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Capítulo 5

Ella tarareó y volvió a cerrar los ojos.

—Vendré cuando tenga un descanso —dije mirándola, pero no respondió. Sonreí débilmente y me levanté para irme cuando me tomó la mano sin apretar.

—Eri ... v-vuelve... pronto. —Sonrió y parpadeó varias veces, y asentí. Le di un beso en la frente y salí corriendo de su habitación, cerrando la puerta.

Hace cuatro años llegamos a Nueva York buscando trabajo. Mi madre, Lavinia Dante, se unió a una escuela de baile para que pudiéramos vivir. El dinero que ganaba nos alcanzaba para dos comidas al día. Vendió sus joyas y con ese dinero alquilamos una pequeña casa. Casi todo el dinero se nos fue en los primeros días del mes en alquiler y nos quedó muy poco para sobrevivir. Ahorró cada mes y abrimos una pequeña panadería junto a la casa. Trabajaba duro todos los días para que pudiéramos vivir. Iba a la escuela de baile en el turno de la mañana y por la noche atendía la panadería. Ir a la escuela era un lujo para mí. Nunca volví a la escuela después de San Francisco. Gastábamos demasiado y mi madre no ganaba mucho dinero. Así que se encargó de darme clases todas las noches. Me compraba libros y recibía clases particulares en casa.

Todo iba bien hasta el año pasado, pero entonces la salud de mi madre dio un giro radical. Estaba cansada todo el tiempo. Ya no era la misma. Su rostro se estaba encogiendo y ni siquiera podía trabajar. Cuando consultamos a una médica, nos dijo que tenía cáncer de cuello uterino en estadio IV A, que tenía cura y que mi madre podría vivir. Al principio fue horrible escuchar eso, pero con el tiempo decidí hacerlo todo por mi madre. Me uní a la Academia de Danza Varsetile para perseguir la carrera de sus sueños. Siempre quiso que me convirtiera en una bailarina reconocida. Incluso tuve la oportunidad de participar en muchos concursos allí y gané muchos, lo que me ayudó a comprarle las medicinas a mi madre, y por las noches solía encargarme de la panadería, lo que nos ayudaba con los gastos diarios.

Mi vida cambió por completo. De niña despreocupada, pasé a ser responsable. La alegre Fernnda desapareció y ahora era la chica muda de la academia. Mi madre estaba en reposo absoluto. Era el día más feliz cuando se levantaba y se sentaba un rato o paseaba por el jardín.

A los treinta y cuatro años, mientras todas las demás mujeres disfrutaban de la vida con sus familias felices, mi madre luchaba por sobrevivir. Cuando estaba sana, papá le dio todas las penas que pudo, y ahora que papá no estaba y ella podía vivir feliz, Dios estaba decidido a arrebatarle la vida. Pero no se lo voy a poner fácil. No puedo dejar que mi madre muera. Necesito un trabajo, pero ¿quién contrataría a una chica sin cualificación?

El mes pasado, mi mamá recibió quimioterapia, que fue muy intensa para su frágil estado. Ese día me dijo que quería morir, pero que lo único que la hacía feliz era yo. Siempre temió que yo fuera demasiado joven y que, si después de su muerte alguien intentaba aprovecharse de mí, esa era la única razón por la que quería pelear, pero, una vez más, no quería que yo fuera a bailar por todas partes.

Para ser honesto, no podía ganar dinero con nada más que bailar. Era lo único que sabía. Nunca fui a la escuela primaria. Nunca estudié como otros estudiantes de carreras profesionales, pero sabía ciertas cosas que no sirven sin un título.

Trabajé como bailarina en un bar durante dos meses, después de los cuales tuve suficiente para sus terapias. Nunca supo adónde iba; si no, se habría sentido muy decepcionada. Le dije que aún era mediodía y que volvería en un rato, y que debido a su cáncer, también había perdido parcialmente la visión. Me creyó completamente. Era mi ángel y no podía permitir que Jesús me la arrebatara.

Tomé mi bolso y caminé hacia la academia de baile. Como ya no trabajaba en un bar, tenía tiempo de sobra para sentarme en la panadería por la noche. La academia estaba a cinco minutos caminando de mi casa. Llegué y entré a la clase.

-Llegas tarde Fernnda.- Mi cabeza se levantó bruscamente y salí de mis profundos pensamientos .

Era Zachary, nuestro instructor de baile, el chico de pelo largo recogido en una cola de caballo y barba poblada. Tenía más o menos mi edad, pero era un excelente bailarín. Gracias a su esfuerzo, nuestro grupo Armour había ganado muchas competiciones y ahora estábamos deseando que llegara la competencia American Dance Heck en Miami.

—Lo ... lo siento —balbuceé mirándolo y corrí a mi casa, que estaba al lado de mi amiga Natalia. Era una joven de dieciocho años, dos años mayor que yo, pero nos llevábamos muy bien. Era guapa y siempre estaba despampanante. Era huérfana y vivía sola, pero vivía a la perfección. Siempre vestía ropa de marca de pies a cabeza. Todo en ella rezumaba lujo y nunca pude imaginar cómo ganaba tanto dinero si ella tampoco fue a la escuela y era una auténtica tonta.

—Cuídate la próxima vez. —Zachary sonrió mirando en mi dirección y asentí.

—Hola … —Natalia me dio un codazo.

—Oh ... hola —sonreí— .

¡ Caramba! ¡Te habló! —dijo refiriéndose a nuestro entrenador y me reí. Fue una tonta fijándose en todos los chicos de la academia. Bueno, no puedo evitarlo, porque dice que están buenísimos. ¡La verdad es que sí! Pero a quién le importa si sigo enamorada de alguien, ni siquiera lo sé.

—¿Cómo está mamá? —preguntó . Sabía todo sobre mí y era una amiga muy querida. Me alegra que recuerde a mi mamá.

- No está bien... - Mi sonrisa desapareció y mis hombros se desplomaron.

Zachary pidió a todos que estuvieran listos cuando empezó la música y empezamos a bailar. Uno a uno, todos mostraron sus pasos y finalmente el grupo empezó a bailar al unísono hasta que él nos coreografió.

—Muy bien, chicos... presten atención. Necesito que una chica de ese lado corra y me suba por la cintura —dijo Zachary, atrayendo nuestra atención.

Todos se giraron a mirar a la chica parada en la esquina, que no era otra que yo. ¡Mierda!

- Está bien Fernnda , tú correrás – dijo atando su cabello hasta los hombros en una cola de caballo en la parte posterior de su cabeza.

- Bien, pero tengo miedo – confesé.

Me enseñó cómo hacerlo, pero no pude imitarlo, perdí el equilibrio y caímos los dos al suelo. ¡Maldición!

¡Me duele el culo!

- Inténtalo de nuevo – dijo alguien del grupo.

Ojalá supiera lo fuerte que me golpeó el suelo. ¡ Perro!!

Sonreí cortésmente y lo intenté de nuevo. Había fracasado muchas veces. Era la hora de comer y todos se fueron a comer. Practiqué un poco más y luego fui a ver a mi mamá, que dormía plácidamente.

Después del descanso, volví corriendo a la academia y continuamos con nuestro entrenamiento. Nuestro entrenador no estaba por ningún lado. Quizás estaba hablando con Isabella, la recepcionista. No lo sé, pero Natalia dice que quizá se gusten. Bueno, yo no me fijé en ninguna. ¡No! Creo que me di cuenta cuando iba al baño y vi a Isabella llorando fuera de la sala de baile. ¿Zach la lastimó? ¿O tal vez estaba triste?

¡Vamos, no es asunto mío!

—¡Chica ! Ya estoy muy cansada. No podré trabajar esta noche. —Natalia se bebió el agua de un trago y se sentó a mi lado.

—¿Trabajar ? —pregunté . Que yo supiera, no trabajaba en ningún sitio, pero ¿cómo iba a vivir bien sin nadie a su alrededor?

- Ooooppss...Nada, nada... - Ella miró hacia otro lado y no me vio a los ojos.

- Natalia... - Le sacudí el brazo pero ella se mantuvo firme en no decirme nada.

—Por favor, Natalia... dime... ¿En qué trabajo? Quiero ganar bien. Mamá no está cuidando su salud. Tiene su sesión de quimioterapia la semana que viene y todavía no tengo suficiente dinero —dije .

Ella me miró y tomó mi mano – Lo sé Fernnda ... pero por favor encuentra la manera porque no puedo ayudarte. – dijo con voz triste.

—Natalia , por favor... dime, ¿qué haces? Haré lo mismo. Ganaré dinero como tú... Haré lo que sea. No quiero que mi mamá muera. —Una lágrima rodó por mis ojos y me abrazó.

—No le pasará nada a la tía Lavinia... es muy dulce —susurró— .

Morirá tarde o temprano. No me des falsas esperanzas. Necesita su sesión de quimioterapia dentro de dos semanas. Por favor... Ayúdame. Haré lo que sea, Natalia —dije en voz baja y temblorosa.

—¿Estás segura, Fernnda ? Porque no es para ti. —Dijo con humildad.

—Por favor... haré lo que sea... Solo quiero a mi mamá. Haré lo que sea para salvarla. No merece sufrir. —Empecé a llorar desconsoladamente y ella me frotó la espalda para tranquilizarme.

—¿Seguro ? ¿Algo? —preguntó . No había duda de que no. Podía hacer lo que fuera para salvar a mi angelito.

-Lo que sea- repetí con confidencia.

- Yo...yo... - Su voz se fue apagando, apartando la mirada de mí.

- ¿Qué?? - pregunté.

—No sé cómo vas a reaccionar, Fernnda ... —La interrumpí—.

Vamos ... ni siquiera puedes ayudarme. ¿Qué clase de amiga eres? —Me solté de su abrazo. Me sujetó fuerte la muñeca.

—Nunca podrás hacer lo que yo hago. No eres yo —dijo en voz baja.

sea ... ¿Por qué no entiendes cuando dije que haría lo que fuera para salvar la vida de mi madre? Haré todo lo que pueda. ¿Y qué puedes hacer tú y yo no? Si tienes dieciocho años. Yo también tengo dieciséis y cumplo diecisiete dentro de un mes. —Dije en octava.

—Yo ... soy una prostituta —dijo en voz baja, haciéndome callar. Mis ojos se abrieron de par en par y la miré fijamente durante unos minutos. PROSTITUCIÓN... Mi mente se quedó en blanco. ¿Natalia y una prostituta? Significa que vende su cuerpo a cambio de dinero. ¿Cómo pudo hacerse eso? ¿Dónde estaba su autoestima?

—Ahora ... dime... ¿lo harías? Dime, ¿seguirías siendo mi amiga después de saber esto? —dijo con lágrimas en los ojos, sacudiéndome el brazo.

—No ... ¿verdad? ¿Por qué lo harías? Ninguna chica lo haría... Pero tengo que hacerlo, si no, moriría... No tengo con qué ganarme la vida —dijo desesperada y soltó mi brazo.

Tenía la cabeza en blanco. Pensaba en pedirle a Natalia que hablara con su jefe y me diera cualquier trabajo. Pero ¿me gustaría hacer algo de lo que mi madre se avergonzara? Recordé las palabras del médico.

Ella necesita otra terapia lo antes posible.

—¿Cuánto ganas? —le pregunté con cara seria. Sus ojos se abrieron de par en par y me miró con asombro.

- Depende de quién seas, joder... quiero decir, depende del cliente - Dijo ella jugueteando con sus dedos.

—Lo haré —dije, y Fernanda tenía que armarse de valor, mirándola con esperanza. Sé que a mamá no le gustaría. No me hablaría, pero ¿quién demonios se lo va a decir? ¡ Claro que no!

- Mi mamá me lo dio todo...y ahora me necesita...yo lo haré Natalia.. -

-Fernnda ...No..tú eres ....-

- Silencio...no tengo otra opción...ayúdame por favor...estoy lista para ser prostituta.-

Fernnda Dante

- ¿ Vas a algún lado?? -

¡¡Mierda!!

Me di la vuelta a toda velocidad y encontré a mi madre sentada en la sala. No esperaba que estuviera allí. Debería estar descansando.

—Mamá ... ¿estás... aquí? Digo... —Me quedé sin palabras cuando me vio ajustándose la gorra.

—¡Mmm ... sí! Quería levantarme y dar una vuelta. Me siento bien hoy. —Me miró de pies a cabeza. Por suerte, llevaba una blusa blanca y una falda vaquera. Miró mi bolso y me preguntó de nuevo.

—Eh ... ¿por qué lo crees? Estaba sacando mi celular del bolso .

- Así que tú también empezaste a mentir. - Dijo mirando hacia otro lado, consolándose.

- No, sí... quiero decir... - Me interrumpió.

- ¿Es un chico? - Preguntó.

¡Qué! ¡De ninguna manera!

—¿Qué edad tiene? ¿Tiene más o menos tu edad, verdad? —preguntó un poco asustada—. ¡Otra vez no!

—¡Calla ! No, mamá. Es que voy a la fiesta de cumpleaños de Natalia y quizá llegue tarde o a la mañana siguiente. —dije .

- ¿Estarás bien mamá? - pregunté.

—Sí ... Me siento mejor. Disfruta de tu noche de chicas —dijo después de un rato.

¡Mierda! Le estaba mintiendo. Se destrozaría si se enterara. ¿Y si dejaba de hablarme después de saber lo que hice? No podría vivir mi vida. Pero, para mi egoísmo, la quería en mi vida. Quería que volviera a estar sana y haría lo que fuera para que se hiciera realidad.

- ¿ Debería trenzarte el cabello, Eri?

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