Capítulo 7 - Cumpliendo las amenazas
Amira
Desde que llegué a la casa luego del sepelio de Samuel me he sentido intranquila, como vigilada, tal vez me encontraba paranoica, con lo ocurrido a mi amiga Salomé y la amenaza recibida debíamos estar alertas.
Y desde mi discusión con mis suegros, seguía muy molesta. Mis padres decidieron acompañarme, eso se los agradecía. Lograron hacer a un lado sus diferencias y a pesar de estar separados me acompañaron en un día como hoy. Lo único que los unía, era yo. Tenía un par de hermanos; uno de cada uno y los amaba a los dos demasiado.
—Amira, hija debes comer. El día de hoy fue de locos, ¡ea, ave María!
—No tengo hambre. —Cada vez que regreso a Medellín el acento paisa volvía más fuerte—. Estaré bien, papá.
—Yo me voy a quedar contigo hoy.
No había poder humano que lo hiciera desistir, esa terquedad era la misma mía, se la heredé. Mi perro no se había alejado de mi lado.
—¡Vea pues!, si estamos de los mejores papás del mundo.
—¡Amira! —Los dos me reprendieron.
—Hoy no tengo cabeza para discutir con ustedes.
—Fuiste amenazada por la familia de Samuel y por esa llamada que recibiste. Mira lo que le pasó a tu amiga Salomé, ¡la atacaron y su padre está en la clínica!
Eso era cierto. Por eso estaba preocupada. Las amenazas parecían ser ciertas.
—Papá y tú no podrán hacer nada si cumplen un ataque.
—¡Deja la terquedad! Amira. Tu padre se queda hoy y yo lo haré mañana si aún permaneces en Medellín.
No quería discutir con mi madre. Desde mis catorce años mi relación con ella cambió de manera drástica. Con los años comprendió su error, pero ya el daño se había hecho y yo no volví a ser la misma. Pomelo se veía intranquilo, él siente cuando lo necesito. —Lo llené de besos.
—Hija.
—Estoy bien papá.
La casa era en un condominio a las afueras de la ciudad. De todas las propiedades de mi difunto esposo esta me la había regalado en un cumpleaños. No nos amábamos, pero fui su fachada para ocultar su homosexualidad.
Samuel huía de la presión de sus padres, quienes lo obligaron para que se casara y les diera nietos. Los Lemaitre eran una familia muy conservadora, eran católicos, apostólicos y romanos. Nunca ocultaron su fobia a lo que no era normal, según ellos. Y ese era el miedo de su hijo, que descubrieran sus gustos sexuales.
Cuando lo conocí me pareció un hombre interesante, muy buen conversador. En ese entonces terminaba mi carrera pagada con el sudor de mi frente y préstamos bancarios. Pero lo logré, terminé economía.
En una discoteca lo conocí y hablamos hasta el punto de confesarme todo su martirio. Por eso le propuse que se casara con una mujer, para librarse de ese yugo de sus padres. Intercambiamos teléfonos y de ahí surgió una cordial amistad. Luego me propuso, lo que meses atrás le había sugerido, casarnos por conveniencia. Yo necesitaba dinero y negociamos.
De manera eventual, teníamos intimidad para ver si quedaba embarazada. Pero nunca llegó ese milagro y tampoco nos esforzamos por conseguirlo. Aun así, mantuvimos un matrimonio de apariencias, cordial, jamás supe de sus negocios, solo me limité a disfrutar de ser la esposa de una figura pública.
Ahora me había dejado como heredera de todo… ¿Por qué? —De la sala pasé a la terraza. Mi padre me trajo una humeante arepa con queso para comer algo. Mi madre se sentó a mi lado a comer. Media hora más tarde su esposo vino a buscarla. Mi padre se fue con Pomelo para darle su comida, mientras yo hablaba con el marido de mamá.
—Eugenio, gracias por tu pésame.
—No es nada. Matilde, ya debemos irnos.
—Amira, no me has comentado, ¿cuándo te regresas?
Se levantaron y una ráfaga de tiros impactaron en la terraza y solo fui consciente del líquido que cayó en mi rostro, no sabía de quién era la sangre.
…***…
Yasar
Tenía a los cabrones en la mira. Desde la conversación con Yaro y al decirme que estuviera alerta, fui por mi rifle de largo alcance y me había instalado en el balcón del segundo piso, por eso pude reaccionar a tiempo. Disparé y maté a los dos que eran francotiradores y a los otros dos los dejé lisiados.
Era capitán francotirador de la marina colombiana y estadunidense cuando me reclutaron para ser parte de GEACC. Y acepté nada más por los compañeros que lo iban a formar a conformar.
Al mirar de nuevo a la terraza de los vecinos vi las dos mujeres y una de ellas daba grito; la madre trataba de despertar al hombre que había recibido el impacto de bala.
—¡Por tu culpa! —Le gritó la madre.
—Pero mamá…
Su padre salió ante lo ocurrido, se tomó la cabeza, el perro ladró y Amira se había quedado estática desde el comentario de su madre al gritarle que era culpable. Se veía más blanca de lo que era. Por mi raza me gustaban más morenas. Sin embargo, su blancura era diferente, en lo personal era un tono de piel bonito.
—¡A vos qué te pasa! ¡Cómo le decís a la niña eso!
La mujer solo gritaba y se aferraba al cuerpo inerte del hombre.
—Capitán Yasar. —El dueño de la casa donde me quedaba se asomó—. Asesinaron al padrastro de la señora Amira.
—Señor Jaramillo, llame a la línea de atención y diga que hubo un asesinato en la casa del vecino. También que envíen una ambulancia. Yo debo averiguar quiénes eran los maleantes.
—¿Usted los mató?
—A los malos y recuerde. Lo que sucede es un tema de estado. Si habla puede ir a la cárcel.
Guardé mi rifle, tomé municiones para mi arma personal, la cual escondí en la pretina del pantalón. Miré mi tableta, ahí guardaba información privada… La tomé. —Yaro nos dio a entender que manejáramos doble información y debía tener un motivo, él era el ser más correcto, si lo hacía era por algo. Yo obedezco a mi capitán. Salí por el patio en dirección al lugar donde estaban los muertos.
Eran un condominio abierto, las casas se ubicaban de manera lineal y todas con un amplio patio que se unen y mezclan con el bosque y desde ahí fue que un francotirador se posicionó. Los cuerpos que maté habían sido abandonados, los otros dos se fueron huyendo con una herida en las rodillas para dejarlos lisiados de por vidas.
Era una marca personal del escuadrón de Yaro. Todos quienes estábamos en su equipo malográbamos las rodillas del enemigo para que no volvieran a caminar bien nunca más.
Les tomé fotos a los cadáveres. Con el pañuelo, para no dejar mis huellas, tomé sus identificaciones, celulares, huellas dactilares. En cada una de las billeteras de los muertos puse un mechón de cabello para tener su ADN.
A unos metros había sangre y la limpié con el pañuelo para identificar a uno de los hombres heridos. Tomé más fotos de la escena del crimen que nos podía ayudar, ya la noche estaba cayendo.
Regresé a la residencia donde me quedaba, la policía había llegado y era el padre de Amira quien los atendía. Del celular de la agencia llamé.
—Capitán, mataron al padrastro de la señora Amira Beltrán.
Desde mi lugar veía a mi objetivo sentado en el mueble sin hablar.
—¿Yasar?
—Capitán, hace pocos minutos la atacaron. Maté a dos y los otros dos huyeron. Van con las rodillas destrozadas. Aun así, alcanzaron a quitarles las pertenencias a los francotiradores.
—¡¿Qué mierda me estás diciendo?!
—Mataron al padrastro de mi objetivo, dígale al mayor que de la casa del objetivo a quinientos metros se encuentran dos cadáveres con las balas de mi rifle y dos más van heridos. Aun así, antes de marcharse los vi llevándose las identificaciones de los muertos.
—Si ya fueron por Amira, también lo harán por Onely y por Lía Luz. Ya mismo hablo con el mayor. Esto es más grande de lo que creemos.
Terminando la llamada, al celular secreto sonó. Era Yaro. —Sería muy raro engañarlo.
—Reporte real.
—Lo dicho es cierto menos lo de las identificaciones. Las tengo en mi poder, te las entregaré a mi regreso y tú decides cuando revelarlas. Tengo fotos de los cadáveres y de la escena del crimen. No sé por qué lo haces, pero desde que te conozco trabajas con tu instinto.
—Gracias. Cuando nos reunamos de nuevo les contaré los detalles. Al correo de seguridad envía todo. Por ahora, puedo decirte que no podemos confiar en nadie más que en nosotros cuatro.
—A ese correo envié un reporte de la vida de Amira Beltrán, por alguna razón el informe del mayor no lo decía.
—Sobre.
—Fue una niña violada a los catorce años.
—Hay cosas Yasar… El teniente que arroyó a mi familia se encuentra libre.
—¡¿Qué mierda?!
—Debemos ir con cuidado. Acá, hablamos, el tema es muy delicado, no confíes en nadie, nuestros objetivos ocultan muchas cosas lo mismo la agencia.
