Volver a casa
Emma
El motor viejo de la camioneta de la tía Agatha rugía mientras avanzábamos por el camino de tierra. Afuera, los campos parecían exactamente iguales a como los había dejado: amplios y dorados acres de tierra, salpicados de vacas, vaqueros sobre sus caballos moviendo el ganado y viejos molinos de viento.
Por un momento, pensé en lo mucho que añoré aquello. Aunque pronto aparte la vista sintiendo que no merecía disfrutar de mi regreso. Porque puede que nada hubiese cambiado, pero yo sí. Y tal vez nunca volvería a ser la misma.
Así que me puse rígida y aparte la mirada.
El silencio se alargó entre Claire y yo, hasta que ella soltó un suspiro sobre el traqueteo de la camioneta.
Recordaba perfectamente el escándalo que hizo papá, cuando ella anunció que estaba aprendiendo a conducir. Probablemente, iba a quedarse corto, al que haría cuando me viese.
Odiaba tener que hacerle esto a mi hermana. Cuando el autobús se detuvo en la estación polvorienta de Willow Creek, el corazón se me partió en mil pedazos.
Guardaba alguna esperanza de ver a mis padres allí. Sin embargo, solo estaba Claire.
Me esperaba junto a su camioneta, envuelta en un abrigo de lana que alguna vez fue de la tía Agatha. Sonrió al verme, aunque sus ojos estaban rojos, como si hubiera llorado toda la noche. Se acercó sin decir nada y me abrazó fuerte, como si intentara contenerme con los brazos. Yo no supe cómo responder. No tenía fuerzas para devolver el gesto.
—Sé que no te gusta demasiado este sitio, porque de niña pataleabas cada vez que teníamos que ir de visita a la casa de la tía Agatha —dijo con una sonrisa en los labios, sin mirarme—. Pero a casa no puedes volver y no podía quedarme de brazos cruzados. No quería que estés un solo día más en Billings. Aquí podré cuidarte y lo resolveremos. Ya verás.
Apreté las manos sobre mis piernas.
—¿Mamá y papá ya lo saben?
—Sí, cuando fui a hablar con ellos ya lo sabían. Papá recibió una llamada de la clínica. Supongo que alguien del consultorio la conocía… —Hizo una pausa—. Lo primero que hizo en cuanto lo supo, fue encerrarse en su estudio. Así estaba cuando llegué.
Tragué saliva.
—¿Y qué dijo?
—Que si volvías embarazada y sin marido, no ibas a poner un pie en su casa. Que habías arrastrado el apellido por el lodo —. Su voz se apagó poco a poco —. Yo intenté defenderte, solo que fue inútil. Ya conoces a papá. Para él, solo hay una solución y mamá… Bueno, mamá no cree tener opciones más que apoyarlo. Está chapada a la antigua.
No me sorprendía. El honorable juez no aceptaba errores. Ni siquiera de sus hijas.
—¿Debería casarme? —Reí por lo bajo y negué con la cabeza.
Las cosas estaban cambiando, era cierto. Aunque no lo suficiente como para que una madre soltera fuese bien vista en un lugar como Willow Creek. Por otro lado, quien, en su sano juicio, iba a quererme, mientras esperaba el hijo de otro hombre.
—Sí —. Me miró de reojo—. Alguien con un apellido respetable y buena reputación. Alguien que pueda “corregir el error”.
Me sentí como si me hubieran vaciado por dentro.
—Claire… no puedo pedirle eso a ningún hombre. ¿Quién querría hacerse cargo de mí, en estas circunstancias? —Tragué con fuerza y noté que me ardía la garganta —. No quiero que papá obligue a nadie a ser mi esposo. Con el tiempo la gente se acostumbrará a que tengo un hijo fuera del matrimonio.
—Yo creo que tengo un candidato —deslizó con suavidad y me di la vuelta para mirarla con el ceño fruncido—. Luke Whitmore.
Mi rostro reflejó sorpresa y acto seguido, lancé una risita. Era la idea más ridícula que había escuchado en mi vida.
—¿Te volviste loca? —Claire frunció los labios, seguramente pensando que no tenía demasiado de donde escoger —. No puedo pedirle algo así a Luke, luego de que escapé con su hermano.
—No se lo pediste tú. Yo lo llamé.
Parpadee aturdida.
—¿Qué?
—Le conté todo. Le dije que Dean había desaparecido, y tú estabas sola, sin saber qué hacer. Obviamente, que nuestros padres negarían cualquier tipo de ayuda. Porque dios los libre del escándalo. Eso ni siquiera tuve que contárselo. Y sí, le pedí que ayudara. Le pedí que pensara en el bebé —. Hizo una pausa larga, y su voz bajó—. Y en ti. Él te adora.
«Me adoraba. Tiempo pasado».
No pude hablar. Solo sentí cómo la garganta se cerraba y un calor asfixiante me subía por el rostro. Había pasado semanas tragando lágrimas, fingiendo fortaleza. No obstante, en ese momento, algo se rompió en mi interior.
Claire estiró una mano y me la tomó.
—No estás sola, Em. Él dijo que vendría con una respuesta en cuanto llegásemos. Sea lo que sea que ha decidido, pronto lo sabremos. Y si dice que no, pues criaremos al niño juntas. Nada le va a faltar.
No le respondí. Solo miré hacia los campos infinitos, donde el cielo empezaba a teñirse de rojo. Estábamos cerca del rancho.
Cuando llegamos, el sol se deslizaba detrás de las montañas y el aire olía a heno, leña y tierra húmeda. La vieja casa de madera se alzaba silenciosa, con la pintura descascarada y el porche lleno de macetas muertas. Aunque había algo cálido en la desordenada normalidad de todo eso. Algo que dolía.
Así era Claire, un día despertaba decidida a tener el mejor jardín de Montana y una semana después, algo nuevo ocupaba su mente.
Claire aparcó y bajó primero. Yo la seguí con paso inseguro. No habíamos llegado a la puerta cuando escuchamos la puerta de un vehículo cerrándose a nuestras espaldas con fuerza.
Entonces, me di vuelta. Y ahí estaba.
Luke Whitmore.
Más alto de lo que recordaba.
Su rostro ya no era como en mis sueños. Sus facciones suaves e infantiles habían desaparecido. A pesar de que el sombrero le cubría parte del rostro, no podía ocultar una expresión dura, y el ceño fruncido. Su piel estaba bronceada. Y cuando se movió, pude ver unas pequeñas arrugas en las comisuras de los ojos, que sugerían que pasaba muchas horas al sol y al aire libre.
Su cuello era grueso, su espalda ancha, sus antebrazos podían verse marcados, bajo la camisa arremangada y mantenía el cuerpo erguido. De una forma tan altiva que tuve que bajar la vista sorprendida y aturdida.
Parecía que se esforzaba mucho en mantener sus ojos castaños inexpresivos. Aunque no pudo evitar que me atravesaran.
No dio un solo paso, ni se apartó de la camioneta. Claire fue hacia él de inmediato, esperando que tuviese buenas noticias.
En tanto yo me quedaba en el porche, paralizada, sintiendo su mirada, pesada y caliente. Como una cuerda que tiraba de mí y me obligaba a recordar.
Sus ojos recorrieron lentamente mi blusa amarilla, sin llegar siquiera a mis caderas antes de volver a ascender.
El viento levantó un poco el polvo del camino, y por un momento sentí que el mundo se detenía. Que solo existíamos nosotros, con todas las palabras no dichas, flotando entre el aire seco y dorado del atardecer.
Claire habló con él. No supe qué decían, no obstante ella gesticulaba con fuerza. Él apenas movía la cabeza, con los labios apretados en una línea fina. Sus rasgos parecían de granito.
Luego, Claire se dio la vuelta y casi corrió hacía mi, mientras me miraba con ojos brillosos.
—Va a hacerlo.
—¿Qué?
—Luke. Está dispuesto a casarse contigo y reconocer al bebé como suyo.
Tuve que apoyarme en el marco de la puerta para no caer. En tanto lo veía subir al vehículo para marcharse cuanto antes.
—¿Por qué?
Estaba segura de que Luke, podía tener a cualquier mujer que desease. Probablemente, hacían fila para obtener su atención.
—No lo dijo. Solo aceptó y eso es lo que importa —Claire se acercó más, bajando la voz—. Pero yo lo conozco. Todavía le importas, Emma. Aunque quiera odiarte y tenga todas las razones para hacerlo. Sé que no puede, que aún te quiere y haría lo que fuera por ti —. Lo vi sobre el hombro de mi hermana, sujetando el volante con fuerza y con la mandíbula apretada. Sus ojos se mantuvieron sobre mi rostro, cuando el motor ronroneo y la sangre subió por mi cara —. Sé que probablemente aún ames a Dean, pero, cariño. Serías una gran tonta si no aceptas a Luke. No vas a tener una mejor oportunidad que esta y con suerte ambos podrán sanar. Una vez que eso ocurra, te aseguro que el amor llegará.
Sentí un vacío en el estómago. Mi pecho experimentó cierta tensión, y el vello de los brazos y las piernas se me erizó.
Bajé la cabeza. Y por primera vez desde que me enteré del bebé, deseé no haber huido.
Deseé que Dean se hubiera quedado.
Deseé, que Luke no tuviera razones para odiarme.