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Capítulo 1: “Hoy igual que ayer”

ALEMANIA, AÑO 2000.

Un nuevo amanecer, una nueva noche sin dormir, por cinco meses desde que ella despareció nada fue igual para mí o para Gareth.

Hace un mes la policía detuvo la búsqueda de su cuerpo, para todas las personas Josie estaba muerta, para mí no, lo sentía dentro de mí alma.

Las razones eran necedad para mí, los forenses trataron de convencerme una y otra vez: la cantidad de sangre en la escena era más de un treinta por ciento de la que se encuentra en nuestro cuerpo, toda era de Josie, lo que significaba que había muerto, no podía vivir después de perder tal cantidad de sangre; pero no lo lograban, ella está viva, solo debemos encontrarla.

Como todas las mañanas y luego de luchar vanamente por dormir, me encontraba sentado en una silla al lado de mi ventana con mis pies ala horilla de ésta mirando el amanecer; alrededor de las cinco de la mañana, siempre estaba sentado aquí, recordándola, avivando todos los recuerdos de ella: su risa, su mirada, sus gestos, la dulzura con la que inundaba los días y noches más amargos, ella es todo para mi hoy igual que ayer.

Esta mañana hubo algo diferente, una luz naranja recorrió el cielo hasta ocultarse detrás del bosque, justo por encima del viejo cementerio.

Una fuerte ráfaga de viento inundó la calle llevando consigo todo lo liviano que estuviese en su camino, doblando las ramas, quebrando las flores.

Aquel sentimiento que ahogaba mi respirar se clavó en mi pecho impidiéndome inhalar con normalidad, eran estos momentos en los que sentía que ella estaba viva o, peor, sufriendo en algún lugar.

Dejé la silla en su lugar junto a la mesa de estudio, sus libros aún estaban en la misma posición. Sé que ella volverá, encontrará todo tal como lo dejó.

Mirar su fotografía al lado de la lámpara me hizo derramar las lágrimas de un nuevo día, aquella fotografía color sepia de ella apoyada en el barandal mirando al mar, a contra luz, haciéndola parecer un precioso ángel... Mi hermoso Ángel. Esa foto tomada un par de días después de la primera vez que la vi, cuando su hermoso rostro me mostró una sonrisa saliendo de aquellos labios pintados de rojo carmesí.

Cuando me cautivó, cuando la vida me ligó a ella en ese momento.

Sin prevenirlo, terminaríamos en el mismo lugar más de una vez...

MÁLAGA, ESPAÑA.

AÑO 1999.

―Disculpe Señor... ¿Podría abrocharse el cinturón? Estaremos aterrizando en cuestión de dos minutos ―dijo ella. Fue inmediato, me perdí en el brillo de sus ojos, en el atractivo color castaño rojizo de sus cabellos, ella era la combinación perfecta de sus rasgos― ¿Señor? ―preguntó ella al notar mi divagación.

―Discúlpeme, enseguida lo hago ―dije abrochándolo.

―Josie, apúrate te falta una fila ―dijo otra de las azafatas pasando a su lado.

Ella me miró, dudando seguir con su paso, para luego sonreír.

―Yo debo ―dijo ella para luego continuar con su paso.

No pude evitar seguirla con la mirada hasta que se perdió de mi vista entre las cortinas que daban a la primera clase. Había viajado muchas veces, pero era la primera vez que me fijaba en el rostro de una azafata y sin duda lo hice en el mejor momento.

Aquel avión aterrizó sin contratiempo en el aeropuerto de Málaga, sería una solitaria semana en la costa española.

Necesitaba un tiempo de relajación antes de empezar con mis estudios superiores en la universidad en Alemania, aunque no sabía si mi idea de viajar solo sería la mejor.

Al volver viviría con mis mejores amigos mientras conseguía un buen lugar en esa locación, donde estaba mi universidad, era la única que me ofrecía una beca de un cien por ciento, con mis recursos no tenía opción de negarme, debía mudarme.

Tomé mis bolsos del maletero listo para bajar del avión y mientras caminaba echaba un rápido vistazo tratando de encontrar aquella chica, pero no había señales de ella.

Dos chicas estaban de pie a la entrada del avión avisándonos tener todo listo y agradeciendo por usar esta compañía. Unas cinco personas estaban frente a mí esperando su turno para salir y yo continuaba mirando.

― ¿Y Josie? Esta vez era su turno de entregar panfletos, ahora Lía lo está haciendo en su lugar... otra vez―dijo la rubia al lado de la puerta.

―Está en la cabina con Leandro, sabes perfectamente que el capitán la llama siempre que aterriza.

―Estoy cansada de esto. Siempre dulce y amable, esa estúpida se puede ir olvidando de Lean cuando se marche, él jamás se molestará en esperarla, lo conozco demasiado bien ―dijo la rubia soltando una sonrisa malvada de lado.

―Solo estás celosa Carmín; porque ella tiene lo que tú no.

―No tengo que estar celosa por algo que ya es mío. Termina con esto, yo iré a hacer la revisión de Lía por última vez ―aquella rubia se marchó con una sonrisa triunfante en el rostro... Parecía la típica chica rubia de la que habría que esperarse todo y ella no era la excepción.

―Gracias por viajar con nosotros, esperamos verle de nuevo ―me dijo la chica que quedaba en la puerta.

―Gracias ―fue lo único que le dije.

Entré a la sala de espera del aeropuerto, debía dirigirme de inmediato a migración para poder salir del aeropuerto; pero me tomaría mi tiempo.

Me senté en una de las cafeterías a mirar panfletos y empezar a pensar que haría estos días; además de tomar algo de café mientras.

Con mi café por la mitad y luego de unos minutos, gritos a lo lejos llamaron mi atención, no encontraba la procedencia de ellos.

Continúe concentrado en mi información turística hasta que los gritos se hicieron más cercanos. No necesité voltear, justo frente a mí y, a una distancia considerable, podría ser testigo de lo que sucedía.

― ¡Me dejarás así! ¿Qué te hice Leandro? ―le decía ella al chico de ojos azules vestido de piloto.

― ¿Que querías Josie? ¡Te marcharás! Quieres que me siente a esperar que vuelvas. ¿Mientras tanto que hago? ¡No funciona así! ―le gritó él.

― ¿Por qué gritas? ¿Qué razones tienes para humillarme frente a todos? ―le gritó ella derramando un par lágrimas.

―Cariño, ya deja la dulcecita, se derretirá con el sol, como todo lo dulce ―dijo pedantemente la rubia detrás de ella.

Josie se volteó ante la voz de la rubia, mirándola, luego pasó esa mirada hasta el piloto que miraba el piso, negando con su cabeza.

― ¡Eso es! ¿Me dejas por la oxigenada? Querías hacerte la víctima, dejarme en mal a mí; porque sabes que me marcharé y tú no podías soportar la idea de que te trataran como él estúpido hijo de perra que eres ―dijo Josie.

― ¡Vaya! ¡Miren eso! La dulcecita e inocente sabe vocabulario de barrio; después de todo es a dónde volverá, con su familia delincuente.

―Con mi familia no te metas, Carmín.

― ¡Es cierto! Tus padres murieron en un pleito de narcotraficantes cuando eras bebé; tu hermano te crío solo. ¿Que hizo él? ¿Vender drogas para mantenerte? ―la forma burlona y despiadada en la que la rubia hablaba, hizo que la chica de labios color carmín la callara de una bofetada. Podía verse la furia en sus ojos.

El chico vestido de piloto la tomó por la muñeca y la tiró contra la pared.

―Que no se te atreva a volver a levantarle la mano a mi novia, perra ―dijo él.

― ¿Tu novia? ¡Hasta hace cinco minutos yo era tu novia! ¿Tenías una perra como novia? ¡Qué ironía!

―Ya cariño, déjala, no vale la pena ensuciarse las manos con una puta de barrios bajos; fue solo un error en tu vida ―dijo aquella falsa rubia sin tacto.

Ella jaló al piloto de la corbata dándole un descarado beso, frente a la chica de labios color carmín. Era aún muy repúgnate para cualquier persona ver el espectáculo de su lengua; mucho más para un corazón partido.

Josie se deslizó por la pared hasta quedar sentada en el piso con su cabeza entre las rodillas.

Aquellas personas se marcharon dejándola sola apoyada en aquella pared, solo la había visto una vez, pero jamás me había sentido peor.

Tomé una botella de agua y una caja de pañuelos de la estantería de la cafetería, los pagué y caminé hasta donde ella se encontraba, sollozando sobre sus rodillas.

Tomé una de sus manos que apoyaba en su pierna y puse la botella de agua en su mano. Ella cesó sus sollozos ante mi contacto y cerró su mano rodeando la botella de agua. No me miraba, sabía que se sentía humillada, percibía que era de aquellas chicas dulces que dan su ayuda a todo el que necesite, pero que se avergüenza en demostrar debilidad.

Me puse de cuclillas a su altura, tomé un pañuelo de la caja y levanté su rostro con delicadeza, ella me miró a los ojos todo el tiempo mientras trataba de limpiar su maquillaje corrido.

―Soy Georg ―dije y ella asintió.

―Lo sé. Clase turista, tercera fila junto al pasillo. Llevaste la luz encendida todo el viaje y tomaste solo la mitad del jugo de naranja, comiste dos bolsas de maní y guardaste una en tu bolso ―sonrió y tomó un sorbo de agua.

― ¿Me vigilabas? ―dije sonriendo de lado.

―Digamos que noté que ignoraste la luz de abrocharte los cinturones, aunque la miraste cuatro veces.

―Entonces si me vigilabas ―afirmé y reí.

―Creí que eras peligroso ―rió sin voluntad.

―Es un estúpido, ella jamás será mejor que tú.

―Él es como la mayoría de los hombres; aunque hay excepciones ―dijo mirándome con una ceja en alto.

―Y ella es como la mayoría de las mujeres; pero sé que hay excepciones, como la que estoy viendo ahora ―dije pasando mi pulgar delicadamente por su mejilla.

Ella sonrió tratando de demostrarme fuerza. Era inútil, podía ver su dolor y decepción en los ojos. Me levanté, poniéndome de pie; le mostré mi mano para ayudarla a levantarse del suelo, ella sin dudarlo la tomó y se puso de pie a mi lado.

― ¿Qué haces aun aquí? La mayoría están ansiosos por salir a disfrutar de la vida.

―No tengo prisa; además, tenía una ligera corazonada de que debía estar aquí por un rato más.

―Espero disfrutes tus vacaciones; porque las mías están arruinadas.

―Y creo que empeoraran ―dijo una voz detrás de nosotros.

Ambos volteamos encontrándonos con otra azafata.

La chica de los panfletos.

― ¿Ahora qué paso Lía? ―preguntó Josie.

―La ciudad está repleta por un festival. Traté de hacer una reservación para ti porque Leandro me lo ordenó, pero no hay espacio en ningún lugar.

―Pero, ¿qué pasó con la que hice? ―preguntó Josie.

―Leandro, él tomó para quedarse con Carmín ―dijo la chica con algo de lastima en sus ojos.

―Maldito descarado ―gruñó ella.

―Lo siento mucho Josie ―dijo por ultimo para luego marcharse.

―Mis vacaciones se arruinaron, ahora no tengo donde quedarme y tendré que estar encerrada en el aeropuerto por una semana o menos, si consigo un boleto de vuelta a casa si es que alguien cancela ―dijo recostando su espalda al muro. Ella cerró los ojos con fuerza, pegándose todo lo posible a la pared―. No lo entiendo... ¿Por qué me hizo esto? Sabía que estas vacaciones eran importantes para mí; se metió con mi familia, sabe las cosas perfectamente y dejó que ella hablara así de mis padres ―suspiró. Yo solo la miraba con cuidado. Me dolía su sufrimiento de una manera que no podía explicar; ella tenía algo tan... diferente―. Disculpa. Tú vienes a disfrutar tus vacaciones, no a amargarte escuchando una desconocida y sus problemas estúpidos... ¡Vete! No tienes por qué estar aquí mirándome decir estupideces ―dijo señalando el camino.

Tomé su mano bajando su seña y ella me miró extrañada preguntándose qué hacía.

―Hombres como esos merecen que les den una lección. Lo primero que deberíamos hacer, es no darle el gusto de que te vea derrumbarte. No has perdido nada, él te ahorro el trabajo de dejarlo; no demuestres derrota cuando tú eres la que ganó ―dije.

Josie me miraba más que sorprendida, con sus ojos bien abiertos, demostraba bien que estaba impresionada.

― ¿A qué te refieres con “deberíamos”?

―A que no te dejaré perder tus vacaciones. No estoy dispuesto a salir por esa puerta sin ti; porque tendrás las mejores vacaciones de tu vida, él no ganará.

Ella dibujo una sonrisa en su rostro, de nuevo pude ver aquel radiante brillo en sus ojos. Era una sonrisa de verdad, había producido una sonrisa de felicidad en ella.

― ¿Por qué haces esto? No me conoces.

―Los amigos nacen de desconocidos, de otra forma, ¿cómo los conocerías?

―Gracias ―me dijo y sonrió―. Eres un caballero. No les digo esto a desconocidos, pero... confío en usted.

―No se arrepentirá señorita, lo prometo ―dije, tomé su mano y la besé.

Pude ver como sus mejillas se ruborizaron haciéndola ver mucho más hermosa de lo que ya era.

Así empezó mi viaje junto a ella.

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