Capítulo 11 - Es un hombre solitario - mduno
Mi comentario lo había dejado desconcertado, demasiado diría yo por su expresión.
—¿Qué? ¿También le pagas a tus amigos? O ¿se debe pasar una solicitud para ver si se puede ser amigo de Roland Sandoval?, no todo es dinero, no creo que en su vida la gente le sea fiel por dinero.
Se quedó callado, se pasó la mano por su cabeza desnuda y volvió a mirarme un poco más controlado.
—Hiciste un trabajo Verónica, te quité mediodía de tu tiempo, eso se debe remunerar. Así hago siempre, no me gusta deberle nada a nadie.
—El problema es que yo no hago, así las cosas. Nunca le cobro a un amigo cuando necesita mi ayuda. —Me acerqué y le di un beso en la mejilla. Se tensionó tanto que quedó rígido.
» Hasta pronto, y para una próxima solo debe llámame, si tengo disponibilidad no me opondré a ayudarte, de este modo no me haces sentir que fui secuestrada.
Di dos pasos y luego me detuve al analizar, ¿cómo se sale de acá sin carro?
» ¿En la carretera se pueden tomar buses fáciles para regresar a Bogotá?
—Yo te llevo.
La Rata se quedó desconcertado por la actitud de su patrón, aún no comprendía cómo un hombre tan joven era el capo, cuando su cerco de seguridad se veía mayor que él. Se tardó un poco en reaccionar; ese par de hombres se comprendían muy bien. Con un movimiento de cabeza, su mano derecha se alejó llamando por un radio a un tal Cebolla, Cereza, Churrusco, Negro, Cuchilla, Podrido y dos apodos más feos todavía, similares a materia fecal y rasca nalga. Esos eran los nombres, pero me niego a decirlos.
» Vamos.
—Gracias, ¿todos tienen esos apodos?
Pregunté, y lo vi sonreír. Su gesto fue lindo, no sabía por qué, pero me gustó. Lo seguí, al entrar a la casa, la tal Brenda esperaba al final de las escaleras y Roland ni la determinó. Y yo tampoco tengo porque hacerlo.
Llegamos al parqueadero, sus hombres lo esperaban en dos camionetas negras, similares en la que me recogieron. Sin embargo, abrió la puerta de otro auto, su acto fue de caballero. Ingresé, era un automóvil de último modelo; soy mala con las marcas de carros. Se dio la vuelta e ingresó, se abrochó su cinturón, lo imité, los nervios se estaban apoderando de mi cordura… ¿Él me va a llevar a mi casa?
—¿Es seguro que salgas?, puedo irme en un bus para que tú no te expongas.
Apretaba su mandíbula y su vista fija en mis ojos, algo le incomodó. Me estaba agradando su hermetismo. Encendió y al arrancar vi que dos carros nos siguieron. Uno de ellos se adelantó y el otro se fue escoltándonos. Eso era salir protegidos.
» Roland. —mantuvo sus sentidos fijos en la carretera, pero me dio a entender qué me prestaba atención—. No es correcto dejar a tu novia abandonada.
—No es mi novia Verónica, es una puta a la que le pago y repito en algunas ocasiones, y eso la hizo creerse con derechos de llegar cuando se le da la gana. Nada más intimé porque quería culear.
—No puedes culparla. Se nota lo enamorada. Y no digas esa palabra, se escucha feo…
No me dejó terminar, lo miré de reojos, seguía concentrado en la carretera.
—Ese es su problema, no el mío, además el amor no existe. Por eso nunca me refiero al sexo con la palabra amor. Para mí es un simple espejismo el cual idiotiza, entorpece y hace cometer estupideces.
Qué triste debe ser su vida. Recordé lo dicho por mi madre, solía decirnos a mi hermano y a mí; cuando escuchábamos las noticias de la delincuencia actual, y era encabezada por niños menores de edad. Argumentaba que si uno como madre o padre no le damos los valores fundamentales a los niños, los convertimos en delincuentes sin sentimientos.
Porque sí el ser humano no respeta a los que les dan la vida, no obedecen a nadie y fallan en algunos de los sagrados mandamientos, desequilibra su eje de vida, al hacerlo la balanza se inclina para el lado del mal. Volví a mirarlo, su rostro era tan varonil, tan lindo… ¿Quién de los dos padres lo habrá abandonado?
—¿Puedo poner música? —sonrió.
—Claro en la guantera tengo unos CD, escoge y pon la que quieras. —Este auto no tenía la memoria de música—. Me gusta escuchar los CD. —Me leyó la mente, tenía varios de salsa variada y uno de los éxitos de Marc Anthony, escogí ese.
—¿Te gusta?
Se lo mostré, lo miró de reojo. Sus facciones eran apetecibles, ahora me acabo de dar cuenta que se encuentra dolido por algo. Debió pasarle en algún tramo de su vida una situación complicada. Sí, apuesto lo que el daño proviene de un abandono y para marcar de ese modo debió ser su madre.
» ¿En la investigación realizada a mi persona no te reportaron eso? —sonrió con ganas.
—Verónica, no me gusta repetir las palabras. No sé cómo lograré hacértelo entender, cierta información no tiene importancia para mí, no me interesa.
Afirmé, me acerqué al radio y no pude continuar. Soltó una carcajada, puso las estacionarias y le hizo cambio de luces al auto que iba adelante, luego detuvo el auto a un lado de la carretera.
—Lo lamento, parece el panel de un avión.
Ahora soltó una carcajada, la cual me cautivó logrando hacerme sentir calor en todo el cuerpo. Debo estar igual de roja a un carro de bomberos.
» ¿Se pueden saber cuál información es importante para ti? —Era mejor hablar, la voz de Marc sonó.
—No me gusta deberle favores a nadie. —cambió el tema—. Dime el valor de tu asesoría y te pago.
Se me formó un nudo en la garganta, miré al frente, traté de concentrarme en trivialidades mientras él conducía. Su comentario fue una clara advertencia dé terminemos esta conversación. La energía entre los dos aumentó y cada vez que pasaba el tiempo, se incrementaba.
Me concentré en escuchar la voz del cantante. Por su parte aumentó la velocidad, fue la segunda cachetada, sin necesidad que me pegara. Quería deshacerse de mí, la velocidad de Roland obligó a sus guardaespaldas a aumentarla. Por eso un trayecto de dos horas para mi casa se convirtió en una.
En un total silencio, el cual confieso, los vellos de mis brazos se erizaron durante el trayecto. Comprendí que me gusta mucho, pero no me conviene. No era lo que deseaba y quería de un hombre, jamás seré su juego. Me conozco, lo soy todo o no soy nada.
Pero quiero conservar su amistad, algo me dice que lo necesita. Darle eso, él solo estaba acostumbrado a comprar y debe aprender que existen sentimientos que se ganan, se regalan, se ofrecen sin recibir nada a cambio.
—Roland…
—Verónica, claro que podemos ser amigos.
Se humedecieron mis ojos, sonreí sin mirarlo, pasaron unos largos segundos hasta que me atreví a hacerlo, él ya lo hacía ¿por qué quedó desconcertado?
» Vas a llorar, ¿por qué? —Se detuvo en mi casa, llegó muy rápido, como…
—¿La dirección de mi casa si es importante? —suspiré—. Roland, la amistad no se compra, ¿lo comprendes? No me ofrezcas más dinero porque no tengo precio. Y puedes contar conmigo para lo que necesites, siempre y cuando sea lo correcto bajo mi punto de vista.
—Puedes visitarme cualquier día. Ten buenas noches, nos vemos otro día, Verónica. —No pude evitar sonreír, a veces era decente—. ¿Qué?
—Eres la segunda persona que me llama por mi nombre completo. —tensó su mandíbula.
—¿El primero es tu novio?
Encendió el auto, te acaban de decir muy disimuladamente, debes salir. Tenía esa extraña sensación de querer y no querer hacerlo.
—No. La primera fue mi madre.
Abrí la puerta. Al salir, Rata esperaba a que bajara. Saqué las llaves, abrí la reja, luego la puerta, miré atrás y él sonó la bocina para luego arrancar. Esperó a que ingresara y ese tonto e insignificante detalle me gustó.
—¡Vero! ¡Corre ayúdame!
Lorena me sacó de mis ilusos pensamientos. Raúl estaba en el sofá golpeado con la cara desfigurada, Lorena trataba de contener alguna herida.
—¿Qué fue lo que pasó? —lancé el morral en la mesa y corrí hasta llegar a ellos.
—Tienes que suturarlo y darle calmantes.
Era casi veterinaria, corrí a la habitación para tomar mis instrumentos quirúrgicos, me desinfecté las manos para coser la herida. Lorena trajo agua tibia y con un trapo le lavó las heridas, también trajo toda su farmacia. Ella en especial había sufrido en varias ocasiones golpes de los hombres con los que se acostaba. No era nuevo para mí cerrar las heridas de mis amigos. Le suministré un antibiótico y desinflamatorio.
—¿Quién te hizo esto Raúl? —No dijo nada. Lo acomodamos en nuestro sofá.
—Un tal Carlos, lo encontré hace unos veinte minutos tirado en nuestra terraza. ¿Dónde estabas? —preguntó cuándo terminó de limpiar las heridas.
—En la finca de Roland.
Me miró de una forma, «no juegues con candela», hablé antes de que dijera algo.
» Somos amigos, nada más. Roland es un hombre con una tristeza en su alma, lo cual lo obliga a tratar a la gente como perros. Algo le pasó y tal vez jamás lo sepa.
—Bueno, eres la primera mujer que puede decir eso.
—Vero. —Nos sentamos a su lado, cuando nos llamó—. Lorena. —Ella comenzó a acariciarle la cabeza.
—Aquí estamos.
Lo tomé de las manos, la ceja de su lado izquierdo quedará dividida. Le acaricié el rostro.
—Las quiero, gracias por estar siempre aquí conmigo. —Se le dificultaba hablar—. Vero tengo dos boletas para ver a Marc Anthony.
—¡Raúl! Mira lo que te pasó y tú te preocupas, ¿por un par de boletas? —Lo regañé.
—Úsenla alguna de ustedes. Aún las estoy pagando, prométanlo.
—Sí, si lo prometemos.
Era la única manera de que descansara. Le dimos posada para poder atenderlo y curarlo, acomodamos una colchoneta en la sala y con los calmantes le ayudará a dormir toda la noche. Preparé un vaso con leche tibia, mi amiga no dejaba de analizarme, así que no aguanté más.
—Suéltala.
—No he dicho nada.
—Te carcome la lengua por hacerlo.
—Vero… solo ten cuidado, sí. Es un hombre demasiado peligroso y no sabes lo malo que es.
—Ya te dije, somos amigos.
—Y te creo.
Se encogió de hombros, mirábamos dormir a Raúl, suspiró después de un gran trago de su leche tibia con miel.
» No soy quién Vero, y sé que ante Dios soy una pecadora, pero Don Roland… Se puede decir de manera literal que es un demonio. Para llegar a su posición, le tocó matar, robar, sobornar, es un fornicador, no respeta nada y créeme, nunca ha mencionado la palabra Dios, ni por accidente.
Sentí tanta tristeza, no comprendo como un ser humano crece apartado de la grandeza del ser Superior a su lado, sin importar cualquiera que sea su concepto de él. No soy fanática de la religión, era solo mamá me enseñó a temerle, a respetarlo y sobre todo a amarlo.
—Esto es irónico. —seguía observándome—. Él es un homosexual, tú eres una prostituta, muy cara, pero eres una. —Lorena reprimía las ganas de reírse—. Y tengo intención de enseñarle a Roland lo que es tener un amigo sin interés de por medio y él resulta ser un asesino. —soltó la carcajada—. Qué lindo ramillete de amistades, pero a ustedes dos los adoro.
—Después de todo, le harás un favor a ese demonio y el sentimiento es mutuo.
—¿Qué? —terminé de tomarme la leche.
—Vero, al lado tuyo no se puede hacer ningún mal, tienes algo, no sé si es tu bondad o ese amor hacia nosotros, que resulta imposible ofenderte en tus principios. Eso pasa con nosotros dos. A tu lado me siento buena y tengo esperanza para no ser tan juzgada cuando muera.
—No vas a morir y deja de decir eso.
La miré, recordé que teníamos una charla pendiente, iba a hablar.
—No pienso hablar de eso. —No le gusto hacer algo.
—Lorena…
—Podré superarlo.
Me regaló una triste sonrisa y me dejó sola en la cocina. ¿Qué le habrá pasado? —suspiré—. ¿Podré enseñarle a Roland Sandoval que la amistad no se compra?
