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Capítulo 2 (Parte III)

Ashley metía su mano en una caja tras otra sin lograr explicarse donde habría ido a parar aquello que tanto buscaba, y justo en aquel dilema lo encontró Jennifer cuando ingresó a la oficina sin siquiera llamar. Ella miró a su amigo, algo loco y desesperado por lo que sea que fuese que hubiera perdido.

Para sí misma debía admitirse que él no era el chico joven y guapo que recordaba, ya estaba viejo, adentrándose en sus años, y la pena lo estaba arruinando cada vez más. No esperaba que, justamente él, jamás encontrará la salida.

—Preston —dijo ella en un suspiro, entonces él giró de manera automática a su voz.

— ¡Jenny! —exhaló.

Él había empezado a llamarla así desde un par de años atrás.

Sea lo que fuera que él buscara, lo olvidó, echó sus brazos alrededor de su vieja mejor amiga, suspiró sobre su hombro como si fuera a explotar a llorar, como si fuera todo lo que necesitaba.

—No te esperaba, lo siento, podría haber hecho algo, una reserva para cenar, un café…

—No lo necesito, está bien, solo vine a verte a ti —le tranquilizó ella.

—¿Cómo estás? ¿Qué tal va todo? ¿Cómo está Tegan?

—Estoy bien, Tegan, Tegan está bien. —Ashley al fin dejó de abrazarla para mirarle a los ojos, conocía a Jenny, sus frases, sus expresiones, sabía que algo no andaba bien; pero ella sonrió.

—Así es nuestra relación, tranquilo.

—Ninguna mujer se siente bien siendo traicionada, ni siquiera una que entiende lo irresistibles que pueden llegar a ser las chicas. —insistió Ashley.

—El dinero lo vale. Y cada vez hay más.

—Jenny…—le miró seriamente, con sentencia, no quería aquello para su mejor amiga. Sin embargo, justo por esa misma razón entendía por qué vivía así.

—Estoy aquí para hablar de ti, no de mí. ¿Sigues trotando el mundo con Sol?

—Creo que en realidad lo único que quieres es hablar de ella.

— ¡No digas tonterías! —sentenció ella al mismo tiempo en que se desplomaba en la silla tras el escritorio.

—Estamos en un círculo vicioso de mierda. —expresó Ashley, pateando una caja ligeramente.

Ella lo miró con ojos tiernos, pero ligeramente entre cerrados, puso dos de sus larguísimas uñas sobre el labio inferior para finalmente suspirar.

—De todo lo que podría imaginar sobre nuestro futuro. No pensé que terminaríamos así.

—¿Billonariamente miserables? —le preguntó él.

—Los millones no resucitan gente muerta, o reparan maridos de hijos de perra.

—Tampoco te reparan a ti mismo. —Ashley de desplomó en su silla, hastiado de lo miserable que podía ser.

Cuanto infierno podía acarrear una chica de ojos verdes.

Elena de pronto se encontró arremolinándose junto a Sol en la pared del lado de la oficina de Ashley, pegando su oreja contra la pared en un intento desesperado de Sol por escuchar algo de la conversación dentro.

—Es miserable, debe darte algo de satisfacción, ¿no? —dijo Elena.

—Tu eres más o menos unos cincuenta kilos de pura arrogancia recalcitrante, ¿cierto?

Elena alzó sus manos, dando a entender que se rendía con ella, y se alejó de la pared. Fue hasta un archivero y se sentó sobre él, esperando que aquel episodio terminara.

Solo un rato más tarde Sol corrió alejándose de la pared, se puso de pie a su lado y adoptó una postura fingida como si ellas estuvieran charlando ajenas de todo lo demás.

Elena lo comprendió cuando solo segundos después Ashley se asomó por el pasillo.

—Bien, aquí está. —mirando en dirección a Elena—. ¿Podría llevar a la chica en mi oficina al lugar que le pida?

—Podría ser, después de todo yo trabajo aquí, como chófer. —expresó ligeramente sarcástica.

Sol la señaló, con una ceja en alto y dijo:

—Ese acento la hace escucharse mucho más impertinente de lo que es.

Elena la ignoró y siguió su camino hacia Ashley. La llevó a la oficina y le presentó a Jennifer, durante el camino descubrió que la chica era mucho más simpática que Sol, su álter ego, y quizá era un poco más cuerda que la misma.

O tal vez no.

Lo dudó cuando la chica le pidió que la llevara a un callejón misterioso oculto entre dos edificios en medio de ningún lugar, esta se despidió de ella y bajó, tocó la única puerta del callejón y, luego de registrar quién era e intercambiar un par de palabras, le dejaron entrar.

Se quedó allí unos cuantos minutos, intentando descubrir qué hacía o qué había allí, solo miró un par de hombres y una mujer ingresar allí, todos parecían gente de la élite, pero para una ex chica de la alta sociedad de Londres, no se imaginó no reconocer a ninguno de ellos.

Cuando se cansó de la nada que impregnaba el callejón, guardó la dirección del callejón en el navegador de su celular y echó el auto en retroceso.

Dio un respingo, gritó y pisó el acelerador cuando un exuberante caballo negro se atravesó en su camino, el caballo relinchó y se elevó en dos patas. Elena hizo los cambios en el auto esperando correr de frente por el callejón, quizá de manera irracional siendo un lugar sin salida, solo quería alejarse de esa cosa.

Pisó el acelerador, sintió un impacto sobre su cabeza, parecía que alguien caminaba sobre el techo del auto, dio un frenazo y quién sea que fuera que estaba sobre el auto cayó sobre el capó y él una maroma atlética y envidiable, magistralmente con la agilidad de un gato cayó de píe justo frente al auto, a no más de medio metro del capó.

Se encontró siendo consumida por la mirada asoladora de una chica de ojos verdes, ella llevaba un extravagante disfraz que conminaba con sus ojos y su cuerpo atlético, no podía mirar su rostro cubierto con una creativa máscara que parecía ser su piel, pero distorsionaba sus facciones.

La miraba encarecidamente, como si la misma tuviera algo en su contra.

Sintió el corazón subir a su boca, la ciudad estaba cubierta de locos enmascarados desde la llegada del polémico circo, los ladrones y asesinos aprovechaban la oportunidad para mezclarse entre ellos, no descartaba el hecho de que esta chica fuera una de esas.

Dio un salto en su asiento cuando ella sacó un látigo de su cinturón y lo hizo sonar, el caballo relinchó en respuesta, ella se balanceó de regreso a él, saltando por las tuberías, como la reina del parkour, calló en el lomo del caballo y cabalgó lejos de ella y el auto.

Gritó en una reacción tardía de pánico y estrés.

¿Qué demonios había sido eso?

Volvió a gritar en reacción ante el sonido del celular, lo tomó entre sus manos con torpeza y desesperación, prácticamente gritó al contestar:

— ¿Quién es?

— ¡Au! —reconoció el quejido de Sol al otro lado de la línea— No sé cuál es tu problema, pero no hagas que mi oído pague por ello.

—Una loca con disfraz de circo acaba de atacarme. —gruñó de regreso, de nuevo, gritando.

—Señorita Casanova, ¿se encuentra bien? —ahora era la voz de su jefe saliendo de la bocina.

—Claro que no, si está podrida por dentro, como todos los ingleses faltos de alma, —escuchó decir a Sol al fondo, ella ya no dominaba la llamada, pero si su opinión.

—Sol, —dijo Ashley en tono controlador y amenazante—. Señorita, ¿se encuentra bien?

—Sí, sí, solo me he llevado un buen susto.

—Toma la tarde libre e intenta tranquilizarte, no es bueno que salga a la calle nerviosa, podría accidentarse. ¿Dónde está? Iré a recogerla y la llevaré a casa.

—Estoy bien, puedo manejar a casa yo sola, con todos esos autos en la calle solo avanzaré un metro cada quince minutos, no será una carrera.

— ¿Está segura señorita?

—Sí, estoy segura.

Una pregunta recurrente de Elena de la última semana se vio respondida cuando cruzó el umbral de las escaleras que la llevaban hacia el pasillo de su apartamento, Esdras se hallaba allí, sentado al lado de su puerta con la cabeza apoyada en la pared, mirando hacia arriba. Su apariencia lucia como si hubiera perdido su camino dentro de un zoológico y cada animal que allí hubiese lo atacara. Ya empezaba a pensar que tendría que ir a interponer una denuncia por persona desaparecida, él se veía destrozado, pálido, como si su sangre hubiera sido drenada, las ojeras parecían cubrir la mitad de su cara.

¿Qué rayos le había sucedido?

—Esdras…—ella tenía pensado preguntarle si estaba bien, aunque era bastante obvio que no lo estaba del todo, pero en cuanto este escuchó su voz se levantó de un salto, fuerte, inesperado, nervioso y perturbado. Tenía más energía de la que su cuerpo parecía tener con su apariencia de muerto viviente.

—¡Elena! —expresó antes de abalanzarse sobre ella y apretarla en un abrazo. De inmediato sintió un olor arremolinarse contra ella y darle una bofetada, olía a muerte, olía a sangre seca, era asqueroso y putrefacto, pero eligió no decir nada sobre esto; aunque era su estilo y deber hacer un comentario sarcástico y cruel referente a ello. Solo sintió, tanto como olió, que no era el momento.

—¿Algo sucedió?

—Una peste, ratas, murieron por todo mi apartamento, no puedo volver, —saltó, agitado, nervioso, como si hubiera consumido alguna sustancia ilegal y sufriera síndrome de abstinencia ahora mismo—. ¿Por qué no vivimos juntos?

Él la asaltó, le arrebató sus llaves y abrió la puerta del apartamento amotinándose dentro del mismo, escuchó un par de puertas abrirse y cerrarse, y concluyó que él había encontrado el cuarto de baño.

Ella solo se quedó allí un momento intentando entender qué estaba sucediendo, parecía que con la llegada del circo los locos y la mala suerte había llegado a la cuidad, como si estuvieran malditos.

Decidió ignorar lo que fuera que le sucediera a Esdras hasta que él al menos luciera listo, o más sensato, para hablar.

Este se encerró en el cuarto d baño por lo que pareció ser una eternidad, ella pudo cambiarse de muda, preparar la cena, leer un capítulo de su libro para tontos y lavar la ropa, fue solo para aquella altura de su quehacer en casa que Esdras reapareció, solo que ahora se hallaba prácticamente desmayado en el sofá de la sala de estar.

Elena se sentó a la mesa del comedor con su laptop, sacó de la bolsa de su pantalón la foto que tomó prestada de la oficina de su jefe, le hizo una foto con su celular, la importó al pc y empezó una búsqueda por imagen en la web, si esta chica era de la alta sociedad como su jefe debía de encontrar alguna fotografía que hubiese sido colgada sobre algún evento, que la llevaría a más información.

Y de pronto, la pantalla de su computadora se llenó de ellas, muchas, muchas, muchas de estas. Ella no era sólo una chica de la alta sociedad... ella era famosa. Pero al mirar la foto vio que algo no concordaba, la imagen parecía ser mucho más vieja que las fotos de la web, los titulares hablaban sobre una chica llamada “Raven”, quien parecía ser la futura esposa del senador por Nueva Jersey y también un futuro candidato a la presidencia de Estados Unidos, quién había sido asesinado; se preguntaba si Ashley había tenido que ver con ella antes o después de aquel acontecimiento.

Un poco después encontró la noticia de que la chica se había suicidado no mucho después de la muerte del senador, algo que le pareció un final romántico al estilo de Romeo y Julieta, y también que su hija parecía haber muerto por cáncer el mismo día que el senador fue asesinado, la entendió, ella tampoco hubiera soportado algo como eso.

Y continuó leyendo, pero repentinamente hubo un cambio drástico de información, encontró una fotografía de la misma chica, pero esta parecía ser más cercana al tiempo de la fotografía de su jefe, era mucho joven que en las demás, y mucho menos arruinada, la imagen era de la página web de un instituto en Alexandria, Minnesota, era un homenaje a una alumna que había muerto, ella se llamaba Yirley Vólkov... y salvajemente encontró una fotografía de su jefe entre los profesores del instituto.

Ella parpadeó y se sintió muy confundida, ¿él se había involucrado con una alumna? ¿Cómo había pasado ella de estar muerta como Yirley a ser la futura esposa de un senador y llamarse Raven?

Siguió indagando entre fotografías, y empezaron a aparecer rostros un poco diferentes, pero casi idénticos, esta vez referente a una chica llamada Harriet Bennington, comparó la fotografía de su jefe con la imagen de la otra chica en la computadora, ellas eran idénticas, como si fueran gemelas, encontró una imagen más, y en esta Ashley estaba allí junto a Harriet.

¿Qué demonios?

Esdras se quejó en el sillón, llamando la atención de Elena, él seguía dormido, solo se estiró un poco para acomodarse de frente en el sillón, Elena le miró con más cuidado, y parpadeó lentamente, las fotografías de los rostros de aquellas chicas se cruzaron en su mente juntándose justo sobre su mejor amigo. Ella se irguió en reacción repentina, tomó la fotografía de su jefe, pasó un par de fotografías en la laptop a una de Harriet en primer plano, acomodó el pc en dirección al rostro de Esdras, y los comparó, también con el de la chica muerta.

Él realmente se parecía a ellas.

Descargó la fotografía de Harriet, la abrió en un editor, luego busco una fotografía de Esdras en su laptop y las superpuso una sobre la otra, fue haciendo la de Esdras traslúcida, sus rostros eran idénticos, solo que ella era una chica. Hizo lo mismo con la fotografía de Raven, obteniendo el mismo resultado.

Elena ahora mismo tenía muchas preguntas, se hallaba completa, magistral y realmente confundida.

—Imposible. —susurró.

—¿Qué es imposible? —Elena soltó un grito de la nada, sorprendiéndose a ella misma y al mismísimo Esdras. No esperaba que él hablara en aquel preciso momento, no a su lado, no cuando solo hace un segundo estaba profundamente dormido en el sillón.

En una reacción precipitada más, ella cerró su computadora portátil con fuerza desmedida, esta crujió en respuesta. Elena solo hizo un gesto de incomparable dolor en reacción a ello.

—Por todos los cielos. —chistó Esdras, apoyándole—. ¿Qué está mal?

—Hoy no es mi día, eso es todo —respondió finalmente—. ¿Y tú estás bien?

—Sí, estoy perfectamente —él hizo un bufido, cómo cuando intentas señalar lo obvio, Elena le miró nuevamente, él aun no lo parecía, y a pesar de la ducha, tampoco olía cómo si de hecho lo estuviera. Algo le decía que ese olor a muerto no provenía de las supuestas ratas muertas; pero jamás se animaría a sospechar que aquello tuviera relación con la chica que murió dos veces.

—Si tú lo dices.

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