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Capítulo 2:Labios color de rosa

II

Hanna, por fin sacó una brocha algo gruesa, la metió en la resina y acto seguido la pasó por encima del reconstruido frasco. Lo hizo con tal maestría que de inmediato las piezas encajaron e iniciaron su unión. Como era un recipiente de cristal original, lo más probable es que el material amalgamara tan bien que no se le notarían las fisuras. Julian sonrió y felicitó a Hanna, quien de repente, empezó a toser. No tendría nada de extraño esto, si no fuera por que la tos fue aumentando progresivamente, hasta el punto de casi ahogar a la chica bella. Julian entonces se horrorizó, mucho más cuando la niña cayó de rodillas al piso, supo entonces que lo más probable es que ese fuera uno de sus “esporádicos” ataques y solo por instinto, tomó la máscara de oxígeno que estaba cerca a la cama, la arrastró con todo y tanque hasta tomar a Hanna en sus brazos y ponerle el aire artificial.

Los ojos de Hanna eran el agradecimiento más grande que Julian pudo recibir. Pero esos también eran ojos muy peligrosos. Mientras la dama de cabellos grises poco a poco se recuperaba, Julian se sumergía sin poder controlarse en el mar de aquella mirada. Tampoco se dio cuenta como demonios era que estaba tan cerca del rostro de ella, que casi que le respiraba encima. Hanna se sacó la máscara y percibió el aire caliente de las fosas de Julian, quien parecía estar en cualquier lugar menos en ese, y solo por instinto, cerró los ojos y levantó un poco el mentón sugiriendo entonces un beso. Julian se acercó de forma peligrosa, pero pareció salir del estupor de ese contacto, de forma delicada soltó a Hanna y sentados en el piso, le dio la espalda.

Hanna no supo qué hacer, mucho menos Julian que se preguntaba que rayos era lo que estuvo a punto de suceder. Con lentitud, la chica del cumpleaños levantó una de sus manos y la dirigió al hombro de su invitado, para intentar tal vez aclarar las cosas. Julian viró de nuevo su cabeza y se encontró con la mirada angustiada y preocupada de Hanna. "Por favor no me mires así, no podré resistirme", pensó Julian, y en efecto, no pudo resistir. Dejó de luchar con lo aprendido, con los prejuicios propios, y se lanzó al océano que tenía por nombre "Hanna Castle". Se lanzó igual que su madre tiempo atrás, sin salvavidas y mucho peor, sin ser un experto nadador. La abrazó con furia y con pasión le besó, como si fuese el último beso que le diera, como si su vida dependiera de eso.

Cayó sobre ella y le abrazó por la cintura, abrió lentamente la boca de Hanna con sus labios, fue bienvenido, pues las lenguas se compaginaron e hicieron maestría una con la otra. Subía y subía el tono de la maravilla de beso, de cuando en cuando, Julian se alejaba para que Hanna respirara, pero no le daba mucho tiempo antes de caer de nuevo en sus labios. Hanna lo tenía atrapado con las manos en su cabello y con esos pequeños gemidos que se estrellaban en su garganta.

Julian pareció dirigir su ímpetu a otro lugar y empezó a regalarle besos a ese delicado y blanco cuello. Hanna por su parte no podía hacer otra cosa que no fuera lanzar sutiles jadeos. Bajó sus manos para llevarlas hasta los muslos de la joven; por fin entonces pareció entender lo que hacía.

Se apartó escandalizado, se llevó las manos a la cabeza y revolvía con furia sus cabellos castaños. De nuevo le dio la espalda a Hanna, quien poco comprendía lo que estaba sucediendo.

—¡Lo siento mucho Hanna!, ¡Por Dios, perdóname, perdóname! —dijo asustado revolviendo aún más sus cabellos—. Me voy de aquí ahora...

—¡No! —gritó la joven Castle, deteniéndolo para que no se pusiera de pie—. No te vayas aún Julian, viniste a comer y a divertirte un rato, por favor quédate otro poco, ¡promete que no te irás de la casa!

Julian en el estado de furor en el que se encontraba, aceptó sin entender muy bien lo que hacía. Le dio un último vistazo a Hanna y verla le provocó de nuevo deseo, así que optó por salir corriendo de esa Habitación. Hanna agachó la mirada y se acomodó, muy triste de que todo hubiese terminado así.

—¡Julian! por fin apareces, ¡hemos bebido de los licores más caros! Amigo, tienes una cara ¿dónde rayos estabas?

Pero Julian no pudo responder a sus amigos, por la cara de espanto. Para su fortuna dos minutos después de que bajó, los meseros repartían la fina comida que consistía en platos que ellos jamás habían probado. Julian comió de prisa queriendo salir de inmediato de ese lugar.

Cuando estaba ya por terminar, se anunció la aparición de Hanna Castle. Bajaba ella por las escaleras, buscando a Julian con la mirada. Los aplausos a la festejada le ensordecían y, Julian, quien sí podía verla desde la mesa donde se encontraba, se asustó mucho más, y sin decir nada, salió rápidamente por la puerta principal y solo entonces Hanna lo vio, suspiró triste de nuevo, bajando por completo para unirse a la farsa de celebración.

Julian llegó a su casa totalmente agitado, descontrolado, y con una imagen en la mente, los ojos de Hanna. No se explicaba cómo, no solo la había besado, sino que además estuvo a punto de hacerle sabría Dios que más. Se metió bajo las cobijas sin hacer mucho ruido, pues su madre dormía en la otra habitación, aunque le fue inútil el intentar dormir. Pasaba repetidamente los dedos por sus labios, recordaba lo bien que se sintió ese beso con Hanna, pero venía de nuevo la imagen de cuando las manos las llevó a sus muslos, había pasado la raya. Toda la noche se repitió en la mente "es la hija del jefe, te odia” así, hasta quedarse dormido.

En el desayuno, con cara de mala noche, se encontró con su madre quien le preguntó como le fue. Le contó lo que debía, que comió y bebió bien y que uno de los Castle era un odioso de muerte.

—¿Te hizo algo?

—No, mamá, no tuvo tiempo. Pero en cambio la señorita es muy buena persona. Muy agradable, la que cumplía años...

—¿De casualidad te topaste con Jasper Castle, Julian?

—No, y es raro, hasta ahora no lo conozco en persona, y pues no lo vi en la fiesta.

Irina, madre de Julian, pareció quedar satisfecha con la respuesta. A medio desayunar y con los ojos de Hanna en la mente, se fue a estudiar, cosa que mejor no hubiera hecho, pues lo castigaron casi todo el día por estar pensando en el universo. Julian era un chico en exceso inteligente, sacaba las mejores notas, estaba becado hasta terminar su escuela y lo más probable su universidad. Era un excelente analista, y a pesar de no tener mayores recursos, se esforzaba al máximo. Más de una, y de uno, suspiraban por el chico de un metro con setenta y ocho de estatura, de físico excelente y cabellos alborotados castaños. Además de su nobleza que contrastaba con la fiereza de su mirada. Pero ese día en particular, Julian solo vivía en el planeta de Hanna.

Salió de la escuela y sus pasos, deseándolo, lo llevaron hasta el portal de la mansión Castle. Tenía que verla una vez más y saber qué demonios era lo que había sucedido. No estaba al parecer muy consciente de la reacción que tendría ni como dañaría eso a Hanna, pero si no lo hacía ahora, no volvería a dormir en paz.

—Bienvenido, joven Archer... supongo que viene a ver a la joven Hanna, siga por favor, supongo también que sabe cual es su habitación.... ah no se preocupe, creo que le espera.

Julian se comunicó con el mayordomo a punta de gruñidos. Caminó hasta el segundo piso y encontró la alcoba. Tocó un par de veces hasta que escuchó el "pase" tan esperado. Hizo mucho silencio y la habitación llena de luz era una choza al lado de la visión maravillosa de ver como el astro rey caía sobre la humanidad de la chica, quien estaba muy cerca a la cama, recibiendo de pie el calor del sol.

—Malcom, si viniste a supervisar si ya tomé la medicina, ya lo hice, además....—Hanna se viró y sus ojos se hicieron más grandes de lo que ya eran —¡¡JULIAN!! —gritó fuerte mientras el chico de cabellos castaños se acercaba cada vez más a donde estaba ella. Hanna sonrió y ese fue un error fatal, pues solo provocó que Julian, se fuera sobre ella y le abrazara como si no la hubiese visto en mucho tiempo.

Hanna, no dijo nada, pero sabía que la reacción vendría de nuevo, Julian se levantaría y saldría de allí. Rogó para sus adentros que eso no sucediera, pero el chico parecía estar metido en una larga meditación. Miraba y miraba el cabello de la chica y como predijo, la soltó con suavidad.

—Debo pedirte una disculpa. Yo no soy así, no quiero que pienses que me aproveché porque estabas vulnerable y te robé ese beso. Perdóname, no pude controlarme, y cuando sentí que me correspondías, algo en mi pecho casi estalló.

—Julian —interrumpió la chica, tomándolo por una mejilla—, yo estaba de acuerdo con ese beso, por si no te diste cuenta. ¿No sentiste, como si por fin nos hubiéramos cruzado con algo lindo? Como si exhalar tu aire me sanara un poco. Y deseo más de esa medicina.

Julian lo entendió y se acercó a ese rostro perfecto, para de nuevo ser el invasor que robaba algo precioso. No tenía idea de qué estaba haciendo, pero ella no lo rechazaba, ella, quería su calor. Hanna se abrazó al cuello del muchacho, sintiendo en ese beso, todo lo que se suponía debía sentir, todas las lecturas de amor, todos los cuentos eróticos que había ojeado, todo, estaba en la humanidad de ese chico que apenas conocía hacía unas horas. Había aparecido ese príncipe de cuentos de hadas, el que le habían prometido, e iba a rescatarla de la torre en la cuál ella estaba cautiva, por una enfermedad. Ese, con besos únicos, aquel que con solo verlo, sabía era para ella.

—Hanna... —susurró el muchacho mientras le tomaba una mano —yo quiero que sepas que nunca antes había conocido a alguien como tú, que me atrajera de esta forma...

—¿De qué forma, Julian?

—De una forma en la que quisiera estar mirándote y adorándote siempre. Me gustas, y aunque nos conocemos solo hace unas horas… sé que creerás que soy un tonto, pero mi madre me dijo que no hay amor más sincero que en el que se puede decir lo que se siente. No sé si me gustas tanto como para eso, pero quiero decir todo lo que estoy sintiendo.

—Ah, Julian, creo que estamos igual. No dejé de pensar en ti ni un minuto, es más, le pedí a Malcom que averiguara tu dirección y teléfono para poder contactarte y decirte que tú también me gustas mucho.... que no entiendo muy bien por qué…

Y entonces la voltereta del destino, hizo que de nuevo y en esa misma cama, un Castle y un Archer se abrazaran y besaran, y tal vez a futuro, se amaran. Esta vez sin pretensiones o lujurias, como sucedió años atrás, pero si con mucho cariño de por medio.

Sin embargo, sería la misma voltereta la que se burlaría de los amantes, otra vez, y solo la fortaleza de lo aprendido, les daría nuevas esperanzas y fuerzas para luchar ante lo dolorosamente inevitable.

***

Fin capítulo 2

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