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HACKEADA POR RYDER

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Any Estrada
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Sinopsis

Hackeada por Ryder Sinopsis A sus diecisiete años, Zella Vance solo conoce las frías paredes de su lujosa prisión. Mantenida en aislamiento absoluto por su madre adoptiva, la influyente Gala Vance, el único valor de Zella es su genio con los sistemas digitales. Ella es la clave oculta detrás de la red de carreras clandestinas y apuestas ilegales de Gala. Zella no es una hija; es la torre de control que garantiza el poder de su carcelera. Zella está destinada a ser utilizada, no amada. Su vida artificial se rompe cuando Ryder Cain, un corredor de élite y ladrón sin escrúpulos, irrumpe en su mansión. Ryder no es el príncipe; es un depredador que viene a robar la red de Gala y ve a Zella no como una víctima, sino como el activo más valioso. Él la secuestra y la arrastra a un mundo real de neón, asfalto quemado y caos, donde la línea entre el peligro y el deseo se difumina. Ahora, en el asiento del copiloto de su nuevo captor, Zella es una posesión disputada. Mientras Gala moviliza a la ciudad para recuperar su "propiedad", Zella descubre una atracción prohibida por la autoridad brutal y honesta de Ryder. En este juego de alto riesgo, la única forma de ser libre es aceptar la oscuridad que ha elegido tomarla.

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Capítulo 1

Capítulo 1: Ventanas de Código

El aliento de Zella Vance empañaba apenas el cristal de la pantalla principal, un rectángulo oscuro y pulido que dominaba su universo. Diecisiete años en esa torre. Diecisiete años de paredes insonorizadas, aire filtrado y un silencio tan denso que a veces creía oír el latido de su propio corazón resonar en los monitores. Rubia, con el cabello tan pálido que se confundía con la luz de los píxeles, Zella era un espectro en su propia existencia, una figura etérea moviéndose entre el brillo constante de la tecnología. Su piel, de un blanco lechoso, apenas había sentido los rayos del sol. Sus ojos, grandes y de un azul grisáceo que se tornaba plateado con la luz de las pantallas, eran la única parte de ella que parecía verdaderamente viva.

Sus dedos volaban sobre el teclado holográfico, trazando líneas de código que se estiraban y contraían como un enjambre de luciérnagas hipnóticas. No era un trabajo para Gala, no, esto era suyo. Una simulación. Su propia ventana al caos. En la pantalla principal, una ruta de carreras clandestinas se materializaba, callejones oscuros y avenidas abandonadas de la ciudad que Gala Vance, su madre adoptiva, controlaba. Los coches virtuales rugían, sus motores gemían en la impecable simulación de audio.

Zella era la corredora fantasma, la que siempre ganaba. Podía manipular las variables, ajustar el tráfico, predecir el comportamiento de los oponentes. No era real, lo sabía. Pero sentía la adrenalina, ese cosquilleo en el estómago que solo las carreras ilegales en la ciudad parecían prometer. En sus simulaciones, a menudo se imaginaba el rostro de sus rivales, hombres y mujeres con miradas duras y sonrisas peligrosas. Especialmente los hombres. Rostros desconocidos que ella construía a partir de fragmentos de datos, cuerpos tensos sobre el volante, miradas llenas de una rebeldía que Zella solo podía soñar.

Un gemido bajo escapó de sus labios cuando su avatar virtual cruzó la meta, el primero, como siempre. La victoria en ese mundo falso era un bálsamo para la prisión dorada que era su vida. Era una genio. Gala se lo recordaba a menudo, con una fría admiración que nunca alcanzaba sus ojos verdes y penetrantes. Una mente brillante, una habilidad para el hackeo que superaba cualquier defensa, cualquier cifrado. Por eso la mantenía. Por eso el ático, el aislamiento, la falta de contacto humano.

Un "ping" suave interrumpió su momento de gloria. No era de su sistema. Era la señal de que alguien se acercaba al área segura del ático. Y solo una persona tenía acceso directo.

Gala.

La habitación, antes llena del rugido simulado de los motores, volvió al silencio sepulcral que siempre la habitaba. Zella borró el software de su simulación con un gesto rápido, dejando solo las pantallas de análisis de datos de Gala, una maraña de cifras y algoritmos que representaban el verdadero motor de su prisión. Se enderezó en su silla ergonómica, sus hombros pequeños tensos.

La puerta se deslizó con un silbido casi inaudible.

Gala Vance entró, su figura esbelta y alta envuelta en un traje sastre de seda color borgoña que acentuaba su perfecta figura. Su cabello rojo intenso, peinado en un bob inmaculado, parecía una corona de fuego. Sus ojos verdes esmeralda examinaron la habitación, y luego a Zella, con la mirada fría y calculadora de quien analiza una pieza de ajedrez. No había una pizca de calidez, solo evaluación.

"Zella," dijo Gala, su voz suave como el terciopelo, pero con una autoridad inquebrantable. "Veo que aún te entretienes con trivialidades cuando hay trabajo importante que hacer."

Zella bajó la mirada a la pantalla. "Estaba validando la estabilidad del nuevo algoritmo de encriptación, madre. Mis simulaciones son parte del proceso de prueba."

Gala se acercó, sus tacones apenas haciendo ruido en el suelo pulido. Se detuvo detrás de la silla de Zella, su perfume caro y floral, pero con un toque amargo, llenando el espacio de Zella. Un escalofrío recorrió la espalda de la chica.

"El nuevo algoritmo de encriptación estará listo para las apuestas de esta noche, ¿verdad, Zella?" La pregunta no era una pregunta. Era una orden. La mano de Gala se posó brevemente en el hombro de Zella, un toque frío y posesivo que siempre la hacía encogerse. "Sabes lo importantes que son estas carreras. No podemos permitirnos ningún error. Nuestros inversores no son... comprensivos."

Zella asintió. "Sí, Gala. Estará listo."

"Excelente." Gala se apartó. "Recuerda por qué estás aquí, Zella. Tu talento es un regalo, pero también una herramienta. Una herramienta que me pertenece. No lo desperdicies en tonterías."

La mirada de Gala se dirigió a las ventanas que daban al exterior. No eran ventanas de verdad; eran pantallas gigantes que proyectaban una vista estática y perfecta de un horizonte de la ciudad, siempre al atardecer o al amanecer. Nunca la realidad. "El mundo ahí afuera es cruel y desordenado. Yo te he protegido de él. Te he dado un propósito."

Zella sintió un nudo en el estómago. ¿Protección? ¿O un encierro lujoso? Cada palabra de Gala era un recordatorio de su dependencia, de su impotencia. Anhelaba ese "mundo cruel y desordenado". Quería sentir la lluvia, el humo de los tubos de escape, el peligro real, no esta simulación perfecta. Quería una mirada, un toque, una voz que no fuera de su controladora.

Gala sonrió, una mueca fina que nunca llegaba a sus ojos. "Bien. Te dejo. Asegúrate de que todo esté impecable."

Y tan silenciosamente como había entrado, Gala se deslizó fuera de la habitación. La puerta se cerró con un "hiss" y el silencio volvió a caer, más pesado que antes.

Zella esperó un momento, hasta que el rastro del perfume de Gala se disipó. Luego, con un suspiro tembloroso, deslizó sus dedos por el teclado. No al sistema de Gala. No a las simulaciones de carreras.

Abrió una ventana de código nueva, un espacio en blanco y prometedor. Su mente, sedienta de algo más que obediencia, empezó a buscar. Sabía que Gala tenía un backdoor oculto en su propia red, un lugar donde guardaba sus secretos más oscuros, sus ganancias más turbias. Nunca se atrevía a tocarlo. Pero el hackeo de Ryder, el peligro que él representaba, había encendido algo en ella. Un desafío.

Con una determinación que helaría la sangre de Gala, Zella comenzó a escribir, líneas de código fluyendo como un río subterráneo. Iba a encontrar algo. Iba a ver más allá de las pantallas. Iba a buscar el verdadero caos, el que no podía simular. Iba a buscar a Ryder Cain.

Sus dedos se movieron con una precisión febril. El zumbido de los servidores era el único sonido, un latido digital en la quietud de su prisión. Zella Vance estaba a punto de abrir una ventana que Gala nunca quiso que viera, una ventana que la llevaría directamente al corazón de la oscuridad. La inocencia era un velo frágil. Y estaba a punto de romperse.