Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Capítulo 9 - Cuidado… hombre peligroso - mduno

Lorena seguía hablando mientras yo miraba en la dirección del hombre que bailaba como los dioses. Pero alcancé a escuchar su último comentario.

—No sabía que bailara tan bien… —interrumpí a Lorena.

—¿Tan bien? ¡Lorena, es perfecto en una pista de baile! —Mi expresión sonó demasiado efusiva.

—¡Ay, amiga! He estado una sola vez en su cama, fue un día y ha sido el mejor de mi vida, fue una gran experiencia, te lleva al límite de tu resistencia. Su problema es que Jamás repite mujer.

Me acaricié los brazos al saber, si caigo ante su encanto viril, seré una más en su infinito registro de mujeres

» Algo pasa contigo. —Nos miramos—. Mi Vero no sé si lo que te diré te sirva, sin embargo, confiaré en tu sensatez.

—Dime. —quería saber todo lo concerniente a su vida.

—Ninguna mujer había estado con él en su recinto privado. Jamás, jamás ha bailado en las reuniones de su entorno, dicen que nunca va a discotecas porque lo pueden matar y esta noche hay más de cincuenta hombres pertenecientes a su seguridad, junto con su selecto grupo de hombres de confianza privada. Te puedo jurar, no dejarán ingresar a más nadie porque se saldría del control de la Rata.

—Me perdí, no te sigo Lorena, a donde quieres llegar…

—Algo le pasa al capo contigo. —Sus ojos taladraron los míos—. Y a ti te conozco desde tu nacimiento, jamás había visto ese brillo en tus ojos. Pero recuerda él es un hombre peligroso, muy, muy peligroso y no sabes a qué grado.

» Recuerda que, ¡es un narco! Sabes o debes de imaginarte lo hecho en su trayectoria para llegar a la posición de la que él goza en la actualidad. Si te quieres hacer una idea, tiene el mismo imperio de Pablo Escobar décadas atrás. Emana poderío, derrocha poder, nada se le escapa, controla todo y aunque lo veas con tan poca edad, es un genio, su mente es privilegiada y se ha rodeado de gente muy buena que lo hace aún más poderoso.

—Actúa con mucha apatía… ¿Piensas que le guste?

Me extrañó el sentimiento emergente de mi corazón. Verónica, bájate de esa nube por lo más sagrado. Es un hombre peligroso.

—Con él no se sabe. Siempre obtiene lo deseado, si es de su agrado lo toma y lo deja al cabo de unas horas, va por el camino usando lo que se le antoje. Lo único que puedo decirte es, qué de ti depende ser una más. Si decides caer por unas horas ante el mejor sexo del mundo, jamás te juzgaré, porque es el mismo rey del sexo, del sadomasoquismo y sabe lo que le gusta a una mujer.

» Y tú mi Vero. —Se perdió en sus propios pensamientos, luego suspiró—. Tú eres un lindo ángel para quien te conoce. No quiero verte llorar, ni sufrir por un ser como él.

Eran las primeras palabras sabias y con sentido profundo de parte de mi amiga. El meollo era determinar si estaba a tiempo de cambiar lo que se removía desde mis entrañas con solo tenerlo cerca. Raúl me convidó a bailar de nuevo.

No lo constaté, pero he sentido sus ojos sobre mis movimientos y por alguna razón, quise darle un gran espectáculo, al terminar me volvieron a darme ganas de orinar. Miré el baño, si iba tendría que pasar cerca de Roland.

—Lorena, acompáñame al baño de nuevo, por favor, no quiero pasar sola.

Pasamos lo más retirado de la barra, no deseaba hablarle. Al salir Roland hablaba con una despampanante mujer trigueña, sonreía y le ofreció un trago. Sentí una ira en desde mis entrañas, fue absurdo el modo en cómo se avivó la rabia, sin razón.

Era evidente cuál era su estrategia. Ofrecerles tragos a las mujeres, bailar una canción para luego dejarla a un lado y tomar a la siguiente. Me vio de reojo, disimulé y atravesé lo más pronto manteniendo una indiferencia, la cual me ha costado controlarla.

» Estoy cansada Raúl, ¿Lorena nos vamos o te quedas?

—Yo continuo con la fiesta.

El Flaco se había levantado, me tendió su mano, caminé a la salida, pero una mano inesperada hizo que nos detuviéramos en seco. Al girar, Roland quedó tan cerca… huele delicioso. Me escudriñaba con esa particularidad muy propia de él. Como quisiera desdeñar su mirada.

—Yo te llevo a tu casa.

Colisionó mi corazón y la razón. Tarde o temprano sabía que eso pasaría, solo era la espectadora ante ese enfrentamiento interno, y el estar cerca de su cuerpo bloqueaba razonamiento de mi parte. ¿A dónde se fue mi voluntad?

—Ella vino conmigo. —objetó Raúl.

—Hazte un favor güevon, no intervengas porque te puedo joder.

—Yo vine con él y con él me voy. Usted ya encontró compañía, por cierto, ella lo espera.

Analizó lo dicho de mi parte, reprimió las ganas de reírse en mi cara. En ese lapso, cuando se alejó, comprendí… Quedé como una mujer celosa. ¡Qué estúpida! Él realizó un gesto con su boca en señal de que algo no le gustó.

—Sí… Es mejor que te la lleves. Al parecer se creó una rara película en su cabeza.

Di la espalda tan rápido evitando descubriera el color de mi rostro que como nunca lo sentí caliente por tonta, ¡qué tonta!, ¡idiota! Desde que lo conocí ando con extrañas sensaciones en el pecho, estómago, vientre y no lograba controlarlo.

Tengo fuerzas internas ejecutando hitos en sentidos contrarios. Una situación demasiado vergonzosa para mi ego. Hasta mis ojos me picaron. El trayecto al apartamento fue silencioso, el Flaco sacó su moto al llegar, me besó en la frente y se fue.

Espero se vaya directo a su casa. Al verme sola mis pensamientos emergieron en torno a Roland Sandoval. Ingresé al baño, tomé una ducha la cual me sentó bien, además el olor a cigarrillo lo quería exterminar del cuerpo.

No sirvió para relajarme; el aroma lo eliminé, pero mis pensamientos fueron encapsulados y entraron en un proceso repetitivo. No me entiendo, sé que era un hombre oscuro, no era un partidazo, tenía plasmado en su cuerpo el concepto de masculinidad del que he sido crítica siempre…

Siempre he objetado y ridiculizado lo que dicen de los sentimientos aplastantes y mírenme. He retrocedido cada segundo vivido con un hombre, que, si lo pongo en un contexto racional, no me conviene en lo más mínimo.

Era un aviso de PELIGRO INMINENTE. Mi cerebro tenía el bombillo tiritando en rojo de advertencia, sin embargo, mi cuerpo se oponía y estaba a punto de un colapso nervioso. Hoy sin duda hice el papel de mujer anhelante, una idiota desesperada, sin nada que refutar. Debía reconocerlo, quedé como una desquiciada obsesiva ante mí misma.

Los días en la universidad pasaron rápido. Como habíamos retrasado las clases por motivos de orden interno en la institución, los trabajos se acumularon por dos semanas, y para poder terminar en las fechas pactadas al inicio del semestre, debíamos dar un extra estudiantil, si queríamos obtener un cartón que acredite nuestro ingreso a la sociedad como profesionales. Salí de mi última clase, y sonó mi celular.

—Hola, Flaco, ¿cómo vas?

Escuché un grito de emoción al otro lado de la línea. Continué caminando, no veía la hora de llegar a la casa, tenía mucha hambre, el estómago gruñía.

—¡Adivina!

Sonreí al imaginármelo poniendo su mano en la frente para dar una noticia fuera de serie.

—No soy buena con eso, así que dime.

—Tengo dos boletas VIP para el concierto de Marc Anthony dentro de una semana. —sonreí al escucharlo tan contento, debe estar brincando—. Iré con Carlos.

—¿Y ahora quién es Carlos? Raúl por favor compórtate porque no quiero que te conviertas en un puto o adquieras una enfermedad. ¡Ya te lo he dicho muchas veces!

—Deja la paranoia, estoy saliendo con él, estaré el resto de mi vida a su lado.

Puse los ojos en blanco, salí de la universidad, llegué al paradero de buses. Espero no tarde en pasar.

—¿Así como lo fue Óscar? —El bus pasó rápido, lo tomé.

—Ya veo que no podré hablar contigo. Solo quería decirte que iré al concierto.

—No quiero saber cómo lograste conseguir dichas boletas.

—¡Y son en VIP! —terminó la llamada, lo guardé en mi bolso.

Raúl, y cuatro compañeros más decidimos celebrar nuestro último semestre, en la discoteca a donde siempre nos reuníamos. Por fin finiquitaríamos seis años de estudios después de todo pronóstico estudiantil. Bailé con Andrés y con el Flaco, son con los que mejores pasaba en la pista. Después de varias canciones decidí descansar. Debía tomar líquido para hidratarme.

—Andrés, ¿te importa si tomamos algo?

Sonrió, me acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja, eso incomodó un poco.

—Sabes que si te dejo no volveré a bailar contigo y eso no es agradable. Raúl o Mañe te sacarán y tú por cortesía aceptarás, me dejarás a un lado.

Intenté sonreírle, la canción terminó, salí de la pista. Al llegar a la mesa Raúl me tendió un vaso con gaseosa. Acababa de sentar cuando llegó a nuestra mesa Roland, solo fue mirarme para quedar a merced de su voluntad.

—¿Bailamos? —¿Qué si bailamos? Dios eso sería un sacrilegio no hacerlo. Me levanté, caminé a su lado—. Veo que no pierdes el tiempo.

¿Qué hará aquí?, llegamos a la pista, de nuevo me abrazó para comenzar a bailar un merengue. Le seguí el paso, sí que bailaba con dominio, era un maestro, le seguí el compás de su ritmo. Su fragancia evocaba en mí el deseo de quitarle la ropa, ¡Contrólate, Verónica! Terminó la canción, me alejé antes de que saliera con una plantada.

» ¿A dónde vas?

Se quedó en la pista extendiéndome la mano para continuar bailando… Y así lo hicimos. Sentir su respiración en mi oreja, las veces que me apretaba más de la cuenta en algunas canciones. ¡Esto era la gloria! Teníamos una hora bailando cuando la burbuja de este extraño mundo que decidimos crear fue interrumpida por su mano derecha.

Intuí algo más, puede aparentar indiferencia y expulsar palabras sarcásticas, pero no podía ocultar la química generada entre los dos.

» Verónica, por favor, dame unos minutos. Debo hacer algo, me informaron que llegó la persona con quien tengo que hablar. Por favor, siéntate en tu mesa y no bailes hasta que yo llegue.

—¿Disculpa?

¿Y en qué momento se convirtió en mi padre, para mandarme de ese modo? La burbuja se disecó por completo, ¿él con quién cree que estaba tratando?

—Ya me escuchaste. No bailes con nadie más, espera mi regreso. Ten presente algo, detesto repetir las órdenes, creo habértelo comentado.

Salió de la pista, me quedé con la irritación por no poder contestarle. Sentí cólera por no poder desahogarme ante un acto tan mezquino. Llegué a la mesa, le quité el trago que tenía Raúl y me lo bebí de un solo sorbo.

Medité para dentro de mí. Si me quedaba era darle por sentado que le haría caso, y pasaría a ser una completa sumisa, idiota y muchas otras denominaciones más… ¡Eso jamás!,

Me despedí de mis compañeros, y salí de la discoteca. Raúl insistió en llevarme a lo que le dije que no era necesario. Saqué la mano para detener el taxi cuando escuché mi nombre.

—¡Verónica! —Roland se acercó, miraba en todas las direcciones, en su cara reflejaba su estado colérico—. ¿Se puede saber qué mierda haces?

—¿Disculpa? —Le dije de nuevo, sonriendo—. Tengo sueño y quiero irme a casa.

—Yo te llevo. —Se cruzó de brazos mirándome con incertidumbre.

—No quiero irme contigo, además usted está ocupado. —contesté.

—Solo, te pedí un minuto. —Se explicó—. No sé… No te debo ninguna explicación.

—No se la pedí, además, ¡usted no me manda, ni me exige que hacer! —Alzó las manos.

—Hablemos claro, Verónica. Te doy diez millones por una noche.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.