Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Capítulo 02 | El Cristalizador

Había una multitud de gente frente la escuela, era una combinación de estudiantes, maestros, policías y paramédicos. Arturo y Daniel se acercaron a la multitud donde los médicos recibían a los estudiantes que salían de la escuela e incluso uno le mostraba un video a un oficial, desde donde estaban podían ver un poco del incidente, pero era la reciente pelea con los lobos y en cualquier lado que se acercaran el par podían oír alguien hablar de ellos.

Arturo revisó su teléfono, y en efecto, el suceso se había esparcido como la pólvora, era un video de unos diez segundos donde se veía a Daniel invocar la barrera de agua, Arturo se lo mostró a Daniel y este solo sonrió.

—Captura mi esencia —dijo peinando su cabello hacia atrás.

—Esto es serio, ¿Cómo no saben que somos nosotros? —susurró a Daniel y a volumen tan bajo no fue escuchado por las voces de todos ahí.

—No lo harán, al invocar el traje nuestras caras no pueden ser reconocidas.

Arturo recordó que no había reconocido a Daniel en el traje cuando lo liberó, deseaba que fuera lo mismo para los cristalizados, pues, recordaba que muchos lo vieron cristalizarse. Y eso se notaba en las miradas de algunos estudiantes que lo miraban despectivos, pues con razón, este ataque no había sido como otros, en los anteriores solo aparecía un lobo, pero en este era un ser humanoide que convirtió a diestra y siniestra en lobos a todos a su alrededor.

Fue cuando una cuadrilla de policías salió de la escuela, avisaron algo al director que fue difícil de escuchar para el par. Fue cuando el director de la escuela atrajo la atención de todos con unas palmadas.

—La escuela está libre de criaturas, pero no está en condiciones así que tomen sus cosas y retírense a casa, mañana se reanudarán las clases.

Todos los alumnos entraron a seguir las órdenes mientras murmuraban sobre aquellos “héroes” que aparecieron. El par tomó sus mochilas y se retiraron, Arturo estaba bastante serio y callado, pero soltó un suspiro de alivio de ver a sus compañeros sanos y salvos en especial Elena que estaba junto a su amiga, una chica de coleta rubia y piel pálida, estaban hablando serias, pero se veían bien.

Al salir de la escuela muchos padres esperaban a sus hijos angustiados al punto de revisarlos de pies a cabeza, a Arturo le hubiera gustado también eso, seguía sumido en sus pensamientos que cuando trató de sacar el tema a Daniel fueron interrumpidos por el chofer que soltó un suspiro de alivio al ver a Daniel sano y salvo.

Los guiaba al auto que estaba aparcado y caminaban por la calle donde igual iban otros estudiantes que se alejaban de la escuela.

—Daniel… ¿Qué es “eso” que tienes en tu casa exactamente? —el hombre los miró de reojo curioso lo cual asustó a Arturo.

—Te lo mostrare allá —dijo hacia Arturo y con señas detrás del señor negó con una seña.

Arturo entendió la situación, ni siquiera el chofer sabía de las Piedras siendo cercano a la familia por lo que Arturo decidió no hablar de eso hasta que Daniel le mostrara aquello.

Llegaron hasta el auto y ambos subieron, se alejaron de la escuela para dirigirse al sur hacia la parte más alta de la ciudad en cuanto a latitud, era de las zonas más adineradas de la ciudad, eso se podía denotar por las muchas plazas, lugares de movimiento económico y de las bonitas colonias de grandes casas hechas por las más prestigiosas constructoras.

De hecho, entraron a una de estas colonias donde las casas eran muy amplias, blancas y con cristales que reflejaban la luz del sol por la mañana. Arturo apenas podía creerlo, aunque antes era un chico de familia acomodada nunca había visitado una residencial así.

Después de al menos dos minutos llegaron a una casa grande de tres pisos y con un jardín delantero grande muy bien cuidado, el chofer hizo al auto entrar por dos franjas de cemento que dejaban el auto frente la cortina de la cochera.

El chofer bajó para abrir la puerta, pero Daniel se adelantó y el otro lo siguió, caminaron un par de metros por el pasto verde del jardín y llegaron a la puerta, Daniel soltó un suspiro antes de presionar el timbre lo cual dejó a Arturo aún más callado, que en cuanto sonó, no tardó en menos de 2 segundos abrir una mujer que llevaba un uniforme de limpieza gris, después de abrir recibió a Daniel saludando con un tono respetuoso y se dirigieron a dentro, Arturo un poco apenado lo siguió.

Al entrar estaba su sala, espaciosa con una temática blanca y azulada, con muebles que lucían caros que combinaban con todo, notó varias repisas con cosas artistas y un tanto extrañas, incluso ahí en su sala tenían una chimenea integrada a la pared de la casa.

—¿Qué hacen tus padres? —preguntó.

—Mi madre es productora musical y mi padre… —dijo eso apuntando con la cabeza hacia una foto enmarcada en la pared, Arturo al mirarla reconoció quien era su padre.

—Júralo —dijo sin contener la emoción—. Tu padre es Marco Cruz, vocalista de la banda Águila Sagrada.

—Sorpresa —dijo poco emocionado alzando las manos—. No es para tanto.

—Bueno es que, no sabía que él vive aquí en Nuevo San Bernardo.

—Bien, sígueme.

Arturo siguió a Daniel por la sala y después siguió por un pasillo al cual llegaron a una sala algo pequeñas de unos 3x3 metros la cual estaba tapizada por estanterías blancas llenas de libros a excepción de en una parte donde había una ventana que iluminaba la sala, en especial una mesa de madera blanca al centro donde se encontraban apilados todo tipo de libros y libretas con apuntes. Daniel al entrar a la sala se quitó la chamarra azul por la calidez del lugar dejando ver una camisa de manga larga negra, puso la chamarra en una silla y se dedicó a leer los lomos de los libros de la estantería central.

—Aja —soltó al encontrar lo que buscaba, lo tomó de la estantería con delicadeza soltando un poco de polvo—. Será mejor que te sientes.

Arturo mirando al lado opuesto de la mesa, se sentó en una silla del color característico de la casa un poco nervioso, mientras Daniel se ponía frente a él y ofrecía el libro con una mano.

—¿Es “eso”? —preguntó Arturo mientras tomaba el libro, era muy viejo y se podía notar las amarillentas hojas y el lomo de cuero desgastado, aunque en la portada se podía ver un símbolo hecho de líneas doradas, era un círculo con dos hexágonos que hacían tangente con otros doce círculos que tenían símbolos difíciles para descifrar para la joven mente, hasta que notó en una parte del símbolo aquel que también estaba grabado en su Piedra. Eso disparó una sensación en su mente donde recordaba haberlo visto antes. De cierta manera recordar le hizo su cabeza doler en una pequeña punzada.

—Sí, es el libro instructivo de la Piedra del agua —entonces se inclinó para abrir sus hojas—, para hacerlo simple, hace poco más de 500 años alguien creó una corona que tenía incrustadas doce Piedras con el poder de derrocar cualquier reino o imperio, pero el rey de Inglaterra de ese entonces lo descubrió y lo encarceló, al ver el poder de las Piedras decidió dividir cada una en las familias nobles para que las protegieran y las mantuvieran separadas, entonces crearon los libros instructivos. Este es mi libro, contiene las instrucciones para controlar y usar la Piedra del agua.

—¿Mantenerlas separadas? —parafraseó Arturo preocupado.

—Es una regla que viene aquí —fue cuando le mostró que una de las primeras páginas venia un largo texto algo ininteligible por el tiempo, pero en el gran título escrito con tinta roja como la sangre se podía traducir del inglés “El Tratado”—, para mantener a las Piedras y familias seguras estas debían cortar relaciones y mantenerse lo más lejos unas de otras.

—¿No la estamos rompiendo ahora?

—Fue escrito hace cientos de años, no importa mucho, aquí lo que importa es que quien está orquestando los ataques también tiene una Piedra y lo más probable es que lo esté haciendo para obtener las otras, tiene sentido ya que los lobos no atacan a otros más que los portadores. La regla fue creada para mantenernos a salvo, pero hay otra… —dijo mientras pasaba las páginas donde podía ver que estaban llenas de firmas de distintas personas con el mismo color que el titulo anterior, después paso a unas en blanco, eran las páginas donde los futuros portadores firmarían— Donde aclara que hay que proteger la Piedra sin importar que, así que para proteger la tuya use la mía —dijo guiñándole el ojo mostrando de nuevo que no necesitaba seguir las reglas de libro para tener razones de ayudarlo.

—¿Cómo supiste qué tenía una Piedra y además la del viento?

—Cuando vi cómo usaste viento para propulsarte lejos de aquel auto y además usaste tu poder para atraer la hoja de Elena, supuse que tenías una, nada de lo que pasó fue natural.

—Fue involuntario —esa respuesta dejo pensando a Daniel un momento.

—¿Quién te dio la Piedra? —me preguntó Daniel.

—Mi madre —al decirlo sentía como si perdiera su fuerza.

—¿Por qué no te habría dicho nada de esto?

—Yo… —se detuvo, sus ojos comenzaban a arder— no lo sé.

Daniel lo entendió, era un tema difícil, Arturo solo miraba hacia otro lado tratando de pensar en otra cosa. Lo hacía sentir mal recordar que su madre solamente le dejó la Piedra por si no volvía, pero sin decirle nada de esta para tener una razón de volver.

—¿Sabes si tenían su libro?

En ese instante recordó que hacía poco más de unos 2 o 3 años, sus padres tenían una estantería con un libro parecido al que tenía en sus manos, una vez trató de abrirlo, pero estaba pegado, al preguntarle a su padre dijo que era decorativo, pero tenía el mismo símbolo.

—Sí —dijo.

—¿Dónde está?

—Debe seguir en mi anterior casa en la zona exterior, cerca del quinto puente.

—Entonces vamos.

—¿Ahora? —preguntó sorprendido

—Entre más pronto lo leas, más estarás listo —dijo mientras tomaba su chamarra y salía de la habitación.

Salió tan rápido de la casa que Arturo apenas lo seguía, al salir frente a la cochera esta otro auto era uno más brillante y rojo, al lado de él estaba el chofer con el tubo de una aspiradora en su mano dando con la otra unas llaves a Daniel que sonreía bastante, después subió al auto y Arturo se acercó.

—Sube —dijo haciendo la seña respectiva con su mano.

—¿Sabes conducir?

—¿Tu no?

Estaban en la carretera, siguiendo las indicaciones de Arturo que en su mente aún muchas preguntas lo asaltaban.

—¿Por qué no conduces hasta la escuela? —dijo para agregar algo más que no fuera direcciones.

—A mis padres no les gusta que conduzca, hasta tuve que sacar mi licencia a escondidas, aparte dicen cosas como “piri isi pigimis chifir” (para eso pagamos chofer).

—¿Dónde están ahora?

—Mi madre en CDMX, salió esta mañana, en cuanto mi padre como ya sabrás está en una gira en Alemania.

Se hizo una pausa en la conversación que terminó de romper Arturo, que recordaba esa parte de la explicación del “otro portador”.

—¿Tendremos que enfrentar al otro portador que quiere las demás Piedras? —preguntó con un tono de preocupación.

—Espero que no pronto.

Siguieron en su camino hacia el quinto puente que atravesaba el Lago Luna, un lago con forma de una luna menguante que atravesaba la ciudad, en un principio, en la construcción de Nuevo San Bernardo, se puso la ciudad dentro del espacio rodeado en casi su totalidad por el lago dejando de única vía de salida un tramo de poco más de un kilómetro, hasta que construyeron ocho puentes que atravesaban el lago dejando el paso a la ampliación de la ciudad un par de kilómetros más allá del rio.

Arturo anticipó la llegada al puente pues reconoció un pequeño bosque aledaño al rio, estaban en una pequeña autopista previa a cruzar al puente, pero el camino estaba congestionado por autos que solo pitaban y más delante se podían ver las torretas de las patrullas encendidas, eso hizo pensar al par que debió ocurrir un accidente en el puente que en esa parte del lago que no media más de veinte metros.

Esperaron unos quince minutos, mientras Daniel miraba el auto de enfrente recargado al volante, Arturo checaba las noticias referentes al ataque en la escuela, pero al seguir deslizando su sangre se enfrió al ver otro video de veinticinco segundos donde se podía ver el quinto puente siendo arañado por un lobo de cristal.

—Mira esto —dijo Arturo mostrando el teléfono con una seriedad que despertó a Daniel de sus pensamientos, lo miró y también se impresionó.

—¿Dos ataques en el mismo día? ¿Hace cuánto se subió?

—Hace media hora.

—El portador está actuando.

Esas palabras hacen que casi se le salgan los ojos a Arturo, y Daniel lo entendió, el atacante ahora sabía que había dos Piedras en la ciudad y probablemente estaba ahora orquestando ataques intensivos para encontrarlos.

—¿Ahora qué hacemos? Aquí dice que el puente está siendo checado por protección civil.

—Ya sé que hay que hacer.

—¿Qué?

—Desviarnos —dijo sonriendo y tomando el volante con algo en mente.

Arrancó el auto, lo sacó de la carretera y se adentró lo más que pudo al bosque, al principio había buen espacio entre árboles, fue solo hasta cierto punto por lo que bajaron del auto y se adentraron unos metros más al bosque hasta llegar a donde querían, el lago estaba tranquilo podían ver el otro lado sin problema y si seguían a su izquierda llegarían al puente en unos minutos.

—¿Cuál es el plan? —preguntó y él solo lo miró con su sonrisa.

—Piedra del agua, actívate —puso su Piedra en el pecho y su traje apareció—. Usaremos nuestros poderes para pasar.

—¿Es broma verdad? —preguntó incrédulo, esperó una respuesta cuando ganó preocupación— El rio es muy grande.

—Invoca tu traje y te enseñaré a saltar.

—Piedra del viento, actívate —y su armadura apareció. Aún le sentaba extraño decir esas palabras.

—Veras, cuando invocamos los trajes la energía de nuestras Piedras sale a flote por lo que tenemos más fuerza, si saltas usando esa fuerza, llegarás lejos —concentró sus pensamientos y su puso en posición de salto, Daniel también. Sintió cómo sus piernas se llenaban de energía y el viento envolvió su cuerpo.

—Uno… Dos… Tres.

La fuerza se liberó contra el suelo y se elevó bastantes metros sobre el rio, Arturo comenzó a caer más lento como si fuera papel, podía ver parte de la ciudad y el puente. Al caer Daniel ya estaba ahí.

—Creo que la Piedra del viento te da resistencia al viento —dijo echando una carcajada.

—Sabes, todavía siento como si no fuese cierto, pero no me parece extraño del todo.

—Creo que a eso se refieren cuando dicen que nacieron para hacer algo, de alguna u otra manera, nacimos para portar las Piedras ¿No lo crees? —dijo dedicándole una sonrisa.

Asintió y siguieron por el otro lado donde el bosque no era tan angosto, al casi llegar al final desactivaron las Piedras y salieron del bosque a la carretera hacia la colonia donde antes Arturo vivía, la carretera era un boulevard poco transitado donde estaban las entradas a varias colonias en el cual caminaron alrededor de 10 minutos hasta que Arturo giró en una calle que entraba a una colonia tan vacía como la calle debido a la hora, a el chico lo invadió la nostalgia.

Caminaron rápido por las calles de esa colonia, las casas eran de dos pisos con jardines o fincadas con una cochera, las casas estaban pegadas una a la otra por lo que en poco tiempo Arturo y Daniel llegaron a la casa indicada, las palabras no fueron necesarias, el jardín estaba amarillento y seco rodeado por una cerca de madera despintada adornada por una cinta amarilla policiaca.

Esto dejó a Daniel bastante impactado e intrigado. Pasaron por debajo de la cinta policiaca, y al llegar a la puerta, Arturo la abrió sin problemas con una llave que sacó de su cartera.

—¿Aún conservas la llave?

—Por si algún día me decían que podía regresar aquí o algo por el estilo.

Al entrar la casa era un desorden total, todo estaba lleno de tierra, polvo y hojas. Los muebles estaban desacomodados y algunos tirados, aunque la cara de Daniel mostraba un poco de asco, a Arturo ya le brotaban lágrimas, él contemplaba la casa con una sonrisa que no le había visto en el día.

—Iré a buscar el libro —dijo secando sus lágrimas.

Subió las escaleras, mientras Daniel veía la casa, era modesta, junto a la sala ya estaba el comedor, detrás de una barra estaba la cocina y una puerta llevaba a un patio, este tenía un árbol por la orilla, este estaba seco y descuidado por la época. De alguna manera Daniel sentía una energía extraña al estar ahí, era escalofriante.

De un momento a otro, Arturo bajó con el libro en manos.

—Lo tengo —dijo, mientras lo abrió para ver las páginas.

—Léelo en tu casa más tranquilo.

—Esta es mi casa.

Salieron de la casa y regresaron al bosque, al llegar a la orilla del rio invocaron los trajes, listos para saltar. Al igual que la ropa, el libro se guardó en el traje y pudieron seguir para saltar sin problemas.

Arturo sabía que al ver visto su anterior casa Daniel tendría preguntas, él quería responderlas antes de que se enterara de otra forma, y tenía miedo, ya que podría tomárselo mal, solo tenía que encontrar el momento, pero lo más pronto posible.

Ambos se detuvieron, escucharon lo mismo, era alguien aproximándose a un paso tan lento que tensó a los escuchas, y después nada, esperaron un momento y escucharon la rama de un árbol crujir como una puerta vieja. Daniel invocó su martillo y giró hacia atrás, Arturo hizo lo mismo con su espada y sobre un árbol estaba alguien, la sombra del árbol no los dejaba percibir su rostro, pero si su Piedra, que se podía ver desde 15 metros a la distancia, era bastante grande, como del tamaño de una palma de mano abierta, hecha de varios colores siguiendo una gama desde el amarillo al morado, pasando por el azul y el verde, con unos toques de rojo y café.

Aquella figura bajó del árbol de un salto quedando cabizbajo, usaba una gabardina corta verde militar, unos pantalones y botas negros, se levantó y pudieron verlo, en su cara tenía un antifaz hecho del cristal similar al de las criaturas, sonrió al verlos con sus ojos brillando en amarillo.

—Sabía que estarían cerca —dijo aquel hombre y luego tomó su Piedra—, escuché unos ruidos, pero no creí que tendría tanta suerte.

Daniel reafirmó una pose defensiva con su martillo, pero Arturo del pánico que entró en su ser casi suelta la espada, pues estaban frente al atacante.

—Entreguen sus Piedras, solo lo diré una vez —sonrió y echó su cabello negro hacia atrás y después extendió su mano levemente.

—No lo creo —dijo Daniel con una cara de molestia— ¡Salta!

Apenas reaccionando Arturo dio el salto mientras Daniel dio un golpe al vacío apuntando al hombre haciendo que el agua del lago se pusiera frente a él creando una barrera como distracción y dio el salto, para Arturo el retraso de caída fue eterno en comparación a Daniel que lo rebasó a un metro de llegar al suelo.

—Hay que irnos —dijeron al mismo tiempo.

Comenzaron la huida, pero no dieron ni cinco pasos cuando la barrera de agua explotó y entre los dos pasó un proyectil de fuego que estalló frente ellos para detenerlos, cayeron al suelo y aquel hombre se acercó a la orilla, levitó para pasar el rio y su sonrisa no se borró ni un poco, ambos estaban aturdidos y sin poder levantarse.

—Sé que hay matarlos para obtener las Piedras —dijo mientras aterrizaba y comenzaba a caminar hacia ellos—, solo quería ver que tan tontos eran, y para mi sorpresa, lo son bastante.

Arturo abalanzó el látigo de su espada hacia el hombre, pero lo tomó con su mano, y lo envolvió en cristal para romperlo, de inmediato la espada de luz se deshizo por completo.

Daniel se levantó con su martillo y corrió hacia el hombre, trató de golpearlo, aun así, este lo esquivaba retrocediendo, el otro invocó otra espada y arremetió contra él con un movimiento torpe y acelerado, esquivó la espada, pero recibió el martillo de Daniel en la mejilla, cayó al suelo e invocó una barrera hecha de cristal los golpeó en las barbillas.

— ¡¿Acaso no sabes hacer otra cosa que no sea cristalizar algo?! —gritó Daniel

—Tú solo sabes borrarlo —dijo el otro—, ataqué esa escuela para que mi lobo siguiera algún portador, pero me topé con la sorpresa de lo frustraron dos Guardianes. Pero prefiero que mantener mi perfil bajo, ¿Para qué molestarme en salir a buscarlos si puedo a atraerlos? —fue cuando los tres escucharon el mismo sonido, era la hélice de un helicóptero que rápido se puso sobre ellos, era de las noticias y tal vez iban al puente, pero se toparon el encuentro—. Nos volveremos a encontrar.

Una corriente de viento salió de él levantando el polvo y los golpeó, para cuando miraron ya no estaba y al ver el helicóptero se estaba estabilizando por la turbulencia. Salieron huyendo los dos para perderse en el bosque, el helicóptero los buscó, pero después de unos minutos se detuvo y siguió hacia el puente.

Llegaron al auto después de correr por varios minutos, estaban agitados pues en su huida habían desactivado los trajes para perderles el rastro al helicóptero y al atacante.

—¿Todo bien? —preguntó Daniel que estaba con los brazos sobre el capo del auto recuperando su respiración, pero mirando al otro, respiraba fuertemente con sus brazos y cabeza sobre el techo del auto.

—Sí.

Subieron al auto y Daniel condujo de reversa para salir del bosque y luego siguió hacia la carretera para ir hacia el centro de la ciudad otra vez, nadie hablaba, era como si él atacante les hubiera robado la voz, rememorando el momento Arturo recordó lo que quería decirle a Daniel justo antes del encuentro.

—Daniel, sé que tal vez no es momento, pero hay algo que tengo que decirte.

—¿Qué pasa, amigo? —lo miró con una media sonrisa tratando de aligerar el momento.

—Es sobre mis padres, ¿Sabes que pasó en la mina de plata en Guanajuato hace un mes?

—¿El ataque terrorista? Sí lo… No me digas que… —mientras conducía no podía evitar mirarlo de reojo— ¿Tus… padres murieron allí?

—No… —su expresión cambio a una más seria aún— Ellos lo hicieron.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.