
Quédate con mi Marido...Yo elijo el al tuyo
Sinopsis
La última noche del año, mi novio bailó nuestra canción con mi mejor amiga… y yo estaba ahí, viendo cómo la acariciaba, dejándome de lado. Pero me dio cientos de excusas que elegí creer. Siete años después descubrí que no era paranoia. No exageraba, ni era insegura. Eran amantes. Y Logan, su esposo, me lo dijo sin filtro, antes de pedirme que lo ayudara a vengarse. El plan es simple y loco: vamos a fingir ser amantes. Hacerlos perder la cabeza mientras ven cómo pierden el control y todo por lo que han trabajado. Y después… dejarlos sin nada. El problema es que la mentira se nos fue de las manos y terminamos cediendo al deseo de comernos. Y ahora él ya no quiere venganza… Me quiere a mí.
Prólogo
La última noche del año, en 1978, mi novio bailó con mi mejor amiga nuestra canción. Apretó su cintura, recorrió con el pulgar su espalda y yo estaba allí. Justo frente a ellos, observándolos, ahogando mis ganas de gritar por la humillación. Sintiéndome pequeña.
A nuestro alrededor sonaba "How Deep Is Your Love" de los Bee Gees, y las luces de colores del viejo tocadiscos giraban, iluminando sus rostros, que se encontraban a solo centímetros de distancia.
Desearía decir que eso fue todo, que saqué a ambos de mi vida, para continuar mi camino y confié en mi intuición.
No obstante, solo estaría mintiendo.
Continué tragándome cada mentira, cada justificación. Recogiendo las migajas. Hasta que Logan, siete años después, me dijo que mi esposo Shane y mi mejor amiga Rachel eran amantes.
Después de que aquello saliese de boca y me golpease con la fuerza de un mazo, cientos de escenas aparecieron frente a mí, tan nítidas como una película a color.
En retrospectiva podría haberlo visto mucho antes, pero no lo hice.
Así que, tal como ocurre en momentos como ese, repasé cada situación, analizando, si acaso allí, fue cuando comenzó todo.
Como cuando, después de esperar por horas a Shane en la entrada de la feria, alguien me dijo que mi novio estaba dentro, con Rachel, en el túnel de los enamorados.
Claro que él lo negó, diciendo que estaba buscándome cuando “por casualidad” se encontró con Rachel. Y yo le creí, una vez que me hizo sentir horrible por desconfiar de nuestra mejor amiga.
O cuando, después de decirle que esperaba poder ir a probar un nuevo gusto de helado ese fin de semana, no me llamó porque llevó a Rachel a la heladería a la que yo le rogué ir.
Se excusó diciendo que ella se sentía mal, que yo no estaba cuando llamó para que nos reuniésemos allí los tres. Y, a pesar de qué odio admitirlo, también acepté sus excusas.
Aunque creo que la primera vez que no me tragué sus disculpas por completo fue en la fiesta de fin de año en casa de los Bennett.
Y creo que es un inicio tan bueno como cualquier otro.
Así que podríamos decir que fue allí donde empezó todo.
Shane y yo teníamos un año de novios.
Todos sus amigos decían que éramos una hermosa pareja y yo les creía.
No estoy segura de que ellos lo supieran que se enrollaban a mis espaldas, no obstante, eran su grupo… y eso era posible.
Todo marchaba bien esa noche. Shane se comportaba como un novio atento y cariñoso, hasta que Rachel apareció con un vestido plateado que se pegaba a sus curvas. Llevaba el pecho desnudo bajo la tela que se le adhería suavemente como un guante y por primera vez desde que mi amiga nos presentó, tuve la certeza de que se la comía con la mirada.
Porque ni siquiera intentó disimularlo.
Fue como si simplemente se olvidase de mí y solo existiese ella.
A Rachel le gustaba sentirse deseada. Era su “mejor amiga desde que eran niños”. Yo no tenía problema con eso. No soy celosa, nunca lo fui o al menos eso era lo que creía.
Hasta que cruzó miradas con mi novio y, al voltearme hacia él, lo vi recorriéndola con un gesto que no conocía. Y sentí por primera vez la fuerte opresión en el pecho, seguida de la sensación de que mi boca se secaba abruptamente, mostrándome que algo no iba bien.
Por primera vez en la vida, desee que nos ignorara, aunque no fue así y Rachel vino hacia nosotros. De inmediato se puso cómoda, demasiado cómoda, y las ganas de gritarle que se marchase, me hicieron arder el estómago.
Apreté los dientes cada vez que acaparó a Shane para hablar de cosas que yo no entendía.
Y por un momento creí que tragaba cristales rotos cuando él se inclinó hacia ella, le apartó un mechón del pelo, uno que ni siquiera le molestaba, y le dijo algo al oído.
Ella reía como si él fuera la persona más graciosa del mundo. Mientras yo estaba allí, a su lado. Literalmente a un palmo de distancia.
No obstante, él ni siquiera me miró.
Entonces, algo comenzó a burbujear en mi interior. Me sentí una imbécil y me acerqué para ponerme entre ellos con la copa en la mano, sintiendo que sobraba en mi propia relación.
—¿De qué se ríen? —pregunté, intentando sonar tranquila, aunque mi voz tembló ligeramente.
—Recuerdos del lugar donde vivíamos —dijo él, rápido—. Estábamos diciendo que habríamos matado al ver tanta comida.
—Y ahora yo no puedo comer nada de eso sin sentirme una obesa.
Rachel solo le sonrió a Shane. Fue una sonrisa chiquita que te hace sentir estúpida porque está cargada de complicidad.
Ese tipo de complicidad que duele porque sabes que no te incluye.
Desde ese instante, el nudo solo se volvió más grueso, más pesado. Por lo que ya no escuché nada, excepto el pitido en los oídos, y el latido de mi corazón.
Más tarde, cuando la banda empezó a tocar en vivo, con sus altavoces cuadrados apoyados en cajones de soda, Shane me dijo que íbamos a bailar.
Estaba segura de que había notado mi incomodidad. Pero cuando sonó nuestra canción; la primera que bailamos juntos cuando empezamos a salir, él ya estaba con ella.
Fue tan simple, tan dolorosamente familiar, que las piernas se me aflojaron.
Rachel se dio vuelta y le extendió la mano como si fuera la cosa más natural del mundo.
Él dudó un segundo. Uno. Y la tomó.
En tanto yo me quedaba parada al costado, paralizada, mirándolos girar bajo las luces. Luchando por contener las lágrimas, con la copa me temblandome en la mano.
Las manos de Shane le acariciaron la espalda desnuda a Rachel; sus dedos se abrieron seductoramente, de modo que su meñique se enganchó en un fino tirante plateado, y luego ascendieron y desaparecieron bajo la cascada de su cabello sedoso.
Respiré el aire viciado por la nube de humo a grandes bocanadas, cuando Logan apareció a mi lado.
Había ido al colegio con su hermano, aunque no nos conocíamos, para ser honesta, apenas si conocía a Matt.
—¿Tú eres la amiga de Rachel, verdad? —murmuró acercándose. Fui incapaz de voltearme a verlo y me mordí el carrillo para no echarme a llorar como una estúpida —. Llegué tarde y no la encuentro, por casualidad, ¿la has visto…? —Se detuvo al escucharme emitir un pequeño gemido —, ¿te ocurre algo?
Sentí el nudo en la garganta.
Porque alguien más había notado: lo humillada y absurdamente herida que estaba. Sin embargo, no era la persona correcta.
No pude responderle. Negué con esfuerzo y corrí al jardín para respirar.
El aire frío me golpeó la cara y recordé que había olvidado mi abrigo y estaba helando, pero preferí eso antes que seguir ahí, fingiendo que todo estaba bien.
Shane salió detrás de mí unos minutos después, como si acabara de recordar que existía y no tenía que ser una adivina para entender que Logan los había interrumpido.
La medianoche estaba a segundos. Podía escucharse el conteo dentro de la casa, las risas, los brindis, y el chasquido seco de los encendedores preparando los fuegos artificiales.
Apenas crucé el umbral del jardín, el cielo explotó en colores. Rojo, dorado, azul. Como si el universo quisiera iluminar justo el peor momento de mi vida.
—Hanna —su voz se escuchaba tensa, como si yo fuera el problema—. ¿Qué estás haciendo?
—Me voy —dije con la voz rota.
Un destello violeta iluminó su rostro. Podía ver cada rasgo suyo, a pesar de la oscuridad.
—¿Por qué? —Preguntó, a pesar de que estaba segura de que sabía la razón —. Es media noche… —Su tono sugería que era irracional.
—Creo que ya lo sabes —me cubrí del frío con los brazos —. Estaba allí, como pintada en la pared, viendo cómo reías, hablabas, bailabas con Rachel y la acariciabas. ¿Eso responde tu pregunta?
—Rachel también es tu amiga —se justificó —, y no la estaba acariciando como sugieres. Somos amigos desde que éramos niños.
—¿Seguro? —repuse—. Porque después de lo que vi, no estoy segura. No me sentí como tu novia y no la veías o tratabas a ella como a una amiga.
Los fuegos artificiales estallaban detrás de él, marcando el inicio del nuevo año mientras mi relación se resquebrajaba delante de mis ojos.
—Hanna, estás exagerando.
No lo estaba. Solo que todavía no sabía cuán poco estaba exagerando.
—¿Eso crees? ¿Qué exagero? —Quise saber—. Esa era nuestra canción, me prometiste bailarla conmigo y terminaste bailando con ella. No puedes decirme que no te diste cuenta. Desde que llegó, no te volteaste a verme, ni una sola vez. Aunque te desvivías por darle toda tu atención.
—No lo noté.
—Eso me quedó claro.
—Es Rachel —respondió, como si eso fuese suficiente—. Siempre fuimos cercanos. No tiene nada de malo.
—Yo soy tu novia, y pasaste toda la noche con otra. Si sientes algo por ella, solo debes ser sincero —le dije, simplemente—. Y me apartaré de su camino, porque lo que yo vi no es normal. Te dije que necesito a alguien en quien pueda confiar.
—¡Puedes confiar en mí!
—No es lo que me has mostrado esta noche.
—Ella es como una hermana para mí —repitió—. De haber sentido algo por ella, ya estaríamos juntos. Es simplemente absurdo.
Tuve que reír para no llorar.
Él se abalanzó sobre mí, rodeándome con fuerza con sus brazos. Para mi sorpresa me besó con intensidad y me sostuvo el rostro para obligarme a mirarlo directo a los ojos.
—No quiero comenzar el año discutiendo —dijo—. No pasó nada. Nunca ha pasado y te quiero a ti… —Volvió a besarme, y una lágrima gruesa recorrió mi mejilla helada—. Nunca más te voy a dejar de lado, lo juro. Porque eres mi novia, la mujer que amo y quiero casarme contigo. Puedes confiar en mí, no voy a marcharme para dejarte sola. Nunca voy a marcharme.
No recuerdo qué dijo después. No obstante, eso fue lo que elegí creer.
Que no pasó nada.
Que yo estaba sensible, cansada, que había tomado de más.
Tal vez simplemente lo imaginé todo.
Lo que fuera más fácil que aceptar lo que había visto.
Al día siguiente, Rachel se fue de la ciudad con Logan y no supimos de ella durante un mes.
Shane no mencionó la fiesta ni una sola vez.
Actuó como si nada hubiera ocurrido.
Y yo… Yo hice algo que todavía me duele admitir…
Lo dejé pasar, por primera vez.
