Capítulo 5
Capítulo 5: Los Espejos que Mienten
La victoria de Gala sobre el Distrito Oeste fue total y silenciosa. Los titulares digitales al día siguiente hablaban de una "misteriosa falla en la red", culpando a la mala gestión o a un hackeo anónimo. Zella sabía la verdad, y ese conocimiento era un peso y un poder. Gala se había ido, probablemente a celebrar su triunfo con sus socios en algún lugar donde el aire fuera más pesado de vicios y alcohol. El ático volvió a su silencio habitual, pero para Zella, el silencio ya no estaba vacío. Estaba lleno de ecos de Ryder Cain.
Gala le había prometido un "obsequio", pero no lo quería. No quería más juguetes, ni más comodidades que disfrazaran su prisión. Quería lo que estaba prohibido. Quería el caos. Quería a Ryder.
Sus dedos, ya recuperados del temblor, se movieron con un nuevo propósito. No para Gala, no para la simulación. Esta vez, era puramente para ella, para su obsesión. Zella activó un sofisticado sistema de proxys y gateways que la harían casi indetectable. Luego, comenzó a bucear en las profundidades de la red clandestina de la ciudad, cazando.
No buscaba vulnerabilidades. Buscaba a Ryder.
Se sumergió en foros de corredores, darknets de apuestas, feeds de cámaras de tráfico hackeadas, cualquier rincón digital donde su presencia pudiera dejar una huella. Quería saberlo todo. Su historial de carreras, sus contactos, sus puntos débiles. Quería construir una imagen completa del hombre que había irrumpido en su mundo y había encendido una llama tan peligrosa.
Encontró viejos videos de carreras donde Ryder era un joven temerario, su rostro más inocente, pero sus ojos ya llevaban la misma intensidad. Lo vio discutir con otros corredores, su voz, aunque inaudible en los clips, proyectaba una autoridad innegable. Zella notó la forma en que se movía, con una agilidad felina, una confianza brutal que no admitía cuestionamientos. Sus hombros anchos bajo camisetas ajustadas, sus brazos tatuados que se tensaban al volante.
Una punzada de pura lujuria la golpeó. Una sensación visceral que nunca antes había experimentado. En la prisión aséptica de Gala, el deseo era una palabra vacía. Ahora, con Ryder, era una realidad ardiente. Se imaginó la aspereza de sus tatuajes bajo sus propios dedos, la fuerza de sus brazos. La fantasía, cruda y sin refinar, se apoderó de su mente.
Luego encontró algo más reciente. Clips de baja resolución de Ryder en un garaje. Era un espacio rudo y sin refinar, muy diferente a su mundo aséptico, y Zella lo identificó con la esencia del caos que ella había anhelado en sus propias simulaciones. Ryder estaba trabajando en un coche, su torso desnudo brillaba con sudor. Sus músculos se flexionaban con cada movimiento. La forma en que se inclinaba sobre el motor, sus dedos manchados de grasa, la concentración en sus ojos ámbar. No era la perfección pulcra de Gala; era la belleza ruda y sin pulir de la supervivencia.
Zella se detuvo en un fotograma en particular. Ryder se enderezaba, secándose el sudor de la frente con el dorso de la mano, y luego, por un microsegundo, levantaba la mirada directamente hacia la cámara de seguridad hackeada. Sus ojos, aunque pixelados, parecían perforar la pantalla, directamente a los de Zella. Un escalofrío de excitación y terror la recorrió. ¿Sabía él que lo estaba observando? ¿Podía sentirla, incluso a través de la red?
Un jadeo silencioso escapó de sus labios. La idea de que Ryder pudiera estar consciente de su presencia, de que pudiera sentir su mirada posesiva, era increíblemente intimidante y, a la vez, el mayor afrodisíaco que había conocido. No era solo el poder de espiar; era el juego de saber y ser conocido en la oscuridad.
Sus dedos se detuvieron sobre el teclado. Había ido demasiado lejos. Gala la había castigado por husmear en sus secretos. ¿Qué haría Ryder si descubría que una prisionera de lujo, la hija de su némesis, lo estaba observando con una lujuria tan descarada?
Pero no pudo parar. La obsesión era un veneno dulce. Se adentró en los foros de chismes de corredores, los "espejos que mienten" del submundo. Hablaban de Ryder Cain: su crueldad, su reputación de no fiarse de nadie, su capacidad para conseguir lo que quería por la fuerza. No era un héroe. Era un villano. Y, para Zella, eso lo hacía aún más atractivo.
Un comentario de un usuario anónimo llamó su atención: "Cain no juega limpio. El tipo te quita hasta el alma si te descuidas. Y si te ve como una debilidad, prepárate para ser su próxima propiedad."
Zella leyó la palabra "propiedad" y una extraña sensación la invadió. Había sido propiedad de Gala toda su vida. Ahora, la idea de ser la propiedad de Ryder, de un hombre tan peligroso y visceral, la excitaba de una manera que la asustaba. Ya no era solo el anhelo de caos; era el anhelo de ser consumida por él.
La noche avanzaba. Las pantallas proyectaban la imagen congelada de Ryder en el garaje, su mirada desafiante. Zella apagó todas las demás ventanas, dejando solo esa. Se inclinó hacia la pantalla, casi como si pudiera sentir la piel de Ryder, el olor a aceite y peligro que imaginaba.
"Ryder Cain," susurró al silencio, su voz apenas audible. "Te estoy mirando. Y no puedo parar."
Sus ojos, grandes y ahora con una chispa de oscuridad, no se apartaron de la imagen. La inocencia de Zella Vance estaba desapareciendo, píxel a píxel. En su lugar, emergía una sombra, una mujer que no solo anhelaba la libertad, sino la posesión oscura y brutal de un hombre que la veía como un activo, y que ella, perturbadoramente, deseaba ser. La trampa no estaba fuera. La trampa estaba dentro de ella, y Ryder Cain era la carnada perfecta.
