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Sosa: No lo hice. - miró los árboles que nos rodeaban, yo arrugué las cejas confundida.
Yo: ¿No me digas que todos lo adivinaron? ¿También les dijiste que crees que soy fea, que mi cuerpo no se compara ni con el de Amelia? Me miró con el ceño fruncido.
Castro: ¿De dónde sacaste esto?
Yo: es la verdad! - No sé por qué grité. - Me sentí expuesto allí, ¿tu padre, madre y hermana saben todo sobre mí? - lloré aún más, de solo imaginarlos hablando de mí como " la única oportunidad de Castro de tener un hijo ".
Castro: No saben nada de ti. - no enfatizó nada. - Quédate tranquila Luiza, todo se resolverá, te lo aseguro. Y vuelvo a decir que no hablé de tus cicatrices, aún no sé cómo se enteraron pero...
Yo: Era Amelia. - Hablé más tranquila, realmente era ella, Castro se quedó conmigo todo el tiempo después de ver mis cicatrices, solo pudo ser su esposa.
Castro: Amelia no... - probablemente la defendería pero su rostro pronto mostró algo de duda. - Maldita sea, no puedo creer que haya hecho eso .
Yo: No quiero verte hoy, no quiero ver a nadie, respeta mi decisión. - No me importaba si pedía demasiado, estaba herida y en medio de gente en la que no podía confiar. Castro se me acercó y empezó a secar mis lágrimas con las mangas de su camisa.
Castro: Respeto tu decisión pero con una condición... Me quedaré contigo hasta que te sientas mejor para que podamos volver a estar juntos.
Yo: ¿Qué pasa si nunca me siento mejor?
Jon: Lo harás. - dijo con tanta seguridad que por un momento creí que ya estaba mejor. - Ven conmigo. Extendió su mano y yo la miré. Era como si estuviera a punto de tomar una decisión importante.
Tomé su mano, sabiendo que desde ese momento había puesto mi confianza en sus manos.
Castro ni siquiera insistió en despedirse de la familia, se montó en el auto conmigo y siguió adelante, yo no sabía a dónde íbamos pero solo sabiendo que ya no estaba en esa casa y no lo haría. tengo que ver a amelia ya me senti mejor.
Sosa: ¿Tienes hambre? - me pregunta y yo asiento con la cabeza positivamente. - Está bien, te compraré un bocadillo allí. - Aparcó el coche en un restaurante y se fue. Lo observé hasta que entró al lugar. Minutos después volvió y nos fuimos en coche a una pequeña casa aislada, no había vecinos ni nada, solo arboles alrededor pero a pesar de ser pequeña la casa era preciosa.
Castro: Esta fue la primera casa que compré apenas comencé a trabajar, lejos de todo y de todos, quería un lugar que fuera mío y que nadie viniera a molestarme. Lamentablemente, por la lejanía de todo y los muchos años que no vengo aquí, no tenemos luz ni agua corriente. Sólo hay un pozo al lado. - No me importaba, he estado en peores condiciones.
Yo: Gracias. - fue lo que pude decir, iba a dejar ese lujo para quedarse en este lugar conmigo.
Sosa: vamos - nos bajamos del auto y entramos a la casa, Castro encendió una lámpara y la puso en la sala, luego lo hizo por el resto de la casa. Empecé a frotarme las manos en los brazos para calentarme, tenía frío. - ¿Luiza? - Al escuchar su voz, lo seguí en la dirección de donde venía, Castro estaba en la cocina y estaba poniendo los bocadillos en platos sobre la mesa. - Come todo lo que quieras, veré si puedo encontrar algo para que te pongas. - se fue y comencé a devorar la merienda que había traído, ya que tenía hambre.
Ni bien terminé de comer apareció Castro con una blusa gris que me parecería un vestido pero eso no fue lo que me sorprendió, estaba sin camisa, vestía solo un pantalón de chándal y su cabello estaba atado en un moño, la imagen me dejo avergonzada.
Castro: Te ayudaré a vestirte. – Tocó mis muslos desnudos y subió el vestido con cuidado hasta quitarlo de mi cuerpo, antes de ponerme la blusa se paró frente a mí, solo mirándome.
Tomé la blusa que tenía en la mano para romper ese estado de ánimo y me vestí.
Yo: Gracias. - Dije mirando al suelo, debía estar cansado de tanto decir "gracias".
Castro: No hace falta que me agradezcas nada. - Dijo en voz baja pero sentí que se había acercado a mí, hacía más calor.
Yo: Siento decir solo eso...
Castro: No hay necesidad de disculparse tampoco. - ok, ahora estaba muy cerca, sentí su aliento rozar mis labios.
Yo: Creo que necesito dormir. - Me alejé de él, si hay un acto más desesperado no lo sé.
Castro: Claro, debes estar cansado, ven, te llevaré a una habitación. - y así terminaría mi noche. Castro me llevó a una habitación más sencilla que la de la otra casa, solo tenía una cama doble y nada más. Me acosté y se fue dejándome sola en la habitación. Cerré los ojos y conté los segundos para dormir de una vez.
Todo estaba oscuro, estaba descalzo y cuando pisé el piso el ruido era simplemente insoportable, de repente se abrió un hueco en medio del piso y me caí pero no me detuve, era un hueco sin fin, hasta que con un Grito me desperté, solo había sido una pesadilla. Castro entró corriendo en la habitación y caminó hacia mí.
Castro: Oye, oye, cálmate. - Jadeé y mantuve mi mano en mi pecho como si eso pudiera calmarme. - Fue sólo una pesadilla. - Me abrazó sin preguntar y puse mi cabeza en su hombro, poco a poco me calmé pero mi corazón seguía acelerado, Castro estaba más cerca que nunca de mí. - Si necesitas algo, puedes llamarme. - me dijo al oido y se levanto pero yo le tome la mano. - ¿Quieres que me quede contigo? - Asentí, no sabía lo que quería pero ciertamente no era que él se alejara de mí.
Sosa: Está bien. Fue al otro lado de la cama y se sentó a mi lado.
Yo: te puedo hacer unas preguntas? - Tenía algunas curiosidades y tal vez este era el momento adecuado para tomar algo de él.
Castro: Sí, no veo por qué no.
Yo: ¿Cuál es tu historia con Amelia? Quiero decir, ¿cómo se conocieron y se casaron?
Castro: Ah, esa es una historia larga y divertida. - Me miró como si no quisiera contarlo pero levanté una ceja animándolo a continuar. - Cuando conocí a Amelia no fue amor a primera vista. Sus padres me la presentaron y pensé que serviría. Al principio casi no hablábamos, después de un tiempo ella se dio cuenta de que no valía la pena jugar duro y terminó cediendo, curiosamente nos enamoramos, aunque fuera algo arreglado.
Yo: Guau. - así que esa era la verdad sobre ellos, no me sorprende la actitud de Amelia, debe sentirse amenazada por mí. - ¿Cuándo supieron que no podía quedar embarazada? - su rostro cambió, parecía un tema delicado y no quería insistir demasiado. - Mejor dejo esta conversación para más tarde. - dije recostado.
Castro: En realidad solo lo intentamos después de que contrajo la enfermedad. - Su respuesta me dejo asombrada, me senté esperando que dijera más. - Amelia y yo deseábamos mucho un bebé pero no era una prioridad en este momento, eso podía dejarse para más adelante pero algo pasó y había que intentarlo... Todos esperaban esto...
Yo: ¿Cómo todos esperaban esto?
Castro: Es complicado Luiza, algo muy familiar. Bueno, como era algo que todos querían, teníamos esperanza, pero fueron pasando los meses y nos enteramos del virus. Fue horrible. Tuvimos que tomar esa decisión de tener otra mujer en nuestra vida.
Yo: Esto es horrible, puedo imaginar lo doloroso que debe haber sido para ti.
Castro: Por eso no quiero obligarte a hacer esto Luiza, quiero respetar tu decisión.
Yo: Sé que estás haciendo lo correcto Castro. Puse mi mano en su hombro.
John: Maldita sea Luisa. Tomó mi mano y me puso en su regazo.
Yo: ¿Qué estás haciendo? Pregunté con los ojos muy abiertos.
Castro: No puedo resistir esa boca, esos labios.
¿Yo como así? - Tragué la saliva que se formó en mi boca, ¿por qué parecía que quería besarme? - No podemos hacer eso. - Dije después de un tiempo. - Todavía no me he decidido Castro. - Ni siquiera le importó lo que dije, parecía embrujado. - ¿John? - No me podía mover, ni siquiera me apretaba pero sabía que no podía salir de ahí.
Castro: Mejor me voy a mi cuarto. - Se alejó lentamente y se fue y yo me quedé ahí sin entender nada.
Pasó una semana y yo seguía con Castro en esa casa, cada día íbamos más cerca, como amigos, ya no me avergonzaba caminar frente a él vistiendo solo su blusa, o decir algo, tirarme encima. él, despeinarse, reírse de nuestros chistes, gritar mientras inventamos algún juego. Las cosas no podrían ser mejores. A pesar de todo a veces me asombraba, al principio creo que lo juzgué mal pero él tenía esas reglas y todo parecía tan confuso y todavía lo tiene pero ya no le tengo miedo, lo respeto, lo quiero cerca. En una semana con él fui más feliz que todo el tiempo que viví con Michelle, eso no se lo dije claro pero estar con Castro aquí, aislado de todo era lo mejor del mundo.
Hubo esos momentos en los que casi nos besamos, pero Castro me respetaba más, nunca cruzó la línea, es increíble cómo unos días pueden cambiar a alguien.
Sosa: Lu? ¡Llegué! - había salido a comprar algo para que comiéramos, salí de la habitación y fui hacia él subiendo a su espalda. - Creo que hiciste algo muy mal, jovencita. Empezó a darme vueltas como de costumbre y me dejó en el suelo.
Yo: Y creo que te hiciste más grande, casi me caigo mientras me subía a tu espalda.
Castro: O tal vez has disminuido la velocidad. - ambos nos reímos y me dio un rápido beso en la mejilla, entonces yo soñaría con eso seguro, estaba siendo muy cariñoso últimamente.
