VI
Escuchaba pequeños ruidos, pero parecían muy lejanos. Seguía sumida en la oscuridad aunque sabía que podría abrir los ojos en cualquier momento, pero estaba tan cansada que no quería tener que hacerlo.
—Lidia —me llamó una voz que me resultaba familiar.
La curiosidad me pudo y poco a poco intenté abrir los ojos, pero la luz me cegó y tuve que cerrarlos de nuevo. Me sentía agotada y lo único que quería hacer era seguir durmiendo, pero también me daba un poco de miedo esa opción. Sentía que quizás si permanecía en aquel estado, no volvería a ver el mundo.
Con mucho esfuerzo, abrí los ojos de nuevo y fruncí el ceño hasta que poco a poco las formas borrosas lograron enfocarse. Una melena de mediano tamaño, negra. Un cuerpo al lado del mío, de rodillas. Unos ojos verdes como las aceitunas. No podía ser verdad.
—¿Ania?
Me incorporé rápidamente, pero ella me tumbó de nuevo y negó con la cabeza.
—No te muevas, aún estás muy débil —me dijo.
—Te he echado tanto de menos... —los ojos se me inundaron de lágrimas—. ¿Qué ha pasado?
—Te desmayaste. Lo que te ocurrió fue demasiado para tu mente —me explicó—. Pero ahora ya estás mejor.
—¿Te quedarás conmigo?
—Lo siento, Lidia...
Suspiré y miré a mi alrededor para comprobar que seguía estando en mi habitación. Nada había cambiado... y nada cambiaría.
—Sin embargo, te traigo un poco de esperanza —me dedicó una pequeña sonrisa.
—Creo que ya he perdido toda la que tenía... —musité.
—Vamos, ¿no quieres oír lo que tengo que decirte?
Asentí, no muy convencida, pero a lo mejor podía alegrarme un poco el día.
—He estado hablando con Jared —me contó—. Aún no puede venir, pero le conté las intenciones de Liccssie y me ha dado la orden de venir inmediatamente para poder darte el elixir rojo. Él no tardará en venir, Lidia. Está realmente interesado en ti.
—¿El elixir rojo? ¿Eso es lo que me dijiste que aceleraba el crecimiento? —le pregunté.
—Exactamente eso —asintió.
—¿Para qué? ¿Para que puedan prostituirme cuanto antes? —perdí los nervios.
Ania se quedó con la boca entreabierta en expresión de sorpresa.
—Liccssie me contó qué es este lugar y lo que van a hacer conmigo —aparté la mirada de ella—. Deberías habérmelo contado.
—¿Para qué? ¿Para hacerte sufrir más? Aún puedes librarte de ese destino, Lidia.
—Quizás, pero desde luego no tomándome ese elixir. Aceleraría todo el proceso y podría trabajar antes. Mi respuesta es no —quise zanjar el tema.
—Si no lo haces, jamás saldrás de aquí —Ania hizo que la mirara a los ojos—. El elixir viene directamente de Jared. Él nunca hace eso, jamás. Pero tú eres una excepción, Lidia. No quiero darte muchas esperanzas ni que te hagas demasiadas ilusiones, pero Jared podría ayudarte. Eres especial.
Me quedé en silencio unos minutos, reflexionando.
—¿Qué es ese elixir? —fruncí el ceño—. ¿De dónde procede?
—No tengo la potestad para responder a esa pregunta, Lidia, lo siento —suspiró—. Pero Jared...
—Siempre Jared —bufé—. ¿Qué tiene ese hombre para que sea tan importante? ¿Es millonario? ¿El Presidente del país, tal vez?
—Lidia, no te pongas a la defensiva, ¿quieres? Sé que has sufrido mucho y que eres muy pequeña... Hay cosas que no puedes entender.
Intenté relajarme y después la miré con dureza.
—Quizás cuando me beba esa cosa ya sea lo suficientemente mayor para saberlo todo —apreté la mandíbula.
—Para cuando el elixir haga efecto, yo no estaré aquí —me miró con lo que me pareció una expresión culpable.
—Perfecto —respondí de manera cortante—. Entonces dámelo y vete.
Dicho esto, giré la cabeza para evitar volver a verla. No quería su lástima ni sus intentos de animarme. Ya no estaba tan segura de que Ania fuera mi amiga. Nunca había tenido ninguna, pero aun así... Sabía que ella no lo era.
Ania se fue de mi habitación y yo me acurruqué en el colchón mugriento que se había convertido en mi refugio. No quería saber nada de nadie. ¿De qué me iba a servir confiar en la gente o que les cogiera cariño? Solo sería una debilidad más que añadir a la enorme lista.
Me quedé allí hasta que Ania apareció de nuevo, aunque no venía sola. Dos hombres entraron con un colchón nuevo y limpio y lo depositaron a mi lado, cerca del que yo estaba usando. Después se fueron y reparé en que Ania llevaba una copa de cristal en la mano. Contenía un líquido muy oscuro de color rojo. ¿Vino? No, el vino no hacía crecer a nadie, pero realmente se le parecía mucho.
—Toma —me la tendió—. Tienes que bebértelo todo. No es mucho, pero no te va a gustar.
Tomé la copa con dedos temblorosos. En el fondo sabía que era mala idea y que no debía hacerlo, pero no me quedaba otra opción. Así que sin mirar a la mujer, di un trago. Me arrepentí al instante, pero por suerte no escupí el contenido. Lo tragué, no sin dificultad, y después hice algunos gestos de asco al tiempo que controlaba mis náuseas.
—¡Esto es...!
—Sé exactamente lo que es y ahora tú también, Lidia, pero confía en mí —me pidió mientras clavaba sus ojos verdes en los míos—. Hará efecto en unos días.
—Esto no es ningún elixir —aseguré.
—Todos temen pronunciar su nombre en voz alta y ahora ya sabes por qué.
—No lo temen —miré el líquido espeso que quedaba en el vaso—. Es repugnante.
Aun así, me bebí todo lo que quedaba entre arcadas y gestos de asco que intentaba controlar. Mi cuerpo se estremecía ante aquella sustancia.
—Jared me ha pedido que mejore tus condiciones, tu calidad de vida en este lugar... —me dijo Ania.
—No necesito una cama nueva ni otra comida más al día —la interrumpí—. Lo que realmente necesito es salir de aquí. ¿Crees que puedes decirle eso a tu jefe?
—Sí, lo haré —suspiró—. Tengo que irme ya...
—Pues vete —me tumbé dándole la espalda para no verla.
—Sé que Jared no tardará mucho y...
—No me mientas, no soy una niña. Quieres consolarme, pero este teatro no te servirá. Márchate de una vez.
Sentí como Ania se levantaba y se marchaba de mi habitación. No me sentía bien por ello, pero era lo mejor. Quería estar sola, completamente sola. En cuanto Ania se fuera, Liccssie volvería a hacerme la vida imposible. Quería creer que Jared me sacaría de allí, pero no podía. Yo estaba sufriendo y a él solo se le ocurría traerme un colchón nuevo. ¿A qué estaba jugando?
Pasé el resto del día allí tumbada. No tenía ganas de comer, así que rechazaba la comida que un hombre me traía. Agradecía mucho que no fuera Liccssie la que entraba en mi habitación, pero sabía que acabaría sucediendo.
Al caer la noche no pude evitar pensar en Karintia. Ella se había preocupado por mí sin conocerme siquiera, aunque por lo menos sabía más de mí que Jared. No tenía ninguna duda: ella vendría. No sabía cuándo ni si llegaría a tiempo, pero vendría.
No cené y me dormí temprano aquel día. La idea de que comenzaría a crecer de forma exagerada hasta llegar a no sabía qué edad me mataba por dentro. ¿Me convertiría en una chica de dieciocho años? ¿De veinte? Eso era tirar mi vida por la borda, era menos tiempo de vida. Y cuando el elixir hiciera efecto, Liccssie me obligaría a aceptar el trabajo. Estaba segura de que mi vida iba a ser un completo desastre a partir de aquel momento.
A la mañana siguiente me desperté con más apetito. Había una bandeja en mi habitación, justo al lado del colchón mugriento en el que seguía durmiendo, a pesar de tener uno nuevo justo al lado. Me incorporé y tomé el desayuno.
Cuando terminé, cambié el colchón viejo por el nuevo y me acomodé en él. Era suave y blando, mucho mejor que el otro. Aun así, prefería que Jared enviara un equipo de rescate en vez de un colchón caro para que durmiera mejor. ¿De qué me iba a servir?
El sonido de la puerta al abrirse interrumpió mis pensamientos. Era Ania, y por lo visto venía a despedirse.
—Jared me necesita —dijo a modo de explicación—. Liccssie tendrá que supervisar tu crecimiento. No has tomado mucho elixir, así que creo que no crecerás demasiado, pero nunca se sabe. Cada persona es un mundo y estas cosas pueden variar mucho. No te preocupes. Liccssie tiene órdenes de ofrecerte un mejor trato y la orden proviene directamente de Jared.
—Liccssie hará lo que le dé la gana —aseguré.
—No —esbozó una pequeña sonrisa—. Es una orden de Jared. Puede que no entiendas qué significa eso exactamente, pero Liccssie no puede desobedecer. No lo hará.
—Me da igual. Encontrará la forma de seguir destrozándome la vida.
Ania suspiró y negó con la cabeza.
—Yo ya me voy... Suerte, Lidia. Quizás volvamos a vernos o quizás no.
Me dio un beso en la frente y caminó hasta salir de la habitación. La puerta se cerró y yo me quedé sola de nuevo. ¿Podría ser verdad? ¿Podría ser cierto que Liccssie no podría hacerme más daño? Lo dudaba.
Esperé allí sentada toda la mañana. Sentía una presión en el pecho, como si mi corazón estuviera esperando algo, a alguien, pero Liccssie no apareció. A la hora del almuerzo, uno de los hombres entró y me dejó una bandeja en el suelo para luego desaparecer sin mediar palabra. A lo mejor debería tener un poco de esperanza y creer que Ania me había dicho la verdad.
Las horas fueron pasando y Liccssie seguía sin aparecer, así que me centré en averiguar si mi cuerpo cambiaba de alguna forma. Comprobé cada palmo de mi piel hasta estar completamente segura de que seguía siendo yo.
Por otro lado, no podía dejar de pensar en el elixir. Aquel sabor tan característico que yo conocía tan bien debido a los golpes y la sangre en mis labios... Sí, estaba segura y Ania también me lo había confirmado. El elixir era sangre, sangre roja, espesa y caliente. ¿Me habrían engañado? ¿Por qué hacerme beber algo tan asqueroso y decirme que mi crecimiento se aceleraría? ¿Una broma pesada? Podría pensar que era eso, pero algo me decía que había algo muy grande escondido en aquel lugar. Un misterio que yo quería descubrir a toda costa, fuera como fuese. Si tenía que pasar en esa habitación el resto de mi vida, al menos averiguaría qué era lo que escondía aquel falso orfanato. Claro que tendría que esperar porque, ¿qué podía hacer una niña de diez años? Por aquel entonces yo no era consciente de que toda mi vida iba a cambiar... para siempre.
