Capitulo 3
Priscila había llegado a su casa tan rápido como pudo. Cerró la puerta detrás de si y apoyo la espalda en ella y se quedó allí un buen rato. Estaba agitada como si hubiera corrido, pero era su corazón el que latía incontrolable. No podía creer volver a sentir tales emociones. Hacía mucho tiempo que había cerrado su corazón y no quería abrirlo para nadie más.Sin embargo, la vida la estaba poniendo a prueba nuevamente.
Priss había tenido muy malas experiencias con sus parejas anteriores. Todas llevadas al fracaso. Y la última relación, si no hubiese sido por Kevin, quizá no estaría contando la historia.
No podía permitir que un desconocido llegará de la nada y conquistara su corazón.
Pero la imagen de Alexander recorría su mente.
-Tengo una terrible abstinencia sexual.- Dijo Priss riendo, y decidió tomar un largo baño para calmar esa ansiedad.
Alex se quedó en la cama el resto del día, pensando en esos hermosos ojos.
-Por que tenía que ser tan hermosa? Nadie me dijo que lo fuera.-
Uno de sus objetivos de estar en esa ciudad era para conocer a Priscila, lo que no imagino era que está mujer pudiera embrujarlo con su belleza.
-No debería desviarme del camino. Es sólo una mujer hermosa.-
Alex había pasado la mitad de su vida buscando justicia en New York. Cuando tenía quince años había perdido a su madre de la peor manera.
Una tarde volviendo de hacer algunas compras, Alex y su madre estaban por cruzar la calle, cuando de la nada en la esquina dobló un patrullero a toda velocidad, perdiendo estabilidad y llevándose todo por delante, incluso a Mariann, su madre.
El patrullero había impactado sobre el cuerpo de la mujer. El policía bajó para ver a la víctima. Era un hombre rubio de ojos verdes, de estatura alta y con un físico absolutamente atlético, espalda ancha, brazos enormes y piernas fuertes. Su apariencia daba miedo, y su rostro estaba endurecido por la frialdad.
-No te preocupes muchacho, en unos segundos vendrá una ambulancia. No toques a la mujer- Dijo el policía con el ceño fruncido.
Dicho esto volvió a su patrullero y arrancó a toda velocidad.
Tal y como había dicho, la ambulancia tardó sólo siete minutos. Los cuales fueron fatales para Mariann.
Cuando llegaron al hospital ya era tarde, había fallecido en el camino. De igual forma le hicieron los estudios de rutina y la autopsia. En la cual se veía claramente una fractura de clavícula, traumatismo de cráneo, y lo peor una fractura vertebral a nivel cervical cinco y seis, con ruptura medular, lo cual dejaba claro que si la mujer vivía, lo único sano, sería su cabeza, del cuello hacia abajo sería un vegetal.
Después de ese día no supo más nada del patrullero, ni del policía que había asesinado a su madre. Y juro sobre su cuerpo sin vida que encontraría a ese hombre y lo haría pagar con la misma moneda, por haberle arrebatado la vida.
Alex había quedado completamente sólo. No tenía padre, sólo su tío estuvo a su lado en ese momento y con el cual vivió unos años, hasta que logró ingresar a la universidad de arquitectura y conseguir empleo.
Mientras tanto investigó desde el primer hasta el último policía de New York.
El rostro del hombre que conducía ese patrullero había quedado grabado en su memoria con mucho rencor. Quería matarlo sin importar que tuviera que terminar en prisión. Pero valía la pena si era la única forma de hacer pagar a ese hombre por la muerte de su madre.
Después de años de búsqueda, encontró al hombre que buscaba en la Estación Policial Número Cinco, ubicado en Elizabeth Street.
Casi ocho años habían pasado de la muerte de su madre. Pero aún así tenía que vengar su muerte. Busco muchas maneras de matarlo a sangre fría, pero no tuvo agallas. No era fácil quitarle la vida a alguien. Fue entonces, cuando investigó todo sobre la vida de este hombre, quería saberlo todo, para así idear un plan y destruirlo. Si no podía matarlo lo haría sufrir de la peor manera.
Por medio de algunos contactos, se entero que este hombre se llamaba Edwin Kahler, descendiente alemán. Vivía con su esposa, Hanna y su hija Priscila.
El plan estaba casi listo, podría envenenar a cualquiera de las dos mujeres, y con su muerte viviría en agonía, como lo hacía él. Debía tener contactos en la vida de las mujeres como para tener acceso sin problemas. Pero ese mismo año Priscila había desaparecido del mapa.
No importa, aun puedo ir por su esposa- Penso con frialdad.
Así que de un momento a otro intento acercarse a ella con amabilidad buscando momentos oportunos para ayudarla, como ir a los mismos lugares de compras y encontrarse de casualidad. Era una mujer sumamente sabia, e inteligente. Era muy generosa, y muchas veces le daba algún que otro consejo. Podría decirse que se habían hecho amigos o buenos conocidos.
-Seria un pecado aun mas grande si me deshiciera de esta alma tan buena y no del maldito asesino-
Así que tampoco tuvo agallas para asesinar a la bondadosa mujer. Debía encontrar a su hija. Así que en uno de esos encuentros "casuales", Alex comenzó a preguntar por ella. La señora amablemente le contó hasta el color de sus calcetines.
-Priscila, es una jovencita muy educada y dulce. Es demasiado alegre y confianzuda, así como yo. Pero tiene un gran parecido con su padre, es rubia de ojos verdes y de tez clara. Lo único que le doy gracias a dios, es que no haya heredado el físico de mi marido. Creo que mi pequeña seria una monstruosidad.- Dijo Hanna con simpatía.
Por esos momentos, Priss tenía veintidós años y estudiaba Administración de Empresas en Ohio. Por lo cual decidió dejar de lado sus planes y terminar la universidad. Ya que llevaba atrasado casi dos años. Después de recibirse de arquitecto. Volvió a tener contacto con Hanna, Y cuando Alex pregunto por Priscila, ella ya estaba en la gran ciudad. Con lagrimas en los ojos le había contado que había tenido algunos problemas personales, y había decidido vivir en otro país. Donde trabajaría en una cafetería llamada MUSIC MELODY. Toda esa información basto para que Alex decidiera viajar y encontrarse con la muchacha y cobrar venganza.
El único problema, era que tenía que acercarse a ella, pero al parecer iba a ser bastante difícil. Sin embargo, Alex seguía yendo a la cafetería todos los días. No solo para ver a Priss, sino por que el lugar le encantaba. Había días que ni siquiera la veía.
