Capítulo 2: Una hermosa vista.
Josie y yo nos dirigimos fuera del aeropuerto, podía sentir la brisa del mar desde donde estábamos.
Ahora me sentía extrañamente ansioso por empezar con las vacaciones. Hace unos minutos estaba menos que entusiasmado; pero tener una compañera de vacaciones lo hacía más emocionante.
―Estás seguro que quieres esto. ¿No te voy a molestar? ―dijo ella mirándome con sus ojos cafés.
―Claro que no, por el contrario, era lo que necesitaba para entusiasmarme con estas vacaciones.
―Pero... ―dijo ella dejando la su oración sin terminar.
― ¿Pero? ―dije con curiosidad.
―Nada, olvídalo ―intentaba evadirme, pero no me vencería.
―Josie, dímelo ―dije en un tono sereno que ella entendiera que podía confiar en mí.
Josie se quedó perdida en mis ojos por un minuto...
Mirándome con cuidado.
―Es... que... tú ―tartamudeaba―... ¡Dios! ¡Es que tan solo mírate! Eres... tan guapo, debes tener una novia, una amiga loca por ti o alguien que te acompañara, no me creo eso de que vinieras solo así porque así.
―No tengo a nadie ―encogiendo mis hombros―; además de mis padres y mis mejores amigos, a los que no veo de hace más de un año meses. Después de esto viviré en su casa para empezar la universidad.
―Pero tuviste novia... ¿Alguna vez?
―No soy gay, si es lo que quieres saber ―dije y reí.
―No era eso ―rió―. ¿Y qué haremos ahora?
―Qué tal si vamos al hotel a dejar las maletas, así tú te cambias y recorremos un poco el lugar.
― ¿Te da vergüenza que me vean vestida de sobrecargo? ―dijo cruzando sus brazos.
― ¿Por qué lo haría? Te vez hermosa
―Gracias ―dijo soltando sus brazos, ruborizándose nuevamente.
Le hice señas a un taxi que pasó por la calle, este nos recogió.
Rumbo al hotel, Josie miró sus zapatos todo el camino, tenía pena, posiblemente no muy segura de irse de vacaciones con un extraño.
No tardamos en llegar a nuestro hotel, era algo de clase media, turístico, con vista al mar. Bajamos de taxi y aspiré todo el aire puro de mar que me pudo entrar en los pulmones, necesitaba tanto esta semana de vacaciones antes de empezar con el estrés de las clases, o al menos eso era lo que seguía repitiéndome, sin explicarme por qué decidí venir solo hasta España para una “semana de diversión”.
Ayudé a Josie con sus cosas al bajar del taxi, pero solo le devolví la mitad de sus cosas, lo demás lo cargaría yo.
―No tienes que hacerlo, yo puedo ―dijo tratando de quitármelo mientras caminábamos.
―Sé que tú puedes; pero yo quiero llevarlo.
―Si insistes.
― ¡Que fácil te rindes! ―bromeé.
―Para que te digo que no ―dijo y rió.
Esa forma en la que se arqueaban sus labios, esa sonrisa que me cautivó en el primer momento.
¡Me encantaba verla reír!
― ¿Que tengo? ―dijo fingiendo asustarse.
―Belleza, eso es lo que tienes.
―Creo que esos ojitos verdes necesitan lentes.
―Tengo una vista perfecta.
―Entonces deja de decir mentiras y pide tu habitación ―exigió.
Josie se quedó a distancia con las maletas mientras iba por mis llaves.
― ¿En qué puedo ayudarle? ―dijo la recepcionista.
―Tengo una reservación, Georg Lissen ―dije dejando mi identificación sobre el mostrador.
La chica empezó a buscar entre los registros.
Cuando se tardó empecé a preocuparme, perder aquella reservación sería fatídico.
― ¡La encontré! ―dijo la chica detrás del mostrador, seguro notando mí rostro de desesperación― Habitación con una cama grande, baño privado, aire acondicionado. ¿Es correcto?
―Sí, esa es ―respondí.
De inmediato tomé mi tarjeta de crédito para pagarle, llené el registro y ella me dio las llaves de la habitación, de la caja fuerte y del mini bar.
Me dirigí hasta Josie y le enseñé las llaves.
―Esto es raro ―dijo ella tomándolas.
― ¿Por qué? ―pregunté mientras tomaba las cosas.
―No te conozco y me voy a quedar contigo en una habitación; supongo que solo tiene una cama ―dijo mientras caminábamos.
―De hecho, si, solo tiene una ―me detuve en el panel de indicaciones, la habitación era la 48 B. Indicaba que las de la cuarenta y cinco en adelante estaban en el quinto piso, las B por el pasillo izquierdo.
―Quinto piso, pasillo izquierdo ―dije y me dirigí al ascensor.
Josie me siguió.
―Si mi hermano se enterara de lo que estoy haciendo. Juro que, si se diera cuenta, mueve cielo tierra y mar con tal de venir y llevarme a casa.
― ¿Por qué? ―estaba tanto distraído con el marcador de pisos en el ascensor, así que hice la pregunta ridícula, sin pensar.
―Porque me voy a quedar con un desconocido en una misma habitación; que solo tiene una cama. Me diría que eres un aprovechador, un violador o un traficante de órganos; me gritaría diciéndome que como se me ocurre hacer algo así. ¿No eres nada de eso verdad? ―dijo torciendo la boca.
La miré a los ojos fijamente y le sonreí, no me imaginaba a mí mismo siendo nada de eso.
―No, no lo soy. Solo soy un joven trabajador y próximamente universitario que ayuda a una hermosa chica a no perder sus últimas vacaciones por las estupideces de un hombre que le partió el corazón y no la supo valorar.
― ¡Vaya! ―asintió―. No sé por qué me inspiras esta confianza, tienes algo especial.
―No te preocupes por lo de la cama, lo resolveremos.
―Además, tenemos toda la tarde para conocernos. Hay personas que solo se conocen una hora y después van, hacen de todo, se olvidan de cada uno al amanecer. Nosotros tendremos toda la tarde y solo dormiremos por las noches, tendremos el resto de la semana para conocernos ―resolvió Josie.
―Exacto ―asentí.
Ella me cautivaba, pero hasta aquel momento, mi intención era meramente solidaria, no pretendía nada más.
Caminamos por los pasillos hasta encontrar la habitación, e ingresamos a ella una vez la hubimos encontrado.
Josie quedó inmediatamente fascinada con la vista del mar, tiró todo sobre la cama y caminó hasta el balcón para mirar. Puse lo demás en el piso y sobre una mesa y salí para admirar la vista también.
―Es tan hermoso ―cerró los ojos y suspiró―. Me encanta estar aquí y saber que estuve a punto de perdérmelo por culpa de un par de perros ―sonrió.
Había una hermosa vista por donde quiera que mirara; pero la más hermosa estaba de pie a mi lado.
El viento soplaba sus cabellos y el sol acariciaba aquella piel blanca, sin duda... la mejor.
―Me cambiaré. ¡Estoy ansiosa por tocar la playa!
Josie entró a la habitación, podía sentir su emoción; tal vez ya había olvidado lo que había pasado hace unas horas. Su ánimo me parecía interesante, una chica común estaría en su cama hecha un mar de lágrimas, pero ella no, ella era diferente.
Mientras Josie se cambiaba esperé en el balcón mirando el mar y a los niños jugar en la playa. Ya estaba empezando a sentir hambre de una comida más fuerte más que maní y un mini sándwich del avión. Algo de pescado y un buen coctel junto a la playa sería perfecto.
― ¡Georg! ―llamó su voz desde adentro.
Entré, ella ya estaba lista, echando sus documentos y otras cosas en un bolso pequeño.
― ¿Qué te parece? ¿Estoy bien para la playa? ―preguntó dando una pequeña vuelta.
Ella, llevaba una blusa ligera y holgada color marfil, un short a la mitad del muslo, rojo con rayas verdes; su cabello suelto despeinado y unos lentes de sol asomándose por los mechones del cabello alborotado― ¿Y? ―dijo insistiendo por mi opinión.
―Perfecta ―dije, era la palabra correcta para ella.
― ¿Tienes hambre? Yo me comería una ballena ―dijo ella tocando su abdomen, haciéndome reír.
―Si te comes una ballena explotarás.
―No si la comparto contigo.
―Igual creo que es demasiado.
―Yo y mi uso incorrecto de las hipérboles.
―Sí. Tengo hambre.
―Vamos ―saltó y me tomó de la muñeca―. Ya quiero sentir el sol y tocar la arena.
Prácticamente me jaló del brazo arrastrándome por los pasillos hasta el ascensor y una vez en la recepción me sacó de la misma forma, prácticamente estaba desesperada por salir y me encantaba su entusiasmo.
Al llegar a la playa fue cuando por fin me soltó, solo para inclinarse de rodillas en la arena y tomarla con sus manos para luego dejarla escapar por entre sus dedos. Cuando la arena terminó se irguió y sacudió sus manos.
―Necesitaba tanto esto ―dijo mirando al mar.
Nuevamente cerró los ojos como lo hizo en el balcón y suspiró con todas sus fuerzas. Sé que trataba de disimularlo; pero su corazón aún estaba roto.
― ¿Estás bien? ―pregunté, ella me miró seriamente.
―Sí, lo estoy. Se superar las cosas, nada hago con enfrascarme en el dolor, eso solo me llevará a sufrir. Debo olvidar y seguir adelante, ya las lágrimas salieron a su tiempo, ya ese tiempo terminó.
―Es una excelente manera de ver las cosas; pero a veces es necesario desahogarse.
―Si lo necesito lo haré; pero por ahora quiero disfrutar cada segundo de mis vacaciones, sin acordarme de él o lo que hizo, es pasado y tengo que vivir el presente.
