Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Capítulo 4. Tomando las riendas.

—Deberías estar feliz —se quejó Ashley, una mujer pequeña, de grandes caderas y cabellos cortos y rubios, que se afanaba por limpiar con un pañuelo húmedo la nariz de su hijo de tres años—. Te vas de vacaciones a un pueblo costero, a disfrutar del sol de California.

—No es un viaje de placer —recordó Valeria mientras terminaba de guardar la ropa que había elegido en una maleta.

—Tómatelo como eso: un viaje de placer. Llevas mucho tiempo sin darte un gusto —expresó Ibiza, una rubia alta y delgada, que en ese instante estaba recostada en la cama hojeando una revista inmobiliaria que Valeria tenía sobre la mesita de noche.

—Listo, te puedes marchar —ordenó Ashley al niño. El chico, al saberse liberado, salió en carrera de la habitación para reunirse con su hermano de siete años que miraba la televisión en el salón—. Una playa cálida, un hotel cinco estrellas y el morenazo y carismático de Josh Miller son sinónimos de diversión —insistió la mujer agitando una mano en el aire para retomar la conversación.

Se dirigió a uno de los cajones inferiores de la cómoda de su amiga y sacó tres piezas de trajes de baño.

Valeria bufó y comenzó a cerrar la maleta, pero enseguida Ashley se acercó, la apartó y metió las prendas dentro ante la mirada indignada de la chica.

—No hablamos de un hotel cinco estrellas —argumentó Valeria con los brazos cruzados en el pecho y el ceño fruncido—, es una casa vieja que ofrece cama y desayuno a los turistas a bajos precios. Además, les recuerdo que Josh es la competencia, con él pugnaré la compra del inmueble.

Después de cerrar la maleta, Ashley se giró hacia su amiga y la encaró con el mentón en alto y las manos en las caderas.

—¿De qué manera piensas ganarle la contienda a Josh? —la aguijoneó. Valeria arqueó las cejas sin dejar de observar a su amiga—. Vamos, Val, sé que eres una de las mejores ejecutivas de ventas que existe en Manhattan, pero Josh Miller es un zorro viejo, por algo ha tenido tanto éxito y ha logrado independizarse. De un momento a otro será tan exitoso como tu padre.

—Gracias por la confianza, amiga —ironizó Valeria con enfado, al tiempo que le daba la espalda a Ashley y se dirigía a la cómoda para terminar de guardar sus objetos personales en un neceser.

—No es falta de confianza —justificó Ibiza mientras se levantaba con elegancia de la cama y se acercaba a ella. Su larga cabellera caía sobre su espalda—. Lo que Ashley quiere decir, es que en esta oportunidad debes tomarte las cosas de una manera diferente.

—Ustedes no me van a enseñar a hacer mi trabajo —sentenció Valeria—. Es lo mejor que sé hacer.

—Lo sabemos —continuó Ibiza. La rubia se sentó en la banqueta de la cómoda y tomó el cepillo para peinar sus lacios cabellos. Sus ojos azules observaban a través del espejo a su amiga—. Pero tienes que asumir que en esta oportunidad la competencia es diferente, se trata de un hombre que te conoce tan bien como tu padre, que sabe cuáles son tus debilidades y tus fortalezas, y aunque te ha dado a entender que no descansará hasta ganar tu atención, eso no será excusa para ceder ante un buen negocio.

Valeria miraba a Ibiza a través del espejo sin descuidar su tarea. Sabía que en aquellas palabras había algo de razón.

—No te estamos diciendo lo que tienes que hacer, solo te damos algunos consejos —concluyó su amiga.

Ashley se ubicó al otro lado de la cómoda y abrió el estuche de cosméticos de Valeria para buscar los que le permitieran retocarse el maquillaje.

—Si llegas a Fort Bragg como una ejecutiva agresiva dispuesta a cerrar un negocio, hallarás a un ejecutivo agresivo dispuesto a lo que sea por arrancarte el premio —explicó Ashley—. Pero si llegas con una gran sonrisa e incitas a Josh a que disfrute contigo de los hermosos paisajes de la costa de Mendocino, como si ese fuese un viaje de placer y no de negocios, lo confundirás y él bajará la guardia.

—Así puedes llevar a cabo tus planes sin que el hombre tenga tiempo a actuar y le ganas la partida —concluyó Ibiza.

A esa altura de la conversación Valeria había dejado lo que hacía para prestarles atención.

—¿Les he dicho que en ocasiones me asustan? —les confesó.

—Valeria —Ibiza dejó el cepillo sobre la cómoda para girarse hacia su amiga y mirarla a los ojos—, debes aprovechar al máximo tus ventajas femeninas. Además, acabas de cumplir los veintinueve años, aún eres muy hermosa y cuando no estás trabajando sueles ser divertida. Es hora de que dejes de lado tus temores y comiences a disfrutar de la vida.

—¿Y qué tiene que ver eso con la compra de la casa? —preguntó—. Acabas de cambiar radicalmente la conversación —expuso con recelo y les dio la espalda a sus amigas para dirigirse al clóset y ordenar las prendas que había sacado pero que no llevaría al viaje.

—Nadie ha cambiado nada —declaró Ashley—. Solo queremos que entiendas que esta es una buena oportunidad para que comiences a mezclar el trabajo con el placer. Debes dejar de vivir para trabajar y empezar a atender tus necesidades personales. —La mujer abandonó la cómoda para acercarse a Valeria y ayudarla a organizar la ropa—. Viaja a California, valora la casa, gánale la partida a Josh, pero también, pasea por la playa, tómate una copa de vino a la orilla del mar, escápate una noche y haz el amor con Josh o con un desconocido.

Aquella última frase le erizó la piel a Valeria y la obligó a detener por un momento su tarea.

Recordó la noche en que había salido sola a recorrer los bares de New York para encontrar una posible pareja y terminó viviendo una experiencia desagradable que aún la afectaba.

Los ojos verdes y diamantinos de Richard Clapton la visitaban cada noche para recordarle que el mundo no era fácil, que un simple descuido le podía arrancar de las manos todo lo que había alcanzado en la vida.

—Si llegas a Fort Bragg con tu típica actitud de «soy la ejecutiva más exitosa del mundo», lo que encontrarás será a rivales que buscarán la manera de hacerte caer para pasar por encima de ti.

Las palabras de Ibiza le apartaron los malos recuerdos. Su amiga estaba a su lado, doblando con delicadeza un par de blusas antes de guardarlas en los cajones.

—Pero si llegas siendo simplemente Valeria Gallaher, una mujer hermosa y divertida, Josh dejará su competencia para aprovechar el momento y disfrutar a tu lado esas vacaciones. Él te desea, te lo ha demostrado en más de una oportunidad. De esa manera podrás asegurar la venta de la casa a sus espaldas y al mismo tiempo, conquistarás a un exitoso nuevo millonario que ya ha sido aprobado por tus padres.

Valeria puso los ojos en blanco y dejó lo que hacía para sentarse abatida sobre un sillón orejero.

—Eso es lo que no quiero hacer —masculló.

Ashley e Ibiza se giraron hacia ella y la observaron con incredulidad.

—¿Qué: comprar la casa para tu padre o conquistar a Josh? —preguntó Ashley perturbada, como si su amiga hubiera vociferado una blasfemia.

—Conquistar a Josh —manifestó Valeria en medio de un suspiro.

—¡¿No te gusta Josh?! —inquirió Ashley aún más sorprendida.

—Josh es lindo, pero… —comenzó a justificar Valeria.

No obstante, decidió cerrar la boca al ver los rostros contrariados de sus amigas.

—No es suficiente para ti —declaró Ibiza con seguridad. Era sencillo vislumbrar la verdad en los ojos de su amiga.

Valeria exhaló todo el aire que tenía en los pulmones y bajó los hombros en señal de derrota.

—Es arrogante, vanidoso y…

Calló por un momento con la mirada perdida en el suelo. Ibiza le acarició los cabellos para infundirle ánimo. Ashley decidió esperar frente a ella con los brazos cruzados en el pecho.

—Estoy harta de hacer lo que quiere mi padre.

El silencio fluyó por unos segundos, las tres habían quedado de piedra ante semejante declaración. Ashley fue quien rompió la calma.

—Guao… esto sí es una novedad —expuso la chica con una enorme sonrisa de satisfacción en los labios.

Valeria la miró con cansancio, si su padre se enteraba de esos sentimientos tendría serios problemas.

—¿Y qué piensas hacer? —consultó Ibiza.

—No sé —confesó Valeria en voz baja.

—Máximo fue capaz de llevarle la contraria a tu padre y mira lo que sucedió.

Valeria cerró los ojos al escuchar las palabras de Ibiza.

Máximo, su hermano mayor, años atrás se había impuesto a los dictámenes de su padre y terminó en la calle, desempleado y repudiado.

Tuvo que luchar con mucho esfuerzo hasta lograr independizarse, y todo por amar a una mujer que no entraba en los cánones establecidos por William Gallaher.

—Tu hermano pasó malos ratos, pero logró estabilizarse —razonó Ashley.

—Máximo fue bastante impulsivo —rebatió Ibiza—. Si hubiera actuado diferente se habría ahorrado decenas de problemas.

—Pero Valeria no está sola ni tiene las manos vacías como las tuvo él —insistió Ashley. Era evidente que apoyaba la postura de su amiga—. Ella ha hecho dinero con su trabajo y nos tiene a nosotras.

—Nunca las inmiscuiría en mis problemas —enfatizó Valeria.

—¡Somos tus amigas! —resaltó Ashley.

—Mamá, tenemos hambre.

La repentina aparición del hijo mayor de Ashley distrajo a las mujeres y calmó los ánimos.

—¿No te he dicho que toques la puerta antes de entrar a una habitación? —lo retó Ashley.

—Perdón —se disculpó el niño y bajó la cabeza para mirar la punta de sus zapatos deportivos.

—Sobre la encimera hay una caja de cereal —notificó Valeria al tiempo que se levantaba del sillón para culminar la tarea de ordenar las piezas desordenadas en el clóset—. En el refrigerador está la leche y en el estante del fondo hay una bolsa de galletas de avena. Tomen lo que quieran.

El chico se retiró rápidamente con una sonrisa. Ibiza se sentó en el borde de la cama y Ashley en la banqueta de la cómoda.

—No haré lo mismo que hizo Máximo —reveló Valeria al quedar solas—. Pero no pienso ir a California para formalizar un noviazgo con Josh como pretenden mis padres, sino a cumplir con mi trabajo. Quiero tener el poder de elegir y lo haré cuando me sienta preparada para ello —enfatizó—. Necesito tomar mis propias decisiones, no importa si son erradas o no. Al menos, serán mías. ¿Es mucho pedir?

—Por supuesto que no —aseguró Ibiza y revisó su perfecta manicura.

Apoyaba a su amiga, sobre todo en ese tema, pero no era muy dada a exteriorizar sus emociones.

—Sabes que esa es una sabia decisión, pero no será nada fácil, amiga.

No era necesario que Ashley le recordara aquello. Valeria sabía perfectamente que no sería fácil imponerse a los mandatos de William Gallaher, pero ella estaba cansada de seguirle la corriente para evitar problemas como los que en una oportunidad tuvo su hermano mayor.

Y aunque ahora, dos años después de su osadía, Máximo había logrado retomar la relación con sus padres y participaba de nuevo en las cenas familiares de los viernes junto a su esposa elegida y sus dos hijos, aún existían incomodidades entre ellos.

A ese tipo de rechazo le temía Valeria. No está segura si tendría el valor de soportar que las dos personas más importantes de su vida, quienes habían sido su columna y su base todos esos años, la dejaran de lado por su culpa.

Sin embargo, no podía seguir siendo una marioneta de nadie. Era hora de comenzar a tomar las riendas de su vida.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.