La negociación
Logan
Había estado todo el día pensando en pasarme por la biblioteca para ver a Hanna. Pero después de media mañana, decidí, ignorar el impulso. Por qué no quería abrumarla.
Sin embargo, me moría por saber como se sentía, si necesitaba algo o si se arrepentía.
Durante el almuerzo, vi escabullirse a Shane, que estaba con un humor de perros y parecía enfadado con todos.
Así que, lo seguí y tal como pensaba, vi que iba a encontrarse, con mi esposa.
Aunque el encuentro duró poco y ninguno de los dos se veía feliz. Incluso se gritaron y cada uno se marchó por su lado. Lo que me hizo sonreír de oreja a oreja. Seguramente, ambos ya estaban comparando historias y se preguntaban si era posible que ambos hubiésemos llegado pasadas las tres, sin que estuviésemos juntos.
Entonces, comencé a sentirme eufórico y me rendí a los deseos de ir a verla. La encontré entre los estantes más alejados de la biblioteca, donde casi nadie pasaba a esa hora. Estaba de espaldas, devolviendo un par de libros.
Se movía despacio, como si el más mínimo esfuerzo le costará demasiado y comencé a preocuparme.
Tal vez la había lastimado, porque estaba un poco más tomado que ella y no podía estar seguro de que hubiese medido ni mi fuerza, ni mis ganas. Y Hanna, era bastante menuda y delicada.
Una vez que estuve más cerca, vi que se secaba una lágrima con la manga del suéter, como si quisiera borrar toda prueba de lo triste que se sentía, antes de que alguien la viera.
—¿Me extrañaste, compañera de andadas? —Dije suavemente y Hanna se giró de golpe.
Me miró, sorprendida, y luego bajó la mirada, avergonzada de que la hubiera visto así.
—¿Viniste a reírte de mí? —Sonó a la defensiva y me entraron ganas de acorralarla contra el estante, para demostrarle que lo último que haría sería burlarme.
—No, no vine a eso. Vine porque quería verte, he estado el día entero pensando en ti.
—Pues deberías irte —miró sobre mi hombro —. Porque después de lo que ocurrió anoche, Shane, vendrá a buscarme porque teme que se repita lo de anoche —. Recordé que Rachel me dijo que no llegaría a cenar porque tenía una comida con una amiga. Lo que significaba que Shane, había roto su cita y mi esposita estaba furiosa. Eso explicaba su discusión —. Si te ve aquí, va a tener muchas preguntas.
—¿Y qué más da? —Puse las manos en los bolsillos, para no ceder a deseo de ir sobre ella para abrazarla y besarla —. Él es quien debe darnos las explicaciones —frunció los labios y recordé el sabor que tenían —. ¿Por qué llorabas? ¿Te hizo algo? —Mis puños se crisparon dentro de los bolsillos, hasta que negó con la cabeza.
Se quedó inmóvil por un segundo. Dudando. Y entonces, sin decir palabra, se acercó y se hundió en mí.
No pensé. Saqué las manos lentamente del pantalón y solo la sostuve.
Fuerte. Firme. Como si pudiera pegar las piezas rotas solo con tocarla.
Sentí su cuerpo temblar levemente, su nariz rozar mi cuello y cerré los ojos un momento para disfrutar de su cercanía.
—¿Qué pasa? —Pregunté contra su cabello —. ¿Es por lo que hicimos?
—Sí, en parte, aunque no es solo eso… Es que creí que Shane me quería, que era diferente. Entonces, después de saber que está con Rachel, incluso desde antes de que nos casemos… Me hizo sentir horrible. Siento que no soy suficiente. Que no lo era. Y que nunca lo seré.
La apreté contra mí, durante un segundo.
Mierda.
—No digas eso.
—Es verdad. No soy bonita como Rachel, ni divertida, ni perfecta. No tengo el tipo de cuerpo que un hombre desea presumir. A veces hablo demasiado. O no hablo nada porque estoy pensando en cosas que no puedo contarle a nadie. Soy un desastre.
Me separé un poco para mirarla a los ojos.
—Todo eso que dijiste es una completa estupidez —repliqué, serio—. Eres hermosa. Divertida. Brillante. Tienes carácter, pero también sabes cuándo quedarte callada para escuchar. Te juro que si Shane no lo vio…, es porque es un imbécil y eso no es tu culpa Hanna, es suya.
Ella me sostuvo la mirada, desafiante, casi con rabia.
—No me conoces.
—Y justamente por eso tengo razón —dije, sin titubear—. Si incluso sin conocerte tanto, puedo ver lo increíble que eres, imagínate alguien que compartió meses o años contigo. No hay excusas. Shane es un idiota.
Sus ojos se llenaron otra vez, aunque no lloró. Asintió apenas, tragándose las lágrimas.
—Nunca imaginé que fueses tan amable y dulce.
—Nunca nos dimos la oportunidad de conocernos, por alguna razón —. Repuse y ambos nos quedamos en silencio. No estaba seguro de que pensaba ella, sin embargo, yo no podía parar de preguntarme, que habría ocurrido de haberla conocido antes que a Rachel. No obstante, no lo dije —. Supongo que si viene por ti, es porque no le dijiste nada sobre lo que sabes.
—No pude, quería, pero luego, recordé tu plan y me quede callada... No porque esté de acuerdo —aclaró de inmediato —. Tú, ¿le dijiste algo? —Preguntó, bajando la mirada.
—No.
—¿Y a él lo despediste? —Quiso saber —. No me ha llamado en todo el día, porque anoche discutimos y por la mañana me dejo una nota diciendo que vendría a recogerme, que no se me ocurriese irme con Claire, nuevamente.
—No.
—¿Por qué no?
—Porque habría muchas preguntas. Y no. No quiero eso. No todavía. Quiero algo mejor. Quiero poder cobrarme todas juntas y de una vez.
Se separó de inmediato y sacudió la cabeza.
—No me digas que sigues con ese plan ridículo.
—Claro que sí. Y tengo razones.
Hizo una mueca. Me encantaba cuando hacía eso.
—No pienso seguir con eso, Logan.
—Nos hicieron pasar por estúpidos. No se merecen que les demos el gusto de dejarlos ir como si nada.
—No es mi estilo. Yo supero las cosas. Maduramente y deberías hacer lo mismo.
—¿Y eso te ha funcionado hasta ahora?
Me fulminó con la mirada.
—No pienso hacer nada para rebajarme a su nivel.
—No es rebajarse. Es… nivelar el campo de juego.
—Esto es absurdo.
—¿Más absurdo que estar llorando a moco tendido en tu trabajo, mientras él se encuentra en un claro con mi esposa para montárselo durante el almuerzo?
Abrió la boca para responder; sin embargo, la cerró de inmediato y frunció el ceño.
Punto para mí. Aunque no era del todo cierto, no estaba dispuesto a que ese par se las llevasen de rositas y si tenía que mentir para convencerla, era un pequeño precio que pagar. Luego se lo compensaría.
—¿Eso ocurrió hoy? —Preguntó casi sin aire.
—Durante el almuerzo, los vi con mis propios ojos.
En ese momento, lo vi. Ese brillo en los ojos que descubrí en el bar. Un reflejo patente de sus ganas de tomar revancha.
—Qué asco… —Jadeo y me miró con los ojos vidriosos —. Aun así, no sé si quiero vengarme. Lo intenté anoche y mira como estoy hoy.
Solo tenía que empujarla un poco más.
—Yo también, estoy hecho un desastre, pero ellos no pueden salir impunes. Es nuestro derecho divino cobrar venganza. Como dicen las escrituras: “No dejen que Dios se encargue de todo, busquen venganza y castiguen a los malvados”.
Ella alzó una ceja.
—¿Te lo acabas de inventar?
—Tal vez. Aunque suena convincente, ¿no?
Y entonces la vi sonreír. Solo un poco. Lo suficiente para sentir un ligero cosquilleo en el pecho.
—Estás completamente loco —murmuró, girando los ojos.
—Puede ser, sin embargo, ellos merecen que los hagamos pagar. Se burlaron de nosotros durante seis años.
Por el brillo de sus ojos, vi que estaba casi convencida.
—Si continuamos con esto, entre nosotros —movió su dedo, señalándonos alternativamente —. No puede volver a ocurrir nada. Eso complicaría demasiado las cosas y seríamos igual que ellos. Podemos ser amigos o secuaces o lo que sea, pero no volveremos a acostarnos. Me siento demasiado culpable.
«¿Y si no me gusta la idea de ser solo amigos, Hanna?» Pensé, sin embargo, no lo dije.
Sentí una punzada de decepción en el pecho, porque no venía preparado para un rechazo tan contundente. Aun así, fingí una sonrisa, para que no notase cuando me molestaba que no sintiese lo mismo.
—Como si me hubiese leído la mente —. Le ofrecí mi mano.
Hanna la miró, mordiéndose el labio y luego de un momento la tomó.
Y fue como si algo hiciera clic.
La estreché con firmeza y al soltarla, fue como si su piel me hubiera dejado una marca.
Ella dio un paso atrás, acomodándose el suéter como si nada.
—Entonces, tenemos un trato. Hagamos llorar sangre a esos mal nacidos.
