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CAPÍTULO 3 - Inaudito

Realizamos los deberes para disfrutar el fin de semana, además debíamos arreglarnos para el gran acontecimiento en la casa de los Granados. —hice una mueca. Nos sentamos cada una en nuestros escritorios, nos sumergimos en la culminación de los deberes, por fortuna no fueron muchos, terminé antes que Manuela. Este año nuestros tutores decidieron enviarnos a la escuela de señoritas, así nos librábamos de varias institutrices.

Mientras esperaba, tomé el diario, decidí escribir el acontecimiento de hoy. Al abrirlo me di cuenta de que desde el otoño pasado no había presentado nada sobrenatural, miré la fecha:

Agosto de 1780

Querido diario. Mi prima, el padre y tú son los únicos conocedores de los sucesos que a veces me suceden. Algo tenebroso quiere apoderarse de mí. No de mi alma, pero si presiento que soy la clave de algo, es un constante llamado a que mi cuerpo pronto será necesitado y temo por ello. Sigo asistiendo a misa, trato en lo posible no faltar, las voces disipan en su totalidad al comulgar. Espero no volver a ver en mis sueños a ese rostro feo y mal oliente hombre que se abalanza sobre mí.

Mayo 1781

Querido diario.

Hoy experimenté el mayor susto en mi vida, jamás había sentido tanto miedo. Galopaba en el bosque con Manuela, luego nos separamos o nos separaron, dejándome sola, al percatarme de ello, algo me acechaba, lo que era logró erizar mi piel por completo, pude echar a correr el caballo, temía ser alcanzada y más miedo sentí al escuchar su risa junto a esas tenebrosas palabras, «pronto llegará el día».

Luego. Pasé la más grande vergüenza con el hombre más bello que jamás había visto, con los ojos más transparentes, su mirada era penetrante, misteriosa y reconozco, por un instante sucumbí ante esos ojos. Pero lo que tiene de atractivo lo tiene de grotesco, orgulloso, prepotente y descortés.

Aclaro, ese caballero se parecía a un ángel, sin embargo, si lo vuelvo encontrar lo dejaré en ridículo para devolverle el mismo favor. Agradezco que salvara mi la vida, no obstante, se sintió extraño si rechazo.

Es muy ágil, bello, un hombre frívolo… yo diría que es ególatra muy antiguo.

Cerré el diario, lo guardé en el baúl privado. Seguía enojada ante el recuerdo de su descortesía, ese caballero supo sacarme de mis cabales.

—¿Ya terminaste? —Le pregunté a Manuela, jugaba con el lápiz en su boca.

—¿Cómo haces para hacer las labores tan rápido y ser tan indisciplinada en la escuela?

—Porque son fáciles, además, todo lo digo según mi punto de vista.

—Por eso eres el dolor de cabeza de la señorita Benedetti. —soltó la risa.

—Debemos arreglarnos, si oscurece no podemos hacerlo y quedar bellas como madre nos necesita. Con velas no es lo mismo. Si no has terminado, mañana te ayudo.

—¿Cómo se llamarán nuestros vecinos?

Me encogí de hombros ante su pregunta. Era un tema que carecía de mi importancia.

—Ni estoy interesa en saberlo. —respondí ingresando al lavado.

Úrsula había preparado el baño, lo tomé primero, había llenado ambas tinas. Quería verme hermosa en la cena de hoy, una vez más seguí mis instintos, en esta ocasión alertan de un evento bueno, reacciono según lo que me advierten. Así pasó con Manuela, llegaría a la casa, en ese entonces no sabíamos de la trágica noticia, mis tíos habían muerto, fui la primera en contárselo a mis padres.

—Padre… Madre… tía Betty y tío Luciano murieron. Manuela vendrá pronto, estoy contenta por ella, ¿la dejarán dormir conmigo? —No dijeron nada, se quedaron asombrados en el comedor. Fue madre quien se acercó para consolarme del mal sueño.

No era desconocido en la familia sobre mis padecimientos de terribles pesadillas. A los quince días se presentó el abogado de mis tíos con Manuela, él les contó a mis padres lo que había ocurrido. Fue una sorpresa para ellos concederme a mí el don de presagios como les dijo nuestro sacerdote.

Desde el día de su llegada ha sido una bendición tenerla a mi lado, ese día la mañana fue encantadora, las flores del jardín se mostraban más vivas y muchos animales se acercaron en diferentes momentos de la mañana, Desde que llegó las pesadillas disminuyeron considerablemente.

Algo iba a pasar hoy en la noche con los visitantes, espero sea bueno y no como lo de esta mañana. Tal vez sea diferente, por eso debía arreglarme. Salí del cuarto de lavado, Manuela ingresó.

Me puse el vestido azul, dejé el cabello suelto, la combinación fue de mi entera aprobación, contrastaba el color con el vestido se veía bonito. Aún no sabemos de dónde viene el extraño color de mi cabello, no se sabe si era violeta desvalido o rosa envejecido o los dos al mismo tiempo. Era liso hasta los hombros para luego ondularse hasta caer en largos gajos, con un brillo increíble.

—Te ves hermosa, si te arreglaste así… Debes tener algún presentimiento o ¿será que conocerás a tu príncipe? —No aprobé su comentario.

—No seas tonta, sabes que no pienso en eso y menos para casarme, por ahora soy muy joven, vamos a cumplir dieciocho años. —En su momento le dije a mi madre que no quería presentación en la sociedad, eso no me interesaba, sin embargo, ella insistió tanto, ese día fue un desastre—. Si llego a casarme debe ser con un hombre diferente, un caballero a quien no le importe ensuciarse las manos para trabajar de ser necesario y no ordenar.

—Para muchos ya estamos solteronas, ¿recuerdas nuestra presentación ante la sociedad? —Nos miramos, soltamos una carcajada, después de ese baile, no quise asistir a ninguno otro, ella tomó la misma decisión; las invitaciones llegaban y por más que mi madre insistía no me presentaba a los eventos.

Terminé de arreglarla. Su cabello era rizado de color castaño claro, se los acomodé a un lado, que dejaba ver el medio escote de sus hombros. Resaltando su color de piel.

—Quedaste preciosa, ya debemos bajar, nuestros invitados de honor llegaron hace más de quince minutos. —hice una mueca y soltó una carcajada—. Te vas a casar con uno de ellos y estarás enamorada hasta los cimientos de tu alma, ya lo verás.

—Deja de decir tonterías Manuela. No creo considero eso por ahora.

Bajamos. La hacienda parecía que el sol no se hubiese ocultado, la casa se encontraba iluminada con velas por todas partes, me pareció fantástico. Me encantan las velas, para mí pensar las consideraba como un sendero de luz hacia el camino espiritual de los seres humanos.

Tal vez me caigan bien los vecinos, si debo invitarlos más seguido a cenar con tal de ver la casa como se encontraba lo haría. Escuchamos las voces provenientes de uno de los salones donde mis padres acostumbran a recibir las visitas antes de llevarlos al comedor. Manuela ingresó primero, por estar observando fui la última.

Mi madre hizo un gran esfuerzo. Las voces habían cesado de manera abrupta cuando ingrese al lugar. Me di la vuelta para comprobar con mis propios ojos lo que había pasado. El problema… Quedé fría, estática igual a una escultura de mármol. Manuela también se mostró asombrada. Su rostro era de, ¡no era posible!

Yo fijé la mirada en Lord Antonio D’Montecarlos, quién ya miraba con asombro o ¿admiración? Su rostro era de… ¿Qué pretendía el destino?, a él le brillaron los ojos por un instante, como estrella fugaz en el firmamento. El joven sentado a su lado lo miró arrugando su frente, todos se levantaron para recibirnos.

Mis padres miraban de un lado al otro, por la expresión de sus rostros, noté lo desconcertados que quedaron con nuestras reacciones. También se encontraban presentes los dos señores adultos, los cuales parecían ser sus padres, al detallarlos bien eran los mismos de esta mañana en el choque con el carruaje.

Ahora había un nuevo joven, igual de apuesto al descortés, me pareció que era menor, no mucho, la diferencia debía de ser un par de años por lo menos. El señor Granados fue quien rompió el hielo y nos sacó del estado al que habíamos caído por la incómoda situación. «Esto era inaudito» —pensé para mis adentros.

—Hija, te presento a la familia D’Montecarlos.

—Un placer. —¡Diantres!

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