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Capítulo 7

—Nunca dije eso. —Me río entre dientes. —Solo lo estoy comprobando. Si no confiara en ti, no estarías aquí ahora mismo. —Le digo. De repente suena el timbre. ¿Quién vendría a mi casa a estas horas? —¿Y cuándo vuelves de visita? —pregunta .

—¡Volveré en cuatro semanas! El cumpleaños de mamá es por esas fechas, así que estaré allí toda la semana. —Bajo las escaleras de mi casa y llego a la puerta principal.

—Bueno , te llamaba para decirte que tu exesposa estará en la fiesta de mamá —dice— . ¡ Mierda! La verdad es que quería evitarla a toda costa. —¡Esa loca nunca me va a dejar en paz! —Miro por la mirilla, pero está demasiado oscuro para distinguir a la persona.

—¡Pues decidiste tener una cita loca! —se ríe— . ¡ Que te den! —Abro la puerta y ahí está Cristina , en todo su esplendor . ¿Qué demonios hace aquí tan tarde?

- ¿ Puedo entrar? - Ella sonríe. - ¿ Es una chica lo que oigo, hermano? - pregunta . - Te llamo luego. - Pongo los ojos en blanco y cuelgo el teléfono. - ¿Qué haces aquí? - Pregunto mirándola de arriba abajo en lo que parece ser un camisón con una chaqueta encima.

¿Vino hasta aquí con esto? Mm.

Se tropieza conmigo y me doy cuenta de que está borracha. —¿Cómo llegaste aquí? —pregunto— . Deja de hablar , profesor. Vine a hacerte daño. —Me empuja dentro de mi casa y cierra la puerta tras ella. Se quita el abrigo, dejando al descubierto su camisón sin sostén.

Se me pone duro al instante. La forma en que me mira ahora mismo me hace querer tomarla aquí mismo, ahora mismo.

—¡Qué malas palabras! —Sonrío con suficiencia. Sabía que cambiaría de opinión tarde o temprano. No quería que lo olvidara todo después de la noche increíble que pasamos.

—¡Sí ! Quiero olvidar lo prohibida que estás y quiero que me folles. —Me lamo los labios mientras se acerca seductoramente. —Estás borracha, Cristina . No puedo follarte así —gruño .

—Lo hiciste la primera noche que nos conocimos. No hay diferencia. —Me empuja de vuelta al sofá y se sube encima de mí. —Me sorprendí muchísimo cuando te vi hoy en clase. Te ves tan sexy de traje. —Susurra . —Te ves sexy con falda. Me dieron ganas de correrme solo de pensarlo. —Le respondo en un susurro.

Ella rueda el torso sobre mi erección y ambos gemimos al mismo tiempo. Es el ruido más sexy que he escuchado en mucho tiempo. —¿Cómo llegaste aquí? —pregunto de nuevo. —Las chicas me emborracharon, así que tomé un taxi. Tengo que ir a casa a descansar, así que acelerémoslo. —Baja su cabeza y me chupa el cuello.

—Mm , tus labios saben perfectos. —Se ríe—. Esos no son mis labios, nena. —Sonrío y ella me mira—. Oh ...

Ella atrae mis labios hacia los suyos y su lengua se desliza dentro de mi boca. Empieza a frotarme con fuerza y yo le muerdo el labio inferior. Ella gime.

La agarro por las caderas y la vuelvo hasta quedar tumbada en el sofá. Rompe el beso y empieza a desabrocharme el cinturón. Deslizo las manos por su camisón y la agarro del muslo. —¡Joder , eres tan perfecta ! —gruño—. ¡ Dime que soy tuya, Hector! —Arquea la cabeza hacia atrás. Le beso la base del cuello.

Pero no digo nada. Si quiere ser mía, puede. Quiero ser el único al que se le permita entrar. Solo quiero saber de dónde salió esto.

—Vi a esa mujer en el estacionamiento. ¡Es una de mis profesoras! Estaba coqueteando contigo, ¿verdad? —pregunta .

Antes la pillé observándonos desde su coche. La verdad es que esa mujer no significa nada para mí. Intenté salir de ahí, pero no dejaba de hablar.

- Soy el único chico que no puede tocarte. - Le beso el hombro . - ¿ Quién puede follarte? - Le beso el cuello . - ¿Quién puede besarte? - Beso sus labios. - ¡Eres mía, Eva! - Mi pulgar recorre sus bragas y ella se muerde los labios.

—Tú también eres mío, Hector. Te castigaré si siquiera miras a otra mujer. —Me muerde la oreja y me río.

- Está bien, ahora déjame llevarte a casa, - digo levantándome del sofá. - ¿ A dónde vas? - gime ella. - A buscar las llaves de mi auto. - Subo las escaleras de mi casa y ella salta del sofá y me sigue.

—P -pero estábamos en medio de algo. —Se queja. En cuanto llego al último escalón, entro en mi habitación. Me sigue. Luego se acuesta en mi cama. —¡Estás borracha, Cristina ! Antes me dijiste que me alejara, así que pienso cumplir mi palabra. —Tomo las llaves de la cómoda.

Sinceramente, estoy pensando en romper mi palabra, pero no quiero que se arrepienta mañana. Ni siquiera lo recordará. Esperaré a que admita que me desea cuando esté sobria.

- Solo lo dije por la posición en la que estamos. Ahora estamos en tu casa, podemos hacer lo que queramos. - me mira desde la cama. - Lo que quiero es llevarte a casa, - digo caminando hacia ella.

La levanto de la cama como si fuera una novia y me agarra fuerte. —De acuerdo. Te dejo que me lleves a casa. —Se acurruca contra mí y sonrío. —Bien .

Bajo las escaleras con cuidado. Sorprendentemente, no pesa nada. Me cuesta un poco abrir la puerta y cerrarla sin que se caiga.

Es aún más difícil abrir la puerta del coche, ya que está más baja que la mía. Una vez que la abro, la meto en el coche. Ahí es cuando me doy cuenta de que está profundamente dormida. La abrocho y le beso la frente.

¡Sus amigos deberían dejar de emborracharla! ¿Por qué la dejaron salir sola tan tarde? Doy la vuelta al coche y me subo.

—Mmm , comida —murmura— . Debería pedirle algo para después.

Arranco mi coche y me voy.

minutos después

La llevo a su casa y veo a algunos de sus amigos aquí. —¡Ay , gracias a Dios! Estábamos tan preocupados —dicen— . Mierda, esto no está bien. Quizás me reconozcan.

—¿Dónde estaba? —preguntan— . ¡ Estaba en un restaurante de comida rápida! La reconocí y le ofrecí llevarla a casa por lo borracha que estaba. —Digo , mostrando una bolsa de comida rápida—. Somos horribles amigas. ¡No pensé que se iría tan borracha! —dice la rubia.

—¿Podrías subirla por nosotros? Bueno, nos vemos enseguida —dice el castaño. —Sí —asiento . Ambos parecen demasiado borrachos para subirla.

La subo por las escaleras. Nunca había recorrido toda su casa, pero no es tan grande como la mía. Me oriento fácilmente.

Escojo una de las tres puertas y tengo suerte de haber abierto la del dormitorio.

La llevo adentro y la dejo en su cama. Se acurruca en una de sus almohadas y la cubro con una manta. Luego vuelvo a acostarme. —¡Gracias por llevarla a casa! —se disculpa la rubia—. ¡ De nada! Espero que no hagan un escándalo. Podría haberse lastimado. —La sermoneo.

Si ella no hubiera llegado a mi casa quién sabe qué habría pasado. - ¡No, esto nunca volverá a suceder! -

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