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4

Mientras esperaba a su llegada, una fugaz idea cruzó su mente. «¿Y si ya sabían lo que había hecho y Karen venía por orden de su jefe a buscar una confesión?». Le preocupó esa idea, hasta el límite de no abrir la puerta cuando llegara. Pero cambió de idea cuando la mujer llamó varias veces. Su voz al teléfono era demasiado real para haber sido producto de una farsa.

Consciente de que un error sería un gran caos en su vida, decidió abrir. Karen entró corriendo completamente mojada y exhausta.

-Gracias a Dios que abriste... Aquí estaré a salvo, seguro.

Hablaba a medida que con gran esfuerzo tomaba aire. Parecía que había estado corriendo durante mucho tiempo.

Como muestra de caballerosidad le cedió asiento, y un vaso de agua que vacío de un sorbo. Esperó a que la chica recuperase el aliento y luego preguntó:

-Cuéntame lo que ha pasado. Te brindo dos minutos de mi tiempo.

-Me metí en un lío. Hoy no fui a trabajar por qué tenía mucha fiebre, entonces al volver del hospital vi en un callejón cerca de mi casa, como dos hombres disparaban a otro. Salí corriendo por supuesto por qué me miraron, pero yo a ellos no les pude identificar. Admito que llamé a la policía, pero solo dije que había visto a una persona muerta, y tampoco les dije mi nombre.

-¿Hasta dónde quieres llegar con esto? -preguntó el joven impaciente por que fuera directa al grano.

-Hace una hora, me desperté al escuchar un ruido en la planta baja de mi casa, y al mirar había dos hombres con pistola en mano que comenzaron a disparar contra mí. Conseguí saltar por la ventana y, aunque me hice un poco de daño, creo que el miedo evitó que me matase. El caso es que aquellos tipos, tal vez pensaron que les podría reconocer y venían a por mi.

-¿Estás segura de eso? -Aunque a Lucas no le preocupaba mucho el mundo más allá de su propia vida, que una compañera de trabajo afirmase estar bajo pena de muerte no era algo que podía obviar.

-Uno era de piel morena y el otro era blanco, parecía ruso o algo así... Es lo único que pude ver esta noche. No sé si fueran los mismos, pero atando cabos no veo otra explicación.

-¿Y por qué no llamas a la policía?

-¿No te parece raro que en sólo unas horas hubieran adivinado donde vivo? Estoy segura de que si no hubiera llamado a la policía aún estaría durmiendo plácidamente.

-¿Estás queriendo decir que la policía dió tu dirección a esos asesinos?

-Estoy segura de ello. Aunque no di mis datos, llamé desde el teléfono fijo de casa, por lo que saben perfectamente quién soy.

-No me puedo imaginar algo así, simplemente habrán querido asegurarse de que no hablases y te buscaron.

-Sea lo que fuere ,Gabi, por favor... No me dejes a mi suerte. Déjame dormir aquí hoy. Mañana te prometo que iré a casa de mis padres y me esconderé allí. No viven en la ciudad por eso no pude ir hoy.

-Está bien... Me siento en la obligación moral de ofrecerte asilo ya que no puedo mandarte a la muerte, pero mañana a primera hora te marchas.

-¡Oh, gracias! -Se abalanzó sobre Lucas y le besó la mejilla repetidamente.

-Odio el contacto físico, por favor aparta -espetó de mala gana.

-Lo siento, no pude evitarlo. Mira, duermo en este sofá y a las siete me marcho.

-Lo primero será que te tomes una buena ducha y te cambies de ropa, o acabarás con un buen resfriado.

Agradecida y aliviada de no seguir bajo el frío cielo nocturno de new York, aceptó el ofrecimiento y se dirigió hacia la ducha.

Lucas le dio una de sus camisas y un pantalón vaquero que apenas usaba.

-Seguro que te queda grande, pero al menos no estás con la ropa mojada -decía desde el otro lado de la puerta-. Deja tu ropa en el cesto que tienes ahí y te la lavaré para mañana.

-Muchas gracias -respondió desde el otro lado mientras el sonido del agua chocaba contra su piel-.Eres un encanto de persona, por eso tienes a tantas enamoradas de tí.

Ignoró aquel cometario típico de la chica, y se dirigió a la cocina para preparar algo caliente. Toda su rutina estaba siendo destruida por la llegada de Karen, pero no podía ignorarla.

De reojo, observó el ordenador sobre la mesa y recordó el desagradable final que su intento de demostrar su capacidad había tenido.

Cuando Karen salió del baño, con la camisa apenas tapándole por debajo de la cintura, se acercó a Lucas con el pantalón en una mano y con la otra asegurándose que la toalla estuviera bien sujeta sobre su cabeza.

-Me queda muy grande, aunque casi medimos lo mismo, tú estás más fornido y grandote que yo -decía mientras paseaba su mano sobre el pecho del chico-. La camisa apenas me tapa, pero si eres tú, no me importa si quieres mirar.

La mirada de aquella chica, tan cargada de deseo, habría prendido a cualquier hombre, pero Lucas simplemente sentía que era incómodo que invadiera su espacio personal de aquella forma.

-Karen, ya he perdido mucho tiempo de sueño. Lavaré tu ropa y me iré a dormir. Tómate la bebida caliente que te preparé y duerme.

La chica, un poco enfurecida por la cantidad de veces que había sido rechazada, lanzó un bufido y se tendió en el sofá, tapándose con una manta que Lucas le había dejado allí, cerró los ojos y se olvidó de todo.

El sol apenas empezaba a salir cuando una sensación de peligro recorrió la espalda de una dormida Karen. Se incorporó lo más rápido que pudo y miró toda la estancia; no había nada extraño o fuera de lugar, solo un ordenador y un pendrive encima de él.

El miedo que había sentido hacia horas, le había despertado de su sueño, por lo que se levantó sin hacer ruido y sacó su ropa de la secadora. Se desnudó sin ningún pudor allí mientras alisaba rápidamente su ropa interior y se aseguraba que estuviera bien seca.

En ese momento fue cuando Lucas salió de su habitación, y la vio de espaldas completamente desnuda; su piel era blanca y muy bien cuidada, y se notaba que la chica se cuidaba y hacia ejercicio, pues tenía unos glúteos bien definidos. Sin embargo, no sentía nada.

-¿Es que acaso eres gay? -preguntó una dolida Karen mientras se giraba hacia él-. Estoy desnuda ante ti y siquiera parece que la sangre vaya a donde tiene que ir.

Se ofendió ante la falta de interés del chico, y rápidamente se vistió dándose de nuevo la vuelta.

-¿Acaso tendría que darte el placer de tener sexo cuando yo no tengo el menor interés? Eres preciosa Karen, eso no te lo niego. Búscate a otro hombre cuya sangre si vaya a donde tú quieres que baje.

Molesta, término de vestirse y sin mediar palabra se marchó cerrando de un portazo.

«Si llegan a matarme, te sentirás culpable por haberme dado calabazas de esta manera». Gritaba mientras bajaba las escaleras.

Frustrado por su pérdida rutinaria que cada día seguía a rajatabla, y molesto por la actuación de aquella chica que, más que agradecida, parecía que Lucas le debiese algo, miró su teléfono, accediendo a las noticias diarias mientras preparaba el café.

En la prensa no mencionaban nada extraño, o que pudieran referirse de algún modo a su actuación de anoche por lo que más tranquilo, y una vez había terminado su ducha y su habitual desayuno, se sentó en el sofá donde Karen había dormido, no sin antes colocarlo tres veces para que estuviera correcto, y pensó en como tomaría aquel día, y el resto de su vida ahora que tenía por delante doce horas en las que no estaba trabajando.

En aquellos momentos en los que se encontraba sumido en sus pensamientos, el teléfono pitó varias veces. Había recibido un mensaje del hombre que hasta el día anterior, había sido su jefe.

«Tenemos que hablar.

Aparcamiento del

Centro comercial

11:25 am».

Aquel mensaje puso en máxima alerta todos sus sentidos. Sabía que ya habría llegado a su despacho, y por ende, podría haberse enterado del intento de acceso no autorizado. Su mente cavilaba entre el ir y con orgullo confesar, o fingir el no haberlo leído y desaparecer por un tiempo.

Entre sus dudas, pensando en los miles de destinos posibles, se percató de que el pendrive que había dejado sobre el portátil ya no se encontraba allí. No había más explicación a aquello; Karen se lo había llevado, seguramente como venganza hacia él por no mostrar interés en un rato de sexo.

Enfadado por aquello, pero sin perder consciencia de todo el problema que podría causar que cayera en manos equivocadas, se dirigió a su coche, y arrancó con la esperanza de encontrarla antes que saliese de la ciudad.

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