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Capítulo 10 - ¿Dijiste amigos? - mduno

Abrí la boca, Rata se ubicó a tres metros de su Patrón. Vi el desplazamiento de varios hombres bajo la obediencia de la «Rata». Solté una enorme carcajada en su cara, sin decirle una sola palabra, di la vuelta para tomar el taxi que pasaba.

Gracias a los ángeles por sacarme de esta. Escuché mi nombre en repetidas ocasiones y en un tono bastante alto. No me importó, debe aprender que no todo era dinero, había un código de decencia el cual se saltó conmigo en todo su esplendor. Su madre no le enseñó modales, no le enseñó que no todo lo puede comprar, por lo menos a mí no me comprará con dinero… Valgo mucho más que eso, a mí me ganan con un corazón en su mano.

El lunes después de la clase de mandarín, una camioneta negra se detuvo en la entrada, de la cual se bajó la Rata. ¿No se piensa rendir, el capo? Sin embargo, una sensación de hormigueo emergente llevándose todo a su paso, cientos de mariposas galoparon por mi estómago con el simple indicio de que Roland quería verme. «Eso es estar graves por alguien»

—El Patrón necesita hablar con usted.

Su aparición fue como esas de seriados donde los federales toman en aprehensión a un rehén. Pero el susto de que él quería verme le bajó protagonismo a la escena. Sería una gran mentira, decir que, en estos días, después de lo ocurrido en la discoteca no he pensado en él, eso sería una gran blasfemia.

No supe nada más de él y por más que he demostrado indiferencia, al cerrar la puerta de mi habitación, no me mentía a mí misma. Puedo hacerlo delante de mis amigos, algo que también lo pongo en duda, ellos me conocen. En todo caso en mis pensamientos, razonamientos y sentimientos quedaba en primera fila su nombre y era consciente del tiempo perdido de mi parte en los recuerdos.

—No deseo ir a ninguna parte, si él quiere verme, lo correcto es presentarse.

Ya había detallado mejor al hombre reconocido como la mano derecha del capo y a cargo de la seguridad de Roland. Era un hombre alto, fuerte a pesar de ser delgado, sus músculos eran pura fibra, se nota los días de ejercicios; sus ojos y cabello eran negros.

—No le pregunté si quería ir. Le digo que el Patrón la necesita. Sube por su cuenta o la meto a la fuerza. —caminó hacia mí con esa mirada de no me ponga a prueba—. Usted decide.

Este hombre tenía una particularidad en su carácter, la cual inspiraba miedo. Era sin ningún prejuicio, hará lo que sea necesario para cumplir las órdenes de su jefe. Ingresé al auto, no pronuncié una sola palabra durante el trayecto hasta la hacienda en la que hace un par de semanas quedé encerrada.

La casa permanecía tranquila y no había más personal que el de los guardaespaldas del «Patrón», me llevaron al área de la piscina, ahí esperaba el hombre más temible mostrando una frescura tremenda, nadie podría decir que él era esa persona. Usaba una sudadera y una camiseta verde militar. ¡Por Dios! ¿Será que algo no le quede perfecto?, esperaba sentado leyendo el periódico. Miró a la Rata y luego a mí.

—Verónica Vázquez. ¿Se te debe traer a la fuerza para que me visites?

Cerró el periódico, me hizo señas para sentarme a su lado, tenía varios documentos y un portátil, este hombre era extraño.

» Debes tener hambre. Por favor, infórmale a Ana que nos traiga el almuerzo.

¿Qué pretende con traerme de esta manera?, «y si te propone una vez más acostarte con él, ¿qué le dirás Verónica?» —Esa es una buena pregunta. Has soñado con su compañía cada día transcurrido después del incidente de la discoteca.

—Nunca he sido invitada como amiga y si pretende… —Me interrumpió.

—No seas… Te hice venir aquí porque gracias a ti, el día que te quedaste en mi habitación realizaste una traducción a la carta en mandarín, y como verás. —Me señaló varias en la mesa—. Te contrato como traductora.

No sé si sentirme alegre o desilusionada, estoy aquí por temas ajenos al revuelo que sentía por dentro. Respiré, pase lo que pase, no demuestres interés alguno.

—¿Si le traduzco esa carta me puedo ir?

Sonrió a carcajadas, su mirada era una mezcla de «pobre ilusa, no te quiero para nada más.»

—Entre más te demores, más tardarás en irte.

Nos trajeron el almuerzo; la carne olía increíble, me sonaron las tripas. Al terminar Roland tomó unas cartas en inglés y me entregó a mí dos correos en mandarín, se las traduje. Una era la confirmación de que estarían dentro de diez días y necesitarían cien hombres; esa era la demanda en cuestión para la seguridad de la organización de Hong Kong. Vendrían tres hombres importantes.

También se habló de temas relacionados con el envío de la droga, solicitaban la entrega de las nuevas diez rutas a utilizar para el envío de la mercancía, más las tres rutas que les entregarían a las instituciones gubernamentales como soborno. «Corrupción, corrupción». Le entregué la hoja en español, lo vi leer con seriedad.

Tomé la segunda hoja, en esa informaban los datos de las tres chicas que habían quedado seleccionadas como sus damas de compañía, entre esas, el nombre de Lorena figuraba y sería la compañera del señor Yan Lee. También relacionaron e informaron la tarifa a pagar por los servicios diarios por la obtención de placer. No pude evitar abrir la boca.

—¿Pasa algo?

Se mantuvo calmado, sin embargo, noté en su voz un grado de preocupación por mi reacción.

—Nada, solo que… Ser prepago es rentable. —Le brillaron los ojos.

—Sabía que tendrías un precio, te doy cinco veces la tarifa que pagarán ellos, por un par de horas.

Lo fulminé con la mirada, lo ignoré y retomé el resto de la traducción, puse los otros nombres y las tarifas de las otras dos chicas. Se la entregué y al leer enarcó una de sus cejas.

» Vaya, tendríamos que negociar las horas, es mucho dinero por solo dos horas.

—¿Terminé? —No dejaba de analizarme.

—¿Crees valer más?

—Roland creo haberle dicho que ni con todo el dinero en sus arcas le alcanzaría para dormir conmigo. No me interesa el dinero, a mí me interesan otras cosas de las cuales usted carece. —soltó una carcajada.

—¿Romance y esa parafernalia idiota? —Se tomó el resto de jugo—. Sabes, tienes razón, con este dinero me tocaría tenerte una semana, y la verdad a mí no me gusta repetir vaginas de manera consecutiva.

Tomé el vaso con agua y me atarugué con el líquido, ¡qué grosero! Me pasó otros documentos escritos en italiano y en francés.

—Como sabe…

Me fulminó con esa forma de impartir una orden sin necesidad de hablar, recordé lo dicho esa noche cuando amanecí aquí.

» Entonces, ¿sabe cuál es mi color favorito?

—Eso no es importante y no sirve de nada.

Alcé una ceja, esa era la razón principal por el cual jamás me acostaría con él. Por más que me agrade como hombre y se remuevan mis entrañas junto con el vientre. Era un completo animal.

Comencé a leer las cartas entregadas, se las traduje. Con el paso del tiempo, el entorno se transformó en una agradable tarde. Nos trajeron jugo, y sin darme cuenta las horas pasaron. Le había realizado varias traducciones, unas por email y otras fueron documentos entregados por él. Sin querer me enteré de varios movimientos de su organización en el exterior.

Pero todo cambió, le traducía un correo que le llegó hace muy poco y fuimos interrumpidos por una despampanante mujer. Cabello negro hasta la cintura, me miró con ojos de odio.

—¿Hasta cuándo piensas tenerme allá arriba?

Bajó con una sensual bata muy corta y transparente dejando ver todo su cuerpo armado, sus senos y trasero eran enormes. Su mirada fue de superioridad; cuál leona al asecho mirando a su presa… Siente que le he invadido su territorio. Volví a sentir esa sensación de ardor en el estómago, cerré el portátil.

—Ya es hora de irme, Roland.

La mujer abrió su boca. El señor Rata llegó por arte de magia, se quedó a una distancia prudencial por si pasaba algo, lo que no sé era ¿qué podría pasar?

—¡Don Roland!

Gritó la exhibicionista. Me levanté mirándolo y alzando una de mis cejas. Dándole a entender que esto jamás se lo pasaría.

—Brenda, ¿no ves qué estoy trabajando? Regresa dónde estabas y espérame. ¿Entendiste? —habló con mucha firmeza, pero la vieja esa no le obedeció.

—¡Ni creas que me tratarás como tratas a todas, mucho menos que me remplaces hoy con esta!

Su mirada fue un escáner de arriba abajo. No pude evitar reírme, ¡esto era lo último! Iba a hablar cuando ella lo hizo primero.

» Aunque… ¿Qué le ves? No es tu estilo y viéndola bien, no se compararía conmigo. —Roland se levantó de la mesa, pero yo hablé antes de que le dijera algo.

—¡Por supuesto que no me parezco a usted!, ni a ninguna de las mujeres suplicantes que pasan por la cama de este señor. Un dato importante nada en mi cuerpo es artificial y no te preocupes o te sientas inferior. Yo jamás seré rival para ninguna de las mujeres de su preferencia. A diferencia tuya yo no tengo precio, algo que tú si debes tener.

» Mi prototipo de hombre se encuentra muy lejos de lo que podría ofrecerme Roland. SE lo digo de esta manera. En el momento en que usted tenga un poco de decoro, dignidad, amor propio, carácter y se valore como mujer, tal vez, solo tal vez pueda ser una rival para mí, de lo contrario… —No puede evitar la carcajada—. ¡Jamás!

» Y sabe la razón. Porque yo me preocuparía que mi cuerpo solo lo conozca él y nadie más. —Lo miré, él ya lo hacía con el ceño fruncido, muy serio.

—¡Brenda!

La llamó por su nombre, dejó muy claro su postura sin decir una palabra más. La única opción fue; si no te retiras te saco a patadas. Comprendí que la agradable tarde había terminado. Tomé el morral y le di la mano para despedirme.

» ¿Cuánto te debo Verónica? —abrí la boca—. No. ¿Cuánto cobras tú por las traducciones de idiomas? —negué sutilmente la cabeza.

—Nunca les cobro a mis amigos.

Sus ojos por un momento se desconcertaron, por primera vez en lo que lo conozco su mirada quedó desubicado.

—¿Dijiste amigos?

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