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Capítulo2 *No sea dura*

Estaba pensativo. Deberle un favor a Antonio no me parecía muy agradable, pero al mismo tiempo necesitaba un trabajo, sobre todo si mi intención era encontrar mi propio lugar para vivir.

"Vamos, Rossmery , no seas dura", dijo Ana, probablemente sintiendo mi desgana.

-¿No me vas a decir que quieres ser uno más en las estadísticas del paro? - dijo el hombre en un tono juguetón.

Resopló, derrotado. Era imposible tener una conversación seria con ese hombre.

-Bueno. Te enviaré una copia por correo electrónico más tarde, dije más tarde, pero no esperé dos minutos para reenviar el archivo.

-¿Listo? - preguntó Ana en cuanto terminamos de desayunar.

Preparado no sería una palabra que usaría en ese momento. No en esa situación.

-Si quieres te llevo al servicio – dijo Ana.

-No lo sé, amigo. Todavía tengo que conseguir mi coche —dije.

Sí, en medio de toda esa confusión, había dejado el auto estacionado en el garaje de mi antigua casa. Solo noté la estupidez cuando entré al edificio de Ana, pero ya era demasiado tarde para volver a esa casa.

-Ve con Ana – dijo Antonio. - Te conseguiré el coche.

Dijo mientras tomaba mi llave y salía por la puerta. No hubo tiempo para que dijera que no lo necesitaba o que encontraría la manera. Se fue tan rápido que apenas tuve tiempo de responder.

"Qué niño tan apresurado", dije, levantándome para ir tras él.

Ana fue más rápida y tiró de mí para sentarme.

"Es mejor que se vaya él que tú", dijo. - Sé que no quieres volver a esa residencia y, como amigo, no quiero que te acerques a ese hombre ni un segundo más.

Su mirada era firme y dejó muy claro que no iba a aceptar un no por respuesta.

-Ahora dime la razón de esa cara de mal humor- dijo ella.

Ana tenía un inmenso conocimiento de mí y esa era una de las razones por las que nos llevábamos tan bien. Mis formas explosivas y sarcásticas no funcionaron con ella. Aunque mis rápidas respuestas siempre la dejaban boquiabierta, no se defrauda y volvía (casi siempre) en el mismo tono.

-Esta semana va a ser larga, y hoy todavía es miércoles – dije resoplando.

Su mirada curiosa llevaba un 'cuéntamelo todo pronto', lo cual no me dio respiro y terminé contándole.

-¿Recuerdas que te dije que me llegaron unos mensajes de una mujer al celular de Carlos? - Hablé.

Ella solo asintió.

-Era de Larissa – le tiré la información.

No me pareció sorprendida, de hecho su rostro delataba decepción con la información, como si esperara algo más rimbombante.

-¿Ya lo sabías? - Yo pregunté.

Ella se rió sin humor.

-En la última reunión cuando fuimos a su casa para ese asado, estaba muy claro que se estaba comiendo a Carlos con los ojos -dijo.

Ugh, no me di cuenta de eso.

-Ahora imagina que te echen de casa y al día siguiente tengas que darle los buenos días a la amante de tu marido. - dije desanimado.

Ah, para su aclaración, mi querido lector: Larissa es actualmente mi colega en el trabajo. La consideré una gran amiga hasta que me enteré de su relación con mi 'esposo', pero aparentemente eso no afectó su sonrisa falsa y su cara cínica. Muy por el contrario, trató de acercarse aún más a mí.

Yo, la mujer idiota traicionada.

-¿Quieres un consejo? preguntó mientras masticaba el pan en su boca.

"No realmente," dije.

Los consejos de Ana siempre fueron terribles. La única vez que acertó fue cuando dijo que me estaba adelantando con esto de Carlos.

"Consíguete un hombre", dijo de todos modos. - Vuelve en especie y demuestra que eres más deseado de lo que él se da cuenta.

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