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Capítulo 1: “Tú puedes salir adelante.”

[Narrado por Georg]

Una llamada, esa llamada bastaba para arruinar mis noches y recordarme, una vez más, que ella nuevamente había desaparecido.

― ¿Georg? ¿Sigues ahí o de nuevo me estás ignorando? ―preguntaron al teléfono.

―No lo haré Bram ―respondí.

―Tarde o temprano tendrás que salir de ahí. Por favor, no arruines tu vida así.

―No me moveré.

―Georg, por favor, ya pasó suficiente tiempo. Entiende que ella no volverá a entrar por esa puerta, ocho años Georg. ¡Usa la motocicleta que tienes en el garaje y ven de una vez por todas! ―exigió, y yo suspiré.

Sabía que nunca dejaría de insistir, sea como fuera no quería ir a ningún lado.

―Por favor, ven, Josh y Chiara preguntan por ti siempre que vienen a casa, quieren verte ―insistió―. Sabes que puedo darte un puesto en la empresa, Tania y Trey también te extrañan. ¡Te volverás loco si sigues ahí!

―Lo pensaré ―dije intentando escapar.

―Si mañana mismo no estás aquí, te juro que contrato una cuadrilla de guarda espaldas, te saco de casa y te traigo a rastras Lissen ―amenazó, muy capaz de cumplirlo.

― ¡De acuerdo! ―bufé, resignado― ¡Iré!

― ¡Al fin! ―le escuché suspirar, aliviado― Dale un abrazo de buenas noches a mamá por mí. Ya sabes si mañana a las nueve en punto de la mañana no estás frente a mi casa, te traigo del pelo.

―Buenas noches ―dije, intentando terminar nuestra llamada―. Dale un beso a Tania por mí.

―Mañana se lo das tú mismo; ahora, ve a empacar ―ordenó―. Buenas noches.

―Hasta mañana ―me despedí y colgué.

Repugnaba tener ese sabor de “hasta mañana” en la boca. Golpeé la pared en un arranque de furia, me había vuelto eufórico y malhumorado desde que Josie se marchó.

Caminé por el fondo del pasillo hasta el estudio de Gil. Él estaba, como siempre, con sus notas en las manos, guitarra en los regazos, sentado al lado de la orcaneta en un banco alto. Al verme abrir la puerta solo enfocó su mirada en mi rostro muy seriamente, tenía los anteojos a la mitad de la nariz y ojos cansados.

― ¿Se te ofrece algo hijo? ―preguntó al verme inmóvil.

― ¿Mona ya se fue a dormir? ―le pregunté de vuelta.

―Creo que no. ¿Para qué la necesitas?

―Necesito una valija.

― ¿Una valija? ¿Para qué? ―preguntó ella, saliendo detrás de mí. Aunque era obvio que una maleta de viaje era para viajar, sabía perfectamente que ninguno de los dos se esperaba lo que les iba a decir.

―Iré a casa de Bram y Tania ―respondí.

Inmediatamente una enorme sonrisa se dibujó en los rostros de ambos, querían esto desde hace mucho tiempo.

― ¿Es enserio? ―preguntó Gil aun sin salir del asombro.

Asentí indicándoles que sí, Mona se acercó y me dio un gran abrazo.

―Estoy orgullosa de ti, anhelaba el día en que sacaras todo ese valor que tienes dentro para salir de aquí.

―En realidad. Voy bajo estricta amenaza, si no voy por las buenas, será por las malas.

―De todas formas, es bueno que por fin aceptaras ir ―dijo Gil.

―Buscaré la más grande de todas ―ella caminó hasta uno de los armarios―. Debes llevar todo lo necesario, conociendo a Bram, no te dejará volver por un buen tiempo.

―Lo sé ―suspiré.

―Entiende que él quiere lo mejor para ti. Te hará bueno estar con ellos, ver a los niños, trabajar, tal vez conocer a alguien ―sabía perfectamente que Gil se refería a una chica, odiaba que pensaran que seguiría adelante dejando de lado a Josie, olvidándola.

―Es justo lo que no quiero ―dije con algo de molestia.

―Nadie te va a obligar a enamorarte otra vez, no tienes que hacerlo si no quieres; solo que deberías pensar en ti, en tu futuro ―explicó, mirándome con ojos de disculpa, aun sobre sus lentes a media nariz.

―Lo intentaré; pero quiero que entiendan que no quiero a nadie más en mi vida ―dije intentando guardar la compostura, me sentía muy enojado, era así casi todo el tiempo; pero no lograba evitar sentirme aún más furioso cuando me pedían que siguiera mi vida sin ella, parecía que me pedían que la olvidara.

―No te enojes, mi niño ―pidió Mona, acariciando mi rostro antes de darme la maleta.

―Gracias.

―Tú puedes salir adelante, tanto Gil como yo, sabemos que puedes superar esto, encuentra la manera por tu propio bien. Prométeme que al menos lo intentarás, olvídate de volver por un par de meses, acepta el trabajo que Bram te ofrezca. ¡Prométemelo! ―Tomó mi mano izquierda y la puso sobre su pecho, podía ver su rostro preocupado, maternal, sus ojos me pedían a gritos que lo aceptara.

―Lo prometo ―dije, rindiéndome ante sus ojos y poder de madre.

―Quiero darte algo ―Gil se puso de pie de su banco caminando hasta su armario de instrumentos, sacó de él una funda de guitarra cargada. Al llegar frente a mí la abrió, sacando un bajo de ella.

―No ―dije, echándome para atrás negándome a tocarlo.

―Lo necesitas más que yo ―dijo mirándolo―. Recuerdo en los campamentos como se reían, Trey y tú tocando el bajo, la guitarra y el piano, mientras Bram holgazaneaba y se acostaba en la cama a cantar mientras ustedes practicaban. Eran momentos de alegría, tranquilidad, expresión; eso es justo lo que necesitas.

Tomé el bajo con delicadeza, eran muchos años sin tocar uno, por mi cabeza solo rondaba la pregunta:

¿Recordaré cómo tocarlo?

―Gracias ―sostuve el bajo a un lado para inclinarme y abrazarlo.

―Bien sabes que puedes liberar tus tensiones haciendo música, encuentra la paz que necesitas para seguir adelante ―pidió.

Él tomó el bajo de mi mano para guardarlo en su funda, nuevamente me lo dio. Tomé la funda y la maleta para llevarlos hasta mi habitación, antes de salir les di las buenas noches a ambos.

Faltaban aproximadamente quince minutos para la media noche cuando puse la maleta y el bajo en la cama y miré alrededor dándome cuenta de que tenía mucho por empacar, llevaría solo lo esencial y algunas cosas personales.

Lo primero en tomar entre mis manos fueron las fotografías de Josie, todos los días me preguntaba dónde estaba, sabía que no se había marchado apropósito.

Nuestros primeros cuatro meses de matrimonio fueron totalmente perfectos hasta que un día las cosas se pusieron realmente extrañas:

Ese día, Josie llegó corriendo a casa, arremetió contra la puerta y subió las escaleras con euforia antes de que pudiéramos preguntarle algo, solo pude notar sus mejillas mojadas. Enseguida subí las escaleras tras ella para saber qué sucedía. Al llegar a la puerta de nuestra habitación me di cuenta de que estaba cerrada con llave, eso jamás lo había hecho antes.

―Josie, abre la puerta ―pedí, intentando abrirla.

― ¡Lárgate! ―gritó desde adentro.

Me sorprendió aquella expresión, el tono de su voz; nunca los había usado contra mí.

― ¿Qué sucede cariño? ―pregunté, pero ella no respondió.

Estuve de pie junto a la puerta durante quince minutos y ella continuaba sin responder. Forcé la cerradura hasta que esta cedió, Josie levantó la mirada sorprendida. Tenía sus manos rojas, y los ojos irritados de tanto llorar.

― ¿Por qué lo hiciste? ―gritó enfurecida.

Sabía que se refería a abrir la puerta, pues estaba cien por ciento seguro de que no había hecho nada que la lastimara.

― ¿Josie qué pasa? ―pregunté, al acercarme intenté tocarla, abrazarla, pero ella se retrajo, alejándose de mí bruscamente.

― ¡No me toques! ―pidió, poniéndose de pie de un salto.

― ¿Te hice algo? Porque no entiendo lo que está pasando ―sus reacciones me perturbaban, no había rechazado una caricia mía desde que nos conocimos.

― ¡No! ―respondió nerviosa, casi gritando, y empezó a caminar de un lado a otro de la habitación.

―Dime qué pasa, soy tu esposo, puedo ayudarte. Josie, confía en mí ―dije tomándola de los hombros.

Ella cerró sus ojos y echó para atrás tratando de soltarse de mi agarre.

―No. Jamás lo entenderías, me dirás que estoy loca ―forcejeó conmigo, soltando mi agarre con violencia.

Apenas logró soltarse corrió de nuevo, bajando las escaleras y saliendo por la puerta trasera de la casa; no sabía si perseguirla o dejarla sola para que se despejara, así que finalmente decidí darle su espacio.

Una fuerte tormenta cayó, haciendo que ella volviera empapada a una media hora de haberse marchado. No dijo nada al llegar, solo temblaba de frío, así la envolví en una toalla y la llevé al segundo piso para que se cambiara.

Al llegar al baño solo se sentó en la orilla de la tina mirando hacia el espejo y cuando di media vuelta para marcharme por fin habló.

―No sé qué soy ―admitió sin dejar de mirar fijamente al espejo.

― ¿Por qué lo dices?

―Mi compañera de proyecto me dio unas flores, al tocarlas con mi mano se marchitaron al punto que cuando ella las tocó se hicieron polvo. De caminó toqué muchas plantas, y todas murieron ―dijo, al fin mirándome con sus ojos llenos de lágrimas―. No es normal.

Me quedé en silencio, mirándola, estaba teniendo los mismos poderes de la guardiana. No le había contado a Josie nada de nuestro encuentro sobrenatural mientras ella estaba muerta; quería que pensara que solo había estado inconsciente durante ese tiempo, no perturbarla con una historia, la cual ella no recordaba.

―No me crees ―frunció el ceño, mostrándose claramente molesta.

―Claro que te creo, solo que es extraño ―intenté restarle importancia.

Tenía la esperanza de que los poderes fueran temporales; tal vez era la luna y se irían con ella.

―Sabía que no te importaría ―escupió furiosa ―. ¡Lárgate! ¡Me las arreglaré yo sola!

Me empujó hasta fuera del baño y cerró la puerta casi golpeándome con ella el rostro.

― ¡Todo lo que te suceda me importa Josie! ―grité― No tienes por qué arreglártelas sola en nada, para eso me tienes a mí.

Ella abrió la puerta, mostrándome su rostro aún más enfurecido.

― ¿Qué? ―gritó― ¿Acaso intentas decirme que no puedo hacer nada sin ti?

―No es así. Lo que quiero decir es que te apoyaré siempre que lo necesites ―usé un tono sereno, intentando calmarla―. Te amo y quiero que estés bien.

―Lo que ahora necesito es que salgas de aquí ―pidió, aun enojada, pero sin gritarme.

―Está bien, si es lo que quieres.

―Gracias ―cerrando la puerta de nuevo.

A partir de ese momento las cosas se fueron de mal en peor. Ignoró el tema de las flores por todo el tiempo posible, y si le preguntaba, ella me gritaba; su actitud tuvo un cambio radical, se volvió fría e inhumana. Sin embargo, jamás la culpé de nada, sabía que estaba siendo dominada por los poderes de la guardiana; que de alguna forma estaban volviendo a su cuerpo.

Investigué la leyenda y supe que eso no debería de estar pasando. Al liberarla, la maldición desaparecería por completo; por lo tanto, había una versión de la historia que no conocíamos. Todo fue aún más extraño cuando los poderes cesaron y ella empezó a perder la memoria, no recordaba sus cosas, ni tareas, luego fue olvidando los nombres, a las únicas personas que recordaba eran a Gareth y a mí. Ella intentaba disimularlo, pero al tiempo se volvió inevitable.

La última semana que pasó con nosotros fue normal, recordaba lo necesario.

El día en que desapareció intenté evitar que saliera de casa sola, pues tenía miedo de que pasara justo lo que sucedió, que ella se desvaneciera y olvidara como regresar. Esa tarde me gritó como nunca lo había hecho; su humor no había mejorado, en realidad, había ido empeorando junto con su pérdida de memoria; hasta cierto punto, sabía que se sentía inútil e impotente cuando tenía momentos de claridad, eso no mejoraba su estado de ánimo. Me dejó claro que no quería que la siguiera, aun así, lo hice, no quería arriesgarme, así que la seguí; pero ella sabía que lo hacía, así que buscó la forma de escabullirse.

De cierta forma, al volver a casa sabía que esa sería la última vez que la vería. Y, de hecho, nunca regresó.

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