y encuentro un mensaje de mi mejor amigo.
C: ¿Salimos esta tarde? ¿Aperitivo?
Yo: Lo siento, pero hoy realmente no puedo. Nos vemos el lunes en la escuela.
No me gusta mentirle, pero sé que si le dijera que necesitaba absolutamente ver a una persona sin hogar que conocí para ver si estaba bien, se volvería loca. No puedo culparla, pero tampoco me importa y seguir viviendo mi vida como si nada hubiera pasado.
Agarro una mochila y pongo en ella todo lo que pueda necesitar, luego me preparo.
Cuando llego a la puerta para salir veo una maleta.
- Hola, Stefanie – me dice mi padre. - Me llamaron hace un momento. Tengo que ir a una presentación importante y volveré el lunes - .
- Ok – respondo simplemente.
No me importa en absoluto. Ni siquiera tengo curiosidad por saber cuál fue el motivo de su discusión esta vez. Aprendí una cosa de ellos y la odio. Aprendí a huir. Nunca los he visto sentarse alrededor de una mesa para discutir y encontrar una solución entre ellos. Cuando discuten, simplemente salen corriendo a esperar que las cosas se calmen un poco, pero luego vuelven a atacar. Siempre ha sido así: discusión, escape, regreso y luego empezamos de nuevo. Lo único que cambia son los motivos de las discusiones y las ciudades a donde -va- mi padre .
