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Capítulo 1 (Parte II): Al fin una sonrisa...

[Narrado por Bram]

Al fin amaneció, me ardían los ojos por el trabajo y de tanto leer. La jornada nocturna siempre era exhaustiva; pero irónicamente me sentía más cómodo con ella. Terminé de firmar los últimos documentos del convenio Bestemming models & designs con Stil dhe Shndrit Inc., para llevárselos a Trey y aprovecharía para decirle que había convencido a Georg de que viniera a Dusseldorf.

Metí todos los documentos en sobres de manila; además de algunos de mis efectos personales pues me dirigiría directo a casa, el plan era desayunar y luego dormir una larga siesta hasta que Georg llegue.

Me despedí de mi secretaria y le dije que se marchara y volviera hasta el día siguiente, pues esa noche la tomaría libre. Bajé en el ascensor del séptimo piso al segundo donde estaba el departamento legal y, por lo tanto, la oficina de Trey. Al llegar a su puerta pude notar la ausencia de su secretaria, la cual era todo contrario a la mía. Siempre escogía mis secretarias entre mujeres maduras a las que muy pocas compañías les darían trabajo por la edad. Las de Trey siempre eran aspirantes a modelos. Entrar a su oficina cuando la secretaria no estaba en su escritorio siempre era atenerse a ver imágenes poco decentes, así que tomé el teléfono y marqué su extensión.

―Diga ―dijo contestando.

― ¿Por qué tu secretaria no está en su escritorio? ¡No me digas! Porque está sobre tus piernas ―dije, muy sarcásticamente.

―Hermanito, qué mal pensado eres.

―Necesito entrar. ¿Puedo entrar sin tener que ver más de tu secretaria de lo que quiero?

―Espera que ella salga y entras.

― ¡Para hoy Trey! ―ordené.

―Tranquilo Jefe, en este momento está caminando a la puerta ―de hecho, y casi de inmediato, la puerta se abrió.

La chica me sonrió coquetamente; me enfurecía, no le bastaba darle servicios extras a Trey, aspiraba más alto, y yo odiaba ese tipo de chicas trepadoras.

Ella se sentó en su silla acomodando su falta, puse los ojos en blanco, estaba harto de estas cosas, no era apto para nadie, ni para la imagen de la empresa.

―Buenos días, Jefe ―dijo ella.

―Buenos días ―dije sin ganas, casi en un gruñido.

Caminé hacia la puerta, puse mi mano en el pomo; pero antes de entrar volteé a mirarla.

―Lila ―dije, llamando su atención.

― ¿Sí señor? ―respondió ella, mirándome con una sonrisa demasiado correcta para su apariencia de ramera.

―Estás despedida, no vengas por tu liquidación, te la enviaré por correo ―dije antes de entrar.

― ¿Qué? ―gritó ella, poniéndose de pie de un salto. Ingresé a la oficina de Trey, cerrando la puerta casi en su rostro; entonces le pasé el seguro, mi hermano solo me miró extrañado.

― ¿Me equivoco o acabas de despedir a mi secretaria? ―preguntó con una ceja en alto.

―Sí, lo hice, no permitiré más estas conductas de parte de nadie por el bien de la empresa.

―Pareces director de escuela. ¿Qué quieres que contrate abuelitas como las tuyas? ―preguntó indignado.

―Sí, eso es lo que quiero ―respondí, cruzando mis brazos, intentando lucir implacable. Era mi hermano mayor, él solía pensar que podía hacer lo que quisiera conmigo; aunque trabajaba para mí.

― ¡Qué asco! ―se quejó, haciendo un ligero gesto de arcadas. Parecía que él no lograba entender que las secretarias solamente una parte de asistencia empresarial que mantenía tu agenda en orden y trabajando, y eso no incluía servicios sexuales.

―Justo por eso lo hago Trey; para evitar las provocaciones de las chicas, tengo que mantener mi imagen limpia, no solo como cabeza de la compañía, si no como esposo. Deberías a pensar en la imagen que estás proyectando, no solo como empresario, en tu vida.

―No estoy casado, no tengo que proyectar nada ―expresó.

― ¿Tengo que recordarte el porqué de que ya no estés casado? Fue justo por esto, lastimaste a Susan; además de a tus hijos.

―Josh y Chiara no se dan cuenta de nada, aún están muy pequeños.

―Entonces piensa en la imagen y la fama que le vas a dar a tus hijos cuando crezcan. ¿Quieres que los vean como los hijos del famoso abogado de Bestemming models & designs que se acuesta con cuanta mujer se le cruce enfrente? ―el rostro de Trey se transformó, sabía que no le gustaría que se metieran con sus hijos.

―Tienes razón ―dijo, encogiéndose en la silla.

―Te amo Trey; pero me cansaré de tus indecencias tarde o temprano ―advertí.

Tiré el sobre de manila con el papeleo y los contratos en su escritorio.

―Stil dhe Shndrit Inc. ―leyó el encabezado del sobre―. ¿Se funcionarán?

―Está firmado, ya es oficial ―confirmé, no era una fusión en sí, era como un contrato oficial de que seriamos aliados estratégicos contra el mundo, su empresa y la mía iban de la mano, ellos necesitaban de nosotros para tener algo sobre lo qué trabajar, por nuestra parte, necesitábamos ser su centro de atención, era un arreglo mutuo de prosperidad.

―Genial ―celebró él.

―Me iré a casa, no volveré hasta mañana; si necesitas algo me lo dices allá. Por cierto, Georg llegará a las nueve a la mansión, o eso espero.

― ¿Georg? ―preguntó Trey sorprendido― Un hombre, cabello castaño, ojos verdes, pálido, malhumorado, Lissen... ¿Ese Georg?

―Por difícil que parezca.

―De todos modos, iba a llegar temprano; Susan pasará a dejarme a los niños como a esa hora.

―Mucho mejor, así las pulgas le dan mola a Georg por un buen rato.

―De acuerdo. Nos vemos en casa ―dijo, ya un tanto desentendido, pues revisaba el paleo.

―Cuando consigas una nueva secretaria, antes de que la contrates, aprobaré a todas tus secretarias a partir de este momento y le avisaré a recursos humanos ―le advertí, no se me iba a escapar esta vez.

―Entendí, fea, gorda, vieja o las tres.

―Exacto ―dije antes de salir.

De inmediato me dirigí al estacionamiento; siempre era satisfactorio volver a casa después de una dura jornada de trabajo, aun mas sabiendo que al llegar me esperaba una comida calientita de las manos de la mejor cocinera del mundo, lo que me lleva a lo más importante, saber que ella estaría esperándome.

No entendía como Trey pudo despreciar eso; esto era mucho mejor que intercambiar fluidos con una chica diferente cada noche. Aún más teniendo a sus dos pequeños hijos, cosa que Tania y yo no habíamos podido conseguir.

Abrí la puerta de mi casa, el olor a mi hogar era totalmente relajante y escuché pasos bajando por las escaleras, así que corrí para mirarla bajar. Sabía que era Tania, me encantaba admirarla mientras bajaba las escaleras. Sonreí al verla, despeinada, con un provocativo short deportivo muy corto, además de su camisón blanco que caía por su hombro izquierdo. No dijo nada al verme al pie de las escaleras, solo sonrió achinado sus ojitos de recién despierta.

Faltando dos escaleras estiró sus brazos, alcanzando mis hombros para abrazarme guindándose de mi cuello, pasando sus piernas sobre mi cadera.

―Regresaste temprano ―dijo somnolienta, recostada sobre mi hombro.

―Si amor, anoche convencí a Georg de que viniera, así que decidí llegar temprano.

―Qué bueno. ¿Quieres comer algo? ―preguntó y bostezó.

―No te preocupes por eso, vuelve a la cama, aún es muy temprano.

―Mmm ―gimió―. Quiero dormir contigo a mi lado.

―Yo también ―me encantaba cuando estaba media dormida, era caprichosa como niña pequeña, lo que me hacía amarla más en ese momento.

Tania bajó sus piernas de mi cadera, cuando estuvo de pie tomé su barbilla para jalarla y poder besarla, luchando contra su sueño de madrugada respondió a mi beso, encendiéndolo un poco; pero no lo suficiente para espabilarla. Tomé su mano para ir juntos a la habitación, al acostarnos se acomodó en mi pecho y casi de inmediato se quedó dormida y yo le seguí.

Ambos nos despertamos con el sonido del timbre, miré el reloj dándome cuenta que eran las más de las nueve.

― ¿Quién será? ―preguntó Tania, levantándose y colocándose las pantuflas.

―Debe de ser Georg ―respondí, levantándome tras ella.

―Sí, lo había olvidado ―recordó, pensé que posiblemente no lo haría, pues no estaba del todo despierta cuando le avisé.

Nos dirigimos a la planta baja de la mano hasta llegar a la puerta, al abrirla, los dos revoltosos se escabulleron por entre nuestras piernas y empezaron a corretear por toda la casa.

―Es oficial, me van a volver loca ―expresó Susan con una sonrisa y poco de frustración―. ¿Cómo están?

―Bien, gracias ―respondió Tania mientras la abrazaba.

― ¿Y Trey? ―preguntó ella, aún tenía ese brillo en los ojos cuando mencionada su nombre.

―Trabajando ―respondí.

―Como siempre, haciendo trabajo extra con sus secretarias ―dijo sarcástica.

Sabía que lo mencionaba porque aún le dolía.

―Pasa, haré desayuno para todos ―invitó Tania, mirándola sobre mi hombro.

―No gracias, me marcharé antes de que, bueno, ya saben... él llegue.

―Hablando de llegar ―intentando cambiar la conversación―. Georg vendrá, y espero que por su bien dentro de un par de minutos. ¡Apuesto que le encantaría verte!

―Pues, en ese caso, me quedaré, también quiero verlo ―sonrió, entrando a la casa, sabía que con eso la convencería.

Tania llevó a Susan del brazo en dirección a la cocina, y yo empecé a mirar a los lados buscando a las pulgas. Pude ver Chiara escondida debajo de una silla, con solo tres años se le hacía fácil esconderse debajo de cualquier cosa, me incliné a su altura para mirarla y ella comenzó a reír.

― ¿Dónde está tu hermano, princesa? ―sin sacar el dedo de su boca señaló el lado contrario de la habitación, volteé, encontrando a Josh casi en la misma posición que su hermana.

―Soplona ―se quejó él.

― ¡No! ―gritó ella.

― ¿Quieren galletas de las que hace su Tía? ―pregunté mirándolos a ambos, ellos sonrieron al oír la palabra galleta. Josh salió de debajo de su silla y echó a correr hacia la cocina, tomé a Chiara, sacándola debajo de la silla, llevándola cargada hasta la cocina.

―Los encontraste ―dijo Susan sonriente.

― ¡Galleta! ―dijo Chiara sacando el dedo de su boca, señalando el tarro de galletas.

―Chantaje ―dije, encogiendo los hombros.

Me dirigí hasta el estante donde estaba en tarro de las galletas, tomé a Chiara de la cintura levantándola para que lo tomara. Luego me senté a la mesa con Chiara en mis regazos y Josh a un lado, dándole una galleta a cada uno.

― ¿Saben cómo está Georg? ¿Por fin superó la partida de Josie? ―preguntó Susan interesada.

―No, sigue estancado ―respondí, torciendo la boca. No solo era difícil para él, era un tema difícil para todos.

―Lastima, es un chico muy lindo, hubiera rehecho su vida con facilidad hace mucho tiempo ―Susan suspiró melancólica, a veces, no la entendía.

―Eres igual a él ―le acusó Tania mientras picaba unas especias.

― ¿Yo? ―se señaló extrañada, mirando hacia todas partes como si hubiera alguien más.

―Sí, tú ―reiteró Tania, apuntándola con el cubierto―. Tienes dos años que te divorciaste de Trey, no has salido con nadie desde entonces, sigues esperando volver con él, admítelo.

―Yo ―intentó objetar; pero solo bajó su cabeza con pena―… aún no he podido dejar de amarlo; pero no volvería con él, Trey jamás cambiará y se olvidará de mí en cuanto otra le pase por enfrente.

―Tienes razón; Trey siempre seguirá siendo un idiota ―apoyé, tapándoles las orejas a los niños.

―Él aun te quiere Susan, a su estúpida manera ―aseguró Tania.

― ¿Me quiere, pero anda cogiéndose a cualquiera? No lo creo, prefiero dejarlo libre de hacer lo que le dé la gana; por lo menos tengo dignidad ―dijo convencida.

― ¿Pero no es lo que quieres y sigues sufriendo por él? Necesitas recuperarlo y hacerlo cambiar u olvidarlo para siempre ―agregó Tania, mirándola entre picaduras.

―Cada vez que pienso que, si intento que cambie por mí, un día voy a ir a su oficina y me voy a topar con la misma imagen que me hizo sufrir. ¿Cómo te sentirías si llegaras a la oficina de Bram y lo vieras penetrando con sus genitales los de su secretaria? ―preguntó Susan reviviendo una vez más esa imagen, me sacudí ante la idea era desagradable, el rostro de Tania se transformó.

―Tienes razón, olvida a ese cretino de una vez por todas ―clavó con furia el cuchillo en la tabla de madera, para luego voltearme a ver―. Si llegas a hacer algo semejante... ¡Te asesinaré!

―Lo tengo claro amor; yo no necesito otra más que a ti ―juré, era la única en verdad.

― ¡Más te vale! ―me apuntó con su dedo y un ceño fruncido.

―La imagen de Trey haciendo el amor con esa mujer, me ayuda a mantenerme alejada de él.

―Te equivocas ―dijo Trey haciendo acto de presencia en la cocina, luciendo soberanamente cretino―. Era solo sexo, el amor únicamente lo hacía contigo.

― ¡Papi! ―gritó Chiara, bajó de mis regazos en un salto y corrió hasta Trey.

― ¡Hola preciosa! ―la levantó del suelo y le dio un beso en la mejilla.

Con la nena en sus brazos volteó a mirar a Josh, quien seguía entretenido con las galletas, pero sabía que lo hacía para ignorar a Trey. Con cuatro años era lo suficientemente capaz para haber entendido los motivos por los cuales su mamá sufría y eso hacia continuara resentido con Trey.

―Josh, saluda a papá ―ordenó Susan.

―No quiero ―dijo él. Tomó una galleta de la mesa, antes de salir corriendo de la cocina.

―Por estúpido tu hijo no te quiere ―dijo Tania, despedazándolo.

―El tono cuñada ―señaló él.

Trey se acercó a Susan con Chiara en los brazos y la besó antes de que ella pudiera evitarlo.

― ¡Trey! ―expresó molesta, sabía que no reaccionaba de peor manera porque Trey tenía a Chiara en los brazos.

―Te amo y te extraño, entiéndelo ―dijo él, mirándola a los ojos. Yo puse mis ojos en blanco, él continuaba jugando con la pobre Susan, no la amaba, solo quería dominarla, de lo contrario, no había estado cogiéndose a su nueva secretaria horas antes.

―Tu entiende que no quiero nada de ti hasta que no seas un ser decente que piensa con la cabeza, no con lo que tiene entre las piernas ―remató ella.

Chiara escondió su rostro en el pecho de Trey ante los reclamos de su mamá, Susan se levantó molesta y fue tras Josh.

―Juro que si no fuera porque tienes a la niña te arranco la cabeza con este cuchillo ―le susurró Tania a Trey―. Deja de lastimarla, haces eso porque sabes que aun te quiere y quieres tenerla como seguro para cuando las perras ofrecidas dejen de lloverte.

― ¡No es así! ―refutó Trey.

― ¿Acaso quieres recuperarla? Porque no lo parecía esta mañana ―reclamé en objeción a lo de la secretaria.

―Si estuviera conmigo no tendría por qué buscarme otra ―gruñó él.

―Y cuando estaban juntos te buscabas otras de todas formas. ¿Cuál es tu excusa para eso? ―pregunté molesto.

― ¡Georg! ―gritó Josh desde la entrada.

Todos volteamos inmediatamente a ver en esa dirección, era peor que una presencia fantasmal lo que estábamos por visualizar.

― ¡Hola campeón! ―dijo él, levantándolo entre sonrisas.

― ¿Me equivoco o se escucha feliz? ―preguntó Trey extrañado.

Todos estábamos extrañados, la felicidad no era característico de Georg durante los pasados diez años.

―Parece que si ―dijo Tania, muy sorprendida.

Chiara empezó a intentarse zafar de los brazos de Trey, este la puso en el piso y ella corrió hasta Georg, quien enseguida la abrazó.

―Mira que linda que estás petirroja ―dijo él apretándole la nariz a Chiara, ella rió coquetamente ante el gesto. Le decía petirroja porque la niña era, de hecho, pelirroja, tenía un cabello rebelde color zanahoria muy encendido.

―Hola Geo ―dijo Susan―. ¿Josh te abrió la puerta?

―Sí, no te preocupes, se fijó por la ventana antes de hacerlo ―respondió, abrazándola con fuerza―. ¿Cómo estás?

―Suéltala, Lissen ―ordenó Trey acercándose a ellos.

― ¿Por qué te cela? ¿Volviste con este idiota? ―le preguntó él a Susan mirándola a los ojos.

―Ni loca, ni drogada ―respondió ella sin dejar de mirarlo con una sonrisa.

―Sigo aquí ―reclamó Trey, cruzando sus brazos, molesto.

―Pensé que no llegarías, estaba empezando a llamar los guardaespaldas ―dije, acercándome para abrazarlo.

Georg se aferró a mí, yo te di palmadas en la espalda mientras nos apretujábamos. Verlo fuera de su infierno era indescriptible.

―Ya estoy aquí, así que dales el día libre por mí. ¿Y tú brujita? ―dijo refiriéndose a Tania. Como mejor amiga de Josie, Georg amaba a Tania casi como una hermana.

―Haciendo magia, como siempre ―reí.

―Eso es bueno ―sonrió.

Me alegraba por fin ver una sonrisa en su rostro, no sabía por qué estaba alegre, pero sea lo que fuera, daba las gracias por verlo sonreír otra vez.

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