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—¿En donde trabajabas antes? —quise saber.

—En una librería cerca del mar, se llama Café y letras, pero al menos ahora que estoy aquí Isa... —se detuvo en seco, quizás por mi.

—¿Isa? Anda, habla sin pena.

—Isabella trabajará allí —finalizó la frase. Conocía ese café.

—Bien por ella —me hice el desentendido, era obvio que me pasaría por ahí luego. Aunque parezca un acosador.

Después de desayunar me fui a la habitación para cepillarme los dientes. Busqué un paraguas y salí a mi coche, adentro se sentía todo más cálido. Encendí el carro y arranqué.

Llegando casi a la universidad me detuve por el tráfico, al parecer se había caído una rama de un árbol en medio de la carretera, por eso el tráfico. Miré mi reloj de mano: eran las ocho y media de la mañana. Se supone que estaría a las ocho en la universidad para preparar la clase de hoy. Toqué el claxon repetidas veces para que se dieran prisa. Ya estaban quitando la rama. Por la ventanilla pude ver un local llamada Yoga&Meditación, lo ignoré, sin embargo cuando miré una silueta conocida volví a ver rápidamente. Por el vidrio pude notar que era Isabella. ¡Era ella! Ponía una lona en el piso, habían más mujeres. Ella llevaba una licra negra, camisa de tirantes en blanca. Su cabello estaba amarrado en una cola alta y estaba en calcetines. ¿Acaso recibe clases de yoga ahora? Me sorprendió un poco, pero no tanto ya que era su estilo. Noté que ciertos hombres que pasaban se quedaban viendo a las chicas y más cuando hicieron una posición de perrito en donde enseñaban el trasero al cristal. ¡Y los hombres viéndolas! Admito que me prendió ver a Isa en esa posición. Toqué el claxon repetidas veces para llamar su atención. La coordinadora del grupo pareció darse cuenta, se levantó y corrió una cortina a lo largo del cristal impidiendo la vista a todos esos hombres morbosos.

La rama es quitada y todos los autos empiezan a circular, incluido yo.

ISABELLA

Mi primera clase de yoga había finalizado con éxito, me sentía más relajada, más ágil, más tranquila. También hicimos algunos ejercicios de respiración y meditamos un poco. Venir aquí había sido lo mejor que pude hacer, me sentía soñolienta pero renovada.

—Nos vemos mañana, Isabella —se despidió Jimena, la coordinadora.

—Hasta mañana —me despedí también, saliendo del lugar. Me había cambiado antes en los baños porque no llegaría con ropa deportiva a la universidad. Sencilla: pantalones flojos, converse sucios, camisa pequeña y la chaqueta. Abrí mi paraguas y caminé por las aceras lluviosas. La universidad estaba cerca, pero antes compré un vaso de café descafeinado y unas galletitas de avena. Algo para no sufrir de hambre mientras llegaba la hora del almuerzo. Estaba preparada para ver a Harry en unos minutos.

Después de comer llegué a la universidad, cerré el paraguas y busqué mi aula de clases. Noah estará en sus clases ya. Al llegar estaba Harry en el escritorio, estaba solo, no habían venido los demás estudiantes aún. Genial. Pasé y me senté en el mismo lugar de siempre, frente a él. No me quité la chaqueta porque aún hacía frío y aún llovía a mares afuera.

—Buenos días, señorita Fox —me dijo el. Lo miré mal, ¿a qué jugaba con decirme señorita? Pero recuerda lo que dijo la coordinadora, Isabella: repisara profundo antes de actuar. Eso hice, respiré profundo y le sonreí a Harry. No me arruinaría la mañana tan temprano.

—Buenos días, profesor Lee —saludé en el mismo tono que él lo había hecho.

—Llegas temprano —miró su reloj. Quizás faltaban cinco minutos para las nueve. Apenas estaban llegando los demás, abrigados y con sus paraguas en mano. Me gusta el invierno, lo admito.

—Me gusta ser puntual —contesté, sacando mi cuaderno. Alberto aparece por la puerta y me sonríe, sentándose junto a mi.

—Buenos días, Isabella.

—Buenos días, Alberto.

—Pareciera que el cielo se está cayendo —comentó.

En eso se vino un enorme rayo que me hizo tomar a Alberto de la mano, apretándolo.

—Lo siento —arrugué mi cara.

—Tranquila.

Los demás estaban llegando hasta que la clase estuvo completa, la campanilla había sonado anunciando el inicio de las clases.

—Buenos días a todos —Harry se puso de pie y se dirigió a la pizarra— Hoy veremos algo sencillo —explicó, escribiendo la fecha y el tema.

Escribí lo que él ponía en mi cuaderno, al igual que todos.

—Pero primero haremos presentaciones —nos miró. Fruncí el ceño porque no entendí lo que quiso decir con presentaciones. Harry no encontraba que hacernos. Alberto sacó sus cosas y escribió lo mismo.

—Anoche me encontré a Martha —me explicó, mirándome.

—¿En serio? ¿Y qué pasó? —quise saber— Jamás me dijste por qué terminaron. Si ustedes se miraban bien juntos.

—Te lo contaré en algún momento.

—Está bien. ¿Pero de qué hablaron? —le cuestioné.

—Fui al supermercado antes de que empezara este vendaval de lluvia y allí estaba ella. La saludé normal y me contó que volvería a casa de Harry, de hecho compraba cosas para la casa. Fue extraño —Alberto bajó la cabeza— La extraño, Isa.

—Estoy segura de que ella también te extraña.

—No lo sé, jamás me había pasado esto con nadie más. Solo con ella. Y Martha es una chica muy complicada, no se apega a las cosas y menos a las personas. Es lo que más miedo me da porque un error que haga y se aleja de mi. Como lo qué pasó hace meses.

—Me contarás cuando estés preparado.

—Está bien, gracias por entenderme.

—Para esos somos amigos.

—Muy bien, ya que les gusta hablar en clase... —Harry nos sacó de nuestra plática—... Alberto, pasa al frente por favor.

Miré a Alberto y él también me dio una mirada rápida, pero después se puso de pie y caminó al frente.

—Cuéntanos sobre ti, a qué te dedicas justo ahora, de donde vienes y qué planeas hacer dentro de cinco años.

Alberto quedó desconcertado un momento pero habló. Sabía que mi amigo no se inmutaría por Harry.

—Soy Alberto Gonzales, vengo de una familia latina. Tengo dieciocho años, me gusta leer, hacer deporte y escribir historias. No tengo novia, estoy soltero —la clase rió— Vivía con mi madre en Janesville, pero ahora vivo solo en un departamento pequeño en el centro de la ciudad. Trabajo en una ferretería por las tardes para pagar mis cosas. En cinco años planeo estar graduado como psicólogo para sacar mi especialidad de psicología clínica. —miró a Harry, había terminado su presentación. Sonreí ante lo que había dicho Alberto, me había parecido bien y tierno a la vez. Pero a la mayoría de estos payasos de aquí les dio risa.

—Bien, puedes sentarte Alberto.

Alberto avanzó y se sentó.

—Isabella, tu turno.

Lo miré mal. Tragué grueso pero me tranquilicé, poniéndome de pie y avanzando hacia el frente.

—Hola —saludé— Mi nombre es Isabella Juliette Fox, tengo dieciocho años. Vivo en un departamento con mi novio Noah, trabajaré en una librería. Me gusta leer, escribir y cantar. En cinco años quizás esté graduándome de psicología y, cómo había dicho Alberto hace un momento, sacaré la especialidad de psicología clínica. Quizás me case en el transcurso de estos cinco años —noté que Harry me miró— Y eso es todo —lo miré a él. Pero en ese momento se vino un rayo muy fuerte que me hizo actuar sin pensar: me acerqué a Harry y lo abracé.

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