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Capítulo 6 - No es frívola

Yaro

Por otro lado, los sicarios habían sido amordazados por los civiles a la espera de la policía. Saqué el otro celular, llamé a mi hermana, hoy no creo que pueda ir a la clínica, no podía dejar desprotegida a mi objetivo.

—Déjame adivinar. No vendrás.

—Te visito mañana a primera hora. Se complicó el trabajo. ¿Cómo sigue el teniente?

—Presentó un paro cardiorrespiratorio, pero logramos estabilizarlo, ahora lo tenemos sedado, sus quemaduras son de tercer grado. Toda la parte delantera de su cuerpo quedará con cicatrices irreparables.

—Entendido. Espero mañana pueda hablar con él.

—No, es mi paciente y lo mantendré dormido el mayor tiempo posible. ¡Se encuentra muy grave, Yaro!

—Entiendo. Cualquier novedad llamas.

—Cuídate.

A la distancia vigilaba, esperaba y observaba cada movimiento de ella. La policía llegó, junto con la ambulancia. Sacaron al chofer al parecer muy malherido, pero vivo. Por lo que decían los civiles, se encontraba delicado.

El señor Francisco tenía dos impactos de bala. Uno en la pierna y otro en el brazo. El glamur de la señora Agudelo, fue dejado a un lado y demostró tener sentimientos. Subió a la ambulancia para acompañar a su padre. Le faltaba un zapato, tanto su ropa como sus manos se veían manchadas de sangre, su expresión era de preocupación absoluta.

El causante de este atentado tenía pleno conocimiento de su punto débil. Y ese era su padre. La ambulancia se retiró y yo hice lo mismo, ahora más que nunca debía mantenerme como su sombra.

…***…

Salomé

La cabeza me daba vueltas, el corazón no bajaba su ritmo acelerado y por más que traté de contener las lágrimas por momentos no pude, fue en vano al llenarme de temor. Ver a mi padre herido, el único familiar directo que me quedaba, no podía perderlo. Me moriría si algo le pasaba, ya había perdido a mi madre y hermano.

Habíamos llegado a la clínica, Ramón se encontraba muy herido, el impacto fue en el pecho, con él ingresaron a cirugía de manera inmediata para salvarle la vida. Mi padre tenía dos tiros, los cuales no eran de gravedad, pero, aun así, no deseaba verlo sufrir y el que estuviera herido era señal de que no fue una amenaza en vano. Su advertencia fue una clara notificación de que cumplirán las amenazas.

Esperaba en la sala de urgencias noticias de los dos. Me encontraba descalza, llegué sin un zapato y la sensación de ser observada se había intensificado. No se ha ido desde la mañana al salir del sepelio, he mirado a mi alrededor y no veo a nadie sospechoso. ¡Deja la paranoia Salomé! Aunque este día parece que no acabará.

—¿Señora, Salomé Carvajal?

—Soy yo. —Era la policía.

—Necesitamos tomar su declaración. —Afirmé.

Tomé el celular, con disimulo le di la opción grabar. Media hora después de haber narrado los hechos, uno de los oficiales habló.

—¿Recibió una amenaza y fue la única ilesa? Nos dice: hirieron a los sicarios que los atacaron, ¿y no sabe quién lo hizo?

—Así es.

—Pudo haber sido usted la creadora intelectual de lo ocurrido. —Los oídos se me taparon, ¿era en serio?— Señora, es sospechosa de asesinato y es mucha casualidad que hoy le ocurra eso.

—¡Me está acusando de haber intentado matar a mi padre!

—Agente retírese. —Le dijo otro policía. Tenía tanta impotencia—. Discúlpelo.

—No. —Le mostré lo grabado—. No confió en ustedes, lo lamento. Dígale a su compañero que mañana presentaré cargos.

—Usted se gana… —miró la grabación—. Comprendo su recelo. Solo hacemos nuestro trabajo.

—No, su trabajo es esclarecer, no acusar. Y no le permitiré que difamen. No tengo idea de quién disparó contra esos sicarios, pero se lo agradezco al de arriba por quien lo hizo. De lo contrario habrían matado a mi padre. Ya tomó mi declaración, averigüe quien intentó matarme. Ese es su trabajo.

Una vez sola, me senté en una de las sillas. Sentía un gran peso en la espalda, y saber que esto apenas inicia. Le envié al abogado lo grabado para que inicie una demanda. El doctor llegó y fui a su encuentro.

—Salomé, Francisco se encuentra fuera de peligro, su chofer se encuentra en cuidados intensivos.

—Gracias, doctor Ceballos. —Era un gran amigo de mi padre desde hace años—. ¿Puedo ver a papá?

—Claro. Vamos, te llevaré a su habitación.

De camino vi a los policías hablando con un hombre mayor y otro de quien solo le vi la espalda, tenía una gorra y un buen trasero.

» ¿Has almorzado algo?

Eran las tres de la tarde. Negué, pero tampoco tenía hambre. Al ingresar a la habitación corrí a abrazarlo, no me gustaba verlo en cama, él era tan activo. Un par de lágrimas salieron.

—Perdóname, por mi culpa intentaron matarte.

—Al menos yo estaba en medio de las balas, no soportaría sepultar a otro hijo. —Con su brazo sano acarició mi cabello—. Quieras o no, deberás usar seguridad y eso no estará en discusión. Contratas a especialista en seguridad o me veré obligado a imponértelos Salomé.

Desde que metieron a Orlando a la cárcel me lo viene diciendo y mira. Por ahí dicen que palabras de viejo, son solo aciertos.

—No quiero a la policía.

—Hay agencias mejores a esas partidas de vendidos. Hay policías buenos, pero no tienen el poder de cambiar la corrupción de su institución. Buscaré la mejor agencia del país para que nos vigile.

—Papá no…

—No voy a discutir. Yo los pagaré. —Me dio un beso en la frente—. Salomé, ¿qué parte dé eres lo único que me queda no comprendes?

—Papá, no comprendo sus amenazas y no tengo idea de lo que piden. —Su mirada era fija—. Orlando y yo no éramos una pareja feliz, de hecho, no sé por qué me dejó como heredera de todo, cuando en los últimos meses, no hacíamos más que pelear y hasta llegamos a hablar de divorcio.

—Podemos contratar a investigadores privados. Lo único que me importa eres tú. Mi hija se encuentra en peligro y es mi deber protegerte. ¿Qué clase de padre seria? Te aconsejo que hables con los abogados de Orlando. De haber sabido la clase de escoria no habría permitido ese matrimonio.

—Estaba enamorada.

—Eso decías.

…***…

Yasar

La agencia había hablado de manera oficial con los propietarios del condominio en la ciudad de Medellín de la casa al lado de la mujer que ahora era mi prioridad; Amira Beltrán. El mayor les dijo que era un tema de seguridad nacional. Por eso me había hospedado en la casa de los vecinos y desde la terraza podía verla en la sala hablando con sus padres y un perro amarillo el cual consentía de manera seguida.

En los días que llevo vigilándola me ha parecido una mujer fría, distante, con un buen cuerpo, delgada, muy atractiva, sus ojos grises y piel blanca la hacía apetecible. Cualquier hombre se sentiría feliz de tenerla como su mujer.

Sin embargo, era conocedor de los amoríos de su difunto esposo, el cual la engañaba con varios hombres. De ella no sabemos nada, hasta el momento me ha parecido algo superficial, pero la vida me ha enseñado que esas personas con corazas eran las más vulnerables, con una vida sufrida y por eso son ásperos como ella.

Hasta hoy, mi percepción cambió. No sabíamos si ella sospechaba de las inclinaciones de su esposo, de saberlo no ha debido ser nada agradable su vida. En la mañana me puse a investigar su vida.

Llamó mi atención al leer que por unos meses vivió en el Bienestar Familiar hasta que se aclaró una denuncia de parte de ella, por abuso sexual, contra su padrastro. Desde entonces la comprendí un poco. Fue violada a los catorce años, su madre no le creyó hasta ver los resultados de medicina legal. En efecto, su padrastro fue su abusador.

Operación Aroma era una misión diferente, nunca habíamos cuidado a mujeres en nuestro trabajo, el cual era selectivo. Y esa dama parecía egocéntrica y superior a todo el mundo, menos ahora. Ahí, sentada en el mueble, abrazada a su perro, mirando la terraza, se veía vulnerable.

Al saber de su pasado se puede comprender su actitud. En el sepelio fue bastante grotesca y altanera con los familiares de su esposo. Varias malas palabras fluyeron de su boca. Como se puede cambiar el concepto de una persona, cuando sabes su verdad.

Hasta hace unas horas la catalogaba como una mujer fastidiosa, ahora veía su vulnerabilidad y esa triste mirada gris, carente de afecto, me agradó. —Sonó mi celular, era el capitán, Yaro era uno de mis mejores amigos, de hecho, los cuatro éramos muy buenos amigos.

—Yasar, mantente alerta. Me encuentro en la clínica, atacaron a mi objetivo y no fuimos nosotros, el chofer se encuentra entre la vida y la muerte, su padre recibió dos impactos. Alguien las quiere obligar a que confiesen.

—Capitán, por ahora todo se ve tranquilo, tendré mis armas listas.

—Fueron dos sicarios, ya los tiene nuestra agencia en custodia. Debemos averiguar quienes intentaron asustarla.

—Sí señor.

No podía hablar de más, había llamado desde el celular de la agencia.

—Pondré al tanto a los otros. Ojos abiertos, no parece tan simple este caso.

Cuando sea el momento le comentaré lo extraño que me pareció el entorno de Amira Beltrán. La vi levantarse, salió al balcón, se cubrió el rostro y… no me agradó verla llorar, ¿Por qué me incomoda?, solo tenía unos días de conocerla. Simplemente, surgió un deseo de cuidarla, no por la misión, sino por ella.

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